En abril de 2020 el Consejo Internacional de Museos (ICOM) hizo una primera encuesta sobre el impacto de la pandemia de COVID-19 en el sector, que por entonces sufría una paralización casi total: el 95% de las instituciones de 107 países mantenían cerradas sus puertas. El director del Louvre, Jean-Luc Martinez, dijo entonces a The Art Newspaper que el coronavirus era “la peor crisis que se haya visto en tiempos de paz” y predijo que hasta 2023, y quizá hasta 2024, era improbable que las multitudes volvieran a las salas de París. En Nueva York, el Metropolitan se preparaba para una pérdida anual de USD 100 millones.
Seis meses más tarde el ICOM volvió a realizar su encuesta, entre 900 museos y profesionales del área en los cinco continentes. Si bien sólo 6,1%, en lugar del 12,8% de mayo, estimaba que su institución tendría que cerrar de manera permanente, más de la mitad hacía planes para operar con una programación reducida.
La situación era menos mala que en abril pero todavía faltaba la segunda ola del virus en el hemisferio norte, que causó nuevos cierres y confinamientos en Europa y Asia; en América Latina, sin embargo, la mayoría de los museos permanecía cerrada, en una prolongación de lo temporario hacia lo permanente.
Mientras se espera la nueva evaluación de ICOM hacia finales de 2021, algunos cambios parecen haber llegado para quedarse: actividades en línea, reducción de personal, protocolos de higiene. Y una segunda crisis se suma a las heridas del coronavirus: a partir de la presión de movimientos como #BlackLivesMatter, que señalaron el racismo y el colonialismo presentes en las colecciones y hasta en las instituciones más importantes del mundo, una actualización de la definición de la palabra museo causó polémica y renuncias.
Menos personal, menos muestras monumentales
Luego del cierre sin anestesia de la primera ola, la reapertura fue lenta —muchas instituciones limitaron su capacidad a la cuarta parte del público que solían recibir—, con espacios adaptados a la distancia social, reservas en línea obligatorias, recorridos señalizados de dirección única, máscaras, desinfectante de mano por todas partes.
El regreso no redujo las actividades en línea, que según la encuesta aumentaron entre un 15% (si se considera sólo el sitio de la institución) y un 50% (si se consideran sus redes sociales, transmisiones en vivo y programas asociados).
El problema más difícil de superar parece ser el de los trabajadores de los museos: el 30,9% de los encuestados habló de recortes permanentes de personal y el 46,1% continúa realizando reducciones en los contratos de profesionales temporarios. “La recuperación de nuestras economías y el proceso de cura de nuestras sociedades será largo y complejo”, según el informe de ICOM, y los museos están integrados a esas tramas:
Las respuestas que recibimos subrayan un clima generalizado de incertidumbre sobre el futuro, y la necesidad de que los gobiernos respondan para asegurar el futuro de estas instituciones y la invaluable herencia cultural que contienen. Los museos son una parte esencial de la identidad de los pueblos y los países, un elemento vital para las comunidades a las que sirven e impulsores claves del desarrollo local.
Entre las cifras que revelan esa incertidumbre se destaca que el 14% de los participantes dijo que suspendió o despidió a parte de su personal. El 16,2% dijo que al menos debió hacerlo con la cuarta parte del personal; el 10,6%, con la mitad. Por ejemplo, en la primera mitad de 2020 el Metropolitan de Nueva York había suspendido o despedido al 20% de su equipo; en diciembre, la Royal Academy of Arts de Londres hizo una evaluación de prescindibilidad sobre 100 de sus trabajadores.
Entre los profesionales independientes que trabajan con los museos, el 10,7% no ha vuelto a recibir encargos desde el comienzo de la pandemia y al 16% no le renovaron su contrato. Como consecuencia, casi la tercera parte de ellos considera “cambiar su carrera por completo”, observó el informe.
Un punto positivo es que se redujo la preocupación por tener que reducir las muestras, que pasó del 82,6% en abril al 62,4% en octubre. Sin embargo, según The Art Newspaper, una los directores de las instituciones evalúan reducir costos en grandes muestras: “Cada vez son más los llamamientos a replantearse el modelo de negocio ‘cuanto más grande, mejor’ y se cuestiona si las exposiciones de obras maestras que recorren el mundo son sustentables, tanto desde una perspectiva medioambiental como financiera”. El futuro parecería concentrarse más en las colecciones permanentes y en la comunidad a la que pertenece el museo.
Por último, el ICOM advirtió sobre las diferencias entre las regiones. Los datos revelaron que los efectos negativos mayores se vieron en lugares “donde los museos son recientes y escasos”, por la fragilidad de sus estructuras: América Latina, Asia y los países árabes.
Racismo y colonialismo en las salas
El asesinato de George Floyd durante su detención por la policía de Minneapolis, en mayo de 2020, causó un fortalecimiento de la protesta contra la violencia que sufren los afroamericanos en Estados Unidos, y el movimiento #BlackLivesMatters se volvió conocido en el mundo. Las olas de su impacto llegaron hasta el ámbito de los museos, muchos de los cuales se manifestaron en solidaridad y “se comprometieron a luchar contra la injusticia y promover la diversidad en sus instituciones”, señaló The Art Newspaper.
“Pero los directores pronto se encontraron a la defensiva, tras recibir acusaciones de supremacía blanca e hipocresía”, agregó el sitio. Hubo cartas de activistas y también de empleados que solicitaron reformas internas. En el caso del Guggenheim de Nueva York, por ejemplo, una carta de empleados y ex empleados denunció prácticas discriminatorias, y la institución elaboró un plan para diversificar su personal y exhibir y comprar para su colección más obras de artistas de minorías étnicas.
En Europa el eco de #BlackLivesMatter reavivó las demandas locales por el colonialismo de muchos museos. Pero casi ningún gobierno aceptan de buen grado que los objetos de la era colonial que llenan sus instituciones deban regresar a sus países de origen. Mientras que Holanda trabajará en una ley para “la devolución incondicional de patrimonio cultural” mediante acuerdos con sus países originarios, Francia aceptó devolver 27 objetos a Benín y Senegal “como caso excepcional” y el Reino Unido se negó a sacar de sus salas cualquier “patrimonio disputado”.
¿Qué es un museo?
Hacia agosto de 2020 un nuevo problema pareció resultar ya demasiado para la gestión del ICOM, y su presidenta, la académica turca Suay Aksoy, renunció.
Desde 2016 el consejo trabajaba en la redefinición de la palabra museo, que no se cambia desde la década de 1970: “Un museo es una institución sin fines de lucro, permanente, al servicio de la sociedad y de su desarrollo, abierta al público, que adquiere, conserva, investiga, comunica y expone el patrimonio material e inmaterial de la humanidad y su medio ambiente con fines de educación, estudio y recreo”.
Esa definición es la que actualmente emplea no sólo el organismo que representa a los museos del mundo sino también instituciones como la UNESCO, la rama cultural de las Naciones Unidas.
Luego de meses de consultas con más de 900 de los 40.000 miembros del ICOM, la danesa Jette Sandahl, directora del comité a cargo de la redefinición, destiló, de 269 sugerencias, una nueva descripción del concepto de museo que “se vinculara con las preocupaciones urgentes y globales de hoy”, según dijo a The New York Times. “Estos son los temas que necesitamos abordar si queremos mantener la relevancia”.
La definición —99 palabras en dos párrafos— debía ser discutida por el directorio del consejo. Sus conceptos centrales eran: “Los museos son espacios democratizadores, inclusivos y polifónicos para el diálogo crítico sobre los pasados y los futuros”; trabajaban “con y por comunidades diversas” y apuntaban “a contribuir a la dignidad humana y la justicia social, la igualdad global y el bienestar planetario”.
La primera renuncia fue de de un francés, François Mairesse, profesor de museología de la Sorbonne. “No es una definición sino una afirmación de valores de moda”, dijo. “No se podría incluir en un diccionario. No explica qué hace un museo”. Pronto la presidenta de la rama francesa de ICOM, Juliette Raoul-Duval, se sumó a la crítica: calificó a la definición como un “manifiesto ideológico”.
Klaus Staubermann, titular del consejo en Alemania, agregó que tal descripción de un museo podría afectar los fondos de muchas instituciones: no todas podrían demostrar que trabajaban por la igualdad global, por ejemplo. Burcak Madran, representante de Turquía, explicó que en algunos países incluso la idea de un “espacio polifónico” estaba destinada al fracaso: “Hace cinco años abrí un museo muy polifónico, con turcos, armenios, kurdos y griegos en el mismo espacio. A los tres meses estaba cerrado”.
Sandahl creyó que las objeciones se podrían tener en cuenta e incorporar a un análisis que puliera la definición; sin embargo, en junio de 2021 perdió la confianza en que realmente llegaría a algún resultado y renunció. Le siguieron otros tres miembros del grupo de trabajo, entre ellos George Abungu, ex director del Museo Nacional de Kenia, quien se retiró convencido de que “la definición no era conveniente para los occidentales que quieren seguir viviendo como en el siglo XIX”. Tras la salida de Aksoy, Alberto Garlandini se convirtió en el nuevo titular de ICOM.
La mirada de la UNESCO
“Los museos juegan un papel fundamental en la resiliencia de las sociedades”, dijo la directora general de la UNESCO, Audrey Azoulay, cuando se comenzaron a registrar los impactos de la pandemia en el sector. “Debemos ayudarlos a sobrellevar esta crisis y a mantenerse en contacto con su público”. A mediados de 2020 unas 85.000 instituciones, o el 90% del mundo, había cerrado por el COVID-19.
Si bien desde 2012 la cantidad de museos en el mundo había aumentado casi un 60%, la gran mayoría estaba en países desarrollados: por ejemplo, sólo el 5% de aquellos pocos ubicados en África y los Pequeños estados insulares en desarrollo (SIDS) podían dar una respuesta rápida como ofrecer su contenido en línea. “La pandemia nos recuerda también que la mitad de la humanidad no tiene acceso a las tecnologías digitales”, subrayó Azoulay. “Debemos trabajar para promover el acceso a la cultura para todos, en especial los más vulnerables y aislados”.
UNESCO lanzó entonces el Movimiento ResiliArt, con el lema “artistas y creatividad más allá de la crisis”. Argumentaba: “Mientras miles de millones de personas en todo el mundo recurren a la cultura como fuente de consuelo y conectividad, el COVID-19 ha impactado drásticamente el sector cultural. Artistas de todo el mundo, la mayoría de los cuales ya trabajaban a tiempo parcial, de manera informal o con contratos precarios, están luchando para llegar a fin de mes”.
ResiliArt se propuso unir a los profesionales de la cultura del mundo entero para “sacar a la luz la situación actual de las industrias creativas mediante discusiones mundiales” y “garantizar que las conversaciones, el intercambio de datos y los esfuerzos de sensibilización continúen más allá de la pandemia”.
En específico para el campo de los museos, ResiliArt se unió a la iniciativa Ibermuseums para impulsar debates sobre nuevas estrategias que permitan apoyar a los museos y sus profesionales en la región iberoamericana. De ellos salieron las prioridades que los profesionales ven en el presente y el futuro inmediato: protección del personal de los museos, digitalización e inventario de las colecciones y desarrollo de contenidos en línea.
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