La belleza del día: “Ada y Louise”, de Alex Katz

En tiempos de incertidumbre y angustia, nada mejor que poder disfrutar de imágenes hermosas

"Ada y Louise", de Alex Katz

Que los pintores tienen sus musas es algo que todos conocemos. Sobran ejemplos en la historia del arte, y sin ir tan lejos podemos nombrar a Gala, la inspiración de Dalí. Un poco más de esfuerzo nos presentaría recordar las distintas mujeres que cautivaron a Picasso. Pero quizás no abundan los casos en el arte más reciente, y en definitiva, seguramente hay pocos como el de Ada, quien fue retratada por su pareja, Alex Katz, en más de 200 ocasiones.

“Tiene unos gestos perfectos. Y es una belleza americana clásica: labios carnosos, nariz corta y ojos grandes. También es una belleza europea. Cuando empecé a pintar a Ada, me había influido la Dora Maar de Picasso”, explicó Katz la persistencia con su musa, quien lo acompaña desde hace más de 60 años. La pintó por primera vez en 1957, cuando apenas se conocieron, y a través de sus retratos podemos seguir la evolución del estilo de este artista y de sus composiciones, que se fueron depurando con distintas técnicas como el cutout –siluetas elaboradas sobre madera o metal recortado–.

En Ada y Louise (182,5 x 244,5 cm, óleo sobre lienzo), pintado en 1987 y vendido unos años atrás a un particular a través de la casa de subastas Christie’s, la vemos junto a su madre, ambas sentadas en un banco de playa de algún balneario en la costa de Maine, donde la pareja pasa desde su juventud varios meses al año, especialmente en verano. Allí tiene un estudio el pintor, y fue en el norte del país donde hace mucho tiempo encontró en la luz dura y las formas suaves del mar, el cielo y las nubes los elementos básicos de sus cuadros.

No es mucho, sin embargo, lo que podemos apreciar en este cuadro del rostro de Ada o el de Louise, apoyadas de costado y semiocultas como están, la hija con sus anteojos de sol y la madre con su gorro playero. Como es habitual en las pinturas de Katz, los rasgos están simplificados y ninguna expresa emociones concretas, en todo caso lo que se destaca son sus posturas y la escena en su conjunto.

El primer retrato de Ada, en 1957

No busca una representación fiel de los rasgos físicos ni pretende darles profundidad psicológica a sus retratos, sino que se interroga por la naturaleza de la representación pictórica, la relación entre fondo y forma y la percepción de las imágenes. Pinta rostros sin volumen, de colores sobreexpuestos que los acercan a la fotografía, con fondos neutros y en contextos cotidianos. Por eso, si algo advertimos en estas dos mujeres está dado por el esplendor de las formas, en esa tensión que hay entre los blancos nítidos de las nubes puntiagudas y las ropas claras, por un lado, y los colores saturados del mar, del cielo y del banco verde de playa.

El auge de la cultura de la imagen a través del cine, la televisión y la publicidad influyó mucho en sus pinturas, y a principios de la década de los 60 comenzó a pintar en gran escala. Como los artistas pop, Katz se limita a trabajar sobre las superficies con su paleta de colores brillantes y sus líneas gráficas gruesas, pero sin interesarse mucho por las historias que se puedan formar. A diferencia de otros contemporáneos de él como Roy Lichtenstein y Andy Warhol, no se hallan en sus cuadros referencias críticas a la cultura de masas y de consumo. Al contrario, la toma en su provecho para lograr una belleza hipnotizante que reclama una mirada más detenida.

Considerado a veces como el precursor del arte pop, o bien como un continuador moderno de la tradición del realismo estadounidense, lo cierto es que Alex Katz siempre evitó unirse a un grupo o movimiento. Así sentó alguna vez su posición: “Cuando trabajas con la tradición del arte, normalmente pintas según las imágenes que viste. Tu visión es la visión de los demás. Ves las cosas a través de la cultura en la que vives, y la cultura en la que vives es siempre en tiempo pasado. Algunas personas siempre ven las cosas en otro tiempo. Para ver las cosas en estos tiempos, tienes que ir más allá”. Tal vez por eso destruyó muchos de sus cuadros –según asegura– mientras buscaba su estilo.

Katz trabaja con grandes escalas que retienen la mirada del espectador

Katz nació en Brooklyn, Nueva York, hace 94 años –todavía está vivo y pinta todos los días– en el seno de una familia judía que había emigrado desde Rusia luego de que su padre perdiera la fábrica que administraba a mano de los soviets. Cuando tenía dieciséis años, el padre murió en un accidente de tránsito arrollado por un camión. Dos semanas antes, el joven Alex había visto el anuncio de un seguro de vida en la contratapa de un cómic y en un impulso envió el pago inicial –unas escasas monedas– de una póliza para su padre. “Recibimos un pago de diez mil dólares”, según contó. Y señaló: “Era todo el dinero que teníamos entonces. Mi madre decía que había nacido bajo una luna dichosa”.

Gracias a una beca entró a estudiar en la Cooper Union de Manhattan, donde trabó amistad con Frank O’Hara y John Ashbery, los poetas de la Escuela de Nueva York. Era la década de los 40, cuando los artistas comenzaban a volcarse al expresionismo abstracto, sin embargo Katz persistió en el arte figurativo y encontró un balance perfecto entre ambas vertientes. Fue en ese entonces que visitó una exposición de Henri Matisse y quedó deslumbrado por la técnica en apariencia sin esfuerzo del pintor francés. Así quería que fuera su pintura, una combinación de grandes colores y escenas suaves y nítidas.

Katz trabaja en la intersección entre la abstracción y la figuración, entre la historia de la pintura y la vida cotidiana. Esa síntesis se puede apreciar en Ada y Louise, donde el cielo y el agua se convierten en rectángulos nítidos que, sin embargo, evocan la atmósfera de la brisa de la costa atlántica. Más allá de su escena sencilla, también están presentes de algún modo los lienzos impresionistas de pintores como Monet y Renoir, conocidos por sus escenas al aire libre. Al igual que sus predecesores, Katz tiene como objetivo representar la luz en la pintura, que es para él la forma de entrar en el presente inmediato y pintar la eternidad.

A fines de los 80, Katz comenzó a interesarse más por los paisajes

A fines de los 80, con la intención de envolver al espectador dentro de sus panoramas pintados, comenzó a interesarse más por las pinturas de paisajes. Ada y Louise muestra esas dos facetas del pintor, que pone el mismo énfasis en las mujeres y en el entorno. “El paisaje fue una manera de alejarme de Picasso y de Matisse pero no fue forzado”, aclara. En muchos de esos cuadros desarrolla una pintura rápida y activa inspirada en la pintura de acción de Jackson Pollock, cuyas composiciones fueron una revelación para él. Su intención es atrapar en el cuadro las cosas fugaces que pasan. “Descubrí que pintar de una manera automática me permitía extraer con más facilidad las verdaderas ideas de mi subconsciente, y ahí es donde yo quería ir”.

Sus obras se han exhibido en los museos y galerías más reconocidos del mundo, como el Metropolitan de Nueva York, el MoMA, la Tate Modern de Londres o el Albertina de Viena, aunque recién fue ampliamente aceptado cuando cumplió los 70. “No le gusto a mucha gente, pero es normal, mi estilo es muy agresivo”, razonó. El año próximo aguarda una retrospectiva en el Guggenheim.

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