“The chair”: el debate sobre la crisis del contrato pedagógico en la era de las redes y la cancelación

La serie de Netflix visibiliza el vínculo cambiante entre las autoridades y los estudiantes, como también el rol de nuevos fenómenos sociales. Opinan especialistas

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La serie "The Chair" abre
La serie "The Chair" abre el juego para analizar una educación que se encuentra en jaque (Foto: Prensa Netflix-Télam)

Las aulas parecieran haberse vuelto transparentes y, tal vez como nunca antes, dejan entrever que el viejo contrato pedagógico que articulaba a alumnos, profesores y padres cruje: un modelo “escuelacéntrico” que resiste como puede ante el mundo digital que desmonopoliza la información, la omnipresencia de las redes sociales que pugnan por establecer sus dinámicas y jóvenes dispuestos a dar la batalla generacional con una agenda de género y de defensa del medio ambiente que no siempre encuentra adultos empáticos son algunas de las razones de ese crujir.

La fotografía parece reflejar más una época que una geografía. La discusión a los gritos sobre política de una profesora con un alumno durante una de sus clases de Historia en Ciudad Evita que se viralizó e interpretó hasta el cansancio les recordó a quienes se engancharon con The Chair, la miniserie de Netflix que recrea cómo escala una escena cuando es descontextualizada del ámbito universitario, el tipo de abrazo apretado que pueden darse la realidad y la ficción.

¿Cómo interpela esta nueva camada de alumnos muy activa en sus demandas generacionales y acostumbrada al “protagonismo selfie”? ¿Cómo intervienen las redes sociales en la dinámica del aula, aquella vieja burbuja en la que un profesor impartía un saber y un alumno absorbía? ¿La cultura de la cancelación condiciona la currícula o las rutinas? ¿Hay un desfasaje generacional o es un desajuste pedagógico de la época? Convocados, especialistas en educación y en juventud analizan los desafíos y la reconfiguración que se vive en las aulas.

“Yo no coescribo”, advierte el profesor de literatura Bill Dobson, interpretado por el actor Jay Duplass en The Chair, cuando las autoridades de la universidad de Pembroke lo convocan para discutir cómo afrontarán el revuelo que generó su chiste irónico pero poco feliz sobre el nazismo que hizo frente a sus alumnos. Un “experto en crisis” le sugiere cómo redactar una disculpa pública y, ante eso, Bill resiste: “No, yo no coescribo”.

Trailer de "The chair"

La jefa de cátedra del Departamento de Literatura, interpretada por Sandra Oh, debe estar a la altura de ser la primera mujer en “ocupar la silla” y también de hacerlo siendo joven, asiática y madre soltera. Es ella quien tiene que mediar en la disputa entre la dirección que necesita contener a los alumnos para que el escándalo no afecte una matrícula ya alicaída y Bill, quien siente que la corrección política y la cultura de la cancelación atentan contra el clima de apertura y curiosidad que solía reinar el campus universitario.

“Quería hacer una comedia que reflejara la dinámica de un lugar de trabajo”, contó la actriz Amanda Peet, quien guionó y produjo The Chair, sobre el origen del proyecto y aceptó que fue su contexto familiar el que cambió el rumbo de aquel primer borrador: “Tengo un adolescente en mi casa que plantea conversaciones en la cena del tipo ‘¿Por qué asignamos importancia al género?’. Entonces se me ocurrió que la academia era un lugar bueno para exponer este tipo de interacciones multigeneracionales, la fricción que se siente cuando los niños comienzan a convertirse en adultos y cómo nosotros, como una generación mayor, quedamos suspendidos, tratando de encontrarle sentido a las cosas”.

“Hay una resignificación de las relaciones intergeneracionales: entre profesores y estudiantes las jerarquías se modificaron, se resituaron”, analiza el historiador y doctor en Ciencias Sociales Pablo Vommaro. El docente e investigador es también cocoordinador del Grupo de Estudios de Políticas y Juventudes de la UBA y entiende que la situación (y la difusión) de la escena en el aula entre la profesora y el alumno de Ciudad Evita hablan de la transformación en la relación entre los docentes y los alumnos: “Viene desde hace años, pero sin duda se ha acelerado y amplificado con la pandemia”.

Una escena de la serie
Una escena de la serie estadounidense "The Chair" en la que un profesor hace un chiste sobre el nazismo (Foto: Prensa Netflix- Télam)

Según Vommaro, la educación virtual no hizo más que visibilizar algo que ya se insinuaba: qué tan erosionado está el formato de enseñanza tradicional basado en el “formato escuela”, donde el monopolio del saber recae en un docente que irradia a los estudiantes.

“La escuela sigue teniendo un lugar crítico pero ya no es el lugar monopólico del saber. Entonces, también hay un modo distinto de valorar el trabajo de los docentes, que en nuestro país tienen, además, salarios rezagados y están sobredemandados”, advierte.

¿La crisis de jerarquías inaugura una situación de paridad? “Una cosa es una escucha empática y que considera la singularidad, y otra cosa es establecer una falsa paridad. Es una relación desigual, pero se trata de que sea comprensiva, que interpele y que promueva herramientas críticas”, sostiene el investigador.

El desafío de generar un contrato pedagógico acorde a una existencia -en gran parte- transmitida por las redes sociales y a una educación que, al menos por el momento, oscilará entre lo presencial y lo virtual, pone en debate qué tan privada es una clase. Vommaro advierte que el aula sigue siendo un ámbito privado pero de gestión pública y que el pacto pedagógico debe atender y dialogar con la agenda juvenil (vinculada a disidencias sexuales, a modelos de desarrollo sustentables, a cuestiones territoriales o a la violencia institucional) pero “sustraerse de la temporalidad acelerada, de la indignación automática que nos proponen las redes y la cultura cancelación”.

Melina Furman es bióloga, docente e investigadora y trabajó en proyectos para la mejora educativa en más de 300 escuelas de nivel primario y secundario en contexto de vulnerabilidad social en Argentina.

 Pablo Vommaro y Melina
Pablo Vommaro y Melina Furman

En su último libro, Enseñar distinto, editado recientemente por Siglo XXI, Furman propone un recorrido por los grandes desafíos educativos pero también por las situaciones del día a día en el aula, con estrategias y ejemplos concretos. “Los chicos tienen una agenda propia, esa es su batalla generacional. Sus vidas están atravesadas por cuestiones de género y algunos participan activamente en movimientos ambientales. El desafío para los docentes, contrariamente a lo que se piensa, no es estar actualizados. Lo importante es generar una escucha empática y genuina para relacionarse con los jóvenes -no desde un lugar simétrico, porque los docentes son guía y orientadores- pero sí que sea atenta, respetuosa. Los que logran mejor aquello de pararse frente a una clase es porque están presentes, porque les importan sus aprendizajes y qué les pasa”, analiza.

Más allá del humor de la época o del cambio de los formatos, Furman insiste en que el rol de los docentes sigue siendo el mismo: apuntalar el deseo intrínseco por aprender y que, para eso, hay que conectar los contenidos con la vida real y con problemáticas actuales. “Los jóvenes tienen que asumir un rol protagónico en el aprendizaje, ser productores de conocimiento, porque es exactamente ese el rol que asumen en las plataformas digitales o en su vida cotidiana. Es, para ellos, una posición más natural y cómoda”.

La investigadora cuenta que en el marco de una encuesta, se les pidió a un grupo de adolescentes que definieran cómo sería “la escuela ideal”. La mayoría coincidió en señalar que en aquella institución se debería “poder elegir”.

“La enseñanza para la diversidad propone dar opciones: garantizar lo común pero dar espacios para la toma de decisiones. Los docentes tenemos que habilitar más la decisión y el ímpetu de protagonismo, dos cosas importantes para aprender cosas que valen la pena para toda la vida”, añadió.

Fuente: Télam.

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