Amado y odiado. Vanagloriado y olvidado. Puesto en el status de genio detallista o de propagandista sin alma. Entre esos ejes se ha escrito sobre el soviético/ruso Alexander Laktionov (1910 – 1972), un pintor de una técnica fomidable de la segunda generación del realismo socialista, dueño de un ojo y una pincelada finísima y, también, el artista favorito de la URSS pro Stalin.
Laktionov hizo su camino a puro talento, eso sí. Hijo de un herrero de fábrica y una lavandera a domicilio, lo suyo fue el esfuerzo y guiado por el deseo, luego de trabajar como albañil, a los 20 años partió de su Rostov natal hacia Moscú, junto a dos camaradas que también tendrían carreras destacadas: el pintor Pyotr Keller y el pasajista Nikolai Timkov. Fueron evaluados por maetros y artistas y enviados a Leningrado, pero con tanta mala suerte que ya no había cupo; sin embargo, Laktionov fue tomado como pupilo por Isaak Brodsky, uno de los principales representantes de la corriente realista soviética de los ‘30. Los otros, debieron regresar al año siguiente.
Para el ‘47, cuando presenta Una carta desde el frente, Laktionov no era un artista reconocido, pero sí ya había trabajado para gobierno, en el Instituto Repin de Pintura, Escultura y Arquitectura de Leningrado. La pintura fue un fenómeno social del momento, y se convirtió en una imagen icónica de aquellos años de la posguerra.
La pieza de 225 × 155 cm, que se encuentra en la Galería Estatal Tretyakov de Moscú, presenta un escenario optimista. Los personajes sonríen en una composición muy lumínica, en la que es el niño quien lee la correspondencia, signo no solo de la escolaridad del regimen, sino también del compromiso de todos con la causa. Es más, si no fuera por el título y la presencia del soldado, el joven podría estar leyendo una carta de un familiar feliz en el exilio o un padre contando novedades sobre un viaje de trabajo.
La obra fue pintada en Zagorsk, cerca de Moscú, donde a principios del ‘44 se instaló junto a su familia, luego de dejar Samarcanda, ciudad donde había sido evacuado el Instituto Repin. Una tarde, mientras caminaba se encontró con un soldado con una mano vendada, apoyado en un bastón, que buscaba la dirección correcta para enviar una carta. El artista lo ayudó a encontrar la dirección y se convirtió en un testigo involuntario de la escena de recibir las noticias tan esperadas desde el frente.
Iba a llamarse Reunión y como modelo para el cartero-soldado, usó al artista V.I.Nifontov, que había sido paracaidista; la mujer del sobre es su tía, Evdokia Nikiforovna; los niños sus hijos, Seryozha y Svetlana, mientras que una vecina se convirtió en la joven que sonríe.
En 1948, la pintura se exhibió en la Exposición de Arte de la Unión en la Galería Estatal Tretyakov, donde alcanzó gran popularidad y por la que recibió el Premio Stalin de primer grado por la pintura. Luego, se utilizó en libros escolares y estampillas, convirtiéndola en una de las imágenes más conocidas de aquel periodo.
Como buen alumno de Brodsky, Laktionov se volcó por el naturalismo que miraba hacia los Grandes Maestros, lo que le generó muchísimos detractores en el mundillo del arte por no buscar, como era la norma, un tipo de pintura disruptiva, alejada de la propaganda idealizada y esa mirada cándida sobre un socialismo que con los años fue teniendo más detractores.
En ese sentido, su figura quedó asociada a la historia del momento y Laktionov tuvo en los miembros del partido a sus máximos defensores, que aplaudían su estética nacionalista y optimista. A lo largo de sus últimos años, recibió el encargo de pintar numerosos retratos de los principales actores, cirujanos, soldados, políticos y cosmonautas soviéticos, incluido un retrato del propio Stalin.
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