
Pau Casals, reconocida figura del catalanismo, se exilió en Prades (Francia) en su mejor momento profesional. Era una estrella del violonchelo cuando decidió hacer un estricto boicot artístico a los países que reconocían el régimen dictatorial de Francisco Franco, lo que lo dejó sin muchas opciones. Casals, tenaz en su empeño y convicciones, no paró de ayudar a los exiliados y de presionar allí donde era escuchado.
Queda en el imaginario colectivo un nonagenario Casals tocando su Cant dels Ocells o dando el famoso discurso en la ONU en 1971 pidiendo paz. Rodeado siempre de destacadas figuras intelectuales, políticas y musicales de su tiempo, fue tal la importancia del Casals más militante, que su inmenso legado musical —tanto por su contribución al violonchelo, como por su labor musical más allá de su instrumento— ha quedado en un segundo plano.
El músico Pau Casals, o Pablo, como se le conocía en el extranjero, atesora destacados logros: fue el primer concertista profesional del violonchelo de la historia, un eminente director de orquesta y también compositor, un virtuoso prácticamente autodidacta. Con una clara conciencia social, se preocupó de llevar la música clásica de calidad a los más humildes, creando y financiando su propia orquesta en Barcelona.
Destaca el hito de haber sido el primero que grabó las Seis suites para violonchelo solo de Johann Sebastian Bach, y el primero también en registrar una obra completa de tal envergadura. Lo que parecía a priori una mala estrategia comercial, resultó un acierto que otros músicos se apresuraron a imitar.

Con una personalidad arrolladora que se dejaba oír en su música, Casals sabía perfectamente lo que hacía cuando tocaba el violonchelo, como se ha podido demostrar gracias a los actuales medios de análisis. La investigación informática realizada sobre su interpretación de la Sarabande de la 5ª Suite, uno de los 36 movimientos que forman el conjunto de las Suites, demuestra su minucioso control del tiempo.
Esta obra, compuesta de 108 notas, tiene la peculiaridad de que 100 de estas notas tienen el valor rítmico de corchea, es decir, duran lo mismo sobre el papel. En otras palabras, la obra tiene poca variedad en cuanto a las duraciones de cada nota se refiere. Pero esto es solo en apariencia.
Corcheas infinitesimalmente distintas
Según la partitura, todas estas corcheas deberían durar lo mismo; sin embargo, aquí entra en juego el intérprete musical. Viendo los resultados del tiempo usado en el análisis de la Sarabande, la interpretación de Casals se puede explicar a unos niveles que no son perceptibles a tiempo real.

Los programas informáticos permiten analizar lo que pasa inadvertido para el común de los oyentes, pero que genios como Casals hacían deliberadamente. Gracias al software libre Sonic Visualiser, un proyecto emprendido por la Universidad de Londres y que cuenta con equipos por todo el mundo, hay disponibles plugins que analizan diferentes parámetros del sonido, entre ellos los que permiten medir las duraciones hasta la mínima expresión.
En el caso de la Sarabande, nos fijamos en cuánto dura cada una de las 108 notas. Es ahí, en el detalle, donde se ve al genio: tomándose la libertad de hacer durar diferente las 108 notas, esta variedad no impide a Casals respetar en todo momento la partitura de Bach.
Es más: saber qué hacer con cada nota no es exclusivo del intérprete catalán, sino uno de los secretos de los grandes maestros y de las grandes maestras. En otra reciente investigación publicada en 2021 se comparó la interpretación de Casals hizo con la Sarabande registrada por la violonchelista y pedagoga francesa Anne Gastinel.
La interpretación de Casals de 1939 y la de Gastinel de 2007 se llevan 68 años. Si reparamos en la duración de la grabación en el disco, la de la violonchelista francesa dura 2 minutos y 44,977 segundos, mientras que la de Casals, 2 minutos y 47,626 segundos. Por tanto, la diferencia es tan solo de 2,649 segundos.

Es paradójica esta práctica coincidencia en la duración total, ya que Bach (quien con su muerte en 1750 marcó el final del barroco) no especificó la velocidad con la que la Sarabande debía ser interpretada y por eso otras versiones tienen duraciones que varían mucho más. Hay que recordar que la costumbre de especificar la velocidad con un metrónomo tardaría todavía unos años y no se estandarizó hasta Ludwig van Beethoven.
Iguales pero muy diferentes
El escaso margen de duración entre las dos versiones de la Sarabande las hace idóneas para compararlas en busca de convergencias y divergencias. Con esto ya surge la pregunta: ¿hay diferencias entre ambas interpretaciones? El resultado del análisis computacional muestra las diferentes posibilidades que manejan los dos genios con la misma obra y en el mismo lapso de tiempo. Sin hacer lo mismo, tanto Pau Casals como Anne Gastinel tocan sin duda lo que Bach escribió.
Casals y Gastinel sabían perfectamente lo que se hacían en cada segundo y por debajo del mismo. Así, las dos versiones de la Sarabande están llenas de variedad en el mínimo detalle que nos ofrece el microscopio de los datos de las duraciones de cada nota al milisegundo.
En casi el mismo tiempo, las dos propuestas surgen como diferentes: ambos maestros demuestran que existe margen para la interpretación musical. Un reproductor MIDI haría iguales todas las corcheas y una inteligencia artificial haría tres cuartos de lo mismo, por lo que el factor humano prevalece (al menos de momento). Estas investigaciones corroboran lo que tantas veces repetía Casals: “Toda la fantasía que quieran… ¡pero con orden!”

Publicado originalmente en The Conversation.
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