Matthew Golombisky llegó en 2008 a Buenos Aires sin saber una sola palabra de español, dispuesto a pasar unos meses que lo alejaran del crudo invierno de Chicago. Lo que no sabía es que aquel viaje le cambiaría la vida. Aquí conoció a su esposa, tuvo hijos y conformó una familia. También le dio fuerte impulso a ears&eyes, el sello en el que editaba su música y que ahora refleja el arte de una nueva generación en la Argentina. En la ciudad del tango, Matthew encontró un nuevo camino para el jazz.
Los comienzos no fueron sencillos para Golombisky, quien también se evidencia como un bajista de singular creatividad. “Comencé como una manera de poder registrar mi música -dice a Infobae Cultura-. En Chicago hay muchos sellos y también muchos músicos. Y es difícil acceder a tener un registro de lo que uno produce. Cuando vi que no tenía respuesta a mi música en distintos sellos, decidí hacer el mío propio”.
Aquel inicio de ears&eyes Records pronto estuvo acompañado por amigos que se fueron sumando, hermanados en los mismos escollos. Y Golombisky les fue dando un lugar. Así tuvieron la oportunidad de integrar este incipiente catálogo figuras emergentes del jazz internacional, como la saxofonista Carolin Davis, nacida en Singapur; la cantante y pianista israelí Noa Fort, su colega norteamericana Lauren Lee o los trompetistas James Davis y Paul Dietrich, entre tantos otros.
Por aquellos años Golombisky comenzó a organizar el ears&eyes Festival, poblándolo de jazz, indie rock, soul y cine independiente; lo que fue fortaleciendo el sello y haciéndolo más conocido. Pero la historia reservaba una pronta sorpresa para el espíritu aventurero de Matthew. Los comentarios auspiciosos de un amigo y la necesidad de escapar del crudo invierno de Chicago, lo motivaron a visitar la lejana Buenos Aires sobre la que desconocía casi todo.
“Mi amigo me habló de la ciudad. De su gente, de la comida, del vino. Y me vine. Sólo me traje el bajo y alquilé un departamento en el barrio de Boedo. Llegué sin saber una sola palabra en español. Al tiempo conocí a una chica que hablaba bien inglés. Nos hicimos amigos, luego nos pusimos de novios y finalmente nos casamos. Después volvimos a Estados Unidos. Yo tenía cosas por resolver y mi esposa estaba haciendo un master. Pero regresamos en 2014 y ya nos quedamos definitivamente”.
-¿Cuándo viniste por primera vez, esperabas encontrar esta escena musical en Buenos Aires?
-No, para nada. Tenía alguna referencia mínima, nada más. Pero fíjate lo que sucedió. Por entonces yo estaba charlando con Matija Dedic, un gran pianista de Croacia que tenía un proyecto muy lindo sin editar. Yo no tenía experiencia en artistas que no fueran mis amigos y tenía muchas dudas. Pero ese disco: Dedicated, era hermoso y tocaba gente muy importante, así que me decidí a producirlo porque era una oportunidad para mejorar el sello. Le pedí de reunirnos. Pero Dedic me dice que no podía, estaba muy ocupado porque tenía que tocar en el Festival de Buenos Aires. Yo quedé sorprendido. ‘Pero yo vivo allí’ le dije. Y entonces el sorprendido fue él (risas). Bueno, fui a verlo en aquel Festivaĺ. El tocó con Juan Bayón en contrabajo y Sebastián Groshaus en batería. Allí conocí a Juan, que a partir de allí fue una persona muy importante en mi historia argentina.
-Todas coincidencias. Los dos son contrabajistas y además Juan estaba editando en Kuai Music, un sello independiente similar al tuyo.
-Claro. Fue toda una sorpresa para mí. Sentí que Kuai y ears&eyes eran sellos hermanos. Y Juan me descubrió todo un mundo. Yo no conocía a Lucas Goicoechea, a Andrés Elstein, Camila Nebbia, Nataniel Edelman, tanta gente, tantos pibes que me encantaron. Yo sentí que esa era mi gente. Entonces le propuse a Juan si quería editar su música en mi sello y así en 2018 salió Vidas Simples, un disco hermoso y mi primer registro “argentino”.
Desde entonces Golombisky ha producido una sucesión impensada de grabaciones con artistas de nivel internacional y los mejores exponentes de la última generación del jazz en la Argentina. Incluso en el difícil 2020, el año de la pandemia, el sello editó más de 30 discos, la mitad aproximada de ellos con artistas locales.
Allí en ese verdadero muestrario del talento joven argentino se cuentan No me digas loco, del trío de Sergio Verdinelli, Retoñar del guitarrista Dan Pocetti y Aves, el primer registro del cuarteto que unió al saxo de Lucas Goicoechea y la guitarra de Pablo Cavalchini, con la sección rítmica de Ezequiel Dutil y Matías Crouzeilles. También sobresalió en el año del encierro el notable Aura de Camila Nebbia, Ordendes, de Goicoechea, New Aurora, el disco del argentino-canadiense Michael Sarian, dos rescates de Ernesto Jodos: Earlier Trips y Un viaggio, Libres de Matias Crouzeilles y Sin tiempo, un notable registro de Leo Genovese con Verdinelli y Mariano Otero, nominado al Premio Gardel.
El 2021, o al menos lo que transcurrió hasta aquí, también fue fructífero para el pequeño sello de los oídos y los ojos. Hasta finales de agosto Golombisky había editado 17 discos, un exclusivo muestrario que, como sucedió en años anteriores, incluye valores argentinos de calidad. Entre ellos el primer disco del trío Borocotopo que lidera el saxofonista Rodrigo Domínguez, Oximorón el debut solista del ascendente Joaquín Muro, una de las buenas nuevas del jazz argentino y Jardín de estrellas, el último registro de Natalio Sued, el saxofonista argentino que hace décadas está radicado en Holanda.
-Obviamente son todos músicos y músicas que te gustaron y tenés allí mucho de lo bueno que se está haciendo. Entre todo eso ¿qué es lo que más te sorprendió?
-Son todos músicos excelentes, claro. Y todos me gustan, por eso están en el catálogo de ears&eyes, junto a otros que espero puedan estar alguna vez. Pero respondiendo a tu pregunta quien me impresionó mucho la primera vez que lo escuché fue Lucas Goicoechea. Soy un fan de Lucas. ¡¡¡Está completamente loco ese pibe!!!....Tiene 26 años y para mí está al nivel de cualquier músico de Europa o Estados Unidos. Cuando veo un músico así yo me muero de ganas de tocar con él.
Claro que la pasión que Golombisky expresa por la música, va de la mano con otros descubrimientos. La gente, la amistad y los paisajes de un país que lo sigue deslumbrando. Parte de todo eso también se traslada a su arte. Y allí figura de manera protagónica Quila Quina, un pueblo ubicado sobre la margen sur del lago Lacar, a sólo 18 kilómetros de San Martín de los Andes, en medio de un bosque de robles y cabañas de madera. “El año pasado estaba allí, en casa de mis suegros, cuando supe que mi amiga Caroline Davis, venía a tocar a Santiago de Chile y pensé que sería lindo si pudiéramos coincidir. Entonces, recuerda, me puse a componer para ese encuentro. Luego la pandemia obligó a cancelar el viaje de Caroline, pero me quedó la música. Entonces me di cuenta que todo había sido influenciado por Quila Quina. Era música de Quila Quina. No podía ser de otro lugar”.
De regreso a Buenos Aires tras las vacaciones, y con los bolsos llenos de buena música, Golombisky convocó a Goicoechea, Camila Nebbia y Omar Menéndez a los estudios de Florencio Justo en el barrio de Saavedra, para registrar aquella inspiración sureña en un disco de próxima aparición.
Entonces, cuando ese registro comience su camino un nuevo círculo se habrá cerrado. Y la música surgida en Quila Quina, vocablo mapuche que significa tres familias, se habrá unido a otras tres: la que Golombisky formó en una Buenos Aires desconocida, la de los amigos que supo cosechar aquí y la de la música que forma parte de su vida.
SEGUIR LEYENDO