El brutal asesinato de la abuela y la tía abuela de Fito Paéz, en un libro que bucea en la etapa más oscura del músico argentino

En “Hay cosas peores que estar solo”, Federico Anzardi narra en detalle los años más difíciles del artista. El autor contó cómo llevó a cabo la ardua tarea de investigación que incluyó unas 80 entrevistas

La portada de "Hay cosas peores que estar solo”

“Una tragedia así te despierta un sentido y un sinsentido de la existencia”. (Fito Paéz).

No hay dudas de que el 7 de noviembre de 1986 fue un antes y un después en la vida de Fito Páez. Ese viernes caluroso de Rosario se fueron de este mundo dos de las personas más importantes en la vida del músico: su abuela y su tía abuela, quienes lo criaron con mucho amor tras el fallecimiento prematuro de su madre cuando apenas tenía ocho meses.

Sin embargo, no se fueron por causas naturales, ni por un accidente. Murieron de la manera más cruel cuando dos personas entraron a su casa y las mataron a sangre fría. El episodio está ficcionado en la serie publicada por Netflix, “El amor después del amor”, la biopic de Fito Páez protagonizada por Ivos Hochman.

Federico Anzardi, en su libro “Hay cosas peores que estar solo. Fito Páez y Ciudad de pobres corazones” (Gourmet Musical) narró en detalle cómo fue esa triste etapa en la vida de uno de los cantautores más influyentes de la música hispanoamericana. Y lo hizo gracias a un formidable trabajo de investigación que contuvo unas 80 entrevistas.

En diálogo por correo electrónico con Infobae Cultura, en 2021, el autor contó cómo fue el trabajo de reconstrucción de los acontecimientos, se sumergió en la vida de Fito en ese momento y analizó el impacto que tuvo el hecho en su carrera artística, que conocería el éxito ya entrados los años ‘90.

- ¿Cómo surgió el proyecto de escribir “Hay cosas peores que estar solo. Fito Páez y Ciudad de pobres corazones”?

- Siempre me fascinó la historia de este disco, desde la adolescencia. De alguna manera todavía no puedo creer que Fito haya realizado semejante álbum en el medio de todo el caos que lo rodeaba. No sólo el caos: también la tristeza infinita por esas muertes tan trágicas. Así que siempre, de alguna u otra manera, volvía a ella, ya sea contándosela a amigos y amigas, haciendo bloques especiales en las radios donde trabajaba o, como finalmente ocurrió en 2017, escribiendo un artículo por los 30 años del disco. Ese texto se publicó en La Agenda y fue el primer impulso para el libro. Esa nota tenía unos 15 testimonios y recorría por encima algunos de los episodios que Fito vivió entre que asesinaron a sus abuelas, el 7 de noviembre de 1986, hasta que presentó el disco en el Estadio Obras y atraparon a los asesinos, a fines de agosto de 1987.

Antes de que la nota estuviera publicada ya tenía en mente seguir investigando, porque me daba cuenta de que la historia daba para mucho más. Se lo planteé a Leandro Donozo, de Gourmet Musical, y continué trabajando hasta mayo de este año.

- ¿Conocías en detalle la historia del asesinato de su abuela y su tía abuela o esos detalles los fuiste descubriendo a medida que te sumergiste en la investigación para el libro?

- Conocía lo básico, lo que saben todos los fans. La investigación me permitió conocer mucho más. Pude recorrer la zona donde Fito vivía con su papá y sus abuelas en Rosario y hablar con gente que los conoció. No quedaban tantas personas de esa época. Algunas murieron y otras se mudaron, pero un par todavía están ahí, en medio de edificios que en aquel momento no existían. Esas personas me contaron detalles del día a día de esa cuadra y me conectaron con algunos vecinos que fueron testigos del hallazgo de los cuerpos. Me dieron mucha información que no salía en los diarios de la época y que no suele estar en los testimonios de Fito o de sus amigos o compañeros de banda.

Para la parte final, la del esclarecimiento del caso, hablé con José María Vernet, por entonces gobernador de Santa Fe, también con algunos funcionarios suyos muy cercanos, y con amigos de Fito que intercedieron. Además pude revisar parte del expediente, y recoger testimonios y datos en material de archivo de ese momento y de notas y libros posteriores.

"Ciudad de pobres corazones" - Fito Páez

- No es solo un gran trabajo de investigación, sino que de escritura también. ¿Cuántas entrevistas hiciste y cuánto tiempo te llevó el libro?

- Hay unas 80 entrevistas: desde el propio Fito hasta sus compañeros de banda, mánager, asistentes, amigos, amigas, vecinos, público de sus shows, colegas, políticos, periodistas, abogados y colaboradores. En total fueron cuatro años y algunos meses de trabajo. La escritura llevó su tiempo. Al principio tenía la intención de hacer un libro para fans, con todo tipo de datos sobre la carrera de Fito. Quería relacionar Ciudad de pobres corazones con toda su obra: los discos anteriores y posteriores, sus películas y libros. Ese fue el tono que manejé durante los primeros dos años, pero lo fui cambiando porque el resultado no me convencía.

Finalmente opté por un tono narrativo. Cuando encontré ese tono mi objetivo pasó a ser otro: quise contar la historia como una novela policial/musical que pudiera ser leída por los fans y por los que no conocen nada de Fito. Incluso por quienes lo detestan. La historia principal es la de Ciudad de pobres corazones pero por momentos viaja al pasado, a sus discos y experiencias anteriores, o se desvía para contar pequeñas historias de personajes secundarios que aparecen para contribuir al relato. Para lograrlo, me pasé el último verano leyendo a Gay Talese, intentando robar sus técnicas descaradamente. Fracasé pero la pasé muy bien con sus libros.

"El Amor Después del Amor" fue el disco más vendido de la historia del rock nacional.

- Me llamó la atención el detalle con el que describrís las situaciones, sobre todo cómo fueron los asesinatos. ¿Te propusiste tener la mayor cantidad de datos posibles sobre el trágico hecho y lo que vino después para luego hacer la reconstrucción?

- Sí, me interesaban todos los detalles. Desde la hora en que fueron los asesinatos hasta el color de la camisa de Fito la noche en que presentó el disco en Obras o los instrumentos que usaron para grabar el disco. Le hice preguntas similares a mucha gente para obtener la mayor cantidad de información. Les decía: “Cualquier dato, por más mínimo que te parezca, a mí me va a servir”. Y era así, porque uno quizás me daba un panorama general, otro se acordaba de cómo era la sala de ensayo y otro recordaba si hacía calor el día de los crímenes. Entre todos me pintaron el paisaje.

Por supuesto que muchos me decían cosas que parecían inverosímiles o que simplemente no habían sucedido de esa manera. Hasta Fito tenía cambiados algunos recuerdos. Tuve que contrastar cada testimonio con los demás y chequear con muchos archivos. Ese fue otro proceso intenso, pero creo que valió la pena, porque son aportes que brindan una riqueza extra al texto. Incluso algunos datos que no hacen demasiada diferencia a la historia final, como el caminar raro de Pepa, la tía abuela de Fito. Yo no la vi caminar nunca, obviamente, pero fueron varias personas de distintos orígenes (vecinos, amigos de Fito, músicos) que me señalaron ese detalle. Entonces lo puse.

- ¿Cómo era la vida de Fito hasta ese momento? En el libro contás que estaba en Brasil para dar unos conciertos y que se encontraba en pareja con Fabiana Cantilo. Un año antes había muerto su padre y su madre había fallecido cuando apenas tenía unos meses de vida. ¿Estas dos señoras eran toda su familia y sostén?

- Eran su familia directa en el momento de los asesinatos, las únicas que quedaban. Porque Fito creció con ellas y con su papá, Rodolfo, en la misma casa de la calle Balcarce donde ocurrieron los crímenes. Margarita, la mamá de Fito, murió en noviembre de 1963, cuando Fito tenía ocho meses. El resto de la familia de Fito estaba conformada por sus tíos y sus primos que vivían en Villa Constitución, a pocos kilómetros de Rosario. Eran muy cercanos pero el núcleo familiar de Fito era el de la casa: Rodolfo, Belia y Pepa.

Cuando ocurren los crímenes Fito estaba en Río de Janeiro. Venía en una carrera ascendente a nivel musical y popular. Había llenado el Luna Park, su último disco era Giros, que tenía temas como “11 y 6” o “Yo vengo a ofrecer mi corazón”. Acababa de grabar La la la junto a Luis Alberto Spinetta y todos los medios lo consideraban un genio que no tenía techo. Los crímenes fueron un mazazo que interrumpieron, de alguna manera, ese camino.

“Hay cosas peores que estar solo. Fito Páez y ciudad de pobres corazones”

- Fito dijo algo así como que pudo superar ese profundo dolor gracias al amor que siempre le brindaron ellas dos. ¿Qué pensás al respecto, y en qué y quiénes se apoyó para salir de ese durísimo momento?

- En una entrevista con Rolling Stone en 1999, Fito dijo que no podía odiar a los asesinos de su familia. Dijo algo así como que él era una persona que no había sido educada para eso. “No me enseñaron a odiar”, creo que decía. Y me parece que eso se debe al profundo amor que Fito siempre rescata cuando habla de su familia. No solo de “las viejas”, como él les decía, sino de su papá. Y esto es algo que lo confirmaron también los músicos y amigos de Fito con los que pude hablar. Recordaban cómo lo miraban cuando tocaba el piano, cómo lo cuidaban y pedían que lo cuidaran cuando se lo llevaban de gira o se iba a algún concierto en Rosario. Se desvivían por él. Creo que eso forma parte de la personalidad de Fito aún hasta hoy y le permite ver la vida desde una perspectiva optimista.

- Es imposible analizar Ciudad de pobres corazones sin tener en cuenta todo este bagaje que narrás en el libro. Sin embargo, en otros álbumes, incluso ya entrados los ‘90, hay lecturas que indican que siguió refiriéndose a los asesinatos. ¿Qué pensás al respecto?

- Sí, creo que Fito nunca dejó de hablar de eso en sus canciones. “Llegó la muerte un día y arrasó con todo”, dice en “Tumbas de la gloria”. O “ellas cocinaban el arroz, él levantaba sus principios de sutil emperador”: eso es parte de “Mariposa tecknicolor” y habla de su papá y de sus abuelas. De hecho, todo el disco Circo Beat es una oda al Rosario de su infancia. Ahí también está “Dejarlas partir”, que según cuenta Liliana Herrero en el libro, habla claramente de sus abuelas. Incluso se puede pensar El amor después del amor, su disco más popular, como “el amor después del amor de mi familia”. O tenés “La casa desaparecida”, que supuestamente es una pintura de la Argentina de fin de siglo, que también puede ser una referencia a la casa de la calle Balcarce que nunca pudo volver a habitar después de los crímenes. Ese tema está en Abre, de 1999, un disco que también tiene “Al lado del camino”, que menciona su número de teléfono de Rosario: 49585. Cuando iba de visita, los fanáticos que se enteraban que estaba en la ciudad discaban ese número y las viejas decían: “El Fito no está”, porque él les pedía que le filtraran las llamadas. Está lleno de referencias a sus abuelas, a su pasado. Incluso a su madre: las encontrás, por ejemplo, en el libro La puta diabla y en la película Vidas privadas. Fito utiliza su creatividad para mirarse, recordar y reflexionar. Para encontrarse.

- ¿Siempre tuviste claro que el libro iba a cruzar lo policial con lo biográfico/musical o eso se fue dando a medida que avanzabas en la investigación y la escritura?

- Se fue dando. Al principio sólo quería tratar los crímenes como un disparador de la historia. No me interesaba contar todo lo policial porque tenía esta idea de hacer un libro absolutamente musical, para fan obsesivo, un poco como “Esta noche toca Charly”, de Roque Di Pietro. Por eso armé una estructura donde los asesinatos están al principio. Me inspiré en “El fugitivo”, de Andrew Davis. Una tarde la estaba mirando en Netflix y me pareció buenísimo que todo el proceso que lleva a la cárcel a Harrison Ford se cuente durante los créditos iniciales. Quise hacer precisamente eso. Pero el tono narrativo y mi propia curiosidad periodística me llevaron a querer saber todo lo que pasó después y a desarrollarlo. Lo hice respetando una de las ideas que tuve desde el comienzo, que fue la de no ser morboso ni poner nada de mal gusto.

- Por último, te escuché decir en una entrevista que si no hubiera ocurrido la tragedia, el éxito en su carrera se hubiera dado antes. Más allá del golpe emocional y de esos días en el infierno, ¿también había un Fito bastante reacio con gente de discográficas, periodistas y fans en esa época no? ¿Eso influyó en que “tardara” en llegar el éxito?

- El éxito de El amor después del amor era inevitable, pero quizás los crímenes lo retrasaron un poco. En 1986, hasta el mismo día de los crímenes, Fito era considerado el futuro del rock en Argentina, alguien que no había dado todo lo que tenía. Lo aclamaban desde la época de Baglietto. Gritaban por él cuando formaba parte de la banda del mejor Charly García. Sus canciones empezaban a rotar en Latinoamérica. Estaba probando variaciones en su sonido y ya tenía hits que cantaban todos en los estadios y teatros que llenaba.

Después de los asesinatos Fito se volvió casi anticomercial. Se puso a cantar: “En esta puta ciudad todo se incendia y se va” en lugar de “quién dijo que todo está perdido, yo vengo a ofrecer mi corazón”. Su actitud cambió. Después de los crímenes se mostraba ante la prensa irónico, escéptico y desesperanzado. Adoptó un look súper rockero y dark que le dio una nueva faceta pero que le redujo la llegada hacia la masividad. Ya no era el Fito ATP de Giros. Los de la discográfica se agarraban la cabeza porque de golpe tenían a un músico rabioso que ya no tenía ganas de ser amable. Ese proceso no se agotó con Ciudad de pobres corazones, al contrario. Ey!, el disco que publicó en 1988, es todavía más sombrío, sólo que tiene ya rasgos posteriores a la furia inicial de Ciudad. Tiene humor negro, dejadez espiritual y tristeza asimilada y convertida en bloques hundidos en lo más profundo de su ánimo. Ya para 1990 Fito no tenía plata, se quería ir del país, la discográfica no le renovó el contrato. Pudo salir gracias a la música, a sus amigos y al amor. Grabó Tercer mundo porque le prestaron el estudio y los músicos tocaron gratis. A los pocos meses conoció a Cecilia Roth. Ahí empezó a apagarse la angustia que arrastraba...

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