La vida secreta de mi tío David, militante y aventurero de la vida, víctima del estalinismo en la URSS

David Hendler era un familiar fantasma, del que poco se sabía. Llegó a la Argentina siendo un niño desde Ucrania y ya adulto viajó a la Unión Soviética, donde murió misteriosamente poco después. Tras la desclasificación de documentos estatales, a 70 años de su muerte se pudo conocer qué sucedió

Guardar
David-Hendler, foto de prontuario de
David-Hendler, foto de prontuario de Bruselas

En el principio hay una leyenda familiar: la del tío David Hendler, o “Dude”, el menor de cinco hermanos, todos nacidos al igual que sus padres en el pequeño pueblo de Berezne, Ucrania, que emigraron a la Argentina en las décadas de 1920/30. David, el de la leyenda, era un militante fervoroso del Partido Comunista Argentino que a fines de la década de 1940 emigró a la Unión Soviética, donde murió apenas dos años después, a sus 26 años. Demasiado joven. Una víctima fatal de la represión del régimen estalinista según solían coincidir las versiones familiares, lamentablemente huérfanas de información oficial y fidedigna. En rigor, las circunstancias de su final siempre fueron un misterio del cual jamás a nadie de la familia le interesó hablar, ni menos aún investigar.

Cuando David viajó a la URSS, quedaron en Buenos Aires su ex esposa y la hija de ambos, las dos ya fallecidas. De los familiares que llegaron a conocerlo, sólo queda vivo en Argentina uno de sus sobrinos: Tito, nacido en 1940, que apenas recuerda haberlo tratado. Así, la historia de David parecía condenada a perderse sin nadie que la mantuviera viva hasta que un día, más de 70 años después de su muerte y en plena pandemia mundial de Covid-19, apareció toda la información que faltaba en un expediente de acceso libre en el Archivo Estatal Sectorial del Servicio de Seguridad de Ucrania, en Kiev. Allí se relata todo lo que le ocurrió, al menos en la versión oficial de la URSS y con lujo de detalles. Incluso, aunque pueda ponerse en duda la versión sobre el desenlace final, todo lo que se relata sobre su vida es invaluable.

A esto se deben sumar dos fotos de David tomadas por los propios servicios, que de hecho son las primeras que veo de él porque en mi casa paterna jamás hubo una. Estas imágenes justifican todo lo que solía decirse de “Dude”: que era todo un personaje, un joven con una gran personalidad. Hasta parecen fotogramas de alguna vieja película rusa en blanco y negro, con su protagonista surgido de un casting bien exigente.

El responsable del hallazgo es Freddie Rutman, investigador independiente nacido en Bielorrusia y radicado en Israel. Los que tuvimos la suerte de haber sido notificados de su descubrimiento somos yo mismo, en Buenos Aires; mi primo Daniel (o Dani), radicado en Israel (los dos somos sobrinos de “Dude”, aunque nacimos cuando él ya había muerto), y un pariente lejano 20 ó 25 años menor que nosotros, Ilyá Gendler, descendiente de un hermano de mi abuelo paterno (es decir, de un tío abuelo mío) y miembro de otra rama de la familia que jamás mantuvo ningún tipo de contacto con la nuestra ni tuvo nada que ver con la Argentina. Un milagro de las comunicaciones globales y las redes sociales.

Como Ilyá es ucraniano pero vive en Valencia, España, tuvo a cargo la traducción del expediente al castellano. En definitiva, todos provenimos de un tronco común cuyo origen está en Berezne, un pueblito ucraniano ocupado y devastado durante la Segunda Guerra Mundial por las tropas de ocupación alemanas, que además asesinaron y enterraron en una fosa común a buena parte de la población judía en una ominosa matanza colectiva.

Edificio del Ministerio de Seguridad
Edificio del Ministerio de Seguridad Estatal(MGB) y luego KGB

El expediente sobre el “caso” de David Yákovlevich (es decir, hijo de Yakov o Jacobo) Hendler fue mecanografiado en hojas con el membrete del Ministerio de Seguridad Estatal (MGB) de la URSS, un organismo que fue reemplazado después de la muerte de Josif Stalin por el Comité de Seguridad Estatal (la célebre KGB). Está fechado en 1951 y fue rotulado como “Estrictamente Secreto”. En él se reconstruye con lujo de detalles lo que fue la corta vida de David en la URSS: menos de dos años, además de otros datos personales. Entre otras cosas, me sirvió para enterarme de que nació en 1924 y emigró a la Argentina en 1935, junto a su madre, para unirse a su padre (mi abuelo Yakov), quien había llegado a Buenos Aires en 1926 y tardó más de una década en enviar el dinero para que viajaran su mujer y sus cinco hijos, en tandas. Precisiones cronológicas que jamás antes había conocido. Otros hermanos de Yakov o sus descendientes emigraron hacia otros países, como Estados Unidos, o se quedaron en Ucrania, y en cualquier caso se perdió todo contacto con ellos.

Es bastante poco, aunque muy interesante, lo que llegó a contarme mi padre, Gregorio (Gierszon o Guershom) Hendler, fallecido hace más de dos décadas, sobre el menor de sus hermanos. “Era todo un porteño”, aseguraba, debido a que, por ser el más joven y por haber llegado a la Argentina a sus 11 años, fue el que mejor se adaptó a la vida en el nuevo país. También fue el único que logró zafar de la rígida disciplina familiar y laboral impuesta por su madre (mi abuela) Chana: “Con David, ella se dio por vencida, lo consideró un caso perdido”. El expediente aporta la información de que llegó a cursar sólo la escuela primaria y aprendió la profesión de maestro de tricot o tejido de punto. Entre tanto, mi primo Dani recuperó otra vieja foto de la familia completa, en la que David, el menor, se destaca por ser el más alto y el único rubio entre morochos: el “distinto”. Fue la tercera foto que vi de él, después de más de medio siglo sin haber visto ninguna.

El resto, lo cuenta el informe de la inteligencia soviética: “En 1936 [a sus 12 años] presuntamente se unió a la Federación Juvenil Comunista, de la que fue miembro hasta 1945, después de lo cual se unió al Partido Comunista Argentino, del que fue miembro durante dos años”. Sin embargo, lo que parecía una carrera política auspiciosa se desbarrancó cuando el PC decidió apartarlo de sus filas “con el argumento de que la presencia de dirigentes con nacionalidad soviética podía ser utilizada como una prueba de que la URSS enviaba espías con el fin de interferir en los asuntos internos de Argentina”, tal como lo explicó el mismo David dos años más tarde a los funcionarios soviéticos de Migraciones. Entonces decidió emigrar, para lo cual tramitó en octubre de 1947, sin mayor dificultad, un pasaporte soviético a través del consulado de la URSS en Buenos Aires.

A esa altura, según la versión de mi padre, David ya era un cuadro destacado del PC. “La expulsión para él fue una catástrofe porque el partido era lo más importante en su vida”, me contó. De hecho, poco antes de embarcarse hacia Europa, le escribió una carta en la que se lamentaba por su suerte más o menos en estos términos: “Me quedé sin nada, sin familia [se había separado poco antes de su esposa] y sin partido”, y a continuación le encomendaba a mi padre que cuidara a su hija Claudia (mi prima). Esta hoja de papel, que leí una sola vez y cito más o menos de memoria, permaneció guardada durante años en el cajón en el dormitorio de mis padres y después lamentablemente se perdió. Creo recordar que no tenía fecha, porque no satisfizo mi curiosidad sobre los años exactos en que ocurrieron todos estos hechos –y nadie me podía ayudar en este punto.

David Hendler, foto sacada por
David Hendler, foto sacada por los espías de la MGB

Cabe señalar que Gregorio y “Dude”, los dos menores de cinco hijos, encarnaban el ala izquierdista de la familia –a diferencia de los mayores– y quizás por eso, entre otras cosas, existía entre ellos una mayor afinidad que con los mayores. De hecho, mi padre también militó en el PC, aunque con un compromiso mucho menor. Pero David se fue y jamás volvieron a verse ni a tener otro tipo de contacto, ya que aparentemente él nunca contestó las cartas que le enviaron. Hasta que, según recuerda haber escuchado mi primo Dani, un día llegó una comunicación de la embajada de la URSS en Argentina con la noticia de su fallecimiento.

Volviendo a la cronología, el expediente nos informa que David se embarcó rumbo a Europa el 10 de enero 1948 con su pasaporte soviético y una visa obtenida en Montevideo, Uruguay, que le permitía permanecer tres meses en Bélgica. Arribó a Bruselas e intentó obtener un visado soviético para el derecho a regresar a la patria (la URSS) en calidad de repatriado. Es interesante apuntar que David podía ser considerado sólo retroactivamente como un ciudadano de la URSS porque su pueblo natal, Berezne, situado en el noroeste de Ucrania, pertenecía a Polonia en la época en que él nació, y fue anexionada por la URSS recién en 1939. Así y todo, pudo tramitar su viaje bajo esa figura legal, a pesar de que los Hendler habían llegado a la Argentina como inmigrantes polacos y siempre reivindicaron esa nacionalidad.

Pero, como el consulado soviético demoró en entregarle la visa de ingreso a la URSS y él no tenía permiso de residencia en Bélgica, fue enviado a prisión por ocho meses. Apenas salió en libertad, el 6 de enero de 1949, solicitó nuevamente el visado de su documento de identidad, que lo acreditaba como “repatriado” soviético. Gracias a la inteligencia y tenacidad de Ilyá Gendler (a quien adopté como primo) contamos también con el expediente de esta detención en Bruselas. En la información que nos aporta, se destaca el hecho de que el Ministerio del Interior aceptó tanto el pedido de David de ser repatriado a la URSS como la gestión de la embajada soviética en Bruselas en el mismo sentido.

El 14 de febrero de 1949, según detalla el expediente de la MGB, mi tío consiguió una nueva visa y fue trasladado a un “punto de reunión hasta su salida hacia la patria, y que en esta instancia su comportamiento fue correcto”. Es probable que se haya embarcado desde algún puerto de Alemania del Este sobre el Báltico, como Rostock, ya que una carta de la cancillería soviética del 19 de febrero, reproducida en el expediente, indicaba que para ingresar “debía llegar primero a la zona de Alemania ocupada por las tropas soviéticas desde el fin de la guerra [la futura República Democrática Alemana, que iba a ser fundada a fines de ese año], donde debía ser analizado el trámite de su repatriación”.

Berezne (Shtetl Routes)
Berezne (Shtetl Routes)

Así fue que el 25 de febrero de 1949 arribó finalmente a la URSS a bordo del barco soviético Stalinabad, que lo dejó en el puerto de Liepaja, en Letonia. Al día siguiente, 26 de febrero, se trasladó a la ciudad de Riga y presentó su documento de repatriado (expedido por el consulado soviético en Bruselas) al jefe del Departamento de Repatriación del Consejo de Ministros de Letonia, e inmediatamente partió hacia Leópolis, en Ucrania, casi 1.000 kilómetros al sur. Allí le entregaron 100 rublos para trasladarse a Berezne, su pueblo natal, que era el lugar donde se lo había autorizado a residir; sin embargo, permaneció sólo unos pocos días en él y luego se instaló en la pequeña ciudad de Dubno.

Lo que David no sabía era que prácticamente desde su ingreso a la URSS se encontraba bajo sospecha y había comenzado a ser vigilado. El 4 de marzo de 1949, el Segundo Departamento del MGB de la URSS, en Moscú, envió un memorándum al “camarada Kovalev”, al mando de la jefatura departamental de Ucrania, con sede en Kiev. Allí se indicaba que David Gendler [así lo escriben] había cometido en su solicitud de visa algún error acerca de la localización de Berezne, y que eso hizo sonar una alarma en Moscú.

Quizás, el problema fue que David y sus cuatro hermanos habían llegado a la Argentina con documentos de identidad según los cuales eran oriundos de la provincia de Volinia, Polonia, a la que había pertenecido Berezne hasta 1939. Pero a partir de aquel año, tras la anexión de Volinia por la URSS, el pueblito había pasado a formar parte de la provincia de Rivne. Suficiente como para marear hasta a los más baqueanos. “Puede suponerse que no ha vivido antes en dicha región sino que dio datos ficticios sobre sí mismo para penetrar en las regiones occidentales de Ucrania y llevar a cabo actividades subversivas siguiendo las instrucciones de la inteligencia extranjera”, indicaba el mensaje enviado. Y concluye: “En este sentido, le pedimos que tome medidas para buscarlo activamente e iniciar una investigación encubierta sobre él”.

Un informe posterior del 9 de junio de 1949 va más allá y afirma sin vueltas que el servicio secreto “tiene información de que alguien llamado David Gendler es un agente extranjero del Departamento de Inteligencia dependiente del Departamento de Estado de los Estados Unidos”, aunque sin brindar precisiones ni detalles; ni siquiera si se trataba de un nombre real o falso (pero en todo caso ya detectado) que el supuesto espía estaría usando nada menos que para ingresar a la URSS. Se puso en marcha la maquinaria del espionaje interno: comenzaron a seguirlo, a leer su correspondencia y a investigar a sus contactos, tarea que fue asignada a los agentes “Lev” y “Oksana”. Cuando, entre el 17 y 19 de julio de 1949, David viajó por su cuenta a Moscú a encontrarse con un familiar, fue seguido en todo momento por dichos agentes, que lo describieron como “rubio, vestido con un traje gris, remera azul con cuello, zapatos marrones y sin sombrero, con una carpeta azul atada con cinta blanca en las manos”.

David Hendler, en la estación
David Hendler, en la estación de trenes de Kiev

Es notable el detallismo con que fueron consignados sus movimientos cuando se detuvo en la estación de Kiev para cambiar de tren: “Llevaba una maleta grande, entró en la estación, caminó y averiguó el horario del tren; luego llegó a la sala de almacenamiento; depositó la maleta y se dirigió a la boletería número 9, donde estampó el billete para el tren No. 42 a Moscú [para ver el número del boleto debían seguirlo muy de cerca]. A las 11 en punto salió a la explanada y le preguntó al conductor del trolebús si podía ir a Kiev para conocer la ciudad y volver a la estación a las 12:00; recibió una respuesta positiva [todo esto se lo deben haber preguntado después al conductor del trole] y se sentó en el mismo trolebús. Llegó a plaza Stalin de Kiev y, sin bajar del trolebús, regresó a la Estación, donde retiró su maleta y se dirigió al andén del tren número 42 Kiev-Moscú y entró al vagón número 2, número de fábrica 3895 (!). Después de 10 minutos, salió del vagón sin la maleta y durante 25 minutos caminó por el andén, luego de lo cual volvió a entrar al vagón y a las 12:50 salió hacia Moscú en el tren, acompañado por la inteligencia. Luego, en la estación Nezhin salió del vagón, compró medio litro de leche y regresó al vagón”.

Durante esos 25 minutos en que David estiró las piernas le sacaron allí las dos fotos ya mencionadas, que lo muestran tranquilo y caminando relajado, aunque en una de ellas parece mirar a la cámara como si algo le hubiera llamado la atención. Agradezco especialmente el hallazgo de estas imágenes porque, al no ser posadas como los retratos habituales de esa época, lo muestran inmerso en la vida real y tal como realmente era: de buen porte y andar seguro. El dice que iba a Moscú “con el pretexto de buscar trabajo” (lo cual seguramente era cierto y no un “pretexto”: no sólo cambiar de trabajo sino también la vida pueblerina por la de la metrópoli), y que visitó primero a un familiar llamado Georgy Gendler [hermano del bisabuelo de Ilyá, lo cual establece un punto de contacto real entre ambas ramas de la familia] y luego a otra persona llamada Jona-Menachem Epshtein.

Del primero, apenas pudieron informar que su cuñado (!) había sido arrestado en 1937 como “participante de la conspiración trotskista en el Ejército Rojo”, hecho conocido como el Caso de la Organización Militar Trotskista Antisoviética y un ejemplo emblemático de las “purgas” contra destacados ex dirigentes de la Revolución Bolchevique. Del segundo, anotaron que tenía “un estilo de vida sospechoso” y que se carteaba “con conocidos que viven en Polonia, Italia, Austria, Israel y Canadá, así como con personas que cumplen condenas por actividades antisoviéticas”. En suma, un reporte no muy alentador para “Dude”, y bien ilustrativo de cómo trabajaba la inteligencia estalinista.

Sin embargo, esto no impidió que en agosto de 1949 consiguiera su objetivo de ser traslado por el Ministerio de Industria Ligera de Ucrania a una fábrica de tricot en la ciudad de Stanislav (la actual Ivano-Frankovsk), un centro urbano más grande y poblado que Dubno. Es necesario considerar que David venía de una gran capital como Buenos Aires, con una pujante movilidad social y conmocionada en aquellos años por el fenómeno popular arrasador del primer gobierno de Juan Domingo Perón y sus actos públicos masivos. Es fácil imaginarse entonces la decepción que le debía ocasionar esa sociedad pueblerina, opaca y rigurosamente vigilada.

17 de octubre de 1950,
17 de octubre de 1950, "Evita saluda junto a su esposo, el presidente JuanDomingo Perón, desde el balcón de la Casa Rosada (AP)

Pero allí en Stanislav continuó el seguimiento. Un informe del 10 de marzo de 1950, firmado por el jefe y el subjefe del MGB local, aporta información quizás no muy valiosa para los servicios pero sí para nosotros, sus familiares: “Actualmente vive solo en la habitación que le proporcionó la empresa y se encarga él de todas las tareas del hogar, como lavar la ropa, cocinar o la limpieza, sin pedir ayuda a otros. No mantiene relaciones amistosas con nadie en el lugar de residencia ni en lugar de trabajo, ya que es sumamente reservado”. Por cierto, esa jamás había sido su actitud natural en la vida, de modo que el cambio de carácter seguramente se debía a algún temor más o menos fundado. Desde allí le escribió una carta a un familiar en Kiev (capital de Ucrania) llamado Isaac Gendler, en la que decía: “Crucé el mundo, vi mucho y viví mucho, así que tengo mucho que contarte; pero sólo será posible en persona”. Pero no llegó a concretar el viaje.

A su vez, otro reporte informa que en Stanislav se hizo amigo de un tal Oleg Nikolaevich Koscheev, “nacido en 1925, economista de la 63ª planta de reparación de automóviles, que visitaba con frecuencia su apartamento”. Malas compañías, por desgracia, ya que este hombre también era investigado por el MGB ya que se sospechaba que pertenecía o tenía vínculos con la inteligencia extranjera: “Durante la Segunda Guerra Mundial vivió en la ciudad de Bakú [capital de Azerbaiyán], y visitaba el hotel Intourist, donde se reunía con el personal de la Embajada Británica, de la que recibía obsequios”. Sin embargo, se aceptaba que David y él se habían conocido “supuestamente por casualidad en uno de los restaurantes de Stanislav”.

También revisaron la correspondencia de David, que sin duda abrieron antes de que él la recibiera. Así encontraron una carta que le escribió su madre (mi abuela), en la que ésta se mostraba “muy preocupada por su suerte”, y que había sido enviada desde la calle Camarones 2200, en la ciudad de Buenos Aires. Es el domicilio donde ella (mi abuela) y su hijo Gregorio (mi padre) tenían un almacén con su vivienda al fondo, en La Paternal.

Todo se precipitó cuando el 29 de septiembre de 1950 David escribió una carta a la fábrica solicitando el retiro voluntario, el cual le fue denegado. Tres días más tarde, el 1° de octubre de 1950, no se presentó a trabajar, y cuando fueron a buscarlo en su alojamiento, un complejo de vivienda colectiva de una sola planta el número 9 de la calle Karmelyuka (que existe hasta hoy, según se lo puede ver en Google Maps), lo encontraron muerto en la habitación que ocupaba, con la puerta “cerrada desde adentro” según destaca el informe. De modo que todas las evidencias apuntaban a que él mismo “se había quitado la vida ahorcándose”. Tenía 26 años. Nueve meses más tarde, en junio de 1951, el MGB aún intentaba averiguar la razón de su supuesto suicidio, sin encontrar respuestas.

¿Fue un suicidio o un asesinato? Hoy la respuesta ya casi no tiene importancia. La diferencia entre una y otra opción pudo haber sido apenas una cuestión de tiempo.

Aunque los agentes del MGB (más tarde KGB) no encontraron ninguna evidencia que sustentara la acusación de espionaje, lo que sí consiguieron gracias a su seguimiento tenaz y la meticulosidad de sus informes fue, paradójicamente, insuflar vida y carnadura humana al nombre de David Yákovlevich Hendler. Es decir que “gracias” a ellos ahora sí podemos verlo como a una persona real y ya no sólo como un nombre ligado a una difusa leyenda familiar. Por eso, hasta se agradece el detalle risueño de que los espías lo hayan bautizado irónicamente con el nombre en clave de “Perro Pug”, una raza canina caracterizada por su tamaño diminuto, en obvio contraste con la alta estatura (podría agregarse: en todo sentido) de mi tío David: un militante y un aventurero de la vida.

SEGUIR LEYENDO

Guardar