El abuso en la literatura y las diferentes formas de narrar lo imperdonable

Autoras como Claudia Aboaf, Luciana De Mello o Belén López Peiró le dieron dimensión central a este tema difícil de nombrar, porque remite a situaciones que la mayoría de las veces suceden en un ámbito familiar donde el abuso se ignora o es silenciado, cubriendo de vergüenza y culpa a la víctima

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Claudia Aboaf, Virginia Feinmann y Belén López Peiró, tres autoras que abordan el tema del abuso en la infancia en su literatura (Fotos: Télam, Luciana Granovsky; gentileza Paula Conti)
Claudia Aboaf, Virginia Feinmann y Belén López Peiró, tres autoras que abordan el tema del abuso en la infancia en su literatura (Fotos: Télam, Luciana Granovsky; gentileza Paula Conti)

El abordaje del abuso sexual en la infancia ha cobrado en los últimos años una nueva visibilidad en la literatura, impulsado por la marea feminista, que alentó las condiciones para que esta temática se afianzara en autoras como Claudia Aboaf, Luciana De Mello o Belén López Peiró, quienes a diferencia de incursiones anteriores más sutiles o periféricas le dieron dimensión central a este tema difícil de nombrar, porque remite a situaciones que a veces suceden en un ámbito familiar donde el abuso se ignora o es silenciado, cubriendo de vergüenza y culpa a la víctima.

Antes de este signo de los tiempos alentado por la agenda feminista, el tema había aparecido en la literatura de un modo romantizado, en obras que se convirtieron en verdaderas piezas literarias, como el caso de Lolita, del ruso Vladimir Nabokov, pero donde los personajes eran descriptos de manera provocativa a través de arquetipos, como el de la niña que seduce al adulto, con lo cual el abuso quedaba en una zona borrosa, de legitimación, donde la responsabilidad del abusador se diluía.

“Antes se romantizaban situaciones que a la luz de la conciencia actual son abusos. Lolita, de Nabokov, o Luna caliente, de Giardinelli, no es que no sean buenísimas, pero están en clave erótica: las niñas aparecen provocativas, con una actitud que invita al adulto”, dice la traductora y escritora Virginia Feinmann, que en unos días arrancará con un taller de lectura de cuentos sobre abuso sexual infantil que formará parte de la programación cultural de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Rosario.

“En “El marica”, de Abelardo Castillo, ese niño es obligado a debutar con una prostituta, muerto de miedo y asco; eso también es abuso, pero hace sesenta años nadie lo iba a leer así. Hay otra conciencia y un trabajo de lectura que es interesante hacer”, afirma la autora. Una diferencia de esta tendencia la configuró en Argentina Silvina Ocampo, quien con el cuento “El pecado mortal”, publicado en 1961, puso el tema del abuso como eje del relato, dice Feinmann.

Carlos Mastrángelo, quien estuvo a cargo de la antología 25 cuentos magistrales argentinos, donde aparece el cuento de Ocampo, escribió en su momento que “sin entrar a considerar el enfoque interpretativo de la autora, o el juicio que los hechos de este cuento le sugieren, con solo abordar un tema tan espinoso, se ubica a Silvina Ocampo en algún sector del cuento de avanzada”.

“En esta rara y profunda creación, ‘lo horrible imita lo hermoso’, según las palabras de su propio texto. Aparentemente, no hay en esta pieza nada de vanguardista. Pero luego no nos resulta difícil llegar a la conclusión de que por el atrevimiento del asunto, la altura y la maestría con que está desarrollado y la delicadeza y decoro de su lenguaje, no sólo es un cuento extraordinario, lindante, a la vez, con lo crudamente sexual y con lo poético, sino que ninguna o muy escasa afinidad ofrece con los cuentos comunes de la misma época”, consideraba Mastrángelo.

Feinmann, autora de relatos en los cuales da cuenta de su propia experiencia sobre el abuso en la infancia, considera que la decisión de revelar estos hechos mediante una pieza literaria tal vez radique “en la necesidad de nombrar aquello que se escapa del campo de lo observable. Quizá la literatura sea ese esfuerzo incesante por mostrar el dolor, por volverlo visible, de mil maneras, en miles de escenarios distintos, con personajes excéntricos o aburridos, jóvenes o viejos, argentinos, noruegos o chinos, lo que late, y lo que subyace en cada historia es, tal vez siempre, el dolor”.

La autora de Personas que quizás conozcas dictará a partir del 2 de septiembre el taller de lectura y escritura Narrar lo imperdonable, donde se analizarán ocho cuentos con eje en el tema del abuso, en nueve encuentros virtuales desde la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Rosario (UNR).

En ese taller se reflexionará sobre el relato de Ocampo y los cuentos “Un hombre en la casa”, de Bernardo Kordon; “La chica de al lado”, de Anna Kazumi Stahl; “El marido de mi madrastra”, de Aurora Venturini; “Andado”, de Lucia Berlin; “El regalo de despedida”, de Claire Keegan; “Los nombres”, de Alejandra Kamiya y “Resfriado”, de Etgar Keret.

La escritora cuenta cómo pudo empezar a escribir sobre el tema: primero lo volcó en Facebook, donde figuraba no con su nombre, sino con el de su librería. “Lo hice en primera persona porque había terminado de leer Informe bajo llave, de Marta Lynch, y ella ahí narra un romance muy terrible con un represor y lo relaciona con ‘el horror de la infancia’”, recuerda.

Virginia Feinmann, traductora y escritora, dice que “antes se romantizaban situaciones que a la luz de la conciencia actual son abusos", como en "Lolita", de Nabokov, o en "Luna caliente", de Giardinelli (Gentileza: Prensa Paula Conti) (Télam)
Virginia Feinmann, traductora y escritora, dice que “antes se romantizaban situaciones que a la luz de la conciencia actual son abusos", como en "Lolita", de Nabokov, o en "Luna caliente", de Giardinelli (Gentileza: Prensa Paula Conti) (Télam)

El tiempo le permitió ver “las veces que había estado en relaciones humillantes”, y así armó “un texto donde el abuso no era algo fijado en la infancia sino que seguía actuando en mí de distintas formas: desórdenes alimentarios, aventuras con gente espantosa, policías, tipos casados. Al final circuló tanto que lo terminé incluyendo en mi primer libro”, dice Feinmann.

El tema la llevó a buscar otros abordajes: “Una primera persona-niña que no tiene vocabulario para describir el hecho. Una tercera muy neutra, despojada, sin adjetivos. Una narradora adulta y su incomodidad ante un kinesiólogo”, enumera la escritora, en cuyo taller trabajará estas cuestiones relacionadas con las voces y los puntos de vista del narrador.

“Ahora estoy con mi tercer libro, y me di cuenta (tarde) de que todos tienen ‘algo’ de la sexualidad mal ubicada, un geriátrico, un cuadro incómodo, amigas que cruzan a perros de la misma familia. Creo que hay infinitas formas de narrar lo imperdonable”, afirma.

Dice Claudia Aboaf: "Tal vez la ficción nos permita visibilizar el horror con la poesía, la metáfora que viene en ayuda, pero no elude nada”(Foto: Télam, Luciana Granovsky)
Dice Claudia Aboaf: "Tal vez la ficción nos permita visibilizar el horror con la poesía, la metáfora que viene en ayuda, pero no elude nada”(Foto: Télam, Luciana Granovsky)

Claudia Aboaf, autora de la novela El ojo y la flor, donde se narra de manera poéticamente dolorosa el abuso de una niña, considera que “la marea feminista fue un bálsamo para muchas mujeres que hablaron por primera vez al sentirse acompañadas” sobre el abuso, como le ocurrió también a la actriz Telma Fardín al denunciar a Juan Darthés.

“Todos sufrimos desde microabusos hasta el femicidio. Es un tema de una tremenda crudeza”, advierte, y agrega que “el 80% de los abusos sexuales, violencia física o psicológica son intrafamiliares, y también está muy extendido el abuso de niñez en el ámbito eclesiástico”.

Otras autoras también dieron cuenta de situaciones de abuso, que fueron facilitadas por el silencio cómplice de los adultos, como denunció la autora francesa Vanessa Springora en El consentimiento, donde narra su relación con el escritor Gabriel Matzneff siendo prácticamente una niña; en la novela Donde no hago pie, en el que en clave autobiográfica Belén López Peiró vuelve sobre el abuso cometido por su tío que narró en Por qué volvías cada verano; o en Mandinga de amor, donde Luciana De Mello narra una historia de abuso familiar e incesto.

La voz de Aboaf para el abuso en El ojo y la flor

Cuenta Claudia Aboaf que cuando comenzó a escribir la primera parte de El ojo y la flor, llamada “El libro de Juana”, tuvo que recomenzar más de una vez. “Sentía que no alcanzaba ‘la voz de la garganta’, el grito silencioso pero brutal de una niña muy pequeña a quien abusaban de manera reiterada. Maniobraba con el texto sin dar con esa voz. Hasta que apareció una voz en “segunda” que le dice a la narradora omnisciente que vaya más a fondo. Que use las palabras como pala para desenterrar lo más crudo, lo más terrible. Esa voz en segunda vino a tomar las riendas del relato”.

“Hacia el final de la novela tuve la necesidad de recuperar a esa Juana que huye de la realidad y deja su cuerpo en un sillón delante de la pantalla. Tiene una recuperación extraña, la que puede, retoma su propia voz visiblemente alterada”, explica.

“Tal vez la ficción nos permita visibilizar el horror con la poesía, la metáfora que viene en ayuda, pero no elude nada”, considera Aboaf, quien señala que si bien “se puede aseverar que tardó en aparecer el tema en la literatura, sobre todo está tardando en la vida de la gente atravesada por esta aberración que arruina”.

La autora, junto con otras escritoras, participó de una nueva antología sobre abuso sexual en la infancia que se editará en noviembre próximo por el sello Alfaguara. “Le hemos puesto voz a los abusos sufridos por personas que hoy son adultos. Hay que hablar de esto, palabra mata silencio”, afirma.

Sola en el bosque fue declarado de interés general por Diputados

El libro Sola en el bosque, de la escritora y periodista Magela Demarco y la ilustradora Caru Grossi, en el que abordan la problemática del abuso sexual contra niños, niñas y adolescentes, fue declarado de interés general por la Comisión de Familias, Niñez y Juventudes de la Cámara de Diputados de Argentina, mientras espera el mismo reconocimiento por parte de Senadores.

Publicado por la editorial La Brujita de Papel, Sola en el bosque narra una historia tan dolorosa como reparadora que moviliza a romper el silencio, a partir del relato en primera persona de una niña y la presencia de una figura clásica del cuento infantil, el lobo, que esta vez está disfrazado de humano y vive en la misma casa. Con pocas palabras y dibujos sugerentes, el libro relata la historia de una niña que padece abusos en su propio entorno hasta que habla, y cuando es escuchada, empieza a sanar.

"Sola en el bosque", de Magela Demarco y Caru Grossi fue declarado de interés general por Diputados
"Sola en el bosque", de Magela Demarco y Caru Grossi fue declarado de interés general por Diputados

En palabras de Demarco, como dijo en una entrevista cuando se publicó el libro, “el abuso sexual infantil sigue siendo un tema tabú porque la mayoría de las veces se da en el ámbito familiar, puertas adentro. En general, los abusadores son familiares o personas cercanas, de sexo masculino. Entonces, es más fácil taparlo, esconderlo, callarlo, hacerse el distraído o distraída, ocultarlo. Incluso llegan hasta culpar a la víctima, le llegan a decir que tienen la culpa por haber provocado al adulto”.

Según la Organización Mundial de la Salud, 1 de cada 5 niñas y 1 de cada 13 niños son abusados sexualmente antes de los 18 años. En Argentina, de acuerdo con las estadísticas del programa Las Víctimas Contra Las Violencias, entre 2018 y 2019 fueron atendidos 2.986 niños, niñas y adolescentes víctimas de abuso sexual, y casi un 80% fueron abusados por miembros del entorno cercano o familiar.

Fuente: Télam

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