Borges, según Jarkowski: la “suerte de que sea argentino”, la dimensión fantástica de Buenos Aires y un elogio de la lentitud

Hoy, a las 18 horas, el escritor y profesor realizará una presentación en el Festival Borges. No es una fecha cualquiera: se cumplen 122 años del nacimiento del autor de “El Aleph”. “Borges es todos nosotros en sus contradicciones, en sus miserias, en sus glorias”, sostiene en esta entrevista con Infobae Cultura

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Jorge Luis Borges en su casa de Buenos Aires en 1983. (Foto: Christopher Pillitz/Getty Images)
Jorge Luis Borges en su casa de Buenos Aires en 1983. (Foto: Christopher Pillitz/Getty Images)

Hoy, en un rato o ya —eso dependerá de cuándo el lector se deslice por estas líneas— Aníbal Jarkowski dará una conferencia en el Festival Borges. La fecha no es cualquier fecha: un 24 de agosto de 1899, hace 122 años, nacía el más universal de los autores argentinos. A las 18 horas y por streaming comenzará “La Ciudad en los textos de Borges”, donde este escritor y profesor buscará “pensar cómo aparece Buenos Aires en la literatura de Borges”, pero con una “doble perspectiva”. “Primero, esa ciudad mitológica que él construye sobre todo en los años veinte. Ahí es muy original porque realmente inventa una ciudad con un tipo de espacio y con un tipo de personaje que no se corresponde mucho con la ciudad real, pero es la ciudad que él va construyendo; para mí es fundamentalmente por el efecto sorpresa que se da en el regreso a Buenos Aires después de siete años. No es que yo quiera insistir demasiado en la dimensión biográfica pero a veces es útil cuando uno piensa literatura”, sostiene Jarkowski del otro lado del teléfono en una tarde de agosto conversando con Infobae Cultura.

En 1914, Jorge Guillermo Borges, su padre, que si bien era abogado y escritor ejercía por entonces la docencia, se jubila con apenas cuarenta años. Su ceguera progresiva, la misma que luego padecerá su hijo, lo lleva buscar una respuesta en un esperanzador tratamiento oftalmológico del otro lado del Océano Atlántico. Con él viaja su familia. Pero estalla la Primera Guerra Mundial y necesitan buscar asilo pronto, entonces se instalan en Ginebra, Suiza, la ciudad que Jorge Luis Borges elegirá para entregarse a la muerte en 1986. Pero entonces tenía catorce años y, al igual que su hermana, asiste al bachillerato de inspiración protestante del Liceo Jean Calvin. En ese lugar la lectura se abre como una flor: lee poetas simbolistas como Rimbaud y filósofos como Schopenhauer y Nietzsche. También estudia francés —escribe sus primeros versos en el idioma galo— e intenta aprender de manera autodidacta el alemán. En 1919 parten a España, primero se instalan en Barcelona, luego en Palma de Mallorca, participa del movimiento literario ultraísta en Madrid y en Sevilla. También conoce París y Londres.

“Pero en 1921 vuelve para quedarse, entonces hace una apropiación que tiene mucho de reconocimiento: Buenos Aires es la misma ciudad de la infancia pero percibe que ha cambiado. Efectivamente, son años donde se producen transformaciones urbanas importantes. Hay zonas de Buenos Aires en su obra que están construidas por él mismo”, dice Jarkowski, que es autor de las novelas Rojo amor, Tres y El trabajo, y de ensayos sobre Juan José Saer y Roberto Arlt, entre tantos otros escritores; y sobre Borges, por supuesto. “Y la segunda cuestión es que hay un Borges que se encuentra con la ciudad real, la que él va recorriendo mientras va a trabajar, reconocible por las esquinas, por nombres de lugares. La calle Garay de ‘El Aleph’ sería un caso. Ahí te da una dimensión fantástica. El caso de ‘El Aleph’ sería el ejemplo más conocido: en un sótano de una vieja casa que va a ser demolida hay un objeto que tiene un valor mágico, y eso está en la ciudad que nosotros reconocemos. Por eso las descripciones de esos años cuarenta tienen referencias muy concretas que producen una especie de extrañamiento en lo cotidiano”.

Aníbal Jarkowski (Crédito: Festival Borges)
Aníbal Jarkowski (Crédito: Festival Borges)

En la casa de la infancia de Aníbal Jarkowski no había libros. Nació y creció en Lanús. Su padre, obrero metalúrgico, y su madre, ama de casa, lo estimulaban para que estudiara, “para que me concentrara en eso, que le diera para delante”. La decisión familiar fue que haga la secundaria en Capital: todos los días se tomaba el colectivo hasta Almagro, donde estaba el Nacional N°3 Mariano Moreno. “Fue una educación tensa pero poco inesperada: yo soy el primer universitario en mi familia”, cuenta. Y quizás esta pequeña introducción biográfica está encadenada a su primer contacto con Borges, en el secundario, cuando una elegante profesora de Literatura leyó frente a los estudiantes del aula el cuento “Las ruinas circulares”. Y a los pocos días, cuando decide meterse por su propia cuenta en Ficciones, el libro que contiene aquel cuento, “la experiencia es ingrata; no comprendo, me pierdo en esos textos y me voy a reencontrar con Borges bastante más grande, cuando estoy por entrar a la universidad. Hubo años donde Borges fue algo bastante lejano y, pese a todo, hoy quizás sea el escritor más cercano a mí”.

Desde ese lugar piensa la literatura y por eso se entusiasma con el Festival Borges —que cuenta entre sus expositores a Martín Kohan, Carlos Gamerro, Patricio Zunini y María Negroni—, porque “me gustaba que tuviera este carácter de festival donde lo que se promueve es la lectura, que nos acerquemos a Borges. Y si bien las organizadoras plantearon la idea de que no hay tanta dificultad en Borges, que está más o menos cerca de todos los lectores, bueno, no fue mi caso”, dice y larga una pequeña risa. “A mí me costó bastante, pero de todos modos es cierto que hay que darle tiempo a Borges y hay que darse tiempo a uno mismo y que después Borges se vuelve un compañero de ruta para toda la vida. En ese sentido, no estoy pensando en un congreso de expertos en Borges. Ahí se escribe de otra manera, se piensa de otra manera. Yo me estoy pensando como alguien que efectivamente es muy borgeano pero me siento acompañado por lectores de los más variados. Lo que quiero transmitir es líneas de lectura que más bien nos permitan acercarnos a Borges”, agrega.

Una pregunta que aparece en el festival y que es muy común tiene que ver con la enorme cantidad de líneas interpretativas acerca de su obra. Basta con echar una mirada sobre la vidriera del mercado editorial de los últimos años: Borges y las matemáticas, Borges y la física cuántica, Borges y la filosofía, incluso Borges y la big data. “Esa multiplicidad de sentidos que tiene es un efecto de las grandes obras donde pasa el tiempo, volvemos y encontramos distintos perfiles. Eso pasa con los textos más valiosos de la cultura: podés volver a la Divina Comedia, a la Odisea, a Los 7 locos, a Respiración artificial. Ahora, en el caso de Borges hay algo muy particular: él trabaja con esa riqueza premeditadamente, ese gusto de él por la lectura de las enciclopedias. Era muy sencillo conocerlo” y recuerda el caso de un amigo suyo, el escritor Miguel Vitagliano. Tenía alrededor de 19 años cuando buscó su nombre en la guía telefónica y marco el número de su casa. Lo atendió, acordaron un horario y a los pocos días se reunieron días a charlar de literatura. “Esa familiaridad con la gente tiene que ver con esa riqueza de perfiles”.

Borges (Foto: EFE)
Borges (Foto: EFE)

“Hay una idea que a mí me persigue”, dice Jarkowski y se parece al comienzo de un cuento. “Recientemente, pero también en los años treinta y cuarenta, se decía que Borges era un autor muy cerebral. Que su obra era inhumana porque hacía muchas referencias a libros, porque era demasiado calculada. Creo que cuando uno lo lee siente que hay pocos escritores tan humanos, en su complejidad humana, como Borges. Se preocupa por las mismas cuestiones, simplemente que él ha puesto por escrito de una manera notable sentimientos que están en todos: las maravillas, el asombro que te puede producir la filosofía, el desconcierto que uno puede sentir frente al tiempo, la relación con la felicidad o con la tristeza o con la sociedad. Yo creo que no hay nada más humano que eso. No hace falta ser un filósofo para tener esas experiencias, porque todos las tenemos todos: nos preguntamos cuál es el sentido de lo que estoy haciendo, cuál es mi lugar en el cosmos. Esas no son preguntas exclusivas, son profundamente humanas. Yo invertiría esa idea: Borges es todos nosotros en sus contradicciones, en sus miserias, en sus glorias”.

“Me da mucha alegría que Borges sea así de contradictorio. Además tuvimos un poco de suerte de que sea argentino, que haya nacido en Buenos Aires, que escriba en nuestro idioma, que se dedica a pensar en nosotros, en nuestro destino, de dónde venimos, cómo somos”, dice y agrega: “Ya voy a cumplir 61 años, es mucho tiempo, y aún así tengo una relación con Borges que no se desvanece, que crece día día”. Y esa lectura no es sólo personal, también compartida: Aníbal Jarkowski da clases en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA en Literatura argentina II y en Problemas de Literatura argentina. Ahí, cuenta, “trato de hacer un elogio de la lentitud, de que cuando leemos apliquemos los tiempos que los libros necesitan y no leer en el vértigo en el cual a veces nos desplazamos en una pantalla. Y cuando trabajo esa idea de lo lento, digo: quedémonos en ese texto, quedémonos en ese poema, quedémonos en esa metáfora, permanezcamos ahí para ver justamente cómo nos podemos conmover y cómo podemos pensar a partir de eso. Y es una experiencia que yo trato de ejercitar en cada cuatrimestre”.

Por estos días prepara una clase sobre el trabajo de Borges en la revista Multicolor del diario Crítica. La dirigió entre 1933 y 1934 junto a Ulyses Petit de Murat. “Este tipo tan extraño, tan exótico que parece que vive en un mundo de libros está escribiendo en aquel diario sensacionalista, de una tirada enorme y hace siempre lo mismo: borgeaniza ahí donde está. Escribe en cualquier medio y lo convierte en borgeano. Por eso va a la televisión, por eso habla con Antonio Carrizo, por eso se para a hablar en la calle con las personas. Es un tipo que se apropia en el mejor sentido: se acomoda y va viendo de qué manera puede establecer vínculos. Y eso, en muchos casos, es información que los estudiantes no tienen. Es un hombre de letras, como se decía antes: sabe escribir un prólogo, sabe hacer una reseña, sabe preparar una página de una revista, sabe escribir una solapa, sabe armar una colección, sabe ser jurado de un concurso, tiene una formación tan amplia que le permite cubrir facetas que no son tan conocidas. Trato de compartir esas cosas con los estudiantes para salirnos del estereotipo del hombre entregado a los laberintos”.

Jorge Luis Borges en su casa de Buenos Aires en 1983. (Foto: Christopher Pillitz/Getty Images)
Jorge Luis Borges en su casa de Buenos Aires en 1983. (Foto: Christopher Pillitz/Getty Images)

Y quizás el libro que lo saque definitivamente de ese estereotipo sea el Borges de Adolfo Bioy Casares que, por supuesto, está en la biblioteca de Jarkowski. Lo compró ni bien salió y hoy está todo marcado y subrayado, lleno de flechas y referencias. “Un libro extraordinario, un incesante manual de literatura. A veces comparto ideas y otras estoy en la vereda opuesta de Borges, de lo que dice Bioy. Creo que es la más maravilloso obra que escribió Bioy”, asegura. Aquel libro póstumo de 1650 páginas que aglutina anotaciones sobre conversaciones informales que mantuvo Bioy con Borges generó discordias. Para María Kodama, su viuda y albacea, “Bioy era un traidor”. Jarkowski tiene una posición más alejada: “Es como ser amigo de John Lennon. Una cosa es que yo no perciba que era amigo de John Lennon pero otra cosa es que yo sea consciente. O de McCartney, para salvar el problema. O de Jagger. ¿Cómo hacés para estar al lado de él sabiendo que su figura va a trascender su tiempo? Ese registro extraño de seguir lo que el otro dice y conservarlo y cuidarlo, yo creo que habrá sido una cosa muy impresionante”.

“Yo creo que Borges sabía eso, lo toleraba porque era su amigo”, continúa. “Y bueno... es la historia de una amistad. Las amistades tienen esos momentos donde lo íntimo es revulsivo, caprichoso, arbitrario. Pero para mí ese libro es un extraordinario momento de lectura y puedo volver a él una y otra vez. Me da un enorme placer que ese libro exista”, concluye este escritor y docente argentino, lector apasionado y atento de Borges, del otro lado del teléfono. Hoy, en un rato o ya —eso dependerá de cuándo el lector se deslice por estas líneas— dará una conferencia por streaming en el Festival Borges titulada “La Ciudad en los textos de Borges”. Toda la información está en la página web del festival.

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