Claudia Piñeiro, guionista de El Reino: “Tratamos de tener muchísimo respeto por quien tiene una fe genuina dentro de cualquier religión”

La gran escritora argentina llevó adelante los textos de la serie del momento junto con Marcelo Piñeyro, su director. En esta charla habla sobre las operaciones narrativas, las dificultades que supuso la pandemia para la filmación y también ciertos hechos reales -por el momento fuera de la Argentina- en los que se basaron para contar una historia atractiva y con una gran paleta moral de personajes

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Emilio Vázquez Pena es un pastor evangélico cuyo mayor atractivo radica en el magnetismo de sus palabras pero también en el escenario montado para pronunciarlas y en su entorno, conducido por su esposa, la también pastora Elena, gran gestora del personaje en que se ha convertido su marido. La influencia de Emilio y la de su Iglesia han crecido tanto que la política lo eligió para sumar votantes, así como suma fieles. En el arranque de El Reino, la miniserie de Netflix de la que todos hablan por estos días, Emilio Vázquez Pena es el pastor Emilio pero es también el candidato a vicepresidente de la Nación de un partido ultraconservador. Un crimen espectacular cambiará radicalmente el escenario: el poder político, el económico, las operaciones en las sombras y la manipulación de la fe genuina por parte de algunas instituciones y personajes son el centro de la trama. Mientras el mal avanza de manera impiadosa y atacando a los más inocentes, hay otros personajes que buscan la verdad desde la Justicia y otros que, pese a las piedras del camino, se obstinan en llevar la luz de la fe a los más necesitados.

Detrás de esta historia, que nació de la mirada de sus autores a algunos fenómenos latinoamericanos que provocan verdadera inquietud, están Claudia Piñeiro, la escritora argentina más leída en el país y en el mundo y Marcelo Piñeyro, también director de El Reino. A pocos días del estreno por streaming de la exitosa miniserie, Infobae Cultura conversó con la autora de Catedrales sobre las operaciones narrativas del guión, las dificultades que supuso la pandemia para la filmación de los ocho capítulos y también de ciertos hechos reales -por el momento fuera de la Argentina- en los que se basaron para contar una historia atractiva, de gran tensión, y que cuenta con una gran paleta moral de personajes.

La charla con la escritora fue por zoom, mientras las redes sociales ardían de comentarios sobre la serie, que desató una gran conversación sobre la oscuridad de los pactos entre poderosos y sobre los nuevos e inquietantes modos de hacer política desde los templos, que ya pueden verse en algunos países de la región.

— No es la primera vez que trabajas en un guión, pero no recuerdo si ya habías hecho guión para miniserie, es decir para varios capítulos con un mismo argumento.

— Mira, yo hice guión básicamente para televisión, para novelas y telecomedias. Mi maestra fue María Inés Andrés, que era gran formadora de guionistas, y mi trabajo fue con Ricardo Rodríguez, que es un gran guionista y que hizo los éxitos de Grande Pa, Amigos son los amigos, etcétera, y yo trabajé en varias novelas y en tiras con él. Entonces había algo de lo seriado, pero es absolutamente diferente a como se trabaja ahora. Tenías los cuatro bloques ¿te acordás?, y el cierre de cada bloque, y después el cierre del capítulo, etcétera. Eran otros códigos. Pero sí tenían esa cosa seriada de una trama que sigue para adelante.

— Yendo al origen de la historia, ¿a vos te traen el tema, te dicen “vamos a trabajar sobre esto, queremos armar una historia alrededor de lo que tiene que ver con la corrupción, con el engaño, con la política y la religión”? ¿Cómo surge la idea y cómo empezaste trabajar?

— Mirá, fue de total libertad en este sentido. Hubo un productor que nos llamó a Marcelo Piñeyro y a mí. Marcelo dirigió la película Las viudas de los jueves, basada en una novela mía, con guión suyo y de Marcelo Figueras, pero sobre un texto mío. Entonces nos junta este productor y nos dice “che, estoy pensando por qué no se ponen a escribir película Las viudas de los jueves 2″. Y nosotros escuchamos al productor, le agradecimos el ofrecimiento pero salimos de ahí diciendo “ni locos”. Ni a mí me interesa escribir Las viudas de los jueves 2 ni a Marcelo filmar una película. Son como esas historias que ya las contamos, ya está, es eso que está ahí, por lo menos para mí. Pero entonces eso hizo que nos encontráramos, y ya que nos encontramos, dice Marcelo: ¿no tenés ganas de que empecemos a pensar historias que sí tenemos ganas de contar juntos? Y, la verdad, los dos teníamos ganas de trabajar juntos. Los dos tenemos un gusto por las series parecido, un gusto por la literatura parecido, una mirada sobre el mundo parecida. Digamos que nos interesan los mismos temas y nos preocupan los mismos temas del mundo de hoy, también. Entonces empezamos a juntarnos y a tirar historias que teníamos ganas de contar. Entre esas historias estaba ésta, y le fue ganando a las otras porque nos entusiasmaba más. La realidad es que cuando empezamos a escribir todavía Bolsonaro no había ganado las elecciones en Brasil. Y después ya sentíamos que nos iba pisando los talones porque viste, íbamos pensando algo para la historia y atrás venía él haciendo cosas en la realidad que parecían más guionadas que lo que se nos ocurría a nosotros.

Claudia Piñeiro Marcelo Piñeyro en el set de "El Reino".
Claudia Piñeiro Marcelo Piñeyro en el set de "El Reino".

— Y, en el medio, la pandemia. Pero ustedes ya habían escrito todo cuando vino la pandemia, ¿no?

— Nosotros habíamos escrito todo antes. Era una especie de pensar un como si, qué pasaría si en la Argentina pasara esto. Uno ve en Latinoamérica un poco estos movimientos, no sé, Áñez entrando a Bolivia con la Biblia en la mano. O el presidente de El Salvador haciendo un autogolpe con militares y la Biblia. Uno ve estos movimientos pero acá siempre sigue siendo un “qué pasaría si”.

Y escribimos todo y también se empezó a grabar la serie antes de la pandemia. Eso fue una gran suerte porque nos permitió tener grabados para el 19 de marzo, que es cuando fue arranca el aislamiento, el primer capítulo, todo lo que transcurre en el Estadio Arena, ese estadio donde se hace ese cierre de campaña o ese acto de campaña, y las escenas del templo, que hubieran sido las más difíciles para grabar con los protocolos nuevos. Y cuando en septiembre se abrió la posibilidad de grabar tuvimos que reescribir algunas escenas donde había desde ajustes menores hasta ajustes importantes que nos implicaban cambiar directamente el conflicto. Porque, a lo mejor, el conflicto pensado para esa escena era imposible de filmar con los nuevos protocolos.

Claudia Piñeiro cuenta cómo fue el reencuentro con Marcelo Piñeyro, quien había dirigido "La viuda de los jueves", basada en su novela.

— Hay algo que tiene El Reino y que es un elenco absolutamente maravilloso. ¿Cuando ustedes empezaron a trabajar tenían a algunos de los actores en la cabeza? O sea, ¿cuando empezaron a diseñar esos personajes, tenían a los actores en mente o fueron los actores quienes pusieron su propia impronta?

— Las dos cosas, en el sentido de que muchos de los actores que están son los que imaginábamos ¿no? Después, alguno a lo mejor por una cuestión de agenda, por lo que sea, no pudo, pero en general nosotros nos pasábamos escribiendo escenas que decíamos “te imaginas cuando Mercedes Morán haga esto”. Marcelo y yo nos reíamos porque decíamos “no, no, lo va a hacer genial”. Y ya pensábamos que era ella. La realidad es que muchas escenas las escribimos pensando que iban a ser los actores y actrices que finalmente fueron. Ahora, eso no quita que esos mismos actores después le agregaron un montón. Desde Mercedes, que hay escenas que las hicimos porque ella nos hizo sugerencias que implicaron agregar algunas escenas. Y, no sé, por decirte uno, porque en cualquier caso sería lo mismo, Peretti, el Chino, Furriel, Peter Lanzani, todos son actores que no es que leen el texto para después repetirlo: te vienen con planteamientos, y qué te parece esto, cómo lo trabajo, cómo me pega. Peretti, que tiene un papel tan complicado, porque es un ser con mucha oscuridad, no cualquier actor se atreve a hacer un personaje con tanta oscuridad. Hay actores que le tienen miedo a que después piensen que ellos son eso que está en pantalla, que no los quieran. No son personajes que todos los actores se atreverían a transitar. Y él sí; él tiene, además de una capacidad actoral impresionante, una capacidad de comprensión del ser humano que le permite ponerse en el lugar de él aunque él no sea eso.

— Estamos hablando de emociones y debilidades humanas, y también de engaño y de corrupción y de aquellos que engañan con la religión, pero El Reino tiene toda una zona que está muy iluminada por aquellos que creen genuinamente. Vos venís trabajando mucho últimamente porque ya en Catedrales, tu novela, trabajaste con lo más oscuro de la religión. Pero uno no podría decir que El Reino es una serie que cuestiona a la religión o a la fe o a la creencia, cuestiona a algunos humanos que hacen negocios con eso. Me gustaría una reflexión tuya sobre eso porque me parece sustantivo.

— No, para nosotros es clave. Nosotros tratamos de tener muchísimo respeto por quien tiene una fe genuina dentro de esta religión y cualquier religión, ¿no? Pero estamos contando este cuento que es esta religión. Esta historia es la historia de una familia evangelista con dos pastores y dentro de esa familia hay gente que es genuinamente creyente. Hay personajes como el de Tadeo, que es el que hace Peter Lanzani, que es un creyente genuino. Incluso Remigio es un creyente genuino, después de haber atravesado el tema de haber estado preso y ahí, sin dudas, las iglesias evangélicas hacen un gran aporte a la sociedad, acompañando a gente que está en las cárceles. Entonces tratamos de que hubiera personajes muy reales, de verdadera fe religiosa, y las iglesias son otra cosa. Cómo se meten las iglesias, y el poder de las iglesias, a manejar ciertas cosas, la corrupción, etcétera. Eso no tiene nada que ver con los creyentes, tiene que ver en todo caso con las iglesias y con algunos personajes dentro de esas iglesias que hacen esos pactos. Porque claramente hay ciertos partidos, sobre todo partidos de extrema derecha, que comparten agenda en cuanto a derechos humanos, derechos de las mujeres, etcétera, con algunas partes del catolicismo, del evangelismo, muy conservadoras. Que no es todo el catolicismo, que no es todo el evangelismo, pero sí lo hay. Entonces ahí te sirve como para señalar esa unión y trabajar ese vínculo.

Te digo que con Marcelo -yo soy atea, él es agnóstico, pero los dos venimos de familias católicas- cuando investigábamos sobre la religión y sobre lo que se predica en las ceremonias, siempre pensábamos que si tuviéramos que ser de nuevo creyentes en algo, yo me paso al evangelismo porque es una religión mucho más amable que el catolicismo. O sea, gente más alegre, que canta, que hace mucha obra social, que hace reuniones, que no te está todo el tiempo echando la culpa encima, esa culpa judeocristiana que tanto vos como yo conocemos tan bien. Digamos, trabajan por otro lado mucho más cercanos al aquí y ahora y a la felicidad de las personas, por decirte de alguna manera. Entonces, tratamos de que todo eso estuviera reflejado. Pero, obviamente, como dice el arranque de Anna Karenina de Tolstoi, todas las familias felices se parecen y las infelices lo son de una manera particular, y a la literatura le interesan más estas familias infelices, con conflictos, con corrupción, con cuestiones. Lo otro sería un, no sé, un folleto o un documental sobre determinada situación.

Muchos de los actores de "El Reino" fueron los que los autores del guión imaginaron durante el trabajo de escritura. Una de ellas, Mercedes Morán, quien personifica a la pastora Elena.

— Mencionás la literatura y sos una persona que está en la literatura todo el tiempo, pero sos al mismo tiempo alguien que trabaja con la palabra en diversos géneros. Hiciste literatura infantil, hiciste teatro, de hecho acaba de salir tu libro que reúne tu obra teatral. Estás haciendo guión. Sos la escritora argentina más conocida no solo acá sino también afuera. ¿Qué tiene El Reino en términos de literatura?

— A mí me parece que lo que en la literatura es contar una historia, eso lo tiene El Reino. Lo que pasa es que la literatura también es otra cosa, no es solamente contar una historia, es trabajar el lenguaje. Nosotros también tenemos cuidado con el lenguaje, tenemos cuidado con muchas cosas, pero en un producto audiovisual tenés a veces que usar otros recursos que no son necesariamente la palabra precisa. Uno trata de buscarla pero no es la misma búsqueda que en la literatura, que en el teatro, que en la poesía, es otra búsqueda. Entonces hay también otras necesidades de contar una historia a alguien que está en su casa mirando la televisión; no es igual el que recibe una historia en un cine, sentado. No es lo mismo el espectador de un streaming que el espectador de la telenovela de la tarde, que era distinto; era, a lo mejor, una mujer que estaba haciendo una tarea mientras tanto, entonces le repetías bastante cosas porque a lo mejor se la perdió y no podía rebobinar como en el caso de una serie, que rebobinás. Hay distintas actitudes del lector y del que está viendo y escuchando esta historia. Pero, en definitiva, por lo menos en la literatura que yo escribo, en la que hay una historia que se cuenta, eso confluye en los dos. Es una manera de contar una historia y es el lugar donde más gente hoy está esperando que le cuentes una historia. Porque los libros siguen dando vueltas y sigue habiendo por suerte un montón de nuevas publicaciones, y de editoriales, y de circuitos. Pero la realidad es que esta historia que yo conté con Marcelo, cuando se empezó a ver en el primer minuto del viernes de Argentina ya estaba al mismo tiempo en 190 países. Cuando a mí Netflix me dijo que se iba a estrenar en 190 países, entré en Wikipedia a ver si había 190 países. Entonces, 190 países y creo que son 37 traducciones, lo demás es subtitulado, es wow. Y, después, a eso le sumas que lo reciben todos juntos. Entonces Marcelo y yo tenemos una experiencia de haber tenido proyectos que tuvieron mucho acompañamiento de los lectores y del público. Por darte un ejemplo, en el caso de Marcelo, Tango feroz, que la vio el país. Por darte un ejemplo de lo mío, Las viudas de los jueves, que la leyó mucha gente. Pero todos esos procesos te iban llegando de a poco: la gente lo iba leyendo, te ibas enterando, veías a uno en el subte, te hacían un comentario, te comentaba el otro. Esto en cambio fue como una maratón de gente viendo la serie todo el fin de semana y mensajes de los más insólitos de todas partes, mensajes de personas de cualquier extracción que están viendo la serie, gente que te aparece la infancia que te dice uy, mirá, estoy viendo... Gente que te aparece de los contactos actuales. Políticos de cualquier rama de la política...

— Hablábamos de tus obras de teatro, ¿cómo es esto de haberlas publicado ahora?

— Estoy muy contenta con la edición de Cuanto vale una heladera por parte de una editorial como Alfaguara ya que es un gesto importante que una editorial grande publique teatro. En la Argentina, décadas atrás había una tradición de lectura de teatro que se fue perdiendo. Leímos a Tennessee Williams, a Arthur Miller, a Chejov a Ibsen. Hoy no es tan común y si se publican pocos libros, menos. Ojalá este volumen sea la puerta de entrada a libros de otros dramaturgos y que cuando entremos a una librería estén ahí, a mano, para poder ser elegidos entre tanta otras historias que se nos cuentan, solo que estas de un modo particular.

— Volviendo a El Reino, algo que la diferencia mucho es que más allá de las precarizaciones generales de la Argentina o incluso de Latinoamérica, en esa producción eso no se ve. Es extraordinario ver a actores argentinos haciendo una producción de nivel internacional, de lo mejor del nivel internacional, y con textos argentinos y escritos por argentinos. Sin spoilear, ¿hay algún diálogo, algún momento que recuerdes en especial como el más dificultoso de llevar adelante?

— Bueno, hay textos difíciles, ¿no? Primero sí, la producción fue extraordinaria. En ese sentido Netflix y KyS pusieron todo lo necesario, porque esto no se termina en el momento de la filmación, en la cual Marcelo viste que es un obsesivo y un detallista, seguro que puso todo ahí, pero después Marcelo y todos los técnicos se seguían reuniendo para ajustar la música, para ajustar el color. O sea, la serie tiene un trabajo de producción anterior y de post producción tremenda que me alegro que se note porque es todo trabajo para técnicos argentinos. Esto se hizo en Argentina también desde el punto de vista técnico.

Diálogos difíciles o cosas difíciles, bueno, hay un monólogo del pastor en el capítulo 7 que es un monólogo en el cual él tiene que hablar de por qué hace ciertas cosas y eso fue difícil. O sea, es un texto difícil de transitar. Uno tiene que poder permitirse ponerse en esa cabeza. Esto lo repito con respecto a otros textos, no solamente con respecto a El Reino, yo creo que a mí me gustan los personajes que en un policial pueden cometer un crimen pero no que son criminales en el sentido de que les gusta matar. Nadie siente que es malo. Nadie, digamos, las personas que están alrededor nuestro, nosotros mismos, no creemos que hacemos las cosas porque somos malos, siempre tenemos una justificación. Y eso es lo que tenía yo que yo tratar de encontrar para la cabeza del pastor también, que las cosas que hace sean porque él cree que está bien lo que está haciendo. Él tiene que justificarse a sí mismo esos hechos.

Según Piñeiro, el nudo de corrupción y mal que se cuenta en la miniserie "no tiene nada que ver con los creyentes, tiene que ver en todo caso con las iglesias y con algunos personajes dentro de esas iglesias que hacen esos pactos".

— Sí, a mí particularmente esa escena me resulta la más tremenda, si se quiere, pero también la sentí entre teatral y literaria y poética. La literatura para mí está en ese monólogo del pastor, justamente. Me resulta muy impactante.

— Es un monólogo. El monólogo te permite eso. A veces uno le tiene miedo a monólogos largos en series de este tipo. Había como un chiste que decíamos con Mario Segade, con quien también trabajé muchas veces, sobre algunos productores que te decían: “los diálogos picadito, picadito, si no la gente se aburre”. Entonces a veces le tenés miedo al monólogo largo, a los textos largos, y son necesarios. Es necesario transitar por algunos textos de este tipo como el del monólogo del pastor. Después hay otras escenas que quizás, digamos, en la escritura es diferente porque vos lo que escribís es lo que se llama en teatro la didascalia, que sería la parte de las acciones, pero que también nosotros tratábamos de poner en esos textos mucha información. Después estaba Marcelo, que además de guionista era el director y sabía llevarlo al lugar. La escena en que el personaje del Chino Darín, que es Julio, le revela a Ana (Vera Spinetta) algunas verdades sobre su familia tiene menos diálogo pero también me parece que tiene una intensidad muy fuerte y que la terminó de armar Marcelo en el set. O sea, estaba puesto lo que tenía que pasar pero es esa sensación corporal de él diciéndoselo y del rechazo de ella se terminó de armar ahí.

También otra cosa difícil es para mí el personaje de Tadeo, porque como yo no soy religiosa convencer que un personaje tiene esa fe que tiene Tadeo también me resulta difícil hacerlo. Y me gusta pasar por esos lugares de dificultad.

— ¿Tadeo era tartamudo desde el origen?

— No, eso lo agregó Peter. Hay muchas cosas que los actores les quisieron poner a sus personajes que para nosotros sumaron, realmente.

— Te quería preguntar por el humor, porque hay personajes y situaciones de humor. ¿Eso estuvo pensado desde el principio como un espacio para relajar tanta tensión? ¿Cómo llega el humor?

— Sí, estaba en el principio y había más, pero me lo fueron cortando (Risas). Pero había más. Pero sí, sí, hay líneas que las necesitas para respirar. O sea, si no estuviera Santiago Korovsky haciendo el papel de Ramiro, que te hace morir de risa. O Alfonso Tort y Vicky Almeida haciendo esas líneas. Hay algunas líneas que te permiten respirar, porque es tanta oscuridad. Yo siempre pienso que es el humor al estilo Pirandello, ¿no?, que te decía una cosa es el chiste que alguien te dice un chiste y te olvidaste al instante y otra es un humor por el que te reís y al rato decís “cómo me puedo estar riendo de esta barbaridad” y eso te lleva directo a la reflexión. Vos podés reflexionar sobre eso mismo que te hizo reír.

— Claudia, todos estos últimos años venís teniendo una participación en la escena pública muy importante en relación con los derechos de las mujeres. Incluso en tu última novela el tema de los derechos de las mujeres y el derecho al aborto aparecen muy fuerte. ¿Cómo se hace para que puedan crearse personajes ricos con los que uno no coincida? Eso te lo pregunto no solo por esta serie, te lo pregunto en general, porque imagino que querés a tus personajes aunque no coincidas con ellos.

— Sí, totalmente. Viste, cuando la gente me habla de Carmen, de Catedrales o de Julián, yo trato de ponerme también en el cuerpo de ellos y entender esas cabezas. Y en el caso de El Reino es lo mismo, yo tengo que entender esas cabezas para que los personajes tengan su propia ética. Eso no quiere decir que uno de afuera no los mire y diga no, esto es un comportamiento anti ético, anti moral o lo que se te ocurra. Pero yo tengo que entender que ese personaje tiene una ética particular y que se maneja de esa manera en el mundo. A mí me parece fundamental eso al momento de crear personajes y eso se lo debo en parte a la formación con María Inés Andrés, sabés. Ella era muy estricta a la hora de hacernos pensar en la interioridad de un personaje, aunque el personaje sea un personaje absolutamente secundario que va a entrar y va a decir “la mesa está servida” y se va a ir. Ella nos hacía respondernos un montón de preguntas porque decía que el actor, cuando reciba el personaje, solamente va a poder crecer si vos sabés quién es ese personaje, si no lo vas a poner a decir funciones, va a ser algo funcional, pero no va a poder crecer y darle alguna particularidad. Era una gran formadora de guionistas. Y para mí fue una gran maestra.

Tadeo (Peter Lanzani), es el personaje más luminoso de la serie. Emilio, el pastor (Diego Peretti), es un personaje oscurísimo que necesita justificar sus peores acciones.

—¿Cuando estabas escribiendo El Reino estabas escribiendo otras cosas?

— Mirá, los procesos de escritura son largos en el sentido de que vos pensás una historia y después te ponés a escribirla. Entonces, seguro que en el medio de la escritura de El Reino, Catedrales estaba por ahí. Pero la escritura del guión es algo que te absorbe terriblemente, mucho más que la escritura de la literatura. La literatura tiene otro reposo. Yo ahora estoy escribiendo una novela, tengo bastante escrito pero la dejo reposar y a lo mejor me pongo a escribir guiones y cuando vuelvo, vuelvo distinta. En el caso del guión, hay mucha gente esperando que vos termines ese trabajo y tiene que encajar para que el otro siga. En el caso de Marcelo y mío -que escribíamos además a cuatro manos- teníamos que producir el texto para que pudiéramos revisarlo, corregir, volver a escribir, etcétera. Entonces hay un trabajo en equipo con los demás que te implica no poder frenar, como en el caso de la novela, que es más individual y uno dice bueno, ahora la sigo, ahora no la sigo.

A mí me produce muchísimo placer escribir guiones porque esta cosa del encajar de las piezas es mucho más estricta que en el caso de la literatura. En la literatura uno puede ir para un lado, puede ir para el otro, después va encajando todo pero de una manera mucho más suave. En el caso de los guiones hay un momento en el cierre del capítulo en que todo hace tuc, tuc, tuc, y vos ves que encajó todo.

— Y eso tiene que ver también con una cosa de un trabajo colectivo, ¿no? Hay algo que te gusta ahí.

— Totalmente. Me gusta mucho esa cosa de cómo lo que fuimos hablando, en este caso entre Marcelo y yo, terminó plasmado en este texto que encajó todo, ¿no? Es muy interesante, es un proceso distinto.

— ¿Te gusta el resultado, estás contenta con el resultado?

— Muy contenta, la verdad que estoy muy contenta. Soy bastante estricta con lo que hago entonces no suelo estar muy contenta. Pero además acá se dio como que rápidamente hay mucha gente contenta con esta serie. Me emociona mucho los colegas que te escriben. Otros guionistas, otros escritores, otros directores a Marcelo. Esa cosa de sentir que, bueno, que si se hace este tipo de serie en Argentina va a haber otras y puede haber más. Todo eso es muy emocionante. Me parece que hay mucha gente contenta que a El Reino le fue bien. No siempre sucede.

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