La belleza del día: “El príncipe de los condenados”, de Sascha Schneider

En tiempos de incertidumbre y angustia, nada mejor que poder disfrutar de imágenes hermosas

“El príncipe de los condenados”, de Sascha Schneider, en la colección de Hans-Gerd Röder

El pintor e ilustrador nacido en rusia, pero que realizó su carrera en Alemania, Sascha Schneider (1870-1927) gozó de prestigio y popularidad en su época, pero al estar su obra suscripta a un momento muy particuar del país teutón sola una generación después desapareció del relato histórico. Sascha Schneider y su obra homoerótica no existían y no fue hasta muchas décadas después, ya en este milenio, que se le reconoció su valor artístico.

Schneider nació en San Petersburgo, en 1870. Durante su infancia, su familia vivió en Zúrich, Suiza, pero tras la muerte de su padre, se mudó a Dresde, Alemania, donde en 1889 se convirtió en estudiante en la academia de Bellas Artes. En 1903 conoció al autor de best-sellers Karl May -autor preferido de Hitler en la niñez, según los biógrafos del Führer- , y posteriormente se convirtió en el ilustrador de portada de varios de sus libros, incluidos Winnetou, Old Surehand y Am Rio de la Plata, una novela de aventura que une Montevideo, Buenos Aires y Corrientes con un misterioso tesoro inca como recompensa.

Es nombrado profesor de la prestigiosa Escuela de Arte Sajona Gran Ducal, Weimar, y se muda con el también pintor Hellmuth Jahn, quien comenzó un chantaje monetario a cambio de no exponer su homosexualidad, que era un delito grave entonces. Desde sus inicios pictóricos, su eje estuvo colocada en los cuerpos masculinos, como sucede en El príncipe de los condenados, de 1896.

Tras la extorsión que huyó a Italia y lo siguientes años volvería y se marcharía varias veces, hasta que en 1918 se regresó definitivamente y cofundó junto a coronel general el Kraft-Kunst, un instituto de educación y entrenamiento físico donde entrenaban jóvenes y de quienes tomó mucho de los modelos masculinos desnudos de sus obras.

Y fue justamente esta una de las características que convirtieron a Schneider en un artista diferente, que pondía el ojo en el desnudo masculino en una historiografía abrumadoramente centrada en lo femenino. Pero no fue solo por su orientación, ya que se vivía en Alemania un inusual momento histórico, pleno de contradicciones con respecto a la regulación sexual.

"Atleta en posición básica" (1907), "El anarquista" (1894) e "Hipnotismo" (1904)

Este intervalo, a principios del siglo XX, se lo conoce con el nombre de higienismo (Health and Hygiene Movement), una respuesta del Estado a los fenómenos de industrialización, hacinamiento urbano y que abogaba por un retorno a un modelo clásico: entrenar el cuerpo y la mente a través del ejercicio juvenil al aire libre (Freikörperkultur), preferiblemente desnudo, todo en pos de una salud y vitalidad naturales. Movido por este momento, Schneider realizó pinturas, fotografías, esculturas y especialmente murales públicos de estética homoerótica.

Los partidarios afirmaban que solo a través de la exposición descarada de los cuerpos masculinos fuertes y hermosos, los jóvenes podrían librarse de los efectos nocivos de la vida moderna que, se creía, estaba destryuendo el ideal alemán de “masculinidad”. Este estética clacisita continuó durante el nazismo y formó parte de la iconografía del Tercer Reich, donde se denostó a las vanguardias con la ya famosa muestra de Arte Degenerado.

En el mismo momento que se desarrollaba el Freikörperkultur se estaba gestaba el primer movimiento moderno por los derechos de los homosexuales, liderado por pioneros como Magnus Hirschfeld, fundador del Instituto de Investigación Sexual -destruido por los nazis en 1933-, que buscaba legalizar las relaciones entre personas del mismo sexo. Así, surgía la primera minoría homosexual autodenominada en la historia.

Tras la desaparición del Freikörperkultur también lo hizo la obra de Schneider de la historiografía, al estar muy ligada a este interludio histórico. El artista murió en 1927, tras sufrir un ataque de diabetes durante un viaje en barco. Al final de la Segunda Guerra, fue totalmente olvidado y volvió a la escena gracias a los trabajos del coleccionista alemán Hans-Gerd Röder, quien prestó su enorme colección de obras al Museo Leslie-Lohman, donde en 2013 se le realizó la primera retrospectiva que lo recuperó del oscurantismo.

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