Centro Cultural Borges: “26 años de historia borrados de un plumazo”

La ex directora del Departamento Audiovisual del espacio denuncia en esta nota que siete meses después del anuncio del traspaso al Ministerio de Cultura, “el CCB permanece cerrado, sus salas vacías, su patrimonio en franco deterioro y el futuro de los empleados que no forman parte de su planta permanente aún sin resolver”

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(Foto: Centro Cultural Borges)
(Foto: Centro Cultural Borges)

Este relato es una experiencia colectiva contada en primera persona. Una historia sobre la pérdida de la identidad cultural.

El 29 de enero de 2021, los medios anunciaban el traspaso del Centro Cultural Borges (CCB) al Ministerio de Cultura de la Nación, luego de “una importante y cordial negociación con la Fundación para las Artes, quien venía gestionando el espacio desde 1995”. La idea era profundizar el carácter patrimonial del CCB -uno de los espacios más emblemáticos del Arte y la Cultura de América Latina-, implementar la participación federal, y garantizar la continuidad laboral de todos sus trabajadores.

Según este acuerdo, más de 10.000 metros cuadrados del CCB pasarían a ser compartidos por referentes indiscutibles de nuestra cultura, entre ellos el Museo Nacional de Bellas Artes, una sala destinada exclusivamente a la memoria de Jorge Luis Borges, y un espacio dedicado a impulsar el mercado de Artesanías locales de la Argentina.

Ninguno de sus empleados había recibido una comunicación formal. La mayoría, como yo, se enteraba de las novedades a través del diario. Lo que las notas no decían era que, además, se llevaría a cabo un traslado de oficinas del Estado al CCB: tan solo en el 3er Piso, actualmente, se están reformando 163 espacios para personal de distintas sedes Ministeriales.

En pleno agosto, siete meses después del anuncio, mientras se multiplican las informaciones cruzadas, lo cierto es que el CCB permanece cerrado, sus salas vacías, su patrimonio en franco deterioro y el futuro de los empleados que no forman parte de su planta permanente (algunos con más de 20 años de antigüedad) aún sin resolver.

La privatización en los 90

En 1990, durante el gobierno de Carlos Saúl Menem, el empresario hotelero Mario Falak adquirió la recepción del inmueble de Galerías Pacífico, entonces propiedad del Estado, y se le otorgó la explotación comercial por un lapso de 30 años, que vencían por ende en el 2020. Como parte del acuerdo, Falak -en ese tiempo presidente de Galerías Pacífico SA- otorgó el uso de sus instalaciones a la entonces Secretaría de Cultura de la Nación, para el desarrollo de actividades culturales. A la vez, la propia Secretaría de Cultura autorizaba a la Fundación para las Artes, de la cual Falak era uno de los socios fundadores, a utilizar las instalaciones gratuitamente con el mismo fin.

De esta manera, desde su inauguración en octubre de 1995 hasta su actual restitución al Ministerio de Cultura, el CCB fue administrado por la Fundación para las Artes, cuyo Consejo de Administración conserva personajes históricos de la época del menemismo, como el nombrado Mario Falak -a la vez su tesorero- y el Dr. Juan Carlos Cassagne, cuyo reconocido estudio jurídico maneja la actual etapa de desmembramiento de la Fundación.

En este último cuarto de siglo, el CCB fue cita obligada de infinidad de grandes espectáculos de Música, Danza y Teatro. Por sus salas pasaron infinidad de muestras de artistas de prestigio internacional: las esculturas de Lucio Fontana, las retrospectivas de Giorgio de Chirico y de Andy Warhol, las de Roberto Matta y de Henri Cartier Bresson, la exposición de Frida Kahlo-Diego Rivera, los dibujos de Francis Bacon; las muestras de fotografías de Tina Modotti y de Lewis Hine, entre otras. Y grandes personalidades del ámbito de la cultura como Edward Lucie Smith, el fotorreportero Steve McCurry, y Thomas Messer, célebre director del museo Guggenheim.

Desde hace más de un año y medio, el CCB permanece cerrado y sin fecha de reapertura.

El traspaso

Durante la pandemia, la Fundación para las Artes le comunicó al personal del Centro Cultural Borges en relación de dependencia que debía pasarse al Ministerio de Cultura, ya que la Fundación no podría continuar absorbiendo sus salarios. La situación de los monotributistas -algunos con años, y décadas, de permanencia sostenida en la institución- era mucho más incierta. Prometían que la Fundación se mantendría como un apéndice dentro del CCB, y que por lo tanto continuaría asumiendo el compromiso de pagar sus sueldos: nadie se quedaría sin trabajo.

Me resultó un argumento dudoso. Desde su inicio -y durante 26 años ininterrumpidos- la institución jamás gozó de recursos suficientes para poner en planta permanente a todos sus trabajadores; en particular al personal jerárquico. Desafortunadamente el tiempo me dio la razón. A los pocos días, textualmente, nos dijeron: no tenemos más dinero, recurran al Estado. Entretanto, pese a todo, el 20 de febrero de 2021, el ministro Tristán Bauer en una entrevista declaraba que estaban trabajando muy bien con la Fundación para las Artes, con quienes convivirían durante un tiempo.

De esta manera, la Fundación se desentendió de la suerte de sus trabajadores no formalizados. Más allá del lugar que ocupáramos en el CCB, la angustia pasó a ser el denominador común.

La dura situación provocada por la pandemia resultó el paraguas ideal bajo el cual escudarse, para dejar fuera del sistema laboral a aquellos monotributistas que buscaban defender sus derechos. En este nuevo marco, se planteaba una ecuación sin salida: o pasarnos al Estado perdiendo derechos con la precariedad de ser contratados, o quedarnos sin trabajo por iniciativa de quienes, durante años, nos mantuvieron en negro.

(Foto: Centro Cultural Borges)
(Foto: Centro Cultural Borges)

Antecedentes

La historia contaba con antecedentes: desde hacía tiempo, y más puntualmente durante el gobierno de Mauricio Macri, se venían sosteniendo conversaciones con el Museo de Bellas Artes y la entonces Secretaría de Cultura de la Nación, producto de las cuales se negociaba la sala principal de exposiciones. Nada llegó a concretarse; hasta que -finalmente- con el actual gobierno, llegó el traspaso.

La situación de los empleados, durante esos años intermedios, nunca fue fácil ni clara. En muchos, reinaba el miedo.

El traspaso

Al oficializarse el traspaso, Mario Falak y Felipe Pullol, Subdirector del CCB presentaron una lista al Ministerio de Cultura de la Nación, donde figuraban los nombres de los empleados de planta permanente, y otros pocos que no lo eran: quienes armaron la lista fueron los mismos que negociaron con el Estado todas las etapas del traspaso. El abuso de atribuciones y mando termina siendo un acoso, con características de control que se naturalizan, para evitar los desbordes, la agresión, la violencia, los improperios, o el entorpecimiento de una tarea laboral. Lo he visto decenas de veces y lo he sufrido en carne propia.

Cabría preguntarse por qué el Ministerio aceptó una lista arbitraria, sin investigar la situación de la totalidad de los empleados. Más aún, considerando que, históricamente, desde los comienzos del CCB, era el propio Estado quien autorizaba a la Fundación a operar el espacio.

Apenas iniciado el pasaje hubo una reunión de presentaciones mutuas entre los empleados y el nuevo director, Silvio Falasconi. Asistí. Pero el Sr. Felipe Pullol me impidió el acceso, franqueándome el paso con su brazo apoyado en el marco de la puerta, al tiempo que expresaba que no podía permitirme ingresar dada mi condición de monotributista. Pese a la agresión, callé por miedo al escándalo.

Tanto Silvio Falasconi como Ezequiel Grimson, actual director del CCB, en todo momento mostraron una excelente predisposición para intentar encontrar una salida que resolviera la situación laboral de aquellos trabajadores que, en plena pandemia, quedaban en la calle. Alguien… los conminó a no continuar insistiendo en esa línea.

En todo caso, la solución propuesta por el Ministerio de Cultura reforzaba la injusticia inicial, al encubrir la misma operatoria de la Fundación para las Artes e invisibilizar la presencia de trabajadores en negro dentro de la estructura del Estado.

Entretanto, cualquiera que desee interiorizarse de la trayectoria artística y cultural del CCB, ya no podrá hacerlo: desde el mes de mayo de 2021, la Fundación dio de baja el sitio web www.ccborges.org.ar: 26 años de historia borrados de un plumazo

El entramado actual

El 10 de agosto el Presidente de la Nación, Alberto Fernández, presentó a los medios el proyecto Activar Cultura, con una inversión de más de 5.300 millones de pesos destinados a la reactivación del sector. Fernández mencionó, también, la creación de 5.000 puestos de trabajo, ratificando su compromiso absoluto con la cultura, y manifestando que pondría “todo lo que hay que poner” para la recuperación de las disciplinas afectadas por la pandemia.

Cuesta comprender que al anunciar un plan de tanta relevancia, en el caso puntual del CCB -actualmente bajo la órbita del Estado- se desentienda de la situación laboral de trabajadores y profesionales de amplia y respetada trayectoria en la cultura. Más, aún, viniendo de un Gobierno que dice embanderarse detrás de la lucha contra los salarios precarizados y la desigualdad laboral de hombres y mujeres.

En lo personal, creo que la participación federal es una expresión que conlleva un valor social y político inclusivo, y que claramente, en ciertas ocasiones, no es usada con consciencia de lo que implica: Inclusión es igualdad de oportunidades. Es cumplir con la promesa de la garantía laboral expresada.

Lo que viene sucediendo en el CCB resulta francamente incongruente. Un dato no menor de esta historia es que más allá de la suerte que corramos todos sus empleados, sería importante conocer el destino final de la colección de obras de arte, conformada por la Fundación para las Artes a lo largo de estos 26 años. Más aún, considerando que la Fundación se adjudica ya no tener bienes a su nombre.

El final de la historia, por lo visto, continúa abierto.

*Blanca María Monzón fue la directora del Departamento Audiovisual del Centro Cultural Borges durante 21 años.

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