Con la idea de insertar a la producción artística local en lo que parece ser una de las grandes transformaciones del mercado de arte, impulsada a partir de la fusión entre las criptomonedas y los NFT -la tecnología que permite certificar la autenticidad de una creación digital y diferenciarla de eventuales copias-, se acaba de lanzar en la Argentina la primera edición del Premio B·Arte, un concurso destinado a artistas de todo el país que ofrecerá 400.000 pesos para las obras ganadoras, con la particularidad de que serán otorgados en bitcoins, la moneda virtual lanzada en 2009.
Hace cinco meses, las criptomonedas circulaban fluidamente en los mercados financieros pero permanecían ajenas al ecosistema del arte, tanto como los Token no fungible o NFT, el sistema que certifica la autenticidad de un activo digital y permitió licuar la preocupación que acechaba a los creadores de contenidos virtuales: cómo validar la autoría de una obra que a diferencia de un bien tangible puede multiplicarse en las plataformas sin que sea posible distinguir un original de sus múltiples imitaciones.
Todo cambió en marzo pasado cuando el artista estadounidense Beeple vendió por 69,3 millones de dólares una obra digital propia a través de la tradicional casa de subastas Christie’s, que por primera vez en su historia decidió aceptar criptomonedas como medio de pago para la transacción.
Desde entonces, no dejan de replicarse en el mercado de arte las operaciones concretadas con monedas virtuales y legitimadas a través del NFT que han dado lugar a una oferta heterogénea que alcanza otras expresiones además del arte, como la apuesta del CEO de Twitter, Jack Dorsey, quien validó con esta tecnología el primer tweet de la red que fue publicado el 21 de marzo de 2006 y lo vendió en 2,9 millones de dólares. O el famoso meme Disaster girl, una imagen de 2005 en la que se ve a una niña sonriendo con una casa en llamas al fondo. Esa chica, que se llama Zoë Roth y tiene ahora 21 años, decidió convertirlo en un NFT y obtuvo por su venta medio millón de dólares.
En la Argentina esta nueva experiencia ha tenido algunos desprendimientos aislados –como un videopoema realizado por Matías Buonfrate que se convirtió en la primera obra tokenizada del país o la criptoferia realizada en mayo pasado por el galerista Diego Trulls- pero se descuenta que se sumergirá en la tendencia, como lo evidencia el flamante lanzamiento del Premio B·Arte, que propone distinguir una obra de arte física y otra digital con el otorgamiento de 400.000 pesos en bitcoins, la criptomoneda fundante de este nuevo universo en el que el dinero pierde su condición tangible pero no su poder de compra. La otra particularidad del certamen es que las creaciones ganadoras serán transformadas en NFT.
La iniciativa, impulsada por la ONG Bitcoin Argentina, pretende reconocer la producción artística y al mismo tiempo consolidar a las criptomonedas como herramienta de intercambio para las transacciones vinculadas al mercado de arte. Habrá dos categorías: por un lado arte físico -que incluirá esculturas, impresiones 3D, dibujos, pinturas y collages- y por el otro arte digital, es decir, imágenes digitales, videos o animaciones de corta duración máximo de un minuto. Y además de los dos premios de 400.000 pesos en bitcoins se contemplarán 300.000 para menciones.
¿Quiénes podrán participar? Artistas mayores de 18 años o colectivos de todo el país con una obra original que aborde el tema del concurso: “La descentralización disrumpe en el arte”, una consigna que según los organizadores propone “poner en evidencia la irrupción de las nuevas tecnologías que promueven la descentralización y la independencia económica con las artes plásticas como herramienta y lenguaje expresivo”.
“El Premio se propone también aumentar la difusión y la comprensión de los NFT por parte de los artistas, de los coleccionistas y para que el público en general empiece a conocer las diversas aplicaciones que esta tecnología tiene para la vida no sólo financiera sino también en los distintos espacios de la sociedad y la cultura contemporánea -señala la artista Aída Pippo, una de las integrantes del jurado-. Las criptomonedas son una excelente herramienta para el comercio del arte”.
“Los trabajos seleccionados serán expuestos y guiaremos a los autores en la generación del NFT de su obra. Todos estos elementos serán de gran ayuda para que un colectivo, como es el artístico (donde la adopción de la tecnología es muy dispar), logre descubrir que, aunque un artista decida pintar al óleo con técnicas clásicas, la tecnología le abre una ventana a la sociedad global que afianza su independencia y lo conecta con el mundo, independientemente del mensaje o las herramientas propias”, apunta la artista e ilustradora, que desde hace unos años investiga las nuevas tecnologías aplicadas al arte y su difusión.
¿Los artistas argentinos tienen interés por explorar estas temáticas o el concurso intenta funcionar como un disparador para que algunos comiencen a aproximarse y a reflexionar sobre un fenómeno que aún está inexplotado o en ciernes? “Los NFT nacieron en el 2017 casi como un juego, de la mano de los memes y del gaming y encontraron un impulso espectacular hace unos meses con la subasta de la obra monumental de Beeple, dicho sea de paso, un artista importantísimo del arte digital y multimedia. A partir de allí han proliferado plataformas, market places y artistas que exploran estos nuevos lenguajes. La Argentina no es la excepción. Tenemos muchos artistas en el país vendiendo sus obras e incluso algunas plataformas de desarrollo local”, analiza Pippo.
“El hecho de ser el primer premio en bitcoin puede que muchos artistas se vean más interesados en participar por ser algo novedoso y ciertamente disruptivo. Al ser el propio premio el primer inversor en comprar arte ‘fisico’ bajo esta modalidad”, explica el editor y gestor cultural Agustín Montes de Oca.
“Apuntamos que pronto galerías de arte y artistas comiencen a aceptar criptomonedas como medio de pago, y así llegar a un público que hoy en día no necesariamente es comprador de arte. Conozco muchos artistas que a están trabajando en estas temáticas y claramente el premio también quiere funcionar como disparador para que muchos más se sumen”, acota el director de la Feria MAPA, que tendrá su cuarta edición en noviembre próximo.
Otro de los miembros del jurado e impulsores de la iniciativa es Alberto Echegaray Guevara, un empresario y artista que se hizo conocido durante la Bienal de Venecia de 2019 cuando presentó una obra conceptual consistente en tres esferas rellenas con dólares triturados y 250 bitcoins auténticos que fue comprada en esa moneda por un coleccionista y hoy vale más 8,5 millones de dólares. “Las criptomonedas son solamente una resultante de esa revolución exponencial de la tecnología que se está dando en todo el planeta”, indica.
“Beeple ha sido un ejemplo dentro de toda esta locura de los NFT. Es muy interesante porque mucha gente se pregunta por qué un artista que no es conocido puede vender una obra a 69 millones de dólares en una casa de subastas tan importante. Puede no ser tan conocido en ciertos ambientes del arte pero si lo comparamos con un Jeff Koons que tiene de repente menos de 400 o 500 mil seguidores en plataformas de redes sociales, Beeple sobrepasa los dos millones, o sea que representa a una cantidad de nuevos coleccionistas que están revolucionando el arte digital, que es donde no existen límites”, señala.
En las bases y condiciones del flamante premio se establece que las obras no podrán ser “efímeras”, y que no se admitirán “performances, happenings, intervenciones del espacio ni obras realizadas con materiales perecederos, así como no se aceptarán obras que ofendan la susceptibilidad del público ni obras que incluyan imágenes con derecho de autor diferente del autor de la obra”. Estos requerimientos parecen una estrategia para “frenar” muchos de los artilugios que definen al arte contemporáneo y que muchas veces despiertan debates acerca de si lo exhibido responde a una obra artística o es un mero fraude o gesto de provocación, como ocurrió en torno a la obra Comediante del artista italiano Maurizio Cattelan o la “escultura invisible” que otro italiano -Salvatore Garau- vendió recientemente en más de 18.000 dólares.
“Ya es mucho lo que nos proponemos en el territorio de la adopción de las nuevas tecnologías y la difusión de su aplicación en el arte. Si además nos sumergiéramos en ese tipo de debates del arte contemporáneo (que muchas veces dejan afuera al público en general) podríamos correr el riesgo de que los discursos disruptivos se encimen y confundan. Creemos que nuestro objetivo no pasa por ahí, en ese sentido existen otro tipo de premios muy prestigiosos que abordan esas discusiones”, apunta Pippo.
En esa línea se expresa también Montes de Oca: “No considero que sean limitadas las condiciones, en el sentido de cómo cualquier otro premio tiene su marco de participación. Y en todo caso las polémicas lejos de esmerilar en todo caso pondrían foco. Pero buscamos con nuestro trabajo llevar nuevas herramientas a un sector para que puedan aprovecharlas, no generar polémicas”, dice.
Fuente: Télam
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