Castings, narrar entre las sombras y cobrar por adelantado: quiénes son y cómo trabajan los escritores fantasma

La mayoría de las obras de las celebridades fueron escritas por ghostwriters. Parece una buena salida laboral para muchos narradores pero, ¿es posible combinar este oficio con una carrera propia?

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(The Grosby Group)
(The Grosby Group)

Escriben libros que otros firman y son un secreto a voces en el mundo editorial. Para indagar en esta profesión en las sombras, Infobae Cultura entrevistó al experimentado ghostwriter Rodolfo Compte, al escritor Enzo Maqueira, quien fue fantasma muchos años, a la cuentista y ghost Luz Vítolo y al “Fantasma de Caballito”, un autor que –honrando el espíritu del oficio- dio su testimonio a condición de que no se revele su identidad.

Compte, con más de una veintena de libros escritos para otros, es contundente: “los ghostwriters ganamos más que el 95 por ciento de los escritores tradicionales, porque cobramos por adelantado, no dependemos de ventas”. Y destaca que “los clientes son infinitos literalmente, porque todo el mundo quiere tener un libro donde aparezca su nombre en la portada”.

Maqueira incursionó en esta actividad durante unos 17 años, tiempo en el que, por ejemplo, escribió libros sobre medicinas alternativas y horóscopos. Pero también, según cuenta, una experiencia que le dio oficio: “Porque aprendí que me siento y lo escribo, es un trabajo”. Y que además le hizo tomar conciencia del rol del escritor como trabajador.

El ghostwriter “tiene mucho de prostituta, o de sacerdote que confiesa, escucha, perdona, y olvida”, dice el “Fantasma de Caballito”, que lleva casi una década en el rubro. Y Vítolo, con una decena de libros por encargo para terceros, cree que “el gran peligro de este trabajo radica en las horas robadas a la propia escritura”.

“¿Y si la Biblia la escribió un ghost?”

La profesión de ghostwriter posiblemente sea tan antigua como la de escritor. Compte, a quien todos llaman “Casper”, asegura que incluso más. “La Biblia está escrita por ghostwriters. El que escribía los jeroglíficos de Ramsés II, que ganaba todas las batallas, ese era un ghostwriter con pictogramas”.

Rodolfo Compte
Rodolfo Compte

Compte, fantasma desde hace 21 años, apunta asimismo a la obra del autor de Los tres mosqueteros y El conde de Montecristo Alejandro Dumas: “Hay una anécdota de Dumas padre que le pregunta a Dumas hijo: ‘¿leíste mi última novela?’ Y el hijo le responde: ‘¿no y vos?’”

“Te sorprendería saber los libros que leés que fueron escritos por ghostwriters”, advierte “Casper”, para luego señalar que incluso hubo Premios Nobel que escribieron para otros. “Vargas Llosa fue ghostwriter de una viuda. Hay alguien que dice que fue ghostwriter de Gabriel García Márquez. En realidad, nadie lo sabe… pero hay algunas cosas que se saben”.

Maqueira trabajó en una editorial mediana, donde se inició como ghost. Recorrido que lo llevó a producir “durante muchos años un libro de horóscopos, con las predicciones de cada año, me resultaba muy divertido. Y libros sobre medicinas alternativas, también con seudónimo. Además, nos inventábamos una biografía del autor y era divertidísimo”. Asimismo escribió libros de algunas celebridades, a las que no puede nombrar por razones contractuales, para otros sellos.

El autor de las novelas Electrónica y Hágase usted mismo remarca que “el libro en general está revestido de una idea de seriedad”. Por lo tanto, “si se supiera demasiado que existe la figura del ghost, si se tuviera demasiada conciencia, empezaríamos a dudar de un montón de cosas. Deberíamos dudar de todos nuestros libros, que es dudar de toda nuestra cultura y de toda la tradición de la escritura. Es dudar de prácticamente toda la era contemporánea si empezás a dudar de los libros. Lo cual está muy bien”.

Yo escribía libros de astrología como ghost y no soy astrólogo. ¿Y si todos los libros de astrología que tenemos son escritos por ghosts?

“A veces pienso: ¿y si la Biblia la escribió un ghost? Yo escribía libros de astrología como ghost y no soy astrólogo. ¿Y si todos los libros de astrología que tenemos son escritos por ghosts?” Y aprovecha para señalar: “Me parece que es interesante lo que nos plantea la práctica de la escritura a través del ghost. Todo lo que nos hace pensar acerca de nuestras creencias, nuestro convencimiento, nuestra cultura y el vínculo que entablamos con los libros”.

Escritores, amantes, prostitutas

“A los fantasmas nunca los invitan a las fiestas de lanzamiento. Por lo general somos una vergüenza, como una amante en una boda”, dice el escritor fantasma (Ewan McGregor), contratado para redondear las memorias de un ex primer ministro británico en la película The Ghost Writer de Roman Polanski.

¿Pero… cómo perciben los verdaderos ghostwriters su trabajo? ¿Les cuesta aceptar que la notoriedad se la lleve el cliente? ¿Y pueden adaptarse a cualquier identidad a la hora de ponerse en la piel del autor?

“No tengo ningún tipo de recelo frente a los escritos. Para mí es muy claro cuándo escribo para mí y cuándo escribo para otro. En ese sentido, el anonimato me es cómodo y lo prefiero. Sobre todo, ahora que La lógica del daño está en librerías bajo mi nombre. Su publicación hizo que esos dos aspectos de la escritura se separaran completamente”, considera Vítolo sobre su volumen de cuentos, en cuya solapa se lee que la autora, además de guionista y docente, es ghostwriter.

“Lo interesante del trabajo es la posibilidad de jugar con otras voces y otras maneras de contar. Como todo en la vida, hay trabajos, personas y proyectos más interesantes que otros”, afirma Vítolo, que se inició hace unos seis años en el ghostwriting, después de desarrollar contenido escrito para redes sociales y páginas web.

El gran peligro del ghostwriting, opina Vítolo, “radica en las horas robadas a la propia escritura. Compiten en tiempo de pantalla, redacción y lectura. Suelen ser mundos tan distintos a los que exploro en mis cuentos que temáticamente y creativamente están separados, pero hay un límite a la cantidad de caracteres que uno puede tipear por día”.

El “Fantasma de Caballito” escribe unos cuatro libros al año. “Como fantasma escribí libros soporíferos, y también escribí otros que estaban bastante bien, pero jamás sentí compromiso afectivo con ninguno de ellos”, dice. Y pone sobre la balanza que “si no existe la fama para el 99 por ciento de los buenos escritores, qué fama puede haber para quien contrata a un escritor fantasma. Solo existe mi deseo de cobrar y el deseo del cliente de tener su libro escrito”.

Luz Vítolo (Crédito: Jazmín Teijeiro)
Luz Vítolo (Crédito: Jazmín Teijeiro)

A este escritor, corrector y ghost le pasó sin embargo que uno de los libros que redactó por encargo resultó galardonado. “Cuando ‘el autor’ subió a Instagram la noticia del premio obtenido, más que satisfacción sentí una descolocada extrañeza. Como si yo fuese el tercero en discordia viendo a su amante paseando feliz tomada de la mano de su marido. Pero di vuelta la página: el escritor fantasma tiene mucho de prostituta, o de sacerdote que confiesa, escucha, perdona, y olvida”.

Mientras no había publicado sus propios libros, Maqueira intentaba dejar marcas de su verdadera identidad. “Siempre era una lucha con los editores. Llegué a prologar con mi nombre el libro que había escrito con seudónimo y aprovechaba para hablar de mí, obvio. Me acuerdo que duró cinco minutos ese prólogo, lo volaron totalmente”, recuerda y se ríe.

Pero tampoco le resultó fácil una vez que su propia literatura comenzó a circular, porque “obviamente vendían mejor los libros de ghost que los míos. Era tremendo, porque veía cómo el libro de gualichos vendía mejor que el que yo había creído de alta literatura”, afirma el conductor del programa de radio Narraciones Extraordinarias.

Sin embargo, Maqueira destaca que la experiencia de ser ghost le sirvió para entender al escritor como trabajador. “Me cuesta mucho imaginarme como escritor que está en su cúpula, dejando que las musas lleguen, escribiendo su obra maestra. Ese tipo de escritor no me lo creo nada. Creo fervientemente en el escritor como trabajador. El tema de reivindicar los derechos de quienes escribimos como trabajadores me vino sin duda de toda esta experiencia como ghost”, apunta el miembro fundador de la Unión de Escritoras y Escritores.

Compte, en tanto, se considera “un mercenario de las letras”. “De hecho, mi última autobiografía, que trabajé entre seis y siete meses, no se publicó y nunca se va a publicar, pero a mí me pagaron. A nosotros lo único que nos interesa es cobrar. La ventaja que tenemos con el escritor tradicional por editorial es que cobramos por adelantado y sin que nos afecten las ventas. A menos que hagas un contrato con una figura pública muy importante, que ahí sí participás de las ganancias”.

La ventaja que tenemos con el escritor tradicional por editorial es que cobramos por adelantado y sin que nos afecten las ventas

Y explica que los ghosts se dividen entre los que ejercen de manera independiente, como él, y los que trabajan para editoriales. “Tengo una socia que es fantasma de una editorial, trabaja solamente para editoriales. Siempre gané tres, cuatro veces más de lo que ganaba ella, como parámetro. Conozco otros ghostwriters que trabajaron para editoriales y yo siempre cobré más”.

“Casper”, corresponsal extranjero para revistas estadounidenses, reitera a lo largo de la entrevista que trabajar como fantasma “es la salida laboral para los colegas (periodistas) por la crisis de los medios”. Y destaca la rentabilidad del ghostwriting: “No invertís nada que no tengas, una computadora, una conexión a Internet, un smartphone. Lo único que hacés es teclear y entrevistar”. A la vez, se lamenta porque tenía todo listo para dictar un seminario de ghostwriting en la Universidad Nacional de La Matanza (UNLaM), que se frustró por la pandemia.

Ser escritor, ser ghost

¿Los ghostwriters deciden sacrificar su propia obra literaria o pueden desarrollarla a la par? ¿Cuán rentable les resulta esta actividad en las penumbras? ¿Se especializan en algún género en particular? ¿Trabajan solo para Argentina o también para el exterior?

Los inicios de Maqueira como ghostwriter incidieron en su posterior debut en la ficción. En su primera novela, Ruda macho, “se cuelan recetas de gualichos y ritos. Está plagada de referencias esotéricas y viene todo directo de lo que yo estaba escribiendo por trabajo como ghost”, dice. Y comenta que muchos fantasmas adoptan este oficio “como una forma de vida y escriben un libro detrás de otro. No conocí a nadie que no le gustara, por lo general a todos nos divierte bastante. Te da la posibilidad de asomarte a mundos a los que quizás no te hubieras asomado”.

Maqueira escribió entre 15 y 20 libros para el mercado argentino, aunque también se llevó sorpresas. “Me acuerdo una vez que me encontré paseando por una calle en La Paz un tipo que vendía libros, entre ellos una edición pirata de un libro que yo había escrito como ghost. Era tan vendido que ya lo habían pirateado en Bolivia y ahí tuve un pequeño orgullo”.

Sus preferencias a la hora de producir textos por encargo eran “dar entidad a un escritor o escritora inexistente”, algo que le resultaba “más placentero, más fácil, era un ejercicio literario”. “Pero cuando sí existía la otra persona, pero no tenía capacidad para escribir un libro y me contrataban para escribirlo, ahí me costaba más. No podía dejar que mi imaginación fluyera, escribir lo que se me ocurriera y encontrarle la vuelta al personaje, sino que del otro lado había una respuesta”. Entonces era “un trabajo mucho más periodístico quizás, en el que me sentía mucho más limitado”.

(The Grosby Group)
(The Grosby Group)

Respecto de la retribución económica, Maqueira considera: “La gran diferencia con un escritor literario es que cuando sos ghost no cabe duda de que es un trabajo, porque a priori a nadie se le ocurriría decir ‘quiero escribir con el nombre de otra persona’. Y como no cabe duda de que es un trabajo, te pagan. Pero eso no quiere decir que te paguen lo que merecés ni que te paguen bien. Por lo general cuando escribís un libro para alguien famoso, cobra más la persona famosa por poner su nombre en la tapa que vos por haber escrito todo el libro. Eso sí me pasó. En cambio, cuando escribís con tu nombre un texto literario, probablemente se ponga en discusión incluso si merecés cobrar, o tenés que cobrar algo, o si te tienen que dar el diez por ciento después o no”, critica.

“Casper” se ríe al mencionar el género en el que se especializó: “el dólar”. “Escribí obras de no ficción y ficción, obras de teatro que estrenaron en la calle Corrientes, acabo de ser script doctor y guionista de una película, documentales, discursos, ponencias. Todo lo que te paguen, lo hacés”. Y agrega: “Lo disfruto enormemente; me acabo de comprar un auto fenomenal”.

Compte sostiene que, aunque la tradición del ghostwriter es universal, la profesión es más conocida en el mundo anglosajón. En su caso, trabaja como “fantasma de una fantasma colombiana que tiene clientes, por ejemplo, en Miami. Fui fantasma de una fantasma de Nueva York, subcontraté fantasmas”.

¿Y cuánto puede llegar a cobrar un ghost? En Canadá, existe un piso de 40.000 dólares canadienses (32.000 dólares estadounidenses) por una autobiografía de 200 páginas. “Son cifras que acá son muy difíciles de alcanzar. Nosotros podemos conseguir que nos paguen fácilmente entre 3.000 y 15.000 dólares sin chistar por contenido”, analiza “Casper”.

Compte -quien publicó con su firma Atentado a la AMIA: Crónica de los jóvenes que rescataron la memoria- no tiene preconceptos respecto de si el ghost debe tener dedicación exclusiva: “Creo que todo está fantástico; vos podés escribir como escritor y ser ghostwriter, podés ser ghostwriter solo o ser escritor solo”.

El “Fantasma de Caballito” trabaja mayormente para el mercado latino de Estados Unidos y a veces para España. “En Estados Unidos es frecuente que al jubilarse la gente quiera contar la historia de vida, y publicar 100 ejemplares para regalárselos a su familia, ex compañeros de trabajo, etc. Yo me encargo de escribir esos libros tras largas entrevistas”. Para ese mercado cobra aproximadamente entre 3.000 y 6.000 dólares, que divide con su socia.

En Estados Unidos es frecuente que al jubilarse la gente quiera contar la historia de vida, y publicar 100 ejemplares para regalárselos a su familia, ex compañeros de trabajo, etc. Yo me encargo de escribir esos libros

El ghostwriting, apunta, en el mejor de los casos lo ayudó a ganar algo de oficio. “Acá debo volver a la analogía de la prostituta: cuando trabajo de fantasma solo busco la rápida satisfacción del cliente. Yo te entrego en tres meses el libro que vos soñás, y me pagás tal como lo acordamos. Mis libros me obligan a tocar otra cuerda: me llevan entre dos y cuatro años de escritura, y el compromiso es otro”.

En una suerte de balance, indica: “lo mejor es que gracias a mi trabajo de fantasma le puedo pagar el colegio a mi hijo, le puedo comprar la mejor comida a mi gato. Lo peor es que me quita tiempo para escribir mis propios libros. En fin, trabajar como escritor fantasma me recuerda aquello de la manta corta. Años atrás vivía preocupado: cuando tenía mucho trabajo de fantasma me ponía mal porque no tenía tiempo para escribir mis libros, y cuando tenía tiempo para escribir mis libros era porque no tenía trabajo de fantasma y se me atrasaban las cuentas. Con el tiempo aprendí a convivir con eso. El frío, en todos los órdenes de la vida, siempre entra por algún lado”.

Vítolo, por su parte, se especializó en biografías y textos de divulgación, tanto para Argentina como para el exterior. “No todos los libros que escribo tienen valor de mercado: muchos son para un grupo reducido, para regalar o la familia. Otros se venden en librerías”. Y comenta también: “Me dan ganas de escribir para algún político o política”.

Algunos de los libros que escribió por encargo fueron editados por grandes sellos, otros en ediciones autogestionadas y alguno quedó guardado en un cajón. “Me gusta mucho el proceso de entrevistar a los clientes, conocerlos, espiar su vida y crearles una personalidad literaria. Combino este trabajo con mi actividad docente y literaria, sobre todo porque me gusta tener una semana con actividades distintas y manejar diferentes proyectos a la vez”.

De tabúes y castings

¿El ghostwriting sigue siendo un tabú dentro de la industria editorial? ¿Cómo perciben estos escritores por encargo el lugar que ocupan con profesional discreción?

“Es el día de hoy que hay un pequeño porcentaje de mi interior que cuestiona si es un trabajo ético”, comenta el “Fantasma de Caballito”. “Supongo que es por ese conflicto interno que evito escribir ficción y me centro en las biografías”.

Enzo Maqueira (Foto: Instagram)
Enzo Maqueira (Foto: Instagram)

Porque, “cuando el trabajo esté terminado, los lectores creerán que el señor que figura en la tapa es el autor de libro, y no es así. Y el escritor fantasma es cómplice absoluto de esa mentira. De todos modos, hay algo que jamás debemos olvidar: el buen escritor es, inevitablemente, un gran mentiroso. Si no sabés mentir, no podés escribir”.

Vítolo se muestra convencida de que “el ghostwriting es tabú porque los libros tienen un valor simbólico muy elevado, tanto que hay personas que quieren sacar un libro, por lo que representa, pero no lo quieren o no pueden escribir”.

Y, desde su lado del proceso, cree que lo importante es tener algo para decir y contar. “No importa tanto quién blandió la lapicera. Quizás esta manera de pensar se deba a que una de mis reglas personales es no escribir ficción para otros. Esto me preserva de ponerme territorial con el texto y ceder mis mejores palabras”.

Compte, quien también fue editor, opina que “en el mundo editorial puertas adentro saben todo lo que sucede y no se escandalizan por nada. Pero públicamente no lo dicen”. Y detalla que los fantasmas incluso participan en castings, a los que se convoca por ejemplo a tres o cuatro ghostwriters.

Clientes que muere, lectores que llaman

¿Y cuáles son las anécdotas más llamativas que les deparó su paso por este particular oficio, mientras les cumplían a otros el anhelo del libro propio?

A veces, cuenta “el Fantasma de Caballito”, “el ‘autor del libro’ está tan conforme con el trabajo que me quiere homenajear y me dice: ‘Quiero que tu nombre esté en la tapa, que vos figures como el autor’. Y yo, con toda delicadeza, para no ofenderlos, me niego. Porque eso sería lo último que quisiera en la vida. A mí solo me interesa aparecer como autor de mis propios libros”.

Compte refiere que en The Ghost Writer de Polanski muere el primer escritor fantasma y debe ser reemplazado por otro (McGregor). ¿Pero qué pasa cuando fallece el cliente de un ghostwriter? “A mí me sucedió. Faltando muy poco para finalizar un libro basado en hechos reales se murió el cliente. ¿La solución? Reescribirlo totalmente, desde otro punto de vista, para un nuevo cliente. El nuevo libro superó todas las expectativas. Todos los hechos pueden escribirse desde distintas perspectivas, enfoques y géneros literarios”.

Y Maqueira recuerda que cuando los lectores se comunicaban con la editorial para hablar con los “autores”, solían responderles que estaban “de viaje o internados”. “Una vez llegué a atender. Era (por) un libro sobre rituales, magia blanca, gualichos. Llamó una señora a decir que había hecho el ritual que figuraba en tal capítulo para curar las malas energías y que no se había curado, al contrario, que se sentía con más sueño. Entonces le dije ‘lo que usted tiene que hacer es poner siete velas durante siete noches, escribir siete veces su nombre’. Llamó a los diez días para decir que lo había hecho, que había funcionado y que muchas gracias. Por eso digo que nunca sentí que hice más literatura que ahí”.

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