“El extraño de pelo largo sin preocupaciones va”, decía aquel clásico del rock nacional. Sin embargo, la cuestión del pelo, de los vellos, de las depilaciones y el bigote femenino forman parte de las preocupaciones de los doctores en filosofía Tomás Balmaceda y Pao Raffetta que organizaron un seminario virtual sobre la cuestión que se desarrollará durante cuatro encuentros a partir del viernes 13 de agosto en Tierra Violeta, un espacio feminista que impulsa la también filósofa Diana Maffia. Como no podía ser de otra manera, el seminario se llama “Pelos en la sopa”. Para aquellos lectores que consideren que no tiene sentido hablar del vello, se podría citar aquella famosa frase de la década pasada: “No se hagan los rulos”.
-¿Cuál es el objetivo de hablar sobre pelos durante cuatro encuentros?
Tomás Balmaceda: -La idea es articular una especie de historia del vello que atraviesa a toda la civilización occidental y que se va escribiendo de manera inesperada, quizás porque no se terminan de problematizar. Hay prácticas mucho más amplias que las que tienen que ver con ciertas expectativas de género que el pelo tiene o no que cumplir y que se marca en políticas más amplias sobre géneros y también sobre clases sociales. También en la manera en la que se dividen distintos sectores, no solamente por cuestiones económicas, sino también de color de piel o etnia. Y en todo eso está el pelo. Cualquier decisión que tomemos acerca de nuestro vello es una descripción que no surge de una voluntad completamente pura sino que estamos todo el tiempo tironeados por nuestra cultura. A veces lo decimos como una broma, pero es muy cierto y es que “todo pelo es político”. Y que justamente nos habla un montón del lugar que tenemos que ocupar en la sociedad o que nos piden que ocupemos. Lo que no queremos pensar con Pao es que la propuesta nuestra es algo así como no hay que depilarse o que no hay que afeitarse o que las mujeres tienen que tener las patas peludas. Cada uno puede tener el vello que quiera y no postulamos un regreso al natural. No estamos postulando que hay una suerte de hombre o mujer o identidad puramente biológica pero sí que estamos absolutamente cruzados por la cultura y la tecnología. La primera maquinita de afeitar se encuentra en la era de los antiguos egipcios. O cómo todavía hoy en Guantánamo a las personas privadas de su libertad, se les corta el pelo y la barba para ridiculizarlos. Acá en la Argentina durante los años de plomo no se podía usar barba o pelo largo como nada. Hay cosas que a nadie se le ocurre mostrar, como en una película: una pierna peluda de mujer. Porque además de estos mandatos aparece una especie de industria.
Pao Raffetta: -Nos vamos a concentrar en el vello corporal, que es un tema que nos atraviesa y nos envuelve. Y lo hacemos desde una perspectiva transfeminista, sensible a las vivencias lgbtiq, al respecto del vello corporal y facial. Desde mi punto de vista, puedo aportar un pasado lésbico chongo, o de feminidad masculina, con una comunidad de tortas que rechazamos el mandato de depilación obligatoria mientras abrazamos a las compañeras que deciden hacerlo y bancamos incluso que las depilaciones definitivas sean gratuitas y cubiertas por los servicios de salud para las compañeras trans y travestis, para quienes muchas veces el acceso a una depilación definitiva es la diferencia entre acceder o no a un empleo. Incluso la diferencia en términos de seguridad personal, en el hecho de “pasar”, verbo que usamos para decir que a una persona no se le note a simple vista que sea trans. “Pasar” por cis puede ser la diferencia entre la vida y la muerte, para una persona trans. Así que el acceso a la depilación puede ser fundamental para la calidad de vida de una feminidad trans. De la misma manera, la presencia de vello facial y corporal también puede ser crucial para el desarrollo de muchas masculinidades trans y nobinaries, asi como muchas frágiles masculinidades cis y ahi encontraremos toda otra industria, espejo de la industria de la depilación, como la industria del repelaje, aquella que busca incrementar el vello corporal y la barba, usando estrategias que van desde el uso de productos farmacológicos o naturales para estimular el crecimiento del pelo hasta sofisticadas técnicas quirúrgicas de implante y transplante capilar, a las que la comunidad trans en general no tiene acceso.
-Ustedes dicen que no queremos regresar “a lo natural” en el sentido común. ¿Pero no existe una constitución hormonal que hace que las personas que nacen con el sexo masculino desarrollen una capacidad, digamos, natural de que ese pelo crezca y en las personas nacidas con el sexo femenino, esa capacidad sea distinta?
T.B: -Tenemos pelos y es una especie de continuado, hay personas que están más cerca de tener muchos pelos, hay personas más cerca de tener menos pelos, pero no está determinado, no hay una una proporción. Después eso queda en cualquier lugar. Puede haber púberes que estén sin pelo y que naturalmente ni siquiera tengan vellos púbicos. Y hay personas del sexo femenino que sin embargo son muy peludas y que tienen pelos en los brazos, en las piernas. Potencialmente uno podría tener pelos de cualquier parte del cuerpo. Entonces directamente los mandatos genéricos es lo que queremos cuestionar. Estamos atravesados por la cultura. Cuando veas, por ejemplo, a las mujeres barbudas de España, bueno, eran un fenómeno, pero de alguna manera estaban incorporadas en el catálogo de personas que te podías cruzar.
P.R.: -Sobre lo natural tenemos mucho que decir en este taller. Por un lado se sostiene que la distribución del vello en el cuerpo es natural y que naturalmente divide a la humanidad en machos con pelo y hembras sin pelo. Sin embargo, cuando vemos la industria milenaria detrás de esa naturalidad encontramos técnicas para la depilación desde la edad del cobre, así como mandatos y prohibiciones sobre cómo deben lucir el pelo y la barba, o falta de ella, incluso en la Biblia y el Corán. Entonces, cuando hay tanta industria de la depilación, la barba postiza, depiladoras y las depiladas, los estigmas y la monstruificación de las velludas, el desprecio por los lampiños, y los refranes populares, y las modas y demases, entendemos que la presión cultural es enorme. Y esa presión cultural nos lleva a desconfiar de la naturalidad de esas diferencias sexuales. Si las mujeres “no tienen vello”, ¿por qué crece la industria de la depilación y toda piba desde los 12 años debe vigilar cotidianamente la aparición de pelitos en la cara y arrancarlos prolijamente para sostener la imagen de una faz sin vello? Si los hombres tienen naturalmente barba y pelo en pecho, ¿por qué el Minoxidil, el transplante pelo por pelo, la prohibición de afeitarla?
T.B.: -Es un tema muy contemporáneo. La historia del pelo no puede no registrar que, por ejemplo, hasta los años veinte del siglo pasado las mujeres no se depilaban las piernas, no había depilación de piernas. Cuando en la Primera Guerra Mundial hay una una faltante de ciertos elementos con los que se hacían las medias de las mujeres, las mujeres tuvieron que empezar a mostrar las piernas, sobre todo en los Estados Unidos, y ahí comienza la idea de que se tienen que depilar porque los pelos se debían ver solo en la intimidad, no en la vía pública y ahí aparecen las primeras intentos de vender a las mujeres máquinas de afeitar como la Gillette, las tradicionales con forma de T. O cómo la barba durante muchísimo tiempo fue considerada como un signo de masculinidad completa y de sabiduría, y hubo cortes como el que impuso Alejandro Magno. Hasta él, todos los líderes de la antigüedad tenían barba. Y cuando Alejandro Magno finalmente llega al máximo poder no usa barba, todas las imágenes que conocemos de él son sin barba. ¿Y qué pasó ahí? Es materia de hipótesis, pero es posible que él quisiera recoger el valor de la juventud.
-¿Qué pretende la cultura al regular tanto el pelo humano?
P.R.: -Claro, si es tan natural... ¿Es para garantizar que a simple vista se pueda distinguir hombres de mujeres? ¿Propios de ajenos? ¿Amigas de enemigos? Existen frases como las de Isidoro de Sevilla, del siglo VI, que dice: “Llevar la barba creçida porque en todas las cosas que el ombre se puede apartar de pareçer muger es razón que lo haga. Como sea la barba de las cosas que se aparta el ombre de pareçer muger va bien con la barba”. Así que ya los padres de la iglesia sabían expresar bien que distinguir entre hombres y mujeres es más una necesidad social que un hecho de la biología. Y esa insistencia en distinguir varones de mujeres, que hoy se pone en juego con la ley de identidad de género y el reconocimiento de las identidades fuera del binario, quizás explica tanto los desafíos feministas del mandato de la depilación obligatoria como las respuestas violentas que van desde la mostrificación de la mujer barbuda hasta la insistencia en la “naturalidad” de la diferencia sexual a través de uso del pelo como marcador de sexo.
-Existen etnias con una propensión mayor a tener vello facial o en el cuerpo, ¿no?, ¿Y por qué se usa tanto la depilación con cera caliente, que se podría pensar como un acto de masoquismo?
T.B.: El pelo marca también las distintas capas sociales más allá del género. Por ejemplo, hay personas que viven que tienen en las niñas un bigotito que es muy común y que acá lo veríamos como que da vergüenza.
-Pero hoy también el dejarse el vello en una mujer es tomado por un sector del feminismo como un gesto político.
T.B.: -Totalmente. Pero también está el gesto político contrario de no exhibir esos vellos que quieren ser exhibidos. Frida Kahlo es un caso muy fuerte ya que a pesar de tener una uniceja y vello facial, como su bigote, este es ocultado. Es muy común que revistas de moda usen la figura de Frida para sus producciones fotográficas y todas agarran la uniceja pero no agarran los bigotes. Incluso en la película que hizo Hollywood sobre su vida, Salma Hayek está muy bien representada en toda su iconografía, salvo en el bigote, que Hollywood no hubiera podido soportar. Y es porque esos mandatos están muy presentes.
*“Pelos en la sopa” empieza el viernes 13 a las 18 horas. Para más información click aquí y para inscribirse, aquí.
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