Días atrás se inauguró en la institución de arte y arquitectura Storefront de Nueva York la primera muestra individual de Mariela Scafati en los Estados Unidos, Algo se rompió: 2011 - Windows - 2021, una instalación que reordena aquella que había presentado hace ya diez años en Buenos Aires, y que ingresó en 2016 a la colección del Malba. Hasta ahora se podían ver en ese país sus obras Pink, adquirida a la galería Isla Flotante por el Guggenheim Museum, y Tu soledad no es mía, alojada en el MCA de Chicago.
Windows fue ampliada para esta ocasión a 60 afiches monocromáticos en tonos que van del rojo más tradicional de la izquierda al rosa de los feminismos y del movimiento LGBTTTIQ+ que cobró protagonismo en años recientes. Sobre esas ventanas de papel reflectan algunas experiencias que comenzaron en la calle y fueron resignificadas en los tiempos actuales, junto a otras que surgieron con el aislamiento social. “Algunas de las frases las dejé en castellano porque eran intraducibles y otras por una cuestión de empatía o de guiño para algunas personas de habla hispana allá en Estados Unidos, por ejemplo estás mutead*, que en una traducción no se nota. Son pequeños detalles de época de las comunicaciones y, por otro lado, lo identitario”, le dice Scafati a Infobae Cultura.
Los colores de Windows dialogan con What black is this, you say?, una intervención de la artista Amanda Williams que cubre la fachada de la galería con distintos usos y matices del color negro, como un modo de respuesta a la campaña de protesta por el asesinato de George Floyd. “A mí me interesó en esta muestra poder mezclar los colores en los que me reconozco, que van más allá de los lugares comunes”, destaca Mariela, que al igual que Williams pone el foco en la diversidad crómatica y en su potencialidad política. Desde 2016 forma parte de Cromoactivistas, un colectivo visible en las marchas del Orgullo y las movilizaciones por la legalización del aborto a través de sus carteles con diversos colores que desafían la codificación de los pantones.
“Hay mucho pudor con el color, cuando lo resaltás es interpretado como algo frívolo, donde no hay pensamiento. El color puede ser muy ordenador, y para nosotras está conectado a la liberación”, manifiesta Scafati, y agrega que la estrategia de meter colores muy fuertes, con mucha carga política, y que no eran los esperados, como el fucsia y el rosa, logró sostener la calle y llegar con el feminismo a otros públicos de diferentes maneras, sin prejuicios.
Se trata de un año movido para la artista, que terminó de pintar los últimos afiches para enviar a la Gran Manzana una semana después de ser madre. Siempre le ha puesto el cuerpo a su obra, pero esta vez tuvo que dejar el montaje en manos de José Esparza Chong Cuy, el curador de la muestra. Hace unos meses ya había confiado en Daiana Rose, su compañera de taller, quien viajó a Berlín para montar 19 centímetros más cerca, la obra que inauguró en la galería PSM. A la capital alemana también había enviado los canvas de La movilización para la Bienal del año pasado, gracias a la gestión de su actual galería Isla Flotante. Sin esa tiranía de la distancia, expuso hasta hace unos días parte de su trabajo con los colectivos de Serigrafistas Queer y el Taller Popular de Serigrafía en la muestra Transformación. La gráfica en desborde en el Museo Nacional del Grabado.
Pese al reconocimiento internacional que han ganado sus obras en el último tiempo (fue una de las cinco artistas latinoamericanas nominadas al premio Julius Baer en 2020), la pintora se mueve más allá –o más acá– de los marcos habituales del mundo del arte, con su atención puesta en pensar nuevos modos de construir comunidad. Con su bebé en brazos, a quien está criando con una red de afectos, accedió via zoom a una entrevista con Infobae Cultura.
-Tu carta de presentación en entrevistas y textos curatoriales suele añadirle al término convencional de “artista” o “pintora” las palabras “docente” y “serigrafista queer”. Está claro que son prácticas que están unidas en lo que hacés, incluso se podría decir que son esas otras prácticas que van un poco por fuera de la institución del arte las que impulsan tu obra. ¿Cómo pensás vos esa integración?
-Por lo general me gustan las situaciones combinadas, presentan otras lecturas y te dan la posibilidad de pensar qué pasa entre esas palabras. Decir que soy serigrafista queer está ligado a un hacer, a una técnica súper específica como la serigrafía, pero también para mí está intencionalmente vinculado lo identitario con el hacer y la acción. Es algo que excede el saber sobre serigrafía y grabado, habla de cómo pienso yo las cosas que hago, que siempre van muy de la mano con la materialidad y la acción. Hago cosas concretas que se generan también desde algunos bordes y en ese lugar es donde me reconozco, aunque no siempre me siento cómoda.
-La pintura la trabajás a partir de esos bordes…
-A mí me fascina el mundo de la pintura y todo lo que pasa a su alrededor, desde chica quería pintar y tengo toda una formación por ese lado. Pero también me hago un montón de preguntas sobre la pintura y ahí es donde empezás a hacer cualquier cosa, a ponerla en problemas. Todos esos mandatos que nos inculcaron de qué es ser pintora, los tamaños, con qué actitudes estar frente a un cuadro, cómo mirarlo, la distancia con que hay que mirar, a mí se me volvieron material para poder explorar y se me volvieron preguntas que me llevaron a hacer cosas que toman elementos de la pintura. Lo ves por ejemplo en Windows, con esos afiches pintados con pincel, en acrílico sobre papel, pero que es a la vez un papel que viene de la calle, de las publicidades, un afiche grueso que se banca estar encolado en la vía pública.
-¿Cómo surgió en su momento Windows, hace ya diez años?
-Por ese tiempo yo ya había empapelado con rococó una de las aulas de la facultad de Sociología de la UBA, como parte de algo que se llamó Hablan las paredes, donde invité a amigos para que colgaran obras sobre ese empapelado. Era un momento muy fogoso, de mucha efervescencia creativa, mucho pensamiento y mucho movimiento con lo que estaba pasando en el mundo, como las tomas del 15-M en España, donde alrededor de las asambleas se iban superponiendo un montón de carteles de manera espontánea. El arte iba acompañando eso, o ciertas estrategias del activismo creativo estaban ahí presentes.
Me pareció entonces que estaba bueno llevar algo de ese saber de la calle a una galería de arte, lo cual también era problemático para el galerista porque ¿cómo vendés eso? Son afiches empapelados en la pared, mezclados, y a la vez es pintura, dentro de lo permitido y lo convencional que es el arte. Se mezclaban también la calle y el adentro de una galería, y en su interior el color rosa y el rojo, lo íntimo de las conversaciones personales y afectivas con ciertas ideas que venían rondando en relación a acciones políticas, en un momento preelectoral y de acontecimientos como el 15-M, la primavera árabe, Reclaim the streets.
-Tomando prestado el lenguaje tecnológico, se puede decir que hiciste ahora una actualización de Windows. ¿Cómo trabajaste en su adaptación a otro idioma y cultura y en otro contexto de época, con nuevos lenguajes?
-Ese fue el desafío, a partir de una propuesta que me hizo José Esparza Chong Cuy, el curador de la muestra, quien notó que tenía cierta vigencia más allá de algunas frases muy locales que solamente se entienden en Argentina, como por ejemplo “Mi corazón está en la cancha de Huracán”, que no tiene una traducción clara. La propuesta inicial fue pensar un Windows basado en los diez años, pero como era difícil hacer un resumen de todo lo que pasó aposté a concentrarme en las conversaciones que yo tuve en 2021. Pensar en ese 2011 y en 2021 y rescatar por dónde iban algunos relatos y algunas relaciones con la comunicación.
En 2011 estaban las experiencias con los streamings permanentes en las plazas, los sms y whatsapp cuando se hacen las asambleas, eran mensajes con personas muy específicas. Y ahora ya más como un chat colectivo e indistinto y Zoom, fui tomando de otros lugares que son otros modos de circulación que tenemos ahora y que están más relacionados con lo sensorial, con lo más chiquito, lo pequeño, lo que se está por destruir. 2011 era más irónico y a full, y ahora pasa algo más silencioso o subterráneo, atravesado por la incertidumbre.
-Hace unos meses hubo también una muestra tuya en Berlín (19 cm más cerca). ¿Cómo vivís estas experiencias a la distancia teniendo en cuenta el componente fuertemente vincular y afectivo de tus obras?
-Lo fui resolviendo, por suerte el año pasado participé en una muestra en la bienal de Berlín con 65 pinturas y una gran amiga que estaba en España fue y las instaló por mí. Este año fue Daiana Rose, mi compañera de taller y asistente en quien confío plenamente, que viajó especialmente para montar y realizar la instalación que hice allá. Yo por lo general estoy en todos lados, intento ir, disfruto mucho de pensar la instalación y hacer los montajes. Pero son nuevos momentos y no está nada mal también meterme en este desafío de montar obras muy complejas a la distancia. Tenemos que aprender a sostener eso porque noto que va a ser más difícil el tema de resolver los problemas que trae la pandemia.
Tuve la suerte de que en Nueva York fueron muchas personas a la inauguración. Me parece que ciertas obras necesitan mucho de que las personas estén ahí, pasan cosas en la relación entre lo que dicen los afiches y el color y la persona que está ahí. Otras obras posiblemente puedan sostenerse más desde lo virtual. Me alegró cuando vi que fueron personas a la inauguración y además que el espacio es divino, las paredes se pliegan y al doblarse las personas que pasan por la vereda ya ven lo que está adentro.
-Más allá del vértigo que pareciera sugerir esta sucesión de exposiciones, a la que también se le sumó la muestra gráfica de grabados, ¿cómo readaptaste tu trabajo en estos momentos de pandemia extendida y ahora que sos madre?
-A una semana de haber salido del hospital estaba pintando la mitad de Windows que me faltaba pintar, porque se adelantó el parto. Todavía estoy con una cesárea así que significó un esfuerzo físico muy especial, tenía que mandar los afiches y dependía de mi letra, no había cómo zafarla.
Este año viene con mucha revisión, no solo me está pasando a mí sino también a curadores. En septiembre vamos a mostrar parte del archivo de Serigrafistas Queer en el Parque de la Memoria, y con el Taller Popular de Serigrafía habrá una presentación en el Conti en relación al 19 y 20 de diciembre.
Noto que hay mucha ansiedad, pero no todo es tan urgente. Estamos con el cuerpo lento, así que lo mejor es estar medio tranqui, hacer las cosas y observarlas y no ir en automático. Nada está funcionando mucho, las propuestas son más experimentales, de cruces, y está bueno poder pensar la distribución de recursos de otra manera, desde otra figura que no sea la del gran artista. Salvo las instituciones, todo está en esa sintonía.
Durante 2020, Scafati ideó junto a las artistas Adriana Bustos, Cecilia Garavaglia y Marina de Caro la acción solidaria “Coleccionables de emergencia”, que colabora con organizaciones sociales a través del nexo entre coleccionistas de arte y artistas que donan sus obras en pequeño formato. El objetivo es responder a las necesidades básicas alimentarias y de cuidado de las comunidades donde intervienen las siete organizaciones a las que ayudan: Artistas Solidarios, No Tan Distintas (organización transfeminista de personas en riesgo o en situación de calle), Cocina Móvil Solidaria (Balsa Las Perlas, Río Negro), Varones trans no binaries y familias (La Rioja), Colectivo Yo no fui (colectivo transfeminista), Villerxs disidentes (Ciudad Oculta, Ciudad de Buenos Aires), Merendero Juvenil (Barrio 31 Carlos Mujica, encarado por jóvenes de 17 a 25 años) y Changuito Solidario del Cera, Escuela de Cerámica Nº 1 del barrio de Almagro (Ciudad de Buenos Aires). Para más información se puede consultar la cuenta de Instagram o escribir a coleccionablesdeemergencia@gmail.com
De esa iniciativa surgió también Fondo Fluido, un proyecto de economía solidaria para ayudar a artistas con dificultades económicas a través de fondos que surgen de la alianza entre galerías y sus artistas, con la donación de un porcentaje de la venta de la obra. Para información adicional se puede ingresar al instagram del proyecto @fondofluido.
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