La pasión de García Sáenz: una muestra sobre el martirio y la búsqueda de la redención

La primera retrospectiva del artista naif y con temática religiosa se puede ver en la Colección de Arte Fortabat. Un recorrido de más de 80 pinturas por su obra homoerótica, entre la culpa católica y su fascinación por la selva misionera

La pasión de García Sáenz: una muestra sobre el martirio y la búsqueda de la redención

En la mitología católica existen un sinfín de personajes erráticos, devenidos en santos tras el arrepentimiento y la renuncia a una vida licenciosa o salvaje en pos del propio sacrificio, del martirio, de la expiación: Ignacio de Loyola, Francisco de Asís o Sebastián de Milán, por nombrar algunos.

La muestra Quiero ser luz y quedarme, la primera retrospectiva sobre la obra de Santiago García Sáenz que se presenta en la Colección de Arte Fortabat, recorre un camino similar al colocar el legado del artista fallecido en 2006, a los 51 años, en el marco de su biografía, buscando así romper con las lecturas historiográficas que lo consideraron sencillamente como un cultor de lo religioso con un estilo naif.

Y es que a partir de la autobiografía Angel de la Guarda, cincuenta años de dulce compañía, los curadores Pablo León de la Barra y Santiago Villanueva proponen un relectura de un artista que “no pertenecía al mainstream de su generación” y que se reconvirtió a partir de que le diagnosticaron VIH positivo a fines de los ‘80.

"El sueño de Jacob" (1995). Óleo sobre tela, 140x190 cm

“La de García Sánez fue una obra solitaria, porque no había otro grupo pintando lo mismo que él, y tenía una imagen muy personal. No se involucró mucho con ciertas tendencias o líneas que había, como el Rojas o el Bellas Artes. Era un artista que si bien expuso, mandaba mucho a salones”, comenta Villanueva en recorrida con Infobae Cultura.

Considera, en ese sentido, que la mirada curatorial ayuda a encarecer una obra que “en su generación no se valoró tanto”: “Había muchos prejuicios con su pintura y por su relación con la religión. Era alguien que viajaba y le regala al Papa una obra, gestos que en su momento se leían de una manera, y hoy viendo la obra, tienen otra lectura”.

La exhibición, compuesta por más de 80 pinturas, realiza un recorrido temático que va desde su obra de la década del ‘80, la búsqueda de una identidad latinoamericana, la intolerancia sexual y la martirización, el VIH/Sida y finalmente la naturaleza como espacio de redención.

"Autorretrato con adicción" y "La Paz (Malvinas)"

Así, la muestra comienza con El Destape, donde se revela cómo García Sáenz, antes de ser HIV positivo, recorría un estilo a fin a su época, con una impronta de corte expresionista saturado en color que había recibido como alumno de Yuyo Noé y Juan Manuel Moraña. “Esa obra habla de unos 80 con mucho descontrol en su vida, mucha noche”, dice Villanueva.

Allí, se encuentran trabajos sobre papel en grandes dimensiones como Autorretrato con adicción o el díptico (Guerra y Paz) de la Guerra de Malvinas. “Venía de bailar drogado y se entera por la radio de la guerra y empieza a hacer la obra” relata recordando al libro.

Y agrega: “A finales de los 80 lo diagnostican como VIH positivo y cambia tajantemente su estilo, comienza un periodo de arrepentimiento, de revisión en su vida y es donde vuelve a ese imaginario religioso, vuelve en relación a su formación católica, con familiares del Opus Dei y una hermana monja, por ejemplo. Hasta ese momento este imaginario no es algo que haya estado presente”.

"Autorretrato de Primera Comunión" y "Autorretrato con pinceles"

En el área dedicada a los autorretratos, se encuentran una serie de trabajos donde se refuerza el concepto de lo del pintor religioso. García Sáenz se pinta mientras realiza otras obras con la temática como en Autorretrato con pinceles o con una mirada devota y anclando su formación a lo clerical como en Autorretrato de Primera Comunión. Allí también se encuentra El sueño de Jacob, una pieza en la que se representa cinco veces: tres de ellas escalando hacia el cielo mientras pinta entre nubes tormentosas, una cuarta galopando entres relámpagos también en dirección ascendente y la quinta, a los pies de una palmera, teniendo el sueño. Este óleo sobre tela le valió el Primer Premio a la Pintura Joven de la Fundación Fortabat de 1997.

La obra representa el relato del Génesis, donde la escalera es utilizada por los ángeles para llegar y dejar la tierra, que ya tantas veces fue llevada al lienzo (Mateo Orozco, Esteban Murillo, Ribera, etc), pero también puede leerse como la conexión con el judaísmo -es un libro del Antiguo Testamento- que puede verse en otra sala de la muestra, representada sobre todo en Sufriendo la intolerancia. El 18 de julio de 1994, en la que representa el atentado a la AMIA, que se encontraba cerca de su taller.

"Sufriendo la intolerancia. El 18 de julio de 1994" (1998). Óleo sobre tela -142 x 190 cm- (Ignacio Iasparra)

En esta sección, los curadores sostienen una tesis en lo que lo religioso se mixtura con la homosexualidad del artista, con cuadros donde cuerpos semi desnudos masculinos aparecen agrupados una y otra vez, “esperando en la noche, en ciudades, situaciones de deambuleo”, de “clima origíastico y sauna”.

En la sala de Los Mártires, por ejemplo, aparecen San Esteban, San Bartolomé y San Sebastián, ícono de la comunidad homosexual. Aquí, una vez más, lo autorreferencial se vuelve sombra o luz, convive entre lo pictórico y lo biográfico: ¿quiénes son esos hombres que por sus decisiones fueron llevados a la muerte?, ¿por qué el sacrificio de la propia vida es la manera de conseguir la inmortalidad?, ¿es el martirio un acto de fe, un acto de expiación de los propios pecados? García Sáenz, sin realizar autorretratos se presenta también allí, en sus pesares, en su fuerza para dejar todo por la religión, por acercarse a dios, en fenecer condenado por un pasado para poder existir en el perdón del futuro.

Detalle de la serie de "Los Mártires"

En el espacio dedicado a la búsqueda de la Identidad Latinoamericana -una serie restaurada para la exhibición- se repasan los trabajos que realizó con eje en los cinco siglos de la conquista española, cuando realizó “varios viajes al norte con Liliana Maresca, como también a Paraguay, Misiones y México” con cuadros de esmaltado brillante y otros barnizados que parecen por sus trazos de tradición popular ingenua más un homenaje a los Cándidos: Portinari y López.

Algunas de las obras de "Identidad Latinoamericana" (Bruno Dubner)

Y la referencia al manco de Curupaytí se extiende más allá de lo naif, porque García Sáenz desarrolló una estética naturalista cercana a lo litoraleño, con sus palmeras emergiendo a lo largo de muchas obras (incluso en sus Mártires), como también los selvático y las ruinas de las misiones jesuíticas como arco para una de sus obras más importantes, la de los Cristos enfermos.

"Cristos enfermos en la ruinas jesuíticas" (1994), de la serie Cristo en los enfermos. Óleo sobre tela -77 x 156 cm- (Fotografía Ignacio Iasparra)

Cristo es el mesías católico, pero si se lo piensa más allá de lo iconográfico, sin dejar de lado lo dogmático, un cristo es cualquiera que atraviese una situación de profundo dolor o de injusticia. Porque, si Cristo es hombre y, a la vez, el hijo de Dios, todos son Cristo, todos son hijos del creador, por ende: García Sáenz fue un cristo, aunque utilice la imagen del Cristo ut notum omnibus para representarse.

En las piezas, Cristo o los cristos, Él y todos, aparecen en la cama, esperando, la recuperación o la muerte, el principio del fin, en algunos casos con ojos cerrados salvaguardados por mosquiteros entre las ruinas, en otros encerrados en camas de hospitales recibiendo una transfusión de sangre, porque la sangre es vida, porque la sangre es la regeneración, la promesa de que ese fin no está tan cerca, algo que parecía obsesionar a un artista que cambió su obra cuando supo, aún en épocas de cócteles ineficientes, que el virus de la inmunodeficiencia humana era parte de él.

Obras de “clima origíastico y sauna”

Quiero ser luz y quedarme proviene de la canción del mismo nombre de 1963 del compositor Daniel Reguera, escrita antes de morir, e inmortalizada por el cantante Atahualpa Yupanqui. Los versos “No quiero volverme sombra, quiero ser luz y quedarme” fueron incluidos como texto en su exposición individual en el Centro Cultural Recoleta en Buenos Aires en el año 2000. La misma hace referencia al interés pictórico de García Sáenz por la luz, “que es una constante en sus cuadros, donde los fondos de preparación de las telas son primeramente pintados de naranja o amarillo para que esta luminosidad aparezca en las pinturas, al igual que la presencia de rayos iluminadores en muchas de sus obras; pero también los versos aluden a la constante batalla de García Sáenz por existir entre la luz y la oscuridad, por conciliar sus deseos sexuales y su religiosidad”, explicaron.

Santiago García Sáenz no falleció por complicaciones relacionadas al VIH, sino de un paro cardiorrespiratorio. De alguna manera, esa redención tan buscada en sus pinturas parece haberle llegado, convirtiendo aquello que creyó su fin en el principio de una obra singular que, a partir de la retrospectiva de la Fundación Fortabat, podría abrirle nuevas puertas, no se sabe si del Paraíso, que eso son cuestiones que no incumben a este artículo, pero por lo menos en la historiografía del arte contemporáneo.

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