Regresa “Art”, la exitosa obra de teatro que nos hace cuestionar qué es el arte

La pieza de la francesa Yasmina Reza, que fue un suceso de localidades agotadas durante los ‘90, estrena nueva puesta con Pablo Echarri, Fernán Mirás y Mike Amigorena, con la dirección de Ricardo Darín y Germán Palacios, protagonistas de su primera versión. Las claves que la convirtieron en un fenómeno y por qué su temática continúa siendo actual

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 Fenan Mirás,  Mike Amigorena y Pablo Echarri, nuevos protagonistas de "Art" (Gastón Taylor)
Fenan Mirás, Mike Amigorena y Pablo Echarri, nuevos protagonistas de "Art" (Gastón Taylor)

La actriz, escritora y dramaturga francesa Yasmina Reza aseveró, en una entrevista hace un par de años, que su obra Art le pareció durante mucho tiempo “interesante, pero no genial”, hasta que en 1998 tuvo la oportunidad de ver el trabajo que hacía Ricardo Darín en la versión que por entonces se ofrecía en el Teatro Blanca Podestá de Buenos Aires. Allí tomo conciencia de lo buena que era la pieza teatral que había escrito a principio de los 90. En aquella puesta, Oscar Martínez y Germán Palacios formaban parte, junto con Darín, del trío protagónico. El director era el irlandés Mick Gordon y la puesta en Buenos Aires replicaba la que había montado su colega Matthew Warchus en Londres, en 1996.

El éxito de Art en la capital argentina replicó a su vez lo que venía ocurriendo en otras grandes ciudades desde que el texto de Reza encarnó y se materializó por primera vez como juego escénico, en el Théâtre des Champs-Élysées, de su país natal, en 1994. El cartel de “localidades agotadas” se mantuvo de manera prácticamente ininterrumpida en la boletería del Blanca Podestá durante cinco años y luego la misma situación se repitió sucesivamente en la taquilla de varios teatros del interior de la Argentina. En 2003, el mismo trío protagónico se animó a cruzar por primera vez el Atlántico y ampliar el éxito de la obra de Reza en Madrid, donde la atracción que ejerce dicha pieza en el público ya se había comprobado con un elenco español en la misma época del estreno en Buenos Aires. El cruce oceánico se repitió nuevamente en 2005, con la diferencia de que en esa oportunidad el público madrileño encontró al actor José Luis Mazza en el papel que antes interpretaba Martínez.

Darin, Martinez y Palacios convirtieron a "Art" en un éxito
Darin, Martinez y Palacios convirtieron a "Art" en un éxito

Desde el próximo jueves 5 de agosto, 23 años después de aquella primera vez, Art volverá a enfrentar una vez más el desafío de ofrecerse al público porteño esta vez con Darín y Palacios como directores y con Pablo Echarri, Fernán Mirás y Mike Amigorena encarnando a los tres amigos cuya relación entra en crisis cuando uno de ellos adquiere, por un precio exorbitante, un cuadro en el que sobre una tela blanca hay pintadas unas líneas en un tono de blanco ligeramente diferente.

Según la oportunidad, Reza cuenta que la inspiración para esta obra tan exitosa surgió de una vivencia propia, calcada de lo que luego llevó al papel. En varios reportajes sostuvo que en una oportunidad un vecino suyo la invitó muy entusiasmado a su casa para que vea un cuadro que había adquirido en 200 mil francos. Era una tela completamente blanca y confiesa que la situación le produjo un ataque de risa en el momento y un sentimiento de culpa posterior por haber herido, sin dudas, la sensibilidad del hombre, entusiasmado hasta entonces por la adquisición de lo que consideraba una obra de arte exquisita. En otras entrevistas, sin embargo, la dramaturga francesa refirió que la idea del objeto que en su obra despierta la crisis de amistad entre los protagonistas se remonta al óleo Cuadrado blanco sobre fondo blanco (un cuadrado de un blanco una pizca más grisáceo que el blanco del fondo) que pintó en 1918 el artista de vanguardia ruso Kazimir Malevich y actualmente se encuentra expuesto en el MoMA de Nueva York.

"Blanco sobre blanco", de Kazimir Malevich
"Blanco sobre blanco", de Kazimir Malevich

En los recuerdos que expuso Reza en esos reportajes no faltan tampoco alusiones a las críticas que recibió por los contenidos de la obra, cuando se estrenó en Francia. Por aquellos días, de principios de los 90, muchos la consideraron un ataque al mundo del arte, en lugar de verlo como una construcción satírica tendiente a mostrar la hipocresía social burguesa. “Me acusaron de antimodernista y de reaccionaria”, se lamentó la autora respecto a esta cuestión, fruto de una polémica que nació con los primeros berridos de las vanguardias, más de un siglo antes de que su obra teatral fuera escrita y que, cerca de 30 años después de su estreno persiste con el mismo o mayor ímpetu que en aquel fin de milenio. No hay dudas de que el cuadro que compra el personaje de Marcos en la obra es el disparador que abre la posibilidad de hablar acerca de la esencia con que están tejidas las relaciones de amistad. Sin embargo, el papel que juega en la dinámica social contemporánea el límite de lo que es arte y lo que no lo es no puede situarse como un tema menor.

La desopilante invisibilidad del arte

Si a Reza en su momento la compra de una tela en blanco por 200 mil francos de su vecino le produjo un ataque de risa, ¿qué le habrá producido la noticia de lo que ocurrió con una obra del artista italiano Salvatore Garau en mayo último en Milán? La misma da cuenta de la venta que realizó, por 15.000 euros, la casa Art-Ride de esa ciudad de una escultura inmaterial e invisible realizada por dicho creador. La escultura se llama Io sono (Yo soy) y quien la compró se lleva un certificado que lo acredita como poseedor de la obra y las instrucciones para instalar el vacío que ocupa la escultura en un espacio cúbico de 150 centímetros de aristas, libre de cualquier otro objeto y ubicado en una habitación privada. Al igual que Antrios (el pintor imaginario que realiza el cuadro de la discordia en la ficción de Art), Garau es un artista cotizado en el mundo del arte contemporáneo. Estudió en la Academia de Bellas Artes de Florencia, donde se recibió en 1974, exhibió dos veces en la Bienal de Arte de Venecia (2003 y 2011) y expuso en galerías y museos de todo el mundo. Entre las muestras que hizo se cuenta una de pinturas que realizó en 2012 en el Museo de Bellas Artes Emilio Caraffa de la ciudad de Córdoba, en la Argentina. Io sono no es la primera escultura inmaterial que realiza Garau. También instaló otra en la vía pública de Milán a la que llamó Buddha in contemplazione (Buddha en contemplación) y la ubicó en la Piazza della Scala, mediante un cuadrado de cinta adhesiva blanca que indicaba donde estaba la base y, además, subió un video a Youtube en el que explica conceptualmente la obra. A fines de mayo último, Garau ubicó otra escultura inmaterial en Nueva York, cerca de la Bolsa de valores, a la que bautizó Afrodite piange (Afrodita llora). Su proyecto es instalar monumentos de este tipo en siete ciudades del mundo.

Buddha in contemplazione" (Buddha en contemplación), de Salvatore Garau

Otro artista de los cotizados que en los últimos tiempos agitó el mercado del arte es Maurizio Cattelan. El artista, también italiano, no lo hizo con algún objeto imperceptible sino que para montar su obra, a la que llamó Comediante, utilizó una banana. En realidad varias, dado que la obra consiste en una de estas frutas pegada con cinta adhesiva a una pared que se reemplaza cuando el proceso natural de descomposición la degrada. En diciembre de 2019, en la feria Art Basel de Miami, vendió dos de estos productos, a coleccionistas particulares por 120 mil dólares cada uno. Lo que adquirieron materialmente los compradores fue el certificado de propiedad de la obra y un manual de instrucciones para montarla. Este último consta de 14 páginas y entre las instrucciones figura la altura en la pared a la que se debe colgar la banana, que debe ser de 175 cm, así como las consideraciones sobre el tiempo recomendado para cambiar la fruta, que oscila entre una semana y diez días. Luego de la feria de Miami, otro ejemplar de la obra fue puesto a la venta para que la adquiera algún museo, pero el precio de venta sufrió un aumento que lo llevó a los 150 mil dólares. Casi un año después, en septiembre de 2020, mediante una donación anónima, el tercer ejemplar de Comediante pasó a formar parte de la colección del Guggenheim, en Manhattan.

Todas estas movidas que son cada vez más habituales en los circuitos artísticos, no ocurren sin que algunas voces pertenecientes a ese ambiente hagan oír sus reparos. Entre ellas, una de las que se escucha con más fuerza en los últimos tiempos es la de la crítica de arte mexicana Avelina Lesper que trabaja para la Universidad Nacional Autónoma de México y tiene un posgrado en Historia del Arte en Polonia. Desde 2015 con la publicación de su libro El fraude del arte contemporáneo (que puede bajarse gratuitamente por Internet) salió con los argumentos de punta a cuestionar a artistas, curadores, académicos, críticos y coleccionistas que forman parte de dichos circuitos. “Hoy es facilísimo vender arte contemporáneo, incluso, nunca antes en la historia del arte hubo tantos artistas. Vas a una feria de arte y te puedes encontrar desde periódicos arrugados, tapetes para limpiarse los pies, platos rotos, cajas de computadoras, cualquier cantidad de basura, y todo está en venta, de verdad, es el sueño del marketing”, sostiene la especialista mexicana.

"Comediante" de Maurizio Cattelan y "La fuente", de Marcel Duchamp
"Comediante" de Maurizio Cattelan y "La fuente", de Marcel Duchamp

La idea que desarrolla en su libro es que en el arte contemporáneo existen una serie de dogmas con que los que se justifican obras de arte que en realidad de artísticas no tienen nada. Su análisis se remonta al escándalo que desató Marcel Duchamp en 1917 cuando llevó como un proyecto artístico a una muestra de arte organizada por la Sociedad de Artistas Independientes de Nueva York su obra: La Fuente, un orinal firmado con el nombre R. Mutt. La intención era establecer que cualquier objeto puede ser artístico si el artista lo considera así. La obra fue rechazada, pero la idea quedó viva y se desarrolló en el concepto de ready made que busca potenciar que los objetos cotidianos puedan transformarse en arte.

“Ya no hablamos de un orinal sino de arte; nombrar ese cambio es indispensable para que se cumpla. El dogma funciona porque esta idea es obedecida sin cuestionarla, porque los ideólogos del arte afirman: ‘Eso es arte’”, sentencia Lesper. Otro de los dogmas que ataca es el del “contexto”, por el cual, el lugar de exhibición y los objetos que se exponen allí contagian su prestigio a la obra. “El contexto tiene capacidad para transformar los objetos: si un comerciante pone un anuncio espectacular en la calle, es publicidad; pero si Jeff Koons o Richard Prince se apropian del mismo anuncio y lo exponen en un museo, es arte. La invención del contexto tiene como fin darles a estas piezas y objetos una posición artificial de arte que fuera del recinto o del área de exhibición no tienen”, explica Lesper. Un tercer dogma polémico es el de “la omnipotencia del curador” que va muy ligado al anterior. Según éste es el texto del curador el que termina por darle vida a la obra de arte contemporánea. “Sin ese discurso retórico, lleno de superficialidades, de recovecos lingüísticos y de afirmaciones oscuras, dicha obra sería solo un trozo pobre de la realidad cotidiana”, dice la especialista mexicana.

“Art”. Reestreno, a partir del jueves 5 de agosto (Gastón Taylor)
“Art”. Reestreno, a partir del jueves 5 de agosto (Gastón Taylor)

Toda la problemática que forma parte del discurso de Lesper es fruto del devenir que tuvo lugar desde que surgieron hasta la actualidad las expresiones de numerosas corrientes de vanguardia. Si bien la existencia de estas expresiones se produce sincrónicamente, no resulta posible juntarlas en un mismo casillero. Más allá de que ambos sucesos tuvieron lugar en época cercana, el Cuadrado blanco sobre fondo blanco de Malevich está muy lejos conceptualmente de los argumentos dadaístas de Duchamp y su orinal.

Mientras la búsqueda del pintor ruso estaba inmersa en el conjunto de corrientes pictóricas que experimentaban con el color, la figura, el punto de vista y el plano, entre otros elementos, el artista francés fiel a los preceptos del dadaísmo pugnaba por deshacer todo lo establecido en el mundo del arte. El cuadro de Malevich respondía a las características que formaban parte del movimiento al que llamó Suprematismo. El objetivo era plasmar la supremacía de la sensibilidad plástica por sobre todo elemento material. Para ello restringían toda representación figurativa a formas geométricas simples y el uso de los colores a la mínima variedad. En el caso de esta obra en particular, Malevich prácticamente elimina lo cromático por completo. No sabemos si el autor del cuadro en blanco que compró el vecino de Reza buscaba lo mismo. Tampoco si era la intención del imaginario Antrios de la pieza teatral. Lo que es evidente es que los intentos de alejarse de las tradiciones artísticas todavía tienen tela para cortar.

*“Art”. Reestreno: jueves 5 de agosto 2021. Funciones: miércoles a viernes: 20 horas, sábados: 20 y 22 horas, domingos: 19 horas. Multitabaris Comafi (Corrientes 831, CABA). Entradas: Plateanet.com o la Boleteria del teatro.

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