Peter Rock, un autor entre la naturaleza salvaje, el asombro y la fascinación por Cortázar

El escritor estadounidense de “Mi abandono” dialogó con Infobae Cultura sobre “Klickitat”, una novela en la que dos hermanas abandonan la vida en la civilización. “Rechazo la identidad de escritor”, dijo

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Peter Rock
Peter Rock

Peter Rock nació en 1967 y se crió en Salt Lake City, Utah, pero actualmente vive con su esposa y sus dos hijas de 12 y 14 años en Portland, Oregon, al noroeste de los EEUU. Desde allí concede la entrevista en exclusiva para Infobae Cultura y se muestra sorprendido por la entusiasta recepción de sus libros Mi abandono de 2019 y Klickitat, de reciente aparición. Ambos publicados por primera vez en castellano por Ediciones Godot, con traducción de Micaela Ortelli. “Es lindo escuchar que a los libros les va tan bien. ¡No sé cómo funciona! No sigo las reseñas ni los números de ventas”. Y cuenta cómo la exposición que trajo aparejada la adaptación al cine de Mi abandono, (como Leave no trace dirigida por Debra Ganik en 2018) lo afectó hasta el punto de casi “anularlo” como escritor.

Rock se licenció en inglés de la Universidad de Yale, donde también enseñó literatura, además de ser profesor en la Universidad de Stanford, Pensilvania y San Francisco. Recibió una beca del National Endowment for the Arts y otros premios. Lleva publicadas diez novelas en total desde 1997 y la última, The Night Swimmers, aparecida en 2019 fue finalista del premio PEN / Faulkner.

Cuando Rock se levantó una mañana y leyó la noticia en el diario, supo que allí había una historia: un padre veterano de guerra y su hija habían vivido sin ser descubiertos durante cuatro años en una estructura de madera cubierta con lona en el Forest Park de Portland, saliendo a la ciudad solo para cobrar la pensión y comprar los alimentos que no podían cultivar. Forest Park queda a veinte minutos de la casa de Rock. Cuando decidió ponerse a escribir, hizo excursiones en bicicleta al parque, se trepó a los árboles para poder ver lo que veían ese padre y esa hija fugitivos. Este parque es “gigantesco” según Rock. “Está lleno de secretos, animales salvajes, personas sin hogar, árboles enormes, caminos secretos. Por los senderos se ve gente corriendo, pero por fuera se vuelve empinado y tupido bastante rápido”.

Rock llegó a dar con el campamento en que el padre y la hija en la vida real habían estado ocultos. Pero Mi abandono (publicada en 2009) pica más alto que la anécdota. La relación ambivalente entre el padre y la hija, el complejo binomio naturaleza - civilización es el fango donde se sumerge Rock y sale airoso: la novela es ágil y a la vez profunda. En un magistral punto de vista elegido, Caroline (así se llama la niña) escribe sus diarios de modo que en una doble vuelta de tuerca narrativa el texto funciona como testimonio y sanación. ¿Estar en sintonía con la naturaleza basta para ser libres? ¿O lo que da libertad es la conciencia de sí? “Cuando escribí Mi abandono estaba transitando el nacimiento de mi primera hija. Cuando ahora leo ese libro, percibo mi ansiedad en torno a la paternidad –¿qué tipo de ejemplo podría mostrar? ¿Cómo responder preguntas imposibles? ¿Cómo proteger a mi pobre hija de este mundo terrible y peligroso?– en cada palabra”.

"Klickitat", de Peter Rock
"Klickitat", de Peter Rock

Ahora tras el éxito de Mi abandono, llega Klickitat una novela en la cual dos hermanas adolescentes se fugan para vivir en la naturaleza, por fuera del sistema. Puede despistar el epígrafe de Laura Ingalls Wilder, elegido por Rock para la novela, porque estas hermanas son algo más power que aquellas del libro que inspirara la famosa serie televisiva. Vivian y Audra se toman de la mano y dejan atrás su vida estándar y acomodada para aventurarse al bosque.

Klickitat es una palabra que las hermanas protagonistas utilizan como un código para darse ánimos y mantenerse unidas. En un interesante trabajo por parte del autor, ellas casi no hablan, se comunican principalmente con el cuerpo y la mirada. Klickitat que significa “más allá”. Pero además es la calle donde viven las famosas hermanas literarias Ramona y Beezus protagonistas de la saga de la escritora estadounidense Beverly Cleary. Rock dice que se inspiró en su obra. “Cuando les leía sus historias a mis hijas, me conmovía la habilidad con la que [Cleary] captura esa dinámica que genera electricidad entre hermanas”.

Klickitat tiene una conexión con Mi abandono, dado que Vivian y Audra las hermanas protagonistas de la historia, tienen una especial admiración por aquella niña que vivía en el bosque con su padre y buscan los rastros de su vida en el bosque, que es el mismo donde ellas se internan. ¿Cómo surgió la idea de hacer esa conexión? ¿Fue algo estratégico pensado antes de escribir el libro?

—¡Te agradezco por advertirlo! Muchos de mis libros contienen coincidencias y se entrecruzan, y esto, más que buscar un reconocimiento del lector, en realidad se debe a mi propio deseo de sentirme seguro, de sentir que mis mundos son coherentes y tienen continuidad. Uno de los modos cómo pienso la escritura es que se trata de tiempo – el período de tiempo durante el cual la luz brilla sobre la gente; y entonces resulta importante creer que estos personajes no estaban simplemente destinados a esa historia, limitados por ella, sino que siguieron viviendo e interactuando con otras y tuvieron más aventuras. Es cierto, Mi abandono y Kicklitat están hermanados, quizás como La llamada de la selva y Colmillo blanco, de Jack London. En un libro la chica salvaje llega a la civilización; en el otro las chicas civilizadas se vuelven salvajes.

—Ambos libros pueden leerse como una oda a la libertad, hay un cuestionamiento al consumismo y al deterioro del vínculo de los humanos con lo salvaje natural. ¿Qué importancia tiene en tu vida real el contacto y la sintonía con la naturaleza, por qué es un tema recurrente en sus libros?

—No soy una persona que crea que los escritores puedan profundizar en las cuestiones sobre las que escribe. Yo permanezco intrigado, la temática es probablemente para que los lectores la descubran y la discutan. Es un proceso inconsciente –tengo preguntas o algo que brilla, y ahí voy, detrás de ello. Soy arrastrado, claramente, hacia situaciones en las que se destaca la idea de supervivencia. Me gusta estar afuera. En distintas ocasiones, mi vida ha estado más sintonizada con lo salvaje que lo que está ahora, momento en el que me encuentro razonablemente domesticado. Sin embargo, dedico bastante tiempo a nadar por los ríos y el mar. Mi amigo Brian Blanchfield, en su excelente colección de ensayos Proxies (Ensayos cercanos al conocimiento) escribe: “Mi libro es más inteligente que yo”. Y eso es aplicable también respecto de mis libros. No creo que sea interesante mi persona, en sentido literal. Yo no soy importante para la experiencia del lector. Claro que he estado en hábitat salvaje, y me interesa cómo las personas sobreviven en un entorno natural y a la vez, me interesa el propio entorno salvaje. Pero principalmente leí muchos libros sobre el tema y eso me permitió imaginar. También soy consciente de que alguno de los paradigmáticos pensadores americanos de la literatura salvaje –Thoreau, Emerson, Abbey– pueden llegar a ser tildados de tremendos malhumorados y antisociales.

"Mi abandono", de Peter Rock
"Mi abandono", de Peter Rock

A Henry David Thoreau (Massachusetts, 1817-1862) se lo considera uno de los padres de la literatura norteamericana pero también un pionero de la ecología y de la ética ambientalista en tanto proclamó “un pensamiento salvaje”. Durante dos años vivió en una cabaña a los pies del lago Walden, llevando una vida ascética y en comunión con la naturaleza. Luego recorrió el mundo llevando su filosofía a los ámbitos académicos. Ediciones Godot, en una interesante propuesta de cruce de lecturas, publicó también en 2019, un ensayo de Michael Onfray titulado Thoreau, el salvaje, donde el prolífico filósofo francés reivindica la figura de Thoreau comparándolo con Friedrich Nietzsche en tanto ambos vivieron lo que predicaban desde sus postulados filosóficos.

En Klickitat el joven que anima a las dos hermanas a llevar una vida salvaje y a quienes ellas admiran, se llama Henry. La novela de Rock está plagada de guiños en ese sentido, aunque tanto Mi abandono como Klickitat no decantan en una alegoría al buen salvaje, ni en un elogio sin sentido a la vida “civilizada”. Ambas novelas abordan de manera ambivalente el malestar —que sabemos desde Freud— trae aparejada la inserción del sujeto en la cultura. Rock más bien apuesta a abrir interrogantes, los mismos que instala sobre autores o referentes inspiradores. Un ejemplo es la cita en Klickitat a Tom Brown, Jr. personaje curioso, rastreador profesional que trabaja en la búsqueda de personas perdidas y tiene campos de entrenamiento para la supervivencia en zonas de desiertas de Nueva Jersey.

—¿Cómo llegaste a la figura de Tom Brown y por qué decidiste incluirlo en el libro?

—Cuando trabajaba para mi novela El ciclo del refugio entrevisté a varias personas. La novela trata sobre una iglesia apocalíptica en Montana, en la cual sus adeptos creen que el mundo va a acabarse y construyen refugios bajo tierra. Muchas de aquellas personas habían estudiado con Tom Brown, Jr. Por lo que leí todos sus libros e incluí su “conocimiento” en varias partes. Me interesa cómo la “supervivencia a la vida salvaje” y toda la planificación que requiere, dialoga con la ansiedad generalizada de la vida actual, una ansiedad invisible y psicológica, sospecho. Ahora bien, lo interesante de Tom Brown, Jr, es que mucha gente cree que él es una especie de farsante, que sus relatos acerca de haber recibido las enseñanzas de un “abuelo” americano nativo, son inventadas.

Esena de la película "Leave
Esena de la película "Leave No Trace", basada en "MI abandono" de Peter Rock

—En contraposición con Mi abandono, donde el padre era omnipresente para su hija, en Klickitat los padres son poco empáticos. Sin embargo, encuentro un punto en común entre ambas novelas y es que los padres fallan por ausencia o por todopoderosos. ¿Coincidís en esta lectura?

—Como padre, ¡espero que no! considero que mi rol es el de moldear la curiosidad, el entusiasmo, la bondad. Ahora bien, ¿qué harían los niños sin orientación? ¿Quizás mejores cosas? En una oportunidad que estaba en un programa de radio hablando de Mi abandono, llamó un psicólogo de niños y dijo que la percepción de nuestra identidad respecto del mundo parece fijarse a los 13/14 años y no cambia más. ¿Será verdad? ¿Por qué será? Por otra parte, me interesa esa edad en la que los chicos se independizan y buscan su camino cuando los padres no los observan y ellos aún no perciben la responsabilidad de la adultez. Los grandes libros para niños incluyen huérfanos. Todos nos identificamos con los niños.

—¿De ahí tu elección de narrar desde el punto de vista adolescente?

—Los narradores adolescentes transmiten asombro; y adultos agotados, queremos que nos refresquen el asombro. A la vez, nosotros vemos peligro en lugares que ellos no. Esta combinación asombro-preocupación resulta devastadora. Siendo adolescentes estamos empoderados, y nuestras acciones –primer beso, primer amor, primera desobediencia– no se apoyan en experiencias previas. Son puras. Las cosas nos afectan tan fuertemente a esa edad. Los desafíos son elevados. Nos estamos definiendo. Por ejemplo, recuerdo estar caminando por ahí, escuchando mi Walkman en los ochenta y pasármela llorando por chicas que, ¡seguramente no se habrían enterado de mi amor por ellas! Es tan tierno. Me encanta. Y en cuanto a entrar en esos puntos de vista, es cuestión de soñar despierto, de transportarse, viajar a través del lenguaje. Estar dentro de la historia (como Cortázar cita a Quiroga, “Desarrollá la historia como si sólo importara el pequeño círculo de tus personajes; no hay otro modo de inyectarle vida a la historia”) –no describirla sino vivirla como un personaje.

—Citas siempre a Julio Cortázar ¿cómo llegaste a él y qué admirás de su obra?

—Oh. ¡Siempre!¡Es uno de mis autores favoritos! ¿Por dónde empezar? Leí su obra por primera vez en la universidad. Axolotl y Final del juego y Blow up –toda esa colección. Para mí, un escritor que es atrevido e ingenioso y al mismo tiempo claramente se divierte mucho. Y al contrario del término que suele utilizarse como “realismo mágico”, creo que él siempre estableció un mundo familiar y bien real para después desestabilizar las cosas. Simplemente maravilloso. Inspirador. Me emociono cuando pienso en él. ¡Cortázar! Tan ejemplar. La sensación de obra artística, de profundo compromiso combinado con desconcierto. Su ensayo En la periferia del cuento corto, en La vuelta al día en ochenta mundos, ha sido siempre una piedra angular para mí. Y ese libro es tremendo collage, tan repleto de imágenes, ensayos, historias, sin hacerse distinciones ni generar ansiedad. Su último libro, Los autonautas de la cosmopista, este relato de ir manejando tan despacio entre Marsella y París, de dormir en la camioneta con su amiga, dándole el tratamiento de expedición antropológica –ésto realmente despierta mis sentimientos hacia él, ver todo lo de nuestro mundo familiar como extraño y maravilloso, merecedor de gozo e investigación.

Peter Rock
Peter Rock

—¿A qué escritores norteamericanos admirás? Ahora mismo, ¿qué estás leyendo?

—Si empiezo a mencionar escritores, no paro. Acabo de leer Klara y el sol, de Ishiguro y lo amé. Los ensayos de Cathy Hong Park, en Sentimientos menores, me resultó devastador. Octavia Butler, Ursula Le Guin, Bluets de Maggie Nelson son de mis favoritos.

—Trabajaste como peón de granja y guardia de seguridad en un museo donde te escondías para poder registrar ideas en una libreta. Has declarado que, en aquellos tiempos cuando no eras escritor tiempo completo, tu relación con la escritura era más fácil. ¿Creés que a veces hay algo en la profesión del escritor que mata al escritor mismo?

—Rechazo la identidad de “escritor” –creo que la sensación de destino y la arrogancia que eso conlleva, son unas de las cuestiones con las que tuve que lidiar. Soy una persona –profesor, padre, lavador de platos, esposo; cocino, paseo el perro, nado, trato de ser buen amigo, etcétera– a quien le gusta escribir con frecuencia. Cuento historias. Creo que lo que seguramente dije, y quiero decir, es que cuando me convertí un maestro de escritura, cuando empecé a dedicar tiempo a pensar críticamente y a dar devoluciones a la escritura de los estudiantes y a leer y a hablar sobre trabajos publicados, a jugar el papel de “experto”, el modo inconsciente en el que mejor escribo se vio infectado por la toma de conciencia de mis decisiones narrativas. ¡O incluso por las advertencias de los lectores! Entonces trato de olvidarme. Por supuesto, que estas decisiones técnicas –quién es el narrador, cómo funciona el tiempo, cuál es el tono de la prosa- son todas sobre emociones, que hay que manejar y crear. Por lo que entonces, reitero, pensarse a uno mismo como “escritor” o estar constantemente hablando de la escritura como algo hecho, es peligroso para quien desea vivir dentro de una historia.

—¿Podremos seguir leyendo tus libros en Argentina?

—Valoro mucho a la buena gente de Ediciones Godot y su deseo de seguir publicando mis libros. A esta altura están planificando una serie de publicaciones, creo yo. Mi novela más reciente, Los Nadadores Nocturnos, y El ciclo del refugio, y quizás mi próxima novela, Passersthrough, y una colección de mis cuentos, The Unsettling. Estos trabajos pueden llegar a alejarse de los dos libros que hasta ahora se han publicado en Argentina, en lo que respecta a los temas de los que tratan, pero quizás hay hilos conectores, no lo sé realmente.

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