Al escritor y director Javier Daulte su padre le tuvo que decir algo que pensó que jamás le diría a un hijo: le pidió que dejara de leer.
—Sus palabras concretas fueron: “Pará Javier, pará un poco con la lectura”.
No es que a su padre no le gustara que su hijo leyera. Autodidacta y amante del arte, se ocupó de acercarle a sus hijos libros que los conmovieran y les dieran ganas de más. El tema, en el caso de Javier Daulte, fue la voracidad con la que se dedicó a la lectura durante toda su adolescencia. Recuerda el mundo que se armó en su cabeza cuando leyó Capitanes de la arena de Jorge Amado, esa historia cruel de chicos pobres que crecen en la delincuencia en Salvador de Bahía y generan su propia sociedad solidaria e inocente a la vez.
También existió otro quiebre y fue la observación del mundo de los adultos. Su tío, el reconocido artista plástico Líbero Badíi lo recibía a Javier en su taller y él lo miraba hacer: esculturas, grabados, dibujos. También estaban las tertulias de artistas en las que sus padres participaban. En estas reuniones de vino y charlas, estaba una joven María Elena Walsh, Pino Solanas y, de pronto, en el fondo recuerda una mujer tocando la guitarra, a quien nadie escuchaba. “¿Quién era esta chilena?”, pensaba. Era Violeta Parra. “Mi hermana y yo andábamos por ahí y yo disfrutaba mucho ver a los adultos divertirse”, dice.
El último punto de inflexión de este mundo de la infancia es el teatro. A los 14 años lo llevan a ver Despertar de primavera, otra obra de adolescentes que se unen y se ponen a prueba en un entorno hostil. De ahí a convertirse en uno de los autores y directores de teatro más importantes del país pasaron muchos años de formación, de rupturas, lucha contra los prejuicios y trabajo. Javier Daulte recibió más de ochenta premios nacionales e internacionales. Sus obras fueron emblemas de la renovación del teatro en Buenos Aires y Barcelona. Su estética irrumpió por trabajar con argumentos fantásticos en estructuras hiperrealistas. Las obras de Daule tienen mucho humor, los diálogos son ágiles y reconocibles, muchos de sus personajes también, pero todo está atravesado por un aura más misteriosa, algo oculto a descifrar y que acompaña al espectador hasta el final de cada pieza. Criminal, La Escala Humana, Bésame Mucho, 4D Óptico, ¿Estás ahí?, Nunca estuviste tan adorable y La Felicidad son algunos de sus espectáculos más recordados.
Su consagración como autor de teatro también tuvo un cimbronazo histórico que al día de hoy se estudia en cualquier carrera que dicte la historia del teatro argentino. Fue la fundación del grupo Caraja Ji, en 1995, lo que significó el nacimiento de una sociedad de dramaturgos que marcaron una tendencia para las siguientes generaciones. En aquella época, unos jóvenes autores de teatro (Carmen Arrieta, Alejandro Tantanian, Rafael Spregelburd, Alejandro Robino, Javier Daulte, Alejandro Zingman, Jorge Leyes e Ignacio Apolo) fueron convocados por el teatro San Martín, dirigido por Juan Carlos Gené, para escribir obras de “temática joven” para la comedia juvenil pronta a egresar del Conservatorio. Pero en esas reuniones se dieron discusiones conceptuales potentes entre una vieja guardia que pedía textos clásicos y canónicos y unos chicos rebeldes que buscaban diversidad y experimentación. Así que estos escritores dieron un portazo y armaron su propio relato: diverso pero colectivo.
“Para mí fue emblemático porque dejé de sentirme solo. Cuando nos juntan me encuentro con pares, me interesa lo que dicen, lo que piensan, lo que escriben y encuentro un respeto, una mirada que no tenía de los referentes y los legitimadores de ese momento. Mis colegas podían ver en mis obras algo que esa generación no veía. Fue el gran paradigma de mi vida, entendí que el trabajo es con los pares, que pedir permiso para ser autorizado es un error. Los impresionistas no estaban esperando que los figurativos los avalen, se juntaron entre ellos y empezaron a crear. Somos producto de nuestros padres y en un momento hay que romper con ellos. Toda ruptura es violenta pero en el arte se vive con mucha alegría, porque el Caraja Ji fue eso”, recuerda Daulte.
De estos años de trabajo colectivo en el cual los autores escribían y dirigían sus propios espectáculos, algo que se sostiene hasta la actualidad en el circuito independiente, también llegó la época de la dirección en salas comerciales y los viajes a Europa. Daulte fue el responsable de algunos hitos del teatro comercial de arte como Baraka, Un Dios Salvaje, Espejos circulares, Lluvia Constante, Filosofía de vida y Mineros. También fue guionista de televisión en unitarios de Polka como Para vestir santos, Tiempos compulsivos y Silencios de familia. Dirigió muchas de sus obras en Europa, hasta que en 2006 decide instalarse en Barcelona donde dirigió hasta 2009 el teatro La Villarroel.
“Un artista independiente es alguien que hace lo que quiere y yo hago lo que quiero. Si tengo la oportunidad de hacer lo que quiero y no lo hago, me estoy traicionando hasta la médula. Pero hay que saber reconocer el deseo. Estoy muy orgulloso de mi teatro comercial y de la televisión que he hecho, en todos estos casos continué siendo un artista independiente, porque son cosas que hago porque me gustan, no porque me convenga. Pude haberme equivocado, pero no me arrepiento de todo lo que dije que sí. Lo que no se ve es todo lo que dije que no”, sostiene.
En 2015 Daulte vuelve a apostar al espacio experimental y off donde se formó cuando decide comprar el Espacio Callejón, una sala emblemática de la ciudad de Buenos Aires que en ese momento estaba en peligro de cerrar. Daulte armó un equipo de trabajo y renovó la programación. Convocó a artistas divergentes y presentó sus propios espectáculos, más experimentales y con actores del under. Lo heterogéneo de su curaduría como gestor de salas culturales no le impiden tener posiciones muy contundentes respecto al rol del teatro, que Daulte dice siempre en voz alta, no sin generar polémicas y provocaciones. Por ejemplo, ahora estrenó en el Callejón Luz testigo, un espectáculo que él dirige y que es el resultado de un concurso gestionado por su propia sala en la que se reconocieron las obras de cinco autores que presentaron piezas que rozaban el tema de la pandemia.
“A mí no me interesa la coyuntura. Al arte le interesa el arte y al teatro le interesa el teatro. Esto es una disciplina, es un saber, como lo es la ciencia, la matemática. Es algo que se ve más claro en la plástica o en la música porque en estas disciplinas no interviene la palabra. No está la tiranía del contenido de las palabras. Cuando vemos una obra de Brecht lo que salta a la vista son sus contenidos, pero lo que es fundamental de su trabajo es cómo su teatro dialoga con el arte de su época, el despliegue del lenguaje teatral. Yo me pregunto: ¿nos importa más la campaña proselitista de Brecht a favor del marxismo o lo maravilloso de sus procedimientos y su poesía? El trabajo del creador es crear teatro, no transmitir ideas, eso es publicidad. Las empresas usan los medios para vender productos. Pero el teatro no es un medio de comunicación, es un arte en sí mismo, por eso puede trascender las coyunturas”, sostiene.
Como el nene que leía, observaba e imaginaba con inocencia y voracidad, Daulte escribe, dirige y produce desde el lugar del vacío. Le avisa a sus actores: “No estoy entendiendo esta obra, pero ya la voy a entender, cuando aparezca la teatralidad”. Su idea del teatro es la de una comunión. “El no saber del artista se encuentra con el no saber del espectador. Un vacío se encuentra con otro vacío. No sabemos quién es Godot (en referencia a la obra de Samuel Beckett, Esperando a Godot) y es una pregunta que jamás debe ser respondida. Pero todos comprendemos que en nuestras vidas estamos esperando a alguien que no sabemos quién es y que nunca llega. Si tuviéramos una certeza, habría comunicación, pero no arte. En el arte formamos una comunión a través del vacío. Desde ese lugar empieza mi trabajo”.
* “Luz Testigo” es el último trabajo de Javier Daulte como director. Se trata de un espectáculo en el que conviven cinco historias. Autores: Tomás Afán Muñoz, Marina Artigas, Rubén de la Torre, Julián Marcove y Agustín Meneses. Elenco: Ramiro Delgado, Lu Grasso, Silvina Katz, Paula Manzone, Agustín Meneses, Marcelo Pozzi, William Prociuk y María Villar. Funciones: Miércoles a las 20.30 en Espacio Callejón, Humahuaca 3759.
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