Durante muchos años Fernando Cabrera fue una especie de tesoro oculto de la música popular uruguaya, un secreto a voces que pasaba de oído en oído para atrapar con su particular poética y manera de cantar esas pequeñas instantáneas urbanas, personales, altamente emocionales. Canciones que -de alguna manera, con el discreto encanto de la rareza artística- comenzaron a conectar con un número cada vez mayor de oyentes devotos. En Buenos Aires, una de las cabeceras de eso que se suele llamarse “charco” desde ambas márgenes del Plata, la tendencia fue en aumento. Y en la última década y media, Cabrera se convirtió en uno de esos clásicos uruguayos que se disfrutan como si fueran propios. La conexión permanece inalterable aunque en este tiempo de pandemia no haya posibilidad de sentirlo en vivo. Es interesante remarcar el verbo porque las canciones de Cabrera, cada show de Cabrera, deben sentirse.
Cosas de la pandemia, por ahora eso no se puede. Pero algo es algo: uno de sus shows en el magnífico auditorio Sodre de la capital uruguaya -el domingo 1 de agosto a las 21 hs.- se podrá disfrutar vía streaming en cualquier lugar del mundo. Raro privilegio en pleno invierno pandémico parte II.
Estos recitales por venir fueron la excusa para el diálogo telefónico con Infobae Cultura. En directo desde la terraza de su casa en plena Ciudad Vieja de Montevideo (bien cerca del puerto y la bahía), Cabrera habló de las huellas urbanas en su obra y de su eterno amor por Piazzolla, contó el proceso de grabación de su nuevo disco “Simple” -publicado a principios de este año- y se refirió a su elogiada asociación vocal con Andrés Calamaro. También se permitió tiempo para discurrir sobre la realidad política de Uruguay, eterno espejo en donde muchas veces se miran los argentinos. Inevitable también fue preguntarle por Eduardo Mateo, con quien tuvo el raro privilegio de haber compartido un disco poco antes de la muerte del mayor mito de la música popular uruguaya. En el tono calmo que es marca distintiva del uruguayismo, recordó, opinó y se entusiasmó en hablar de su inalterable amor por la música y el arte. Y por su ciudad.
- ¿Cuánto hay de Montevideo en tus canciones?
- Yo pienso que bastante. En todas las canciones hay un personaje, una situación que te ubica de alguna manera en un lugar. Bueno, para mí ese lugar siempre es Montevideo y si reducimos la mirada con una lupa, hay un barrio, una calle, una plaza. No es que todas mis canciones están dedicadas a Montevideo, para nada, apenas es un pequeño porcentaje. Pero sí, claro, en cada canción trato de que haya una pequeña foto, una pequeña mirada de algún sitio de Montevideo, que es algo que a todos nos pasa. Yo creo que toda persona que haga algo artísticamente hablando, en algún momento de su vida, retrata el lugar donde nació.
- Invierto un poco el razonamiento para la próxima pregunta ¿A cuál música te suena Buenos Aires?
- Primero Piazzolla, siempre Piazzolla. Me pasa desde hace 40 o 50 años, cuando lo escuché por primera vez. Es una respuesta convencional, lo sé, pero es una evidencia difícil de sustraer. Ahora si pienso antes de Piazzolla, te tengo que decir que todo el tango refleja a Buenos Aires, desde la década del 10 del siglo pasado tal vez… Es una música que ahora por ahí pertenece un poco al pasado pero reflejó a vuestra ciudad a lo largo de 60, 70 años. Y después llegó la etapa del llamado rock nacional argentino. Todos, de Almendra y Manal a Charly García, me suenan a Buenos Aires. Y repito, no solo porque mencionan un barrio o una calle, sino por la manera de pensar, la manera de hablar, la forma de expresarse. El rock argentino que amo es porteño, típicamente porteño.
- Hagamos un ejercicio que supongo te resultará placentero, a juzgar por tus palabras de admiración ¿Recordás tiempo, lugar y momento de tu vida en que escuchaste a Piazzolla por primera vez?
- Recuerdo perfecto. Yo tendría, calculo, 13, 14 años. Tenía un amigo del barrio que era pianista, yo iba a la casa porque lo admiraba. Era un poquito mayor que yo: él tenía 18 y lo veía como un héroe. Ya salía solo, tenía la llave de su casa. Había llegado a tocar en algún boliche nocturno, acompañando a algún cantante. Yo iba a su casa y charlábamos mucho. El también tenía una veta de arreglador y orquestador, digamos. Entonces un día vi que tenía un disco de Piazzolla arriba del piano. Me preguntó si lo conocía... Yo repetí como un loro el concepto que había heredado de mi padre, que era un asesino del tango, que no valía la pena escucharlo. Es que mi padre era fuertemente troileano y a Piazzolla lo consideraba como un hereje. Absorbí ese concepto y ni siquiera me tomé el trabajo de escucharlo. “No digas eso, agarra ese disco, llevátelo para tu casa, lo escuchas y después me decís…”, me dijo. El disco se llamaba “Pulsación”. Era un disco un poco híbrido que había hecho para un documental y en la cara B tenía cinco temas instrumentales de la operita “María de Buenos Aires”. La agrupación con la que tocaba era un especie de octeto agrandado, noneto diría, con saxo y percusión. Lo escuché una y otra vez y te puedo asegurar que pocas veces en mi vida me pasó algo así: me voló la cabeza. Y lo estaba ignorando por nabo, por tonto. Bueno, a partir de ese momento creo que tuve más o menos veinte o veinticinco años sin parar de escuchar a Piazzolla poco menos que a diario.
- Tu nuevo disco es simplemente voz y guitarra, más algunos agregados de voces e instrumentos, pero siempre de tu mano y voz. Es algo único en tus grabaciones ¿Por qué?
- No hay ninguna razón en particular, porque las canciones son canciones y una puede ir toda orquestada y otra puede ir a capella. La canción se tiene que defender por sí misma. En realidad iba al estudio y también agregaba yo mismo algunas cosas sobregrabadas. Muy sencillo. Soy muy básico. Yo no soy pianista ni nada de eso. Era agregar un color, como para adornar. Yo no soy Lito Vitale ni Javier Malosetti… Lo que sí te digo en un nivel más prosaico es que después de 40 y pico de años de grabar discos, creo que necesitaba o merecía -dicho esto un poco en broma- grabar así, sin pasar por los eternos inconvenientes y dificultades de horarios y logística que tiene trabajar con muchos músicos… (risas). Fue una comodidad no tener que pasar por eso. Solo resolvía qué día y a qué horas iba, sin tener que consultar con nadie. Fue una enorme comodidad. No sé si lo haré de vuelta o no. Puede ser que sí. Puede ser que no.
- Este año tu nombre trascendió, creo, a un nuevo público por haber grabado en el disco de duetos Dios los cría de Andres Calamaro ¿Cómo se dio esta colaboración?
- Fue una experiencia muy buena para mí. Muy buena porque para empezar la canción es excelente, con una letra tremenda. Y yo no la recordaba. Una vez escuché “El Salmón” de principio a fin, pero no me quedó en la memoria esa canción. Pensé que era nueva, que la había hecho especialmente para este disco. Y fue un proceso muy placentero. Conocí a Andrés hace dos o tres años, una vez que él vino acá a participar de un homenaje a Hugo Fattoruso. Los invitados éramos él y yo. Cantamos juntos una canción de Leo Masliah, luego lo acompañé al hotel y estuvimos charlando como tres horas, lo pasamos muy bien. Andrés es muy afectuoso, muy cariñoso, lindo tipo. Aprovecho este medio para agradecerle que me haya invitado.
No te puedo explicar lo beneficioso que es eso para un país, porque la fortaleza de las instituciones y de la democracia y la política está tan fuertes que a veces yo creo que el país se maneja solo
- Hablemos de Uruguay. Aquí en Argentina muchas veces tu país aparece como el ejemplo a seguir por su cultura cívica para unos, por un Estado laico para otros... Y en medio del debate político interno inclusive, emerge como una referencia. ¿Qué podés decir de Uruguay hoy?
- Nombraste un par de cosas que son dos valores realmente positivos de nuestra historia. La cultura cívica es cierto, aquí es muy fuerte. No te puedo explicar lo beneficioso que es eso para un país, porque la fortaleza de las instituciones y de la democracia y la política está tan fuertes que a veces yo creo que el país se maneja solo… Y en todo caso encuentra quien lo gobierne. Esto dicho entre comillas, por supuesto. Pero hay una base que está tan firme que es muy difícil salirse de ella. Ya van como 35 años que tenemos este proceso democrático y el país en ese aspecto está muy bien. También es muy positivo la separación de la Iglesia, ni hablar. Un gobierno, un Estado mejor dicho, no puede estar vinculado a ninguna clase de religión. No la católica, ninguna, a mi modo de ver. Y entonces entiendo perfectamente la mirada que a veces tienen desde la Argentina, como que acá algunas de esas cosas funcionan mejor. Pero eso es relativo. Hay problemas como en todos lados y quizás más todavía que en Argentina, porque somos un país muy pequeño. Nuestro tamaño es el de una provincia de ustedes. Entonces el mercado es tan chico, la economía es tan chica que es muy difícil sobrevivir, para cualquiera. Es difícil para el que pone un kiosco, para el que tiene un restaurante, para el músico o el abogado, para todo el mundo es difícil. Acá es necesario llevar una vida muchas veces austera, y muchas veces con ciertas frustraciones en este mundo del consumo. Pero bueno, el país va caminando. Ahora está en un momento histórico porque está gobernado por una gestión de tendencia, vamos a decirlo groseramente, derechista. Extremadamente liberal. Antes que esto, durante tres períodos, quince años, estuvo gobernado por una tendencia digamos, izquierdista. Entonces sucede que la población está dividida básicamente en esas dos posiciones. Más allá de que haya partidos, la gente es más o menos de derecha, y más o menos de izquierda mitad y mitad. Entonces, cuando hay elecciones, muchas veces los que deciden la elección son los que están en el centro, los que no son ni de izquierda ni de derecha. Según como vaya el viento o los gustos personales, así como votaron tres veces al Frente Amplio, esos mismo centristas se ve que después se aburrieron o se sintieron defraudados, esta vez votaron por la derecha. Y así vamos, no lo digo con pena pues es un funcionamiento bastante lógico de la democracia. A veces gobiernan unos, a veces gobiernan otros. Y lo vamos llevando, todavía estamos aquí en el planeta.
- ¿Cómo fue grabar, compartir canciones con un mito como Eduardo Mateo?
- Un privilegio, tal vez en su momento no lo suficientemente aquilatado. Y con el paso del tiempo, cada vez más. Porque ¿qué iba a saber yo que unos pocos meses después de haber estado trabajando juntos, se iba a morir? Y que nadie más iba a tener la oportunidad y el privilegio de tocar con él. Era algo que no podía imaginar. El legado de su música se ha ido agigantando con el tiempo y hoy en día es considerado como debe ser, un pilar fundamental de nuestra música. Para mí fue una época hermosa que recordaré siempre como un tesoro.
- ¿Y cómo era él?
- Era difícil. No era una persona normal, en el sentido de un ciudadano común y corriente. Era una persona muy libre, muy libre. Y entonces muchas veces su libertad o su manera de actuar o de pensar, podía provocar en el resto de la sociedad un pequeño escozor. Conmigo fue bastante fácil porque siempre fui muy respetuoso con él. Pero también provocaba, vamos a decir, cierto rechazo en algunas personas. Bueno tá, creo que en mayor o menor escala eso nos pasa a todos y todos le caemos bien algunos y mal a otros. Ahora, claro, él era un poco raro, un poco extravagante. Era muy bohemio. Y al mismo tiempo, a veces la gente se olvida, era un tipo muy disciplinado con la música, con la profesión. Muy trabajador en los ensayos, en todo, en la composición... Muy disciplinado. Pero su vida no era tan disciplinada.
*Para más información sobre el streaming del domingo 1 de agosto: https://recitalesapp.com/event/78
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