Alberto Greco ilustrado: un relato inédito del artista cobra vida en un libro para niños

En paralelo a la muestra retrospectiva en exhibición, el Museo de Arte Moderno acaba de publicar “Ni tonto ni holgazán”, un cuento infantil con ilustraciones de María Wernicke y adaptación de Martín Lojo que invita a la imaginación y a escuchar lo que la naturaleza tiene para decir

María Wernicke ilustró la adaptación para niños del relato inédito de Alberto Greco (Télam)

Un Alberto Greco en clave de cuento se desgrana en la publicación infantil Ni tonto ni holgazán, una obra que con ilustraciones de María Wernicke y adaptación de Martín Lojo acaba de publicar el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires a partir de un relato del artista considerado bisagra en el paso del arte moderno al contemporáneo en Argentina con su tránsito desde el informalismo a las acciones.

Ni tonto ni holgazán, que inaugura una colección de libros infantiles del Museo, retoma en su título la moraleja del cuento contado por Greco (Buenos Aires, 1931 - Barcelona, 1965) en una entrevista que le hicieron en Radio Nacional en 1956, de la que solo queda el audio. Sin un manuscrito, la adaptación recoge la historia y la adapta a nuestro tiempo para un público específico, puliendo referencias a personajes del contexto del artista en ese tiempo.

“A veces pienso que habría que escribir otra clase de diccionario, porque a los diccionarios comunes les faltan palabras” comienza la breve historia de Claudio, el joven al que sólo parece importarle holgazanear y contemplar la naturaleza a su alrededor, con una escucha distinta a la “normal” y la afición por contar historias, esas que le cuentan los otros seres vivos. Desde ese lugar, al concebir el mundo de otro modo, se embarca en una travesía en busca de una cura para su padre que ha caído enfermo, y que solo puede ser ayudado por una bruja.

María Wernicke, autora de Uno y otro, Un señor en su lugar, El poeta y el mar y Contracorriente entre otros libros, estuvo a cargo de la ilustración del texto. Sobre esos desafíos y peculiaridades señala: “Lo más difícil fue que no era cualquier escritor sino que se trataba del texto de un artista plástico, a quien (confieso) había descubierto tan solo un año antes”, explicó.

Alberto Greco en Piedralaves, 1963 (Registros de Montserrat Santamaría, Gelatina de plata, copia 2_5, 2003, 24 x 30 cm., Colección privada, Buenos Aires)

“Me preguntaba qué hubiese opinado Greco, o cómo lo habría ilustrado. Preguntas tan inútiles como preguntarse qué quiso decir el poeta en sus versos. Tuve muchísimas dudas en cómo encarar la estética, qué materiales usar. Quería que lo que hiciera, se arrimara de alguna forma al trabajo de Alberto Greco. Cosa que finalmente no hice”, explica.

La ilustradora comenta que como con todos los textos que trabaja, le dio “muchas vueltas hasta que el texto, de algún modo, me dio la pista” y que para ella “ilustrar es ser lectora”.

“Este relato tiene mucho de cuento de hadas: eso me sugirió un clima. Y Claudio, el personaje, tiene mucho de la mirada de Greco. Si bien al comienzo pensé homenajearlo desde la estética, al final opté por homenajearlo a él y a esa mirada -analiza-. Trabajé casi sin bocetar, si bien tenía bastante claro qué quería contar en cada imagen, cómo iba a narrar, la forma de hacer cada ilustración tuvo mucho de instintivo, de ensayo, prueba, error, de modificar sobre la marcha hasta llegar a algo que me dejara conforme”, comenta.

Sobre el color, destaca “hay algo de Greco” y “al mismo tiempo, es una paleta con la que me siento cómoda: monocromos y acentos de color en elementos que quiero diferenciar del resto. No es arbitrario, pero tampoco me gustaría explicarlo; espero que cada lector haga su lectura. Suelo usar el color de esta forma”, define.

"Ni tonto ni holgazán", de Alberto Greco con ilustraciones de María Wernicke y adaptación de Martín Lojo

“Cuando apareció la posibilidad de editar el cuento, el equipo editorial del Museo Moderno estaba realizando una revisión de Alberto Greco: ¡qué grande sos!, el libro de investigación que se publicó hace unos años sobre Greco y que se decidió reeditar para la exposición actual”, refiere Martín Lojo, quien adaptó el relato para que luego fuera ilustrado.

Por ello, explica, tenían muy presentes las lecturas sobre su obra además de conversar con los curadores de la exposición, los investigadores Marcelo Pacheco, María Amalia García, y Javier Villa: “La mayor preocupación era que nuestra intervención en el relato no fuera consistente con la historia y la personalidad del artista”, explica.

Greco combinó sus escritos con dibujos como en su primer libro Fiesta (1950) o el último Besos brujos (1965), y como artista traspasó los límites de los lenguajes tradicionales, pasando de la pintura informalista al arte destructivo, al pop, a las acciones conceptuales, a la vez que desarmó estructuras desde una mirada irreverente sobre el arte de su época. Obras como Arte Vivo: 30 ratones de la nueva generación -una caja con roedores vivos que presentó en París- o el teatro laboratorio “Christo 63”, que fueron parte de su vida nómade, son una muestra de eso.

En la tapa del libro con predominio de los grises, una figura humana dibuja un círculo en rojo a su alrededor, tal como esos señalamientos que impulsó el propio Greco en las intervenciones urbanas con su “arte vivo” al que llamó “vivo-ditos” (señalar con el dedo) dando estatuto de obra de arte a lo señalado por su índice, ya sea una persona, a sí mismo o un objeto de la vía pública. En este acto de atención, efímero, llamaba a la contemplación de la obra que no debía ser quitada de su lugar. Y esta idea de desestimar mandatos sociales y dedicarse a contemplar, escuchar la naturaleza y la vida, es lo que se rescata en el cuento que de algún modo parece justificar al propio autor.

María Wernicke (Télam)

El libro propone un abordaje entre arte y literatura y forma parte del proyecto editorial del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires y a su vez, se presenta en paralelo a la muestra retrospectiva Alberto Greco: ¡qué grande sos!, como nuevo acto sobre la obra del artista.

Lojo explica que “el cuento tenía una estructura muy clara y una expresión poética muy consistente, por lo que el enfoque para adaptarlo fue tratar de alterar lo menos posible sus palabras” y que el mayor desafío fue el pasaje del relato oral al texto a ser leído en un libro, borrando repeticiones, por ejemplo, y precisando el sentido de algunos párrafos.

“La dificultad central fue hacer esta intervención en el texto tratando de reducir al mínimo los cambios, agregados, o eliminaciones de palabras, para ser todo lo fieles al original que se pudiera. También eliminamos algunas marcas que lo relacionaban con el contexto inmediato de la lectura, porque la intención era que el cuento impreso tuviese una dimensión más universal”.

Con una circulación acotada al mundo de expertos y académicos, es que el museo optó por ampliar el público y para ello acompañar con imágenes y “transformarlo en un verdadero libro infantil”.

(Foto: Télam)

“Nos parecía la mejor forma de rescatar una historia que, aunque fue contada hace cincuenta años, habla de problemas tan actuales como la necesidad de escuchar lo que la naturaleza tiene para decir y valorar la imaginación y el arte”, dice Lojo.

“La experiencia fue sorprendente, porque es un relato para niños muy bien pensado que respeta incluso las convenciones de un cuento infantil clásico. Lo que demuestra la conciencia de Greco sobre sus medios expresivos”, explica.

“Sin revelar demasiado, podemos decir que el cuento narra la historia de un niño que tiene la capacidad de oír lo que dicen las plantas y los animales. El modo en que la naturaleza le habla es a través de su propia imaginación. Esta imagen, tan poética, nos da una pauta de cómo podía concebir el encuentro entre la percepción visual, la imaginación y la palabra. También que la imaginación es un modo de reconocer una experiencia artística que ya está ahí, presente, para que la descubramos, y que ese reconocimiento nos une de alguna manera con cierta experiencia de lo divino o espiritual”.

Para Gabriela Comte, responsable del proyecto editorial del Museo cuyo objetivo es “acercar el arte argentino a todos los públicos’', en sintonía con la propuesta museística y en trabajo con su directora, Victoria Noorthoorn, es importante “salir de los nichos” para “que el arte sea un puente y un lugar de encuentro”.

Alberto Greco por Ilse Fusková

Explica que desde la institución comprenden que “es central el vínculo entre la infancia y el arte”, por lo cual, la colección infantil busca el vínculo interdisciplinario entre “artistas, ilustradores y autores” que rompa “compartimentos estancos”.

“Nuestra intención es desarrollar una colección dedicada a niños y familias, que recuperen la lectura como espacio de encuentro y generen una contribución a la difusión del arte moderno y contemporáneo argentino desde otro espacio”, señala.

En cuanto al plan futuro de la colección, indica que están trabajando en un “segundo título para primeros lectores con un artista joven contemporáneo” y que esperan continuar con nuevos libros el año próximo.

Fuente: Télam

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