1.
Poetisa es una palabra dulce
que dejamos de lado porque nos avergonzaba
y sin embargo y sin embargo
ahora vuelve en un pañuelo
que nuestras antepasadas se ataron
a la garganta de sus líricas roncas.
Si él me llama le dices que he salido
había pedido Alfonsina mientras se suicidaba
y eso nos dio miedo.
Mejor poetas que poetisas
acordamos entonces entre nosotras
para asegurarnos aunque sea un lugarcito
en los anhelados bajofondos del canon.
Y sin embargo y sin embargo
otra vez nos quedamos afuera:
no sabíamos que los poetas
gustan de volverse vates
mientras a las chicas en lenguaje inclusivo
la palabra vata no nos suena
porque las mujeres no escribimos
para convencer a nadie.
Por eso la poetisa que todas llevamos adentro
busca salir del clóset ahora mismo
hacia un destino nuevo que ya estaba escrito
y que al borde de su propia historia revisitada
nunca se cansó de esperarnos.
2.
Quisimos llamarnos como ellos:
por el apellido.
Rosenberg, Moreno, Bellessi, Gruss
y sin embargo y sin embargo
viene llegando la hora de los nombres
las uruguayas siempre tuvieron
nombre. Juana, Idea, Circe, Amanda.
Delmira, la primera divorciada del Uruguay.
Delmira, la primera víctima de femicidio.
Es claro que lo que empezó como poesía
tuvo que terminar como novela
porque Delmira ya se había divorciado
pero tenía cita con su ex marido
en una pensión de barrio
donde él la estaba esperando
con un revólver cajoneado en la mesa de luz.
“Él se suicidó sobre el pecho sangrante de la amada”
tituló El Día de Montevideo evitando hablar de ella.
Entre la metáfora modernista de un pecho sangrante
y la palabra femicidio que no existía
Delmira se las ingenió para hacer y deshacer con
[la lengua
lo que le quedaba por decir.
Extraño amado de mi musa extraña,
le había escrito ella a ese muso
que escarmentó el verso
hasta hacerlo sangrar.
3.
Cuando en 1999 escribí un ensayo sobre Delmira
me estaba separando después de 25 años
de matrimonio.
Lo titulé “La divorciada del modernismo”.
Me refería a ella, por supuesto,
y sin embargo y sin embargo
¿hablaba también de mí?
Lejos de querer desplegar
por la deriva de este confesionario
algún tonto guiño psicologista
mi pregunta va dirigida al corazón
de aquella vieja crítica literaria
que despreciaba la vida privada
en aras de una severa
pureza textualista.
Es cierto que el viejo biografismo
del que se reía Pezzoni en sus clases
fue un bochorno.
En el mejor de los casos resultó
en un no menos irritante
psicoanálisis aplicado.
Y sin embargo y sin embargo
los autores mientras escriben viven vidas
que valen la pena de ser leídas.
Barthes ya intuía eso que llamó
la nebulosa biográfica
volver a poner en la producción intelectual
un poco de afectividad, nos dijo mientras confesaba
“Terminé prefiriendo a veces leer la vida de ciertos
[autores más que sus obras”.
Y la vida de Delmira y la mía cuando escribí sobre ella
estaban conectadas. Mientras yo pasaba por el
[sombrío trámite
–”la sentencia de divorcio llegó por correo”, se
[queja Anne Carson–
anticipé los dolores del papeleo y puse
como epígrafe de un libro que estaba escribiendo
estos versos de Delmira:
“Ven, oye, yo te evoco.
Extraño amado de mi musa extraña”.
Y sin embargo y sin embargo
lejos de dejar que se desangre
la inspiración de la poetisa
suturé la boca de mis versos
para ofrendarle a la crítica
el producto medido callado digno
de una poeta.
Una vez más lo que empezó como poesía
tuvo que terminar como novela
porque yo solo quería que por fin
me llamaran por el apellido.
4.
“Poner una puerta en la boca de las mujeres
ha sido un proyecto importante de la cul-
tura patriarcal desde la Antigüedad hasta el
día de hoy. Su táctica principal es una aso-
ciación ideológica del sonido femenino con
la monstruosidad, el desorden y la muerte.”
Anne Carson
“Esas chillonerías de comadrita
que suele inferirnos la Storni”
escribió Borges como diciendo
los vates no gritamos
los vates no tenemos vida personal
no somos compadres de nadie
no sacamos los trapitos al sol
si nos enamoramos es del amor
y no de las personas que escondemos
debajo de la alfombra de la retórica
para evitar el escándalo.
“Me gustas cuando callas porque estás como ausente”
había escrito el joven Neruda.
Y sin embargo y sin embargo
lo que empezó como poesía
iba a terminar como novela.
Muchos años después la musa muda
que inspiró Los versos del Capitán
resultó no ser esposa sino amante.
El adúltero culposo lo confiesa en sus memorias:
para que las metáforas ilegítimas no lo delataran
decidió esconder su persona de autor
detrás del anonimato.
Pero esto no fue todo.
Para que el ardid resultara creíble
se inventó un prólogo de ficción
donde una tal Rosario de la Cerda
le envía a un editor el manuscrito
diciendo que su anónimo Capitán
lo había escrito para ella:
“Sus versos son como él mismo: tiernos, amorosos,
apasionados, y terribles en su cólera.
Era un hombre privilegiado de los que nacen para
grandes destinos. Yo sentía su fuerza y mi placer
más grande era sentirme pequeña a su lado”
dice Pablo Neruda de sí mismo
en una doble operación de vatismo extremo:
se traviste de mujer para hacerla callar
o para dejarla hablar únicamente
cuando se refiere a él.
Y sin embargo y sin embargo
para la segunda edición del libro
como el vate ya estaba divorciado
su ilustre apellido volvió a refulgir
en el esplendor de las tapas.
(Es lo que les cabe a los autores que nacen
para grandes destinos).
¿Y los críticos?
Respetuosos de la vida privada
ignoraron esta novela
y alabaron las metáforas nerudianas
aceptando que un Capitán sabe achicar
con el prodigio de su métrica
el cuerpo de ella:
“Diminuta y desnuda
parece
que en una mano mía
cabes,
que así voy a cerrarte
y a llevarte a mi boca”.
5.
La palabra femicidio
no la teníamos
la palabra muso
no la teníamos
la palabra vata
no la queremos.
Pero la palabra poetisa sí
aunque nos avergonzaba.
Yo no soy poetisa soy poeta
me dije una y mil veces a mí misma
a los 20 años
no soy Tamara soy Kamenszain
me quejé siempre que alguien por escrito
aludía a mi obra llamándome por el nombre.
Cuando las poetisas uruguayas ya eran
puro nombre
cuando en Argentina no había divorcio
cuando en Argentina todavía ni hay aborto legal
Uruguay pequeño paraíso vintage
se sigue adelantando a nosotras
porque las poetisas con nombre son
jóvenes viejas que si las leemos a nuevo
nos guiñarán el ojo más actual
para que la poesía de amor
renazca como renace
en unos versos de Cecilia Pavón que dicen:
“cuando voy en el colectivo, ex novio,
qué lindo es recordarte”.
Alfonsina volvió ex al suyo
en una operación tan coloquial
que anticipó a Pavón mientras escandalizaba
la sobriedad borgiana:
“si él llama nuevamente por teléfono
le dices que no insista, que he salido”
escribió con un pie en el mar
porque parece ser que lo que empieza como poesía
está destinado a terminar como novela.
6.
Yo siempre quise recuperar en el tango
la lírica ronca del amor
pero también la novela que les bailarines dibujan
sin soltar el ritmo implacable
de sus historias propias.
Y sin embargo y sin embargo
abusar de lo personal no me sirve
y abusar de lo político menos.
“Hoy vas a entrar en mi pasado”
dice el tango como recordando
que si el divorcio llegó por correo
ningún poema lo va a poder enmendar.
Entonces me pregunto a esta altura de mi edad
si es posible sortear las tachaduras del amor
o si es posible –como poeta como poetisa
o como lo que sea que fui soy o con suerte seré
por un tiempo más–
seguir escribiendo.
Porque si todo lo que empieza como poesía
irremediablemente va a terminar como novela
me debo estar pasando de moda
cuando creo que mi irrelevante vida
es un novelón, una de esas sagas
que leemos solo
para poder llegar al final.
Y sin embargo y sin embargo concluyo ahora
que lo que empieza como poesía
debería poder terminar también como poesía
porque si no hay nada más para contar
después de haberlo contado todo
cuando él me deje un mensaje de voz
yo voy a poder darme el lujo
de no contestar.
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