“Poetisa es una palabra dulce...”: Tamara Kamenszain y un poema que “escarmienta el verso hasta hacerlo sangrar”

Infobae Cultura publica el poema que abre el último libro de la escritora y ensayista recientemente fallecida, “Chicas en tiempos suspendidos”, editado por Eterna Cadencia

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“Chicas en tiempos suspendidos” (Eterna Cadencia) de Tamara Kamenszain
“Chicas en tiempos suspendidos” (Eterna Cadencia) de Tamara Kamenszain

1.

Poetisa es una palabra dulce

que dejamos de lado porque nos avergonzaba

y sin embargo y sin embargo

ahora vuelve en un pañuelo

que nuestras antepasadas se ataron

a la garganta de sus líricas roncas.

Si él me llama le dices que he salido

había pedido Alfonsina mientras se suicidaba

y eso nos dio miedo.

Mejor poetas que poetisas

acordamos entonces entre nosotras

para asegurarnos aunque sea un lugarcito

en los anhelados bajofondos del canon.

Y sin embargo y sin embargo

otra vez nos quedamos afuera:

no sabíamos que los poetas

gustan de volverse vates

mientras a las chicas en lenguaje inclusivo

la palabra vata no nos suena

porque las mujeres no escribimos

para convencer a nadie.

Por eso la poetisa que todas llevamos adentro

busca salir del clóset ahora mismo

hacia un destino nuevo que ya estaba escrito

y que al borde de su propia historia revisitada

nunca se cansó de esperarnos.

2.

Quisimos llamarnos como ellos:

por el apellido.

Rosenberg, Moreno, Bellessi, Gruss

y sin embargo y sin embargo

viene llegando la hora de los nombres

las uruguayas siempre tuvieron

nombre. Juana, Idea, Circe, Amanda.

Delmira, la primera divorciada del Uruguay.

Delmira, la primera víctima de femicidio.

Es claro que lo que empezó como poesía

tuvo que terminar como novela

porque Delmira ya se había divorciado

pero tenía cita con su ex marido

en una pensión de barrio

donde él la estaba esperando

con un revólver cajoneado en la mesa de luz.

“Él se suicidó sobre el pecho sangrante de la amada”

tituló El Día de Montevideo evitando hablar de ella.

Entre la metáfora modernista de un pecho sangrante

y la palabra femicidio que no existía

Delmira se las ingenió para hacer y deshacer con

[la lengua

lo que le quedaba por decir.

Extraño amado de mi musa extraña,

le había escrito ella a ese muso

que escarmentó el verso

hasta hacerlo sangrar.

3.

Cuando en 1999 escribí un ensayo sobre Delmira

me estaba separando después de 25 años

de matrimonio.

Lo titulé “La divorciada del modernismo”.

Me refería a ella, por supuesto,

y sin embargo y sin embargo

¿hablaba también de mí?

Lejos de querer desplegar

por la deriva de este confesionario

algún tonto guiño psicologista

mi pregunta va dirigida al corazón

de aquella vieja crítica literaria

que despreciaba la vida privada

en aras de una severa

pureza textualista.

Es cierto que el viejo biografismo

del que se reía Pezzoni en sus clases

fue un bochorno.

En el mejor de los casos resultó

en un no menos irritante

psicoanálisis aplicado.

Y sin embargo y sin embargo

los autores mientras escriben viven vidas

que valen la pena de ser leídas.

Barthes ya intuía eso que llamó

la nebulosa biográfica

volver a poner en la producción intelectual

un poco de afectividad, nos dijo mientras confesaba

“Terminé prefiriendo a veces leer la vida de ciertos

[autores más que sus obras”.

Y la vida de Delmira y la mía cuando escribí sobre ella

estaban conectadas. Mientras yo pasaba por el

[sombrío trámite

–”la sentencia de divorcio llegó por correo”, se

[queja Anne Carson–

anticipé los dolores del papeleo y puse

como epígrafe de un libro que estaba escribiendo

estos versos de Delmira:

“Ven, oye, yo te evoco.

Extraño amado de mi musa extraña”.

Y sin embargo y sin embargo

lejos de dejar que se desangre

la inspiración de la poetisa

suturé la boca de mis versos

para ofrendarle a la crítica

el producto medido callado digno

de una poeta.

Una vez más lo que empezó como poesía

tuvo que terminar como novela

porque yo solo quería que por fin

me llamaran por el apellido.

4.

“Poner una puerta en la boca de las mujeres

ha sido un proyecto importante de la cul-

tura patriarcal desde la Antigüedad hasta el

día de hoy. Su táctica principal es una aso-

ciación ideológica del sonido femenino con

la monstruosidad, el desorden y la muerte.”

Anne Carson

“Esas chillonerías de comadrita

que suele inferirnos la Storni”

escribió Borges como diciendo

los vates no gritamos

los vates no tenemos vida personal

no somos compadres de nadie

no sacamos los trapitos al sol

si nos enamoramos es del amor

y no de las personas que escondemos

debajo de la alfombra de la retórica

para evitar el escándalo.

“Me gustas cuando callas porque estás como ausente”

había escrito el joven Neruda.

Y sin embargo y sin embargo

lo que empezó como poesía

iba a terminar como novela.

Muchos años después la musa muda

que inspiró Los versos del Capitán

resultó no ser esposa sino amante.

El adúltero culposo lo confiesa en sus memorias:

para que las metáforas ilegítimas no lo delataran

decidió esconder su persona de autor

detrás del anonimato.

Pero esto no fue todo.

Para que el ardid resultara creíble

se inventó un prólogo de ficción

donde una tal Rosario de la Cerda

le envía a un editor el manuscrito

diciendo que su anónimo Capitán

lo había escrito para ella:

“Sus versos son como él mismo: tiernos, amorosos,

apasionados, y terribles en su cólera.

Era un hombre privilegiado de los que nacen para

grandes destinos. Yo sentía su fuerza y mi placer

más grande era sentirme pequeña a su lado”

dice Pablo Neruda de sí mismo

en una doble operación de vatismo extremo:

se traviste de mujer para hacerla callar

o para dejarla hablar únicamente

cuando se refiere a él.

Y sin embargo y sin embargo

para la segunda edición del libro

como el vate ya estaba divorciado

su ilustre apellido volvió a refulgir

en el esplendor de las tapas.

(Es lo que les cabe a los autores que nacen

para grandes destinos).

¿Y los críticos?

Respetuosos de la vida privada

ignoraron esta novela

y alabaron las metáforas nerudianas

aceptando que un Capitán sabe achicar

con el prodigio de su métrica

el cuerpo de ella:

“Diminuta y desnuda

parece

que en una mano mía

cabes,

que así voy a cerrarte

y a llevarte a mi boca”.

5.

La palabra femicidio

no la teníamos

la palabra muso

no la teníamos

la palabra vata

no la queremos.

Pero la palabra poetisa sí

aunque nos avergonzaba.

Yo no soy poetisa soy poeta

me dije una y mil veces a mí misma

a los 20 años

no soy Tamara soy Kamenszain

me quejé siempre que alguien por escrito

aludía a mi obra llamándome por el nombre.

Cuando las poetisas uruguayas ya eran

puro nombre

cuando en Argentina no había divorcio

cuando en Argentina todavía ni hay aborto legal

Uruguay pequeño paraíso vintage

se sigue adelantando a nosotras

porque las poetisas con nombre son

jóvenes viejas que si las leemos a nuevo

nos guiñarán el ojo más actual

para que la poesía de amor

renazca como renace

en unos versos de Cecilia Pavón que dicen:

“cuando voy en el colectivo, ex novio,

qué lindo es recordarte”.

Alfonsina volvió ex al suyo

en una operación tan coloquial

que anticipó a Pavón mientras escandalizaba

la sobriedad borgiana:

“si él llama nuevamente por teléfono

le dices que no insista, que he salido”

escribió con un pie en el mar

porque parece ser que lo que empieza como poesía

está destinado a terminar como novela.

6.

Yo siempre quise recuperar en el tango

la lírica ronca del amor

pero también la novela que les bailarines dibujan

sin soltar el ritmo implacable

de sus historias propias.

Y sin embargo y sin embargo

abusar de lo personal no me sirve

y abusar de lo político menos.

“Hoy vas a entrar en mi pasado”

dice el tango como recordando

que si el divorcio llegó por correo

ningún poema lo va a poder enmendar.

Entonces me pregunto a esta altura de mi edad

si es posible sortear las tachaduras del amor

o si es posible –como poeta como poetisa

o como lo que sea que fui soy o con suerte seré

por un tiempo más–

seguir escribiendo.

Porque si todo lo que empieza como poesía

irremediablemente va a terminar como novela

me debo estar pasando de moda

cuando creo que mi irrelevante vida

es un novelón, una de esas sagas

que leemos solo

para poder llegar al final.

Y sin embargo y sin embargo concluyo ahora

que lo que empieza como poesía

debería poder terminar también como poesía

porque si no hay nada más para contar

después de haberlo contado todo

cuando él me deje un mensaje de voz

yo voy a poder darme el lujo

de no contestar.

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