Graciela Batticuore es biógrafa de Mariquita Sánchez de Thompson, como investigadora y profesora universitaria, desde sus comienzos se ha dedicado a nuestras escritoras pioneras siendo ella misma una de las pioneras en la tarea de incorporarlas, de pleno derecho, en el canon de nuestra literatura. Así surgieron sus libros: El taller de la escritora (Beatriz Viterbo), La mujer romántica, Mariquita Sánchez. Bajo el signo de la revolución (ambos por Edhasa) y Lectoras del siglo XIX (Ampersand), entre otros que compiló o escribió en colaboración.
Desde hace tiempo, Graciela ha incursionado en otros terrenos literarios, la poesía y la ficción. Hoy nos presenta su nueva novela La Caracola (editorial Conejos). Un libro que conforma una trilogía con Marea (Caterva) y Música materna, todavía inédito. En estos libros, además de reflexionar acerca de la escritura, indaga en su propia biografía, en su niñez como hija de inmigrantes italianos, y en sus conflictos con la lengua materna.
- Primero fue la investigación, y antes estudiar Letras. ¿Cómo surgió el deseo de entrar en el mundo de la literatura?
- Diría que la literatura está al comienzo de todo, está en mi deseo de escribir, cuando era chica. Tenía once o doce años y probaba poemas, novelitas que se parecían demasiado a algunas que leía en esa época. Después entré a la facultad y quise saber. Venía de una casa sin libros, así que la literatura fue una zona de grandes deseos o de aventuras personales. En la universidad leí muchos libros que desconocía y aprendí a pensar críticamente, ese fue un aprendizaje valioso para mí. Cuando empecé a leer a las escritoras del siglo XIX me metí también en ese pasado donde hubo otras guerras, violencias, abusos, amores prohibidos o silenciados. Me apasionó estudiar esos mundos pero la pulsión literaria, el ansia de escritura o el estilo, digamos, siempre estuvieron presentes en todo lo que hice. Creo que la literatura es inclusiva y permea los géneros, el ensayo o la crítica forman parte de la literatura, tanto como la novela o la poesía. Yo siempre quise escribir y en algún momento pude empezar a hacerlo con más libertad.
- En La Caracola, con los recursos de la vida adulta se indaga retrospectivamente en la infancia. Recursos que en tu caso incorporan los que adquiriste con consciencia de que con ello marcabas una diferencia con el mundo de tus padres, específicamente con el de tu mamá, que no accedió a la escolarización.
- Hay un paralelo entre la historia de Nina y la mía, sí. Y también hay ficción, por ejemplo Nina es actriz pero quiere ser escritora. La novela empieza con una suerte de memoria de infancia que recupera el mundo familiar, los espacios de una casa de barrio, la lengua materna. Podría decirse que la llegada de Nina a la escritura tiene un punto de anclaje fuerte en la madre, en su lengua y en su memoria, que remiten a otros escenarios muy diferentes del ambiente urbano de clase media en el que crece la hija. La madre pasó los bombardeos en un pueblo de Italia durante la Segunda Guerra, su casa fue derrumbada, la escuela se cerró cuando todavía no había terminado el primer grado. Antes y después de emigrar hay otras desgracias: embarazos difíciles, partos que no tienen un final feliz, reencuentros con los hombres, en la tierra nueva, que no son lo que esperaban. Nina convive con la memoria de esos traumas femeninos y uno de los grandes desafíos para ella es definir un lugar propio o diferenciado en esa constelación, escribir su propia historia. La identidad del personaje se va forjando en un cruce de miradas familiares y en el anhelo de los libros que la madre no lee, y que le abren otros caminos.
- Hay una insistencia, en la primera parte del libro, en subrayar cómo el estilo materno influye en la narradora. Cómo siente la “italianidad” y cómo, aun siendo argentina, de niña tiene la sensación de que no domina completamente su idioma. Por otra parte, se trata de una nena que se siente diferente a sus compañeras; es como si la narradora tuviera experiencias más cercanas a las que en generaciones anteriores tuvieron hijos de inmigrantes. Ella vive en dos mundos. En ese contexto, la madre es “la soberana”, pero también es dueña de una lengua que la niña percibe “desarticulada, tosca”, una lengua que creía “sucia” y la hacía sentir “inferior”
- El tema de la lengua es un tema crucial para mí. Está en el corazón de esta novela y del personaje de Nina, que en la adolescencia se siente un poco atormentada por esa lengua familiar que entremezcla el dialecto italiano con un español mal aprendido. Nina absorbe esa música pero desea hablar la lengua de sus pares, de sus compañeras de escuela, la lengua que se escucha en las calles de la ciudad donde ella vive. Gran parte del conflicto del personaje se juega en esa relación con la lengua que es un poco traumática, por eso Nina, que ya es actriz cuando comienza la novela, quiere ser escritora. Creo que el desarraigo más grande de los inmigrantes de cualquier parte que sean, no es tanto o tan solo dejar atrás la tierra natal, la historia política o social de la que vienen, sino desapegarse de la lengua de origen, el dialecto, el acento, los códigos lingüísticos que trazan la pertenencia primaria a una comunidad. El derecho del inmigrante a entrar en una segunda lengua se paga a veces durante años, décadas, generaciones. Tal vez por eso al personaje de Nina le hace falta escribir, llegar a componer su propia historia, en su propia lengua literaria, que no es tampoco la de los padres pero está atravesada por esas memorias heredadas.
- Esta novela forma parte de una trilogía, junto con Marea y Música materna. En esas novelas, ¿también está presente la temática de la inmigración o el tema de la lengua a los que te referís?
- Sí, de un modo diferente en cada una de las novelas. En Marea, Nina sigue hurgando en su identidad a través de los sueños, de los recuerdos, también del presente que le toca vivir. La familia italiana conforma un telón de fondo pero los conflictos principales son propios de una mujer adulta que ya es madre, es actriz, vivió el amor, la frustración, atravesó varios duelos. La caracola es una suerte de precuela que completa esa historia, muestra la vida de Nina desde la infancia, en el interior de la familia italiana y fuera de ella, también. O sea, todo ese recorrido que lleva al personaje a forjar su propia voz y su lugar en el mundo. Pero en Música materna, que terminé de escribir cuando empezaba la pandemia y todavía está inédita, hay un cambio de foco porque la protagonista es la madre. También es una novela sobre la lengua y la identidad femenina pero de una iletrada que padeció la guerra y la emigración forzada. Esa novela cuenta la historia de una mujer desarraigada de su lengua, algo extraviada en el tiempo, en las geografías, que habla para la hija y le cuenta su historia. Ahí la trilogía toma sentido o densidad, creo yo, porque las dos mujeres se confrontan en el tiempo, en los relatos, en las voces de una y otra. Se reconocen en la escucha, en la palabra, madre e hija, y también en una historia colectiva.
- Además de la madre hay otras figuras, como “Santita” o las abuelas, a las que se rinde un cariñoso homenaje.
- Sí, trabajé con una memoria personal muy antigua, con imágenes que se me aparecían de pronto como si fueran sueños. Pero que yo viví cuando era chica y forman parte ahora de una suerte de arqueología personal de los afectos, que está impregnada de cierto lirismo. En algunas de esas imágenes que elaboré en la novela aparecen mis nonas italianas a las que apenas conocí, porque se murieron cuando ya era muy chica. O Santita, una vecina correntina que vivía pegada a mi casa y era una persona entrañable para mí. Hay toda una geografía barrial que está presente, también, en la novela, y que se impuso con una fuerza muy grande que me sorprendió, cuando empecé a escribir.
- La protagonista quiere jugar a ser otra. Tiene una hermana que le lleva diez años. Tiene un padre con el que no se plantean mayores conflictos (salvo los que él tiene, también, con la madre de la protagonista). El padre simboliza un tipo de inmigrante que infunde en la hija “una pedagogía activa ante la vida”
- Nina se mira en las otras mujeres: las compañeras del colegio, la hermana, las amigas, incluso las escritoras que lee cuando ya es adulta. Mirarse en las otras es algo constitutivo de la identidad femenina creo yo, y en este caso el personaje viene atravesando cambios, transformaciones, duelos. Nina es actriz, conoce las máscaras, pero cuando se dispone a escribir entra de lleno en la primera persona, a través de diferentes géneros narrativos: la memoria, el diario personal, el relato. Parece que Nina desconfía de todo lo que sea normativo, estanco o rígido, incluso en literatura, lo que la define es el movimiento, la búsqueda, la acción. Algo de eso lo aprendió de su padre, que es un trabajador apasionado, incansable, un artesano de las chapas que tiene un taller de autos y ama la tierra y las plantas. Su voz trae el rumor de una lengua más ligada al mundo de la calle, que es el espacio de los hombres en esa constelación familiar, al que Nina quiere acceder.
- Parte de la novela podría pensarse con un bildungsroman, una novela de formación que incluye el descubrimiento de la sensualidad, del erotismo y de la sexualidad. Luego, se produce un movimiento hacia el “Diario de Nina”, el diario de la escritora. ¿Cómo decidiste ese procedimiento?
- Por una parte, me interesaba dejar entrar en la historia esos aspectos de la intimidad de Nina que también la definen como mujer, a medida que crece. El momento en que descubre la sensualidad de otra piel en un juego, o el primer beso que es como un asalto para ella, también los besos de telenovela que la encandilan desde la pantalla. Esas primeras experiencias tienen la apariencia de algo inocente pero la marcan para siempre y resuenan, también, en el diario de la mujer adulta. La novela, efectivamente, tiene tres partes: una memoria que trae consigo el pasado del personaje, la infancia y la adolescencia, después un diario del presente de Nina que va en paralelo, y los relatos finales que dan cuenta de la Nina escritora pero integran todo lo anterior. No hubo un plan inicial o un boceto previo de la novela sino que me fui dejando llevar por la escritura misma. En cierto momento empecé a escribir el diario, no había terminado todavía de elaborar la primera parte, pero algo se impuso en otra escritura que se afianzaba más en el presente de Nina, y la dejé entrar. Después llegaron también los relatos de la parte final, y en algún momento entendí que todo estaba ligado, que la historia de Nina no podía contarse de otro modo. Entendí que tenía que cruzar esos textos porque eran como un dibujo de la conciencia rota del personaje, una conciencia herida o en plena búsqueda de sí misma. Una identidad que solo podía forjarse en la escritura. O en el mosaico de las diversas escrituras.
- En “Stellaria Solaris (las escrituras)” se produce un viaje, ¿es el camino inverso al realizado por los padres? ¿Es la conquista finalmente, de la lengua?
- No fue algo deliberado pero creo que sí, ya que lo señalás. Porque Nina vuelve a la memoria ancestral de las mujeres de su familia, y vuelve a través de imágenes fuertes: una foto de una tía muerta, un recuerdo de dos mujeres cruzando el océano, arrojando la ropa vieja al mar porque están llegando a América. Nina se mira en ese espejo, en medio de otras escenas de su propia vida que conforman, junto con las anteriores, un gran friso. ¿De qué otra manera podría contarse una vida atravesada por la memoria viva del desarraigo?
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