La belleza del día: “Maria van Rysselberghe en Jersey”, de Théo van Rysselberghe

En tiempos de incertidumbre y angustia, nada mejor que poder disfrutar de imágenes hermosas

“Maria van Rysselberghe en Jersey” (1907) de Théo van Rysselberghe

I

¿El amor siempre se percibe? En los pintores, por ejemplo, ¿qué tan fácil es fácil saber cuándo están enamorados? Este retrato de 1907, titulado Maria van Rysselberghe en Jersey, que se encuentra en una colección privada, es uno de los tantos que Théo van Rysselberghe le hizo a su esposa. Se casaron en 1889: ella tenía 23 y él 27. Al año siguiente nació Élisabeth, la única hija que tuvieron.

Théophile, así se llamaba, nació en 1862 en Gante, ciudad de Bélgica, capital de la provincia de Flandes Oriental en la Región Flamenca, ubicada en la confluencia del río Lys y el Escalda. Es un pintor de referencia en las vanguardias de finales del siglo XIX y bajo su rostro, a la hora de definirlo, pasan etiquetas como impresionismo, puntillismo, postimpresionismo y modernismo.

Estudió en la Academia de Bellas Artes de su ciudad natal, luego en la de Bruselas, y siguió con un destino lógico: irse de viaje, como hacían los pintores de su época. Estuvo en Andalucía, en Sevilla, en Marruecos, en Haarlem y a su regreso, en 1883, fundó junto a varios colegas del círculo artístico belga Les XX, un grupo de jóvenes artistas radicales bajo el ala del jurista Octave Maus. Luego llegaría el puntillismo y el anarquismo, y más tarde la fama. En el medio, el amor.

II

Maria van Rysselberghe, nacida como Maria Monnom en 1866 en Bruselas, también era artista, pero artista de las letras. Venía de familia: sus padres eran los editores del sello Bruselas Monnom que publicó los poemas de Émile Verhaeren, con quien tuvo un romance —él era diez años mayor — y lo cuenta en el libro Hace cuarenta años. Estudió en el colegio de la feminista Isabelle Gatti de Gamond, y tuvo como profesora a Augustine De Rothmaler.

Otro libro de Maria es Para un ruiseñor. Martín López-Vega, prologuista de la edición española, escribe: “Es evidente que su autora rememora el mismo episodio vital [del Hace cuarenta años] y, sin embargo, ¡de qué modo la acedía ha ganado terreno a la intensidad!” Y agrega que “conocemos unos cuantos retratos de nuestra autora pintados por su marido Théo (...) Nunca sonríe en esos retratos, en los que siempre aparece con la mirada lejana, perdida… nosotros sí sabemos dónde”.

III

Maria no miraba solamente al pasado sino al presente. Cuando el matrimonio se instaló en París conocieron a André Gide, Premio Nobel de Literatura 1947. Él se hizo muy amigo de Maria a tal punto que ella fue su confidente: anotaba frases y datos en sus cuadernos sobre Gide. Un siglo después se publicó en cuatro tomos bajo el título Les Cahiers de la Petite Dame, una suerte de biografía escrita en tiempo real.

Así la llamaban a Maria, Petite Dame, por su metro cincuenta y dos de altura y su enorme personalidad. El hermano de Théo, Octave van Rysselberghe, que era arquitecto, le construyó una casa en Saint-Clair a la que el pintor se mudó para trabajar mejor en sus obras, que poco a poco se habían vuelto famosas. Ella se quedó en París, en un departamento contiguo al de Gide. “Probablemente pasó más tiempo con Gide que con su propio marido”, cuenta López-Vega.

En 1923, cuando Élisabeth Van Rysselberghe, la hija del matrimonio, cumplió 30 años, se convirtió en madre. El padre del bebé que llevaba en el vientre era André Gide. Le pusieron Catherine y el escritor —fue la única hija que tuvo— la reconoció y adoptó quince años después, en 1938, cuando murió su esposa Madeleine. Para entonces, Élisabeth ya estaba casada con el también escritor, también francés, Pierre Herbart, trece años menor que ella.

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