“Un premio siempre es una alegría”, le dice a Infobae Cultura la escritora argentina Agustina Bazterrica. Acaba de ganar el Premio Ladies of Horror Fiction (PLHF) a mejor novela. “Que se haya tomado la decisión de elegir tu obra es algo casi milagroso, una conexión intangible a distancia, con personas desconocidas. También, los reconocimientos tienen algo muy concreto y práctico ya que te dan la posibilidad de que el libro circule, que llegue a más lectores”, agrega. El galardón estadounidense —que además de Novela tiene estas categorías: Colección, Debut, Grado Medio, Nouvelle, Poesía, Cuento y Adulto joven— se centra en la producción literaria de mujeres en el amplio género del terror. El libro de Bazterrica, Cadáver exquisito (Alfaguara), ganó el Premio Clarín de Novela 2017. Desde entonces fue sumando lectores hasta alcanzar repercusión mundial y obtener diversos premios a lo largo de estos cuatro años que lleva editado.
En la categoría Novela del PLHF 2020 estuvieron nominadas Betty de Tiffany McDaniel, The Hollow Places de T. Kingfisher, Mexican Gothic de Silvia Moreno-Garcia, Saltblood de TC Parker y The Sun Down Motel de Simone St. James. Pero ganó Cadáver exquisito de Bazterrica que fue traducida como Tender is the flesh por la canadiense Sarah Moses, algo así como ”Tierna es la carne”, un título que, podría decirse, aborda más la idea del género terror. “Ladies of Horror Fiction es un concurso que premia puntualmente a mujeres que escriben terror, y para mí es un privilegio recibirlo. Celebro que sea así porque este premio pone el foco en escritoras mujeres, es casi reparatorio que exista, busca equilibrar la balanza, porque como sabemos durante siglos la literatura estuvo capturada por varones, las mujeres estuvieron escribiendo en el anonimato o no les permitían publicar. Por eso valoro estas propuestas”, asegura.
Luego de las citas de Gilles Deleuze, los Redondos y Leopoldo Lugones, Cadáver exquisito arranca con la tercera persona: un hombre que trabaja en un frigorífico donde lo que se faenan son seres humanos. Comienza con una alienación, o mejor dicho: la develación de un hombre que se percibe alienado. “Su cerebro advierte que hay palabras que encubren el mundo”, dice la voz narradora sobre Marcos Tejo, protagonista, encargado del frigorífico Krieg donde se crían y se faenan “cabezas”, una artimaña más del lenguaje oficial para no decir lo obvio: que la cadena industrial ya no cría, tortura y mata animales, sino humanos. Así, Marcos Trejo despierta de un largo aturdimiento y se describe este mundo distópico. Tras un virus que acabó con la fauna —”la ausencia de los animales dejó un silencio opresivo, mudo”— se produce la transición hacia eso que no es otra cosa que canibalismo y que tardó pero finalmente se instaló, incuestionable.
“Sin embargo, aunque confío plenamente en el jurado, tengo claro que ganar un premio es muy importante, pero no suficiente, falta la definición de cada lector al momento de leer la obra”, sostiene. Y si bien es cierto que la atmósfera de Cadáver exquisito es asfixiante, lo cual muchos lectores podrían sentirse “impresionados”, el público sigue leyendo y recomendando este libro. Hay sangre, sí, mucha sangre, pero también hay una necesidad de fuga que el personaje principal necesitará concretar, aunque no exista la posibilidad, porque la existencia en un mundo como ése se ha vuelto irrespirable. Más allá de la fortaleza del argumento, impresionable y original, la novela logra sortear el obstáculo de estancarse allí, en lo ya logrado, y construye una buena historia, verosímil y magnética, que lleva al lector a un mundo lejano —aunque no tanto; ese es el truco— en el cual la brecha entre ricos y pobres está más ancha que nunca.
Sobre la repercusión mundial de Cadáver exquisito, Bazterrica siente “un enorme agradecimiento. Escribo porque no puedo dejar de hacerlo, porque es mi vocación. Mientras lo hago disfruto y no estoy pensando en qué pasará con ese libro en términos de ventas o llegada. Intento escribir la mejor obra que pueda escribir en ese momento, con lo cual todo lo que pasa con el libro después es inesperado. Es algo que adquiere vida propia y yo simplemente acompaño. Casi como espectadora. La semana pasada me avisaron de la editorial de Estados Unidos que ya imprimieron 29.000 ejemplares y que la demanda sigue creciendo. Una locura hermosa, todo lo que pasa. Siguen llegando nuevas propuestas para traducirlo, también. Solo resta agradecer y agradecer y disfrutar a fondo de este momento porque también pasará”. Su obra se completa con Antes del encuentro feroz (Alción, 2016), Matar a la niña (Textos Intrusos, 2013) y Diecinueve garras y un pájaro oscuro (Alfaguara, 2020).
Asqueado de su trabajo y con su proyecto de familia pulverizado —tras la muerte súbita de su hijo, su mujer se fue de su casa—, Marcos Trejo se mueve por los laberintos de un sistema sólido y terrorífico: “Después de pagar por un servicio sexual, también se puede pagar por comerse a la mujer con la que uno estuvo en la cama”. Con cada personaje que se relaciona, con cada escena en la que se involucra, su vacío crece. Ya no come carne, hace rato, pero con eso no alcanza. Visitar el frigorífico diariamente, interactuar con todas esas personas que militan implícitamente el nuevo estado de las cosas —”una mentira fabricada por las potencias mundiales y legitimada por el gobierno y los medios”—, lo vuelve un ser menos desertor que desesperado. No parece haber escape, sin embargo es la sorpresiva sensibilidad del protagonista en un mundo insensible lo que transforma todo. No parece ser casualidad que la mente detrás de esta historia sea una mujer.
El PLHF se alumbra con marcada exclusividad la literatura escrita por autoras. Sobre ese punto, dice Bazterrica, “es importantísimo que tantas mujeres talentosas estén haciendo carrera de nivel internacional” y posa sus ojos sobre América Latina al mencionar “escritoras argentinas como Enriquez, Schweblin, Harwicz o Cabezón Cámara nominadas a premios prestigiosos como el Man Booker, con libros traducidos a muchísimos idiomas. Ellas abrieron nuevas compuertas. Pienso en el éxito de escritoras latinoamericanas que leí y admiro como la colombiana Pilar Quintana, las mexicanas Guadalupe Nettel y Fernanda Melchor, las ecuatorianas Mónica Ojeda y María Fernanda Ampuero, la brasilera Ana Paula Maia, y creo que se debe a que ahora las publican y hay muchas mujeres que escriben muy bien, con voces potentes, con una mirada novedosa con una suerte de furia en el lenguaje”.
Si un libro es, como decía Rubén Darío, la antorcha del pensamiento, ¿qué tipo de fuego produce el terror? En Cadáver exquisito hay silencio y muerte, y en el medio de esas dimensiones se oye el dulce susurro de la narrativa inteligente. No hace falta gritar para asustar; basta con nombrar con las palabras adecuadas el miedo escondido de nuestra época y exponer así los mecanismos represivos que nos mantienen a todos mirando hacia adelante, como si fuésemos ganado, aunque algunos vayan al matadero y otros al restaurante. “¿Vos entendés que no tenés pensamiento propio, que lo único que hacés es seguir las normas que te imponen? ¿Vos entendés que todo esto que estás haciendo es un acto vacío? ¿Podés llegar a sentir algo de verdad, vos?”, le dice el protagonista a su hermana que, más idiota que malvada, se configura como el modelo prototípico del ciudadano común que propone la novela. Y tal vez fuera de la ficción, también.
“Durante siglos el mundo leyó la visión de los hombres, su mirada y se estaba perdiendo la otra mitad, y cuando hablo de otra mitad incluyo a mujeres y minorías, por supuesto”, afirma. Los lectores, por supuesto, acompañan este fenómeno que ya no lo es, que está empezando a naturalizarse. “Hay una avidez por entender cómo piensa el mundo la otra mitad y, en esas perspectivas que enriquecen, hay muchísimo talento. Porque, aunque me alegra que nos publiquen, quiero aclarar que no coincido en publicar a mujeres solamente para compensar la falla histórica, los siglos de injusticia. Sería la misma lógica de exclusión del patriarcado ‘ahora publicamos mujeres y excluimos varones’. Dicho lo cual, está muy bien que se publiquen obras valiosas y que, muchas de ellas, pertenezcan a mujeres, que se les dé un lugar porque tienen una obra que merece ser leída”, reflexiona.
“A pesar de que esos espacios se están abriendo falta mucho recorrido aún. Si miramos con atención, la realidad es que se siguen publicando más a hombres que mujeres y las personas que deciden qué obras valen la pena publicar todavía le dan mayor prioridad a los varones. Son porcentajes muy desiguales. Ojalá llegue el día en el que no importe el género de quien escribe, sino su obra. Pero, claro, para que eso suceda tenemos que lograr algunos cambios que trascienden a la literatura. Tenemos que reducir los prejuicios, la inequidad y la exclusión”, concluye.
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