La tierra y sus hombres y mujeres que esperan, que venden. Los mercados caóticos sumidos entre arcadas coloniales. Los rituales ancestrales que aún permanecen. Los montes cordilleranos, los colores de la naturaleza hechos vestimenta y las tonalidades marrones en los techos de cardón.
La construcción de la identidad estética del norte en Argentina tuvo un fuerte desarrollo a partir del siglo XX. Pero con anterioridad, la copla, proveniente desde la época colonial, es el primer elemento que construye ese terruño, originario y mestizo, que con la baguala transforma y difunde paisaje y tradición.
Ya en los XX, la literatura se encarga de construir una patria chica regional, proceso iniciado -en el caso del Norte- por Manuela Gorriti, continuado entre otros por Joaquón Castellanos, Juan Caros Dávalos y hasta los Cancioneros de Juan Alfonso Carrizo. A la vez que Ricardo Güiraldes construía su pampa; Horacio Quiroga recreaba la selva misionera; Mateo Booz, el litoral, y la aldea bonaerense recaía en la pluma de Roberto Payró y la ciudad porteña en Rodolfo Arlt, por citar algunos ejemplos.
En ese sentido, el libro Del taller al altiplano. Museos y academias artísticas en el Noroeste argentino (Unsam Edita), de Pablo Fasce, ingresa en un territorio hasta ahora inédito, el de la creación de los espacios culturales y colocando así, en debate, cómo fueron las bases del imaginario pictórico norteño.
En el libro se relata un hecho esencial en esta construcción norteña: el Centenario, cuando intelectuales como Ricardo Rojas o Leopoldo Lugones abogaban por el primer nacionalismo cultural, que consistía en la apelación a prácticas, valores y tradiciones del pasado para amalgamar a una sociedad que crecía por la afluencia migrante.
Y a partir de allí, se realiza una lectura histórica y documentada no sólo sobre los fenómenos político-sociales que durante la primera mitad del siglo XX cimentaron las bases de los museos provinciales de Tucumán y Salta o el municipal de La Rioja, sino también sobre las aventuras individuales de un grupo de artistas como Ramón Gómez Cornet, Laureano Brizuela y Francisco Ramoneda en Santiago del Estero, Catamarca y Humahuaca, respectivamente, que permitieron el crecimiento de un espacio artístico.
Infobae Cultura dialogó con Fasce, licenciado en Artes, docente de la UBA y la UNSAM, sobre algunas características de la historia de estas instituciones artísticas, como de la recreación del nativismo en el lienzo por los artistas, el rol de las élites y las razones por las cuales, tras la Segunda Guerra, estos artistas fueron corridos del relato historiográfico.
- En el libro se exponen dos ejes en la proliferación de museos, pero siempre con una característica: el personalismo. Por un lado, el de personajes políticos y por otro, el de artistas, ¿cómo fue esta dinámica?
- Creo que la importancia que tuvieron varias de las figuras que encabezaron estos proyectos institucionales es en algún punto una consecuencia lógica de que sus iniciativas tuvieron lugar en provincias donde las escenas culturales contaban con pocas plataformas y las redes que se tejían allí abarcaban a pocas personas. Teniendo en cuenta estas condiciones, la actividad de esos políticos y artistas devenidos en gestores culturales toma otra dimensión: las academias y museos que lograron fundar fueron posibles gracias a un trabajo de mucha intensidad, que obligó a estos personajes a poner en juego su capital social, político y simbólico para lograr que esas instituciones se materialicen. Es muy posible que esa misma situación haya sido la condición que determinó que, en muchos casos, luego de que aquellos políticos y artistas salieron de escena las instituciones que crearon tuvieran una vida institucional inestable, signada por mudanzas, cierres y reaperturas que impidieron que fuera fácil reconstruir su historia y la de sus colecciones. Sin embargo, también es cierto que todos los museos y escuelas de enseñanza artística que investigué siguen existiendo en el presente, lo cual también habla de un éxito en la trayectoria de esas instituciones que sobrevivieron a esos inicios “personalistas”.
- ¿Cuál fue el rol de las elites en el surgimiento de los espacios culturales?,¿ y cuál el del MNBA?
- En algunos espacios provinciales las elites políticas y económicas tuvieron un peso significativo en la fundación de museos y academias artísticas, dado que para estos grupos esas instituciones culturales formaron parte de un proyecto de modernización social más amplio a partir del cual intentaron consolidar su protagonismo en sus provincias y a la vez posicionarse en el mapa político nacional. Creo que el mejor ejemplo es el de la llamada “Generación del Centenario” de Tucumán: este grupo de políticos e intelectuales provenía casi en su totalidad del ámbito de la agroindustria azucarera y proyectaron la fundación de un museo y una escuela de enseñanza artística como parte de una universidad provincial de orientación técnico-científica, que estaría al servicio de la producción local y fortalecería la posición de la provincia contra las imposiciones de los sectores del agro pampeano y del litoral. Otros personajes provenientes de las elites también tuvieron participación en proyectos institucionales impulsados por partidos políticos de alcance nacional: ese podría ser el caso del gobernador salteño Julio Cornejo, proveniente de una familia tradicional del sector azucarero pero que llevó al triunfo al yrigoyenismo en las elecciones provinciales de 1928.
- ¿Cuál fue el espacio del nativismo en la construcción y la mirada del arte en esta zona del país?
- El amplio espectro de imágenes que forman parte del campo del nativismo está presente en mayor o menor medida en todos los capítulos del libro y atraviesan todo el proceso que abarcó mi investigación. En mi opinión, esto se debe a que durante toda la primera mitad del siglo XX, el interés por recuperar un pasado y una tradición que hundía sus raíces en la América “profunda” se mantuvo vivo y ocupó la atención de diversos movimientos políticos (el nacionalismo, el radicalismo, el peronismo) y también estéticos (por ejemplo, el viaje hacia los Andes cautivó el interés tanto de los artistas que se formaron en las academias tradicionales como el de aquellos que aprendieron en los talleres de los artistas de las vanguardias europeas). En ese concierto de imágenes el noroeste tuvo un lugar central, porque allí se concentraban la mayor cantidad de elementos que atraían a artistas e intelectuales: el pasado indígena y colonial, los restos y sitios arqueológicos, el paisaje andino. Los artistas que trabajaron en el noroeste y que aportaron a la creación de museos y academias también tuvieron parte en la conformación de los imaginarios visuales del nativismo; en ese sentido, creo que es posible pensar que los imaginarios visuales sobre el noroeste, al mismo tiempo que representaron en imágenes a la región, también hicieron un aporte para su integración en las redes institucionales del arte en nuestro país.
-En el libro se revela la importancia de los festejos del Centenario y el nacionalismo cultural y el Peronismo como movimientos para crear un acervo artístico, ¿cuáles fueron los puntos en común y las diferencias?
- Creo que los contactos y las diferencias son varias. Por un lado, el peronismo se encontró a su llegada al poder con un vasto conjunto de imágenes sobre la historia y las culturas populares de los espacios regionales/provinciales que, reinterpretación mediante, no estaban tan distantes de su propia mirada sobre el tema (quizás el ejemplo más claro de esto sea el caso del Monumento a los Héroes de la Independencia en Humahuaca); por otra parte, el peronismo también coincidía con la necesidad de crear instituciones artísticas como parte de un proceso de modernización de una sociedad que aspiraba al progreso. Pero además, el peronismo agrega a esa mirada un fuerte componente democratizador: la creación de museos tenía como fin garantizar el acceso irrestricto a la cultura, lo cual se integraba a la conceptualización de la justicia social. En esta misma dirección, también se puede decir que la tensión entre un interior criollo y una metrópolis inmigrante propia del nacionalismo cultural se diluye en las relecturas de los imaginarios nativistas llevadas adelante por el peronismo.
- ¿Por qué considerás que hubo un borramiento de estos artistas de la historiografía del arte argentino?, ¿considerás que es un fenómeno que sigue siendo actual?, ¿por qué?
- Creo que ese borramiento tiene su origen en el cambio de rumbo que impone el nuevo mapa global del arte de la posguerra. Luego del fin de la Segunda Guerra Mundial se produce el ascenso de Estados Unidos como primera potencia mundial y su dominación en los terrenos de la política y la economía es acompañada desde el plano cultural: Nueva York “destrona” a París, se convierte en el nuevo centro del mundo del arte y el concepto de lo “moderno” comienza a referir un proceso de evolución de los estilos que desemboca en el arte abstracto; desde ese punto de vista concentrado en las formas y en la idea de un “arte puro”, todas las obras y movimientos que se salían de esa senda eran atrasadas o anacrónicas. Esa perspectiva fue permeando paulatinamente en todo el mundo y en el caso de Argentina, irrumpió con más fuerza a partir del golpe de Estado que depuso al gobierno de Perón; esa concepción también impuso una mirada internacionalista que hizo que los artistas fueran perdiendo parte de su interés por el interior del territorio nacional y del continente americano, para concentrar sus esfuerzos en conquistar la escena artística de los países centrales.
-¿Cuál de todos los proyectos considerás tuvo mayor influencia y permanencia en su provincia?
- Si bien todos tuvieron su éxito relativo, creo que el que tuvo más peso fue el de Tucumán, particularmente el proyecto del Instituto Superior de Artes: no solamente porque allí enseñaron y estudiaron artistas que marcaron la escena nacional (como Lino Enea Spilimbergo, Victor Rebuffo, Alfredo Portillos o Carlos Alonso, entre tantos) sino porque la vitalidad de aquella escuela persistió en el tiempo y logró conquistar su lugar en la historia del arte argentino, que incluso antes de mi investigación la reconoció como uno de los hitos más relevantes de la educación artística en nuestro país. Hoy la escena artística tucumana sigue siendo muy dinámica y la Facultad de Artes de la UNT actúa como “semillero” de la región y también del país.
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