Cuando los soldados romanos irrumpieron, Theodora supo que moriría. Ella, cristiana, rezaba junto a varios compañeros mientras, afuera, toda Alejandría celebraba el cumpleaños del emperador Diocleciano. El decreto del gobernador Valente exigía sacrificios de todos los ciudadanos a dioses romanos, incluso de los cristianos. La alternativa era la muerte. Convencida de sus ideas, de sus creencias, Theodora decide morir. Ella es joven, hermosa, había dedicado su vida a Dios. Cuando Valente se entera de su virginidad, cambia los planes: si no ofrece sacrificios, sería violada por sus soldados. Ahí aparece Dídimo, un soldado romano convertido al cristianismo que estaba profundamente enamorado de Teodora. Ingresa en la cárcel, cambian sus ropas y ella huye. Cuando llegan los soldados para violarla, se encuentran con Dídimo. Ella regresa porque sabe que lo van a matar. Finalmente mueren los dos. Hoy son considerados santos.
“Leí Theodora como la historia de una mujer tan enfrentada al poder como atenta a su deseo; tan dispuesta a cumplir como segura de rebelarse”, dice el periodista y conductor Franco Torchia. Junto al actor y director teatral Alejandro Tantanian y la escenógrafa Oria Puppo trabajan para llevar este relato al Teatro Colón. La narración es de otro santo, Ambrosio, y se cree que transcurrió en el siglo IV en la ciudad de Alejandría, pero quien le dio la gran popularidad que hoy tiene es el compositor alemán nacionalizado inglés George Frideric Händel, considerado una de las figuras cumbre de la historia de la música. Junto al libretista erudito inglés Thomas Morell hicieron de esta historia un oratorio —género dramático sin puesta en escena, ni vestuario, ni decorados, compuesto para voces solistas, coro y orquesta sinfónica— que se estrenó en la Royal Opera House del Covent Garden de Londres, el 16 de marzo de 1750.
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Fue un domingo. Tantanian llamó por teléfono a Torchia y le propuso sumarse al proyecto. “Yo sencillamente no lo podía creer”, recuerda el periodista. “Leí el texto atento a su propuesta: pensar qué conexiones habilita; qué actualizaciones o cruces sugiere la historia de una mujer desobediente, una cristiana rebelde de entonces con las textualidades que hoy producen los feminismos y las disidencias sexogenéricas”. Luego sostiene con emoción que se trata de “la experiencia más importante de mi vida”. No sólo por trabajar en una obra que se va a presentar en el Colón, sino por formar equipo con Tantanian, “un director medular del teatro contemporáneo”, y con Puppo, “acaso la mejor escenógrafa del presente”. Hay más revelaciones: Mercedes Morán formará parte del elenco y estará la Orquesta Estable del Teatro Colón, con César Bustamente como director musical.
“Esta temporada es muy particular por las razones sanitarias y lo que implica social y económicamente. La propuesta de este oratorio de Händel, en versión semi-montada es el resultado. La obra de Händel es de una belleza y fuerza musical imponente, y al mismo tiempo conlleva mucha intimidad”, cuenta Oria Puppo. “Es un año atípico en términos de producción por la situación en que seguimos inmersos”, adhiere Tantanian y agrega que, “cuando se estrenó Theodora, no tuvo mucho éxito. Y se ha presentado casi siempre en forma de concierto. Han habido algunos montajes escénicos, sí. La idea es hacer un trabajo semi-escénico, es decir, darle una instancia mayor a la que tiene el oratorio, que se hace en versión concierto, y presentarla en el Teatro Colón en el marco de su temporada lírica. Lo que me atrae de la obra es su poderío musical, es una obra increíble y muy hermosa. Además, nunca se estrenó en Argentina”.
Luego del llamado, se reunieron en un bar. Torchia llevó una idea muy concreta y específica. “Theodora es Marcella Althaus-Reid”, dijo y Tantanian se quedó sin palabras. “Hagamos como en terapia. A las buenas sesiones, si son cortas, no hay que estirarlas”, dijo el dramaturgo a los cinco minutos y se fueron, cada cual por su lado, con la idea explotándoles en sus cabezas. “Esa suerte de tensión en Theodora me llevó directamente a la vida y a la obra de la teóloga disidente argentina Marcella Althaus-Reid, responsable de un pensamiento finísimo, fuertemente desconocido en el país”, cuenta ahora Torchia. “La mayor operación poética, es decir ideológica, que presentará la puesta es la confluencia del texto del oratorio con fragmentos de los dos libros más importantes que produjo Althaus-Reid, fallecida en Escocia en 2009, muy joven, a los 56 años: Teología indecente, de 2000, y El dios queer, de 2003″.
En Rosario, el 11 de mayo de 1952, nació Althaus-Reid. Vivió en Buenos Aires, se graduó de Licenciada en Teología por el Instituto Universitario ISEDET con un especial interés por la Teología de la Liberación. Luego estudió en profundidad la obra de Paulo Freire, sobre todo su Pedagogía del oprimido, y trabajó bajo esos conceptos en proyectos comunitarios en barrios pobres de Buenos Aires. Por eso la invitaron a Escocia, para que llevara sus métodos a los barrios marginales de Dundee y Perth. Se instaló allí en 1986 y completó su doctorado en la Universidad de St. Andrews y al poco tiempo fue nombrada catedrática en Edimburgo como Directora de la Maestría en Teología y Desarrollo. Fue una precursora en el cruce entre la Teología de la Liberación y las teorías feministas y queer. Creía profundamente en las disrupciones. “En teología, es la discontinuidad y no la continuación de ideas lo que resulta más valioso y transformador”, escribió en su Teología indecente.
Sobre la figura y el pensamiento de la teóloga y escritora argentina, explica Franco Torchia que “la teología disidente, a la que con ligereza también puede llamársela teología feminista y LGBTTIQ+, tiene mucha historia y muchos representantes y fieles en todo el mundo. Althaus-Reid, sobre cuya vida como mujer feminista no heterosexual poco se sabe, es una rotunda autoridad intelectual en la materia. Fue una de las primeras mujeres en acceder a grados académicos en estudios teológicos. Sus postulados son de una radicalidad indisociable de la experiencia de los clamores de las travestis, las maricas, las lesbianas y las personas queer hacia adentro y afuera del catolicismo. Althaus-Reid transforma esos aullidos en ideas muy sofisticadas”. ¿Y cómo sonarán esos gritos, esos rugidos, esos aullidos, en los oídos de lo contemporáneo, en este rincón del mundo, en este momento temporal y bajo los raros efectos que generó la pandemia?
“El público siempre es un enigma”, dice Tantanian. Oria Puppo, por su parte, anticipa que “el discurso paralelo que estará plasmado en esta Theodora, atravesado por la obra de la teóloga Marcella Altahus-Reid, tendrá un impacto directo en lo visual. Se trata para mí de tal nivel de contundencia que solo pretendo plasmar esas palabras en forma escrita, literalmente escrita escénicamente. La propuesta visual está adaptada a un montaje semi-escénico y apunta por ende a mucha síntesis, y contundencia. Trabajando diferentes niveles de relato visual en paralelo”. “Yo trato de no hacerme muchas expectativas, pero espero, como siempre, que el trabajo inquiete, que mueva cosas, que haga pensar, no solamente que busque, sino que permita el descubrimiento. Creo que el trabajo de Marcella en el marco de este material va a ser atractivísimo. Creemos en eso y esperamos que esa creencia nuestra forme parte de la reacción del público”, comenta Tatanian.
“No suelo tener muchas expectativas o más vale no suelo conceptualizarlas. Pero en ese caso creo que solo esperaría que algo de esa resistencia de Theodora, y al menos algunas palabras de Marcella Altahus-Reid alcancen algún corazón, como lo hicieron con el nuestro”, comenta Puppo y Franco Torchia concluye: “A mí me gustaría que el público descubra a Altahus-Reid mientras redescubre la belleza de Händel en su Theodora. Para mí, el pensamiento, cuando es así de sísmico, es igual de bello y conmovedor que cualquier artefacto construido para embellecer. Ojalá la obra de Marcella Althaus-Reid alcance en su país el lugar que debe tener. Este es el país de Bergoglio. Y el de ella. La mera confrontación de sus prédicas provoca ardor. Ojalá arda. Todo”.
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