Sergio Aguirre y una novela que llegó años después de un insólito pedido en un refugio para chicos de la calle

El gran autor argentino de literatura infantil y juvenil dialogó con Infobae sobre su nueva ficción, “La más callada de la clase”, cuyo origen fue una especie de encargo que le hizo un niño desconocido en Medellín. “Es una novela de intriga, de suspenso; es un thriller psicológico, costumbrista. Es una novela de amor, fantástica y policial. Es muchas cosas al mismo tiempo”, dijo

Sergio Aguirre escribe desde los 14 años. Publica libros para niños, niñas y jóvenes desde hace aproximadamente 25 años. Es un conversador apasionado. Nació en Córdoba en 1961. Es psicólogo y también trabajó dando talleres literarios. Sus libros son esperados por lectores y lectoras de todas las edades. Sus historias atrapan y no sueltan. Explora en profundidad situaciones, personajes, lugares y deja pensando. En 2018 recibió el primer Premio Nacional de Literatura Juvenil por su novela La Señora Pinkerton ha desaparecido.

No solo lectoras y lectores de edades variopintas esperan sus libros, también sus colegas. En la presentación de la novela, el 22 de junio, muchos de sus colegas hicieron llegar sus comentarios: El escritor Martín Blasco dijo: “Sergio es uno de mis escritores favoritos de la literatura juvenil y el que más ha influido en mi propia obra. Leyéndolo, siempre aprendo algo nuevo sobre nuestro oficio. La más callada de la clase es, para mí, su mejor novela. Un relato adictivo que es además una carta de amor al género fantástico.” La escritora Lilia Lardone habló sobre la trama de la novela y dijo que estaba armada con precisión de relojero “que sostiene una historia llena de pequeñas sorpresas que la van enriqueciendo.” El escritor Antonio Santa Ana, primer editor de Aguirre, dijo que siempre es motivo de celebración que salga una nueva novela de Sergio. Coincidimos –y celebramos– con él.

La más callada de la clase transcurre en un pueblo de llanura que es arrasado por un incendio. En ese pueblo donde nunca pasa nada, a los pocos días de ese incendio nace Tina. Una nena tranquila, que nunca molesta, que juega sola en el patio de su casa, con sus muñecas, en silencio. La novela apasiona, genera extrañeza y, además, queda resonando mucho después de haberla terminado. El epígrafe que eligió su autor para arrancar es de Oscar Wilde, y dice: “Sé tu mismo. Los demás puestos están ocupados.”

Esta es la cuestión, en un pueblo donde nunca pasa nada, viene Sergio Aguirre con sus palabras. La cita es por zoom a las 19, que se convirtieron en las 20. “Cuanto más tarde mejor”, dice: Sergio es un habitante de la noche

Sergio Aguirre - Cómo surgió la idea para "La más callada de la clase"

- ¿Cómo surgió la idea de “La más callada de la clase”?

-Esa primera idea fue un título que originalmente era El más callado de la clase. Una vez, en Medellín, estábamos en un refugio para chicos de la calle, habíamos ido tres escritores para tener una charla. El monitor, el educador, nos presenta, les cuenta que nos dedicábamos y que escribíamos relatos para jóvenes y un chico, sin demasiado entusiasmo, casi que ni me miró. Estaba en el banco y dijo: “Escribe una novela que se llame El más callado de la clase.” Y fue tan fuerte el título. Y que ese chico, que parecía el más callado de la clase, me lo sugiriera. Lo primero que me impactó fue el título. Y también una fantasía mía, y era que a este chico le pasaba algo. Quería que lo contara, algo que le estaba pasando. ¿Por qué me pedía que escribiera una novela con ese título? ¿Qué le puede pasar al más callado de la clase? ¿Por qué no habla? Y eso me quedó dando vueltas por años. Porque podrían ser un montón de cosas, pero a su vez, un montón de cosas sobre la que ya se había escrito un montón.

- El tema no es el tema, dijo Graciela Montes, porque siempre hay temas, ¿no? ¿En qué es distinta esta novela a otras?

-Lo que me sucedió, sin pensarlo, sin darme cuenta al principio, era que la trama, para llegar a ese final, me obligaba a abordar temas. Los temas que me invitaban, digamos, porque a diferencia de otras novelas… para empezar acá me tenía que meter en la cabeza o en el mundo de una adolescente, de una niña y tenía que empezar desde el comienzo. Entonces me puso en otra posición en relación a otros personajes: de la señora Pinkerton (La señora Pinkerton ha desaparecido, 2013), necesitamos saber que era insoportable, orgullosa y que pinta. De Crantock (El misterio de Crantock, 2004) no nos hacía falta saber nada, de John Bland (Los vecinos mueren en las novelas, 2000), su situación de ese día y nada más. En cambio, acá necesitaba contar toda su historia.

“La más callada de la clase” (Norma), de Sergio Aguirre

-Del más callado de la clase, pasaste a “La más callada de la clase” y en la novela hay, además, muchos personajes femeninos, Tina, Nancy, pero también la abuela de Tina, la madre de Nancy, Doña Elba, Úrsula, Piru, la señorita Malvina, Doña Encarnación. ¿Fue una decisión?

- Mirá, no sabría decirte. Me resultan, en general, más interesante los personajes femeninos que los masculinos. Más pintorescos, más vitales. Y, por otra parte, me parecía que, en la vida de pueblo, las mujeres tienen un poder. Una chica o una mujer de pueblo, tiene más punch que un hombre de pueblo. Y a su vez el personaje es un personaje aislado, su contacto con personajes masculinos era prácticamente inexistente, que era una condición que también necesitaba para la novela. Esta suerte de familia endogámica en la que nace Tina. Y a su vez hay una ausencia de personajes masculinos en la historia de Tina. Todo me condujo a tener más personajes femeninos porque podían colaborar con la historia. Los hombres, en realidad, no intervienen demasiado. Por ahí es prejuicio, pero por ahí es un rasgo más del hombre de pueblo, más en esa época, de no intervenir. Como que la comidilla, las confrontaciones, los chismes, las preocupaciones por el cuidado, corren más por cuenta de las mujeres.

-Hablando de la época, la novela transcurre en 1960. ¿De qué modo tu novela se vincula con otros objetos culturales? ¿Hubo muchas instancias de documentación previa o fueron surgiendo a partir de la trama?

-Sucedieron a partir de recordar las cosas que en esa época yo conocí e hice. Y que formaban parte del telar de lo que uno podía conocer. Uno conocía por revistas o televisión, por radio, y no mucho más. Menos en un pueblo. Tal vez entonces me aparecieron todos esos elementos que son las cosas que conocí en mi infancia. Creo que por eso apareció la referencia a todos estos objetos, elementos culturales de la época, y también para situarlo porque la trama lo necesitaba.

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El arte de tapa de la novela de Aguirre es de Valeria Bisutti. La editora es Laura Linzuain, con la dirección de Laura Leibiker que cuenta: “Trabajar con Sergio es muy desafiante, es muy desopilante, es muy creativo. Sergio no tiene horarios, te llama en el momento que se le ocurre. Es tan positivo y tan interesante el modo en el que él piensa su propia literatura, cómo reflexiona sobre cada frase. Es capaz de llamarte muchas veces por una palabra de la que no está seguro y quiere saber qué pensás vos de cómo suena y resuena. Es él quien va marcando el ritmo de la edición. Esta novela fue levando. Editar a Sergio es acompañarlo en su proceso creativo, y seguirlo en sus referencias, que entiendo perfectamente, me voy a buscar una imagen de Barbarella, en las revistas que leíamos, en las series, en las películas. Su literatura es muy popular.”

Sergio Aguirre - Sobre la tapa y las muñecas

- ¿Cómo fue ese proceso de escritura? ¿Sufriste mucho?

-No, no sufrí tanto. Esta vez no sufrí y podría haber sufrido mucho porque era larga y me daba cuenta de que para llegar al final hacían falta una serie de condiciones. Necesitaba preparar el terreno, porque era muy difícil llegar si no estaba todo bien abonado. Básicamente necesitaba un rompecabezas de la psicología de los personajes que llevan a lo que pasa, a lo que sucede.

- En la novela, que es muy visual, van apareciendo distintos climas... ¿cómo los fuiste armando?

- Hay un tema de gustos, en las historias me gusta incluir pequeñas historias y esta novela me daba esa posibilidad. Me parece también que en esta novela conviven distintos géneros. Y también hay capítulos que pertenecen a un género y otros capítulos que pertenecen a otro y a su vez hay distintas historias. La relación del personaje con los distintos personajes ya son una historia. Entonces era como un camino donde había que ir cambiando de escenarios y cambiando de géneros y acelerando y desacelerando para sostener la atención y al mismo tiempo contar todo junto y, básicamente, no cansar. (Risas)

- Hay una primera persona que narra. Siempre supiste que iba a ser primera persona. ¿Cómo fue encontrar esa voz?

-Cuando este chico me dio el título, empecé a pensar qué podía pasarle, porque era el más callado de la clase. Y porque eso podía convertirse en algo ominoso o amenazante. Porque yo escribo de cosas ominosas y amenazantes. Se me ocurrían todos lugares comunes. Y así pasaron años en los que se me ocurrían lugares comunes, que los quiero mucho, porque yo todo el tiempo dialogo con esos lugares comunes, me gustan, me gustan los estereotipos, me gustan los escenarios clásicos, como por ejemplo el del cementerio con las campanas, con el viento. Y, a su vez, recrearlo de una manera donde el lugar común nos dé un gusto, pero que leamos otra cosa también. Que volvamos a ese lugar que nos gusta tanto, que nos atrae per se para pasar otra cosa. Y eso fue surgiendo también un poco instintivamente. Básicamente eso, tratar de mantener la tensión y contar todo lo que había que contar. Porque había que contar mucho.

Sergio Aguirre - Escritura y género

-La muñeca de la tapa nos pone ya en un ambiente, es como una alerta. El arte de tapa y la idea del señalador también, con ese ojo que mira... ¿Hubo alguna historia con muñecas que recuerdes especialmente?

-No, lo único que recuerdo es lo que me provocó sugerir la tapa. Estaba viendo un video de YouTube. Me encanta ver casos extraños, paranormales y había uno dedicado muñecas que no era un tema que me interese particularmente porque ya está Anabelle, está Chuqui y todos. Y a su vez me encanta la idea de una muñeca que se mueve embrujada. Había un video, que parecía real, de un tipo que coleccionaba muñecas y tenía unas vitrinas enormes plagadas de muñecas y el tipo estaba haciendo un documental y la cámara lo acompaña, como en un travelling. Y él va hablando y va caminando y atrás se ven las muñecas y en un momento, cuando él pasa, una de las muñecas gira la cabeza para mirarlo. Me dio tanto miedo porque le creí. Me dio terror. Y era una muñeca bien de los 70. Entonces la fotografié y dije bueno, esta puede ser la tapa.

- ¿Cómo fue el tiempo entre “La Señora Pinkerton…” hasta que te encontraste con “La más callada de la clase”?

-Fue muchas cosas. Fue una etapa en la que estuve embarcado en otros proyectos. Fue una etapa también en la que estaba con mucho desasosiego y no encontraba ideas. Estaba como apartado de la literatura. No estaba inspirado. Y en un momento inclusive pensé que ya no se me ocurrir más nada. En esos años pasaron muchas cosas, pero básicamente lo que pasó es que no estaba inspirado, no me había enamorado de una historia porque, para ser sincero, una vez que me metí en ésta, creció y fue otra cosa. Tenía otras ideas Pero no me enamoraron.

- Así es el amor.

- Sí, así es el amor (risas). En esa época me acuerdo que quería escribir sobre el miedo. El miedo, un miedo sin objeto. El miedo sin objeto se llama angustia en psicología.

- ¿Alguna vez dijiste que siempre escribís para adultos? ¿Es así?

-Sí, en el sentido de que escribo para mí y para mis amigos. Son los lectores próximos. Pero, al mismo tiempo, también escribo para jóvenes pensando en el joven que yo fui. En ese sentido, si escribiera una novela que no estuviese editada para jóvenes, me encontraría con una libertad que me desorganizaría. Pienso en un lector que está leyendo, como siempre digo, una novela que no me eligió porque no me conoce, probablemente porque no sabe cómo escribo, porque no le interesa particularmente la historia. Es decir, corremos con todas esas desventajas con respecto a los adultos, que si alguien lee tu libro es porque te conoce o le interesa la trama o sabe cuál es el género. Los chicos en la escuela por lo general no eligen el libro que se va a trabajar o hay muy poco margen. Entonces, trabajo con esa idea: que es un libro para para todo público y que la única que está para defenderse ahí es la historia.

Sergio Aguirre (Gentileza Editorial Norma/Sebastián Freire)

- Es muy artesanal el trabajo con las descripciones que aparece en esta novela, ¿cómo fue?

- Hay que condensar. Las descripciones largas las detesto, excepto las de Dickens, que las disfruto. Pero si yo tuviera 12, 13 años y me encuentro con un chorizo de descripción, la abandono inmediatamente. Es un esfuerzo describir algo en pocas líneas. Pensaba. Había tantas descripciones de pueblos chatos en la llanura argentina y lo han escrito tan bien. Me quedé con las cosas que yo vi: los eucaliptus, el colegio de ladrillos, la plaza. Con eso me parecía que ya estaba.

- Hablaste antes del género. ¿Qué género tiene esta novela para vos?

- Es una novela de intriga. Es una novela de suspenso. Es un thriller psicológico. Es una novela costumbrista. Es una novela de amor, es una novela fantástica, es una novela policial. Es muchas cosas al mismo tiempo. No pensé en los géneros cuando la escribí. Y nunca lo hago, porque es para corsés que no tienen sentido. Que cada lector, en todo caso, elija desde donde la lee. Esto es algo que surgió. Que no fue deliberado, pero cuando surgió sí me preocupé de que fuera distintas novelas y que tuviera distintas lecturas, porque me parecía que valía la pena. Por eso, seguramente hay cosas que un lector muy joven no las va a poder leer, pero que no importan. Y, a su vez, la puede leer un psicoanalista y le va a encantar, aunque no le gusten las películas ni las novelas de horror, ni de suspenso. O sea, era eso, que cuando la leyeran cada uno estuviera en su salsa. Decíamos con Liliana: quiero darles el gusto a todos.

Liliana Macchione es a quien hay que agradecerle la escritura de las novelas de Sergio Aguirre desde Crantock a la fecha. Es ella quien escribe mientras Sergio cuenta. Otra Liliana importante en su vida es Liliana Moyano, amiga muy querida con la que comparte todo lo que va pensando, es una interlocutora de mucha confianza con la que conversa durante sus procesos de escritura.

-En la novela aparece el aula. Eso es nuevo, ¿no? ¿Cómo fue entrar en ese escenario que no habías explorado antes?

- A mí me daban ganas, pero mi imaginario no me pedía aula para nada, me pedía cementerios, pueblos, casas alejadas, pero un aula... Y el aula surge a partir de la sugerencia del título. A mí me gustaba mucho Jacinta Pichimahuida cuando era chico. Ya ni me acuerdo como eran las situaciones de Jacinta Pichimahuida, pero quería una situación así, de tensión y de cosas en un aula. Y también hay un personaje de La familia Ingalls que a mí me encanta, que, por supuesto aparecen todos, y bueno, ahí tuve la oportunidad de escribir algo sobre el aula, algo que no era como una página suelta que le mandé a Laura (Leibiker) una vez, esa página desesperada.

-La página desesperada es lindo título…

-Era una página desesperada porque no tenía ninguna idea y quería escribir algo. Y también, una vez más, corroborar de que si no sé adónde voy no puedo escribir nada.

Alguntos títulos de Sergio Aguirre

- Bueno, tal vez eso que se dice sobre las historias. Para que lleguen tienen que tener un corazón latiendo. ¿Cómo surgió el corazón de esta historia narrada en primera persona?

- Si, viste cómo es, cuando te enamorás ves linda a la persona. Esta historia, que en un momento apareció sonsa, bueno, me enamoré. Y la empecé a ver linda, llena de posibilidades. Pero la cosa dio un giro cuando me preguntaba quién contaría esta historia del más callado de la clase. Esto fue la solución, porque yo siempre tengo la historia en la cabeza, con un narrador en tercera. Yo pienso en tercera. No puedo pensar en primera. Y en tercera no pasaba nada. Y cuando dije “no, esto tiene que ser narrado en primera”, ahí se me abrieron todas las posibilidades. Claro que también me daba miedo. Una novela en primera persona, de una nena y de encontrar la voz. Si lo pensaba fríamente decía: no, no, no… Después me relajé y dije: yo siempre doy el consejo de que no hay que tener miedo.

- ¿Y el miedo?

-Yo estaba muerto de miedo. Entonces dije: bueno y apareció, y no era nada del otro mundo. Y me apropié de esa voz y listo.

- Dijiste que esta novela fue un gran viaje, ¿qué tipo de viaje?

-Fue un gran viaje. Entre el comienzo y el final pasan muchas cosas distintas. Hay muchos giros que no estaban planificadas. Entonces fue un viaje, porque era ir escribiendo lo que me iba pidiendo la historia. Era una nebulosa. En otro momento capaz que me acobardaba. Ay, no voy a poder con esto. Pero pude gracias a ese entusiasmo que siempre tuve durante toda la escritura. Ese entusiasmo me salvó de toda una cosa que me suele pasar, que es sostener el deseo, porque muchas veces decimos sí quiero esto, sí voy a hacer esto. Pero a la hora de sostenerlo es cuando uno tropieza y cae: porque hace frío, porque no tengo tiempo, porque tengo otras preocupaciones, todas las excusas, o no.

-La vida misma…

-Sí, la vida y cómo lo agarré a uno. Esta novela no lo hubiera podido escribir hace unos años.

- ¿Cómo fue escribir en pandemia? ¿Influyó algo en tu escritura, en el modo de armarte el espacio para escribir?

-En el modo de armar el espacio, sí, porque a partir del 18 de marzo (2020), Liliana me dijo: “Che, yo no salgo más de mi casa”. Y descubrí y descubrimos Skype, que estaba hacía años, pero que fue hermoso. Y dijimos “mirá que fácil, no hay que cambiarse, no es que caminar, no hay que hacer nada. Podemos estar en nuestra casa y visitarnos como los supersónicos”. La última parte de la novela la escribí en pandemia. La pandemia fue hermosa para escribir. No tenía que ir a ningún lado. Nada me interrumpía. Era el encierro y era la novela…

- ¿Cuánto tiempo te llevo la escritura de la novela?

-Te diría dos años más o menos de escritura, más el pre calentamiento, ese limbo donde están las ideas que todavía no sé, las que no quieren bajar, habrá dos años más. Yo qué sé cuánto hace que ese chico me propuso ese título.

Libros recomendados por Sergio Aguirre

- Algo que haya sido publicado o no para jóvenes y que tengas ganas de recomendar…

-Bueno, siempre recomiendo La maestra rural, de Luciano Lamberti, que es una novela que me gustó muchísimo. Para jóvenes que no le tengan miedo a nada, de Mariana Enríquez Las cosas que perdimos en el fuego. De lo viejo Los tres impostores, de Arthur Machen, una novela fabulosa y El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, de Stevenson, que es una lástima que se haya hecho tan popular la hipótesis porque esa construcción es espectacular. Hay un libro que no se consigue, que en una época lo vendían puerta a puerta. Cuando se vendían libros puerta a puerta.

- ¿El Círculo de lectores?

-No antes. En los 60. Vendían unos grises tapa dura. Creo que eran de ediciones Selecta. Ahí hay un título, Los lentes azules, de Daphne du Maurier. Son unos cuentos extraños y tremendos. También la Antología de literatura fantástica de Borges, Bioy Casares y Silvina Ocampo, y los libros “Leer por leer” del Ministerio de Educación de Nación, que tienen un montón de cosas hermosas. Bueno, me parece que siempre recomiendo lo mismo. Ay, me olvidaba, una novela que me encantó, que siempre me inspira y que recomiendo calurosamente: El curioso incidente del perro a medianoche, de Mark Haddon.

- Ya tuviste varias devoluciones sobre la novela. ¿Algo que quieras comentar sobre eso?

- Me da vergüenza, son todas lindas. El otro día Lilia Lardone me dijo que le dio la novela a uno de sus nietos que tiene diez años. Y dice que le gustó mucho porque la historia iba cambiando… Eso me asombra. Todos tienen una lectura de la que no dudan y que les gusta. Me dijeron cosas completamente diferentes. Unos me hablaban de la obsesión. Otros me hablaban del género. Realmente encontré lecturas completamente distintas, lo cual me llenó de alegría. Porque eso es lo más lindo, la historia que uno se hace. Cuando te cuentan una historia que que vos no escribiste, te parece a su vez extraño que hayan leído eso. Como se suele decir, la novela es apta para todo público.

- ¿Qué sensación te quedó cuando terminó todo el proceso y ya estaba en imprenta?

-Hay como una adrenalina en ese momento, el miedo de que se te haya pasado algo. Miedo de leerla de nuevo y encontrar que un adjetivo estaba flojo. Pero recién ahora estoy empezando a caer y a disfrutar y a poder, en todo caso, leerla o leérsela a alguien. Pero hasta ahora no tenía mucha distancia. Confianza es lo que tuve con esta novela, confianza en que iba a poder resolver. Porque si lo pienso ahora y la veo, me digo que no se me podría haber ocurrido una novela con esta estructura para empezar. Porque me daba miedo, porque era larga y era para jóvenes. Me daba cuenta de que era mucho y que tenía que ser entretenida y tener tensión todo el tiempo, porque si no iba al muere. En ese sentido sí me preocupaba todo, pero era una preocupación feliz. No como la angustia de Crantock que nunca olvidaré, aunque es la novela con la que más aprendí.

- ¿Nuevos proyectos...?

- Sí, tengo dos proyectos, tres proyectos. Siempre prometiendo proyectos (risas). Uno, es el último que se me ocurrió: una novela que espero que sea breve que se llama El collar asesino. No sé todavía para qué edad, porque puede tener distintas formas. Después también tenemos un proyecto con Martín (Blasco). Hace mucho tiempo que teníamos ganas de escribir algo juntos y hace un año, un par de años ya, se nos ocurrió una idea. Y después, mi viejo proyecto de libro de cuentos para chicos chicos. Que cada vez que quiero escribir algo para chicos chicos se me ocurren las cosas más oscuras, más macabras, más terribles. No sé si por la tradición Grimm. El cuento maravilloso soporta ese nivel de horror y de macabro que el que es realista u otros tanto no.

-Para terminar, viste que algunos dicen que estamos hechos de historias. Pero para vos, ¿de qué estamos hechos?

-Estamos hechos de los otros, del discurso, de historias de los otros. Estamos hechos de las banderas, del discurso de los otros. Y después, de todos los encuentros que hemos tenido en la vida. Todos los que han sido importantes y cuyas palabras por ahí nos las dijeron una vez y quedaron para siempre y nos marcaron y capaz que el que las dijo ni sabía lo que decía. Pero uno lo admiraba y tomó eso al pie de la letra. Y con eso va toda la vida. Es impresionante el discurso de los otros, el discurso en el sentido de lo que hablamos. Las cosas que decimos, ya sea para herir, para contraponer o para tenerlo como referencia. Y muchas veces, claro, nos extraviamos en estas ideas de los otros, que no son propias. Pero también eso arma la voz propia.

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Fragmento del capítulo 1, ¡Ahí viene!: Así comienza “La más callada de la clase

Nací en 1960, el año del gran incendio en el pueblo.

Mi papá contaba que los agarró a la hora del almuerzo. El fuego había comenzado en uno de los campos vecinos y el viento del norte, que ese día soplaba muy fuerte, no les dio tiempo a hacer nada.

Ese mediodía mi mamá estaba en el dormitorio, en la cama, y yo adentro de ella. Mi mamá estaba embarazada de ocho meses y el médico le había indicado reposo total porque venía con complicaciones.

Cuando sonaron las campanas de la iglesia era demasiado tarde. El fuego ya estaba encima de las primeras casas.

Mi papá en la cocina terminaba de servir la comida, tenía la bandeja en las manos y las escuchó.

- ¿Por qué suenan las campanas a esta hora? - preguntó mi madre desde el dormitorio.

Mi papá no le contestó porque al instante supo que algo malo iba a ocurrir. O que ya estaba ocurriendo.

Entonces oyeron los primeros gritos, en la calle. Mi papá decía que cuando entró al dormitorio vio a mi mamá saltando de la cama, agarrándose el vientre.

- ¿Pero qué grita ese hombre? ¡¿Qué grita ese hombre, Antonio?!

A través de la ventana vieron que la calle empezaba a llenarse de humo. Y después a la gente corría, se acordaba mi papá, las llamaradas en las copas de los árboles, la maleza en los baldíos ardiendo en un minuto, como si fueran de papel.

El fuego avanzaba sin control y en un abrir y cerrar de ojos, todo se volvió un infierno.

Los días que siguieron al incendio fueron como vivir en el desierto. Un poco de viento era suficiente para que el pueblo quedara cubierto de polvo y ceniza.

En uno de esos días, nací yo.

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