Una infancia de abusos, un éxito vertiginoso, una caída desde lo más alto: la atormentada vida de Sinéad O’Connor

En su nuevo libro, “Rememberings”, la música irlandesa cuenta entre otras cosas cómo sobrevivió a la violencia de su madre, el repudio que sufrió cuando rompió la foto de Juan Pablo II en TV, su noche de pesadilla con Prince y el abismo de angustia y pensamientos suicidas de los últimos años

Guardar
La cantante Sinead O'Connor escribió un libro de memorias hecho de estampas sencillas y dolorosas.
La cantante Sinead O'Connor escribió un libro de memorias hecho de estampas sencillas y dolorosas.

¿Fue un final o fue un principio?

“Mucha gente dice o piensa que romper la foto del papa descarriló mi carrera”, escribió Sinéad O’Connor en Rememberings, su reciente autobiografía. “No es así como lo siento yo”.

Apenas lo hizo quedó distanciada de su manager, quien se encerró y desconectó el teléfono; dos semanas más tarde, cuando se presentó en un homenaje a Bob Dylan, fue abucheada. Se organizaron reuniones para romper sus discos, Joe Pesci dijo que la hubiera abofeteado y Madonna se burló de ella. La cadena NBC la prohibió de por vida, sus ingresos se desplomaron. Su inestabilidad emocional fue noticia del espectáculo, como su conversión al islamismo, su desesperado pedido de socorro en un pozo de angustia, sus internaciones psiquiátricas.

Mucha gente dice o piensa que fue un final.

La puesta había sido perfecta, exactamente lo que se esperaba de la joven irlandesa que se apropió de “Nothing Compares 2U”, la canción que ya nunca más fue de Prince: un vestido en encaje blanco que había pertenecido a Sade, unas velas al costado, la silueta pura de su cráneo sin pelo. Todo el público de Saturday Night Live (SNL).

Cambiar el texto de “War”, que Bob Marley compuso a partir de un discurso de Haile Selassie, para denunciar el abuso de niños, y a continuación romper la foto de Juan Pablo II había sido de lo más anticlimático.

Así fue la presentación de Sinead O'Connor en "Saturday Night Live", y la célebre escena de cuando rompió la foto del Papa, en 1992

“¿Vieron que todos quieren una estrella pop? Bueno, yo soy una cantante de protesta”, explicó con una escritura que mantiene la actitud iconoclasta incluso frente al espejo, que narra una vida difícil sin mayor embellecimiento o autocompasión, más bien como algo que le puede pasar a cualquiera, un aporte a las estadísticas.

Una educación católica. Una madre violenta y abusiva. Un instituto de reeducación y una escuela religiosa para pupilos. Un accidente más grave de lo que se comprendió en el momento. Un ascenso vertiginoso y una caída desde esas altura. Mucho sexo y muchas drogas y mucho rock’n’roll, entre otras cosas que se juzgan negativas en una mujer. Una intervención quirúrgica irresponsable. Seis años de entrar y salir del Hospital Universitario St. Patrick de Dublín, a cuyo personal y cuyos pacientes está dedicado Rememberings.

Ella no siente que el episodio de SNL haya descarrilado su carrera. Al contrario.

O'Connor durante una actuación reciente en Vancouver, Canada. (Photo by Andrew Chin/Getty Images)
O'Connor durante una actuación reciente en Vancouver, Canada. (Photo by Andrew Chin/Getty Images)

“Siento que lo que descarriló mi carrera fue haber tenido un disco número uno en las listas , y romper la foto me volvió a la buena senda”, argumentó. “Tuve que volver a ganarme el pan tocando en vivo. Y yo había nacido para eso. No había nacido para ser una estrella pop. Para serlo tienes que ser una buena chica. No demasiado turbulenta”.

La vida que perdió entonces era la que otros querían para ella: “Nadie nunca me preguntó cuales eran mis sueños; sólo se enojaron conmigo por no ser quien se quería que yo fuera. Mi único sueño es apenas cumplir el contrato que firmé con Dios antes de firmar con el negocio de la música”.

De la muerte de la madre a SNL

En sus memorias Sinéad O'Connor narra una vida difícil sin mayor embellecimiento o autocompasión, como algo que le puede pasar a cualquiera.
En sus memorias Sinéad O'Connor narra una vida difícil sin mayor embellecimiento o autocompasión, como algo que le puede pasar a cualquiera.

El 3 de octubre de 1992, cuando rompió la foto del Papa frente a las cámaras de NBC, O’Connor había dormido poco —se había acostado a las 6 de la mañana y cinco horas más tarde estaba probando sonido en el estudio de televisión— pero se sentía fresca: la nutrían su juventud y la decisión al fin tomada de hacer lo que se disponía a hacer.

En ese ensayo mostró la foto de un niño de la calle brasileño, asesinado por la policía. “Le pido al camarógrafo que enfoque en primer plano la imagen durante el programa real”, escribió, en el tiempo presente que el libro emplea en abundancia para revivir sus recuerdos. “No le digo lo que tengo en mente para más tarde. Todos están contentos. Un niño muerto en algún lugar lejano no es su problema”.

La verdadera foto, la que iba a mostrar y que había entrado a los estudios de NBC entre sus pertenencias, la había acompañado desde casi ocho años antes, cuando su madre murió en un accidente de auto y ella y sus hermanos fueron a su casa a recoger algunas cosas. “Descolgué de la pared de su dormitorio la única foto que ella había puesto allí en su vida, que era del papa Juan Pablo II”, escribió, y siguió:

Fue tomada cuando él visitó Irlanda en 1979. ‘Jóvenes irlandeses’, había dicho luego de hacer el teatro de besar la tierra en el aeropuerto de Dublín como si el vuelo hubiera sido por demás aterrador, ‘yo los amo’. Qué enorme disparate. Nadie nos amaba. Ni siquiera Dios. Sin dudas hasta nuestras madres y nuestros padres no nos soportaban.

Su intención había sido destruir esa copia en particular por dos razones: porque era de su madre y porque era del Papa:

“¿Vieron que todos quieren una estrella pop? Bueno, yo soy una cantante de protesta”, escribió Sinead O'Connor en sus memorias. (Don Arnold/WireImage)
“¿Vieron que todos quieren una estrella pop? Bueno, yo soy una cantante de protesta”, escribió Sinead O'Connor en sus memorias. (Don Arnold/WireImage)

Representaba mentiras y mentirosos y abuso. La clase de gente que guarda esas cosas eran demonios como mi madre. Nunca supe cuándo o dónde o cómo la destruiría, pero lo haría apenas llegara el momento adecuado. Y pensando en eso la llevé cuidadosamente a todos los lugares donde viví desde ese día. Porque a nadie nunca le importaron una mierda los niños de Irlanda.

Días antes del show un amigo que había hecho en Nueva York, Terry, le confesó que vendía drogas ilegales y que lo esperaba un ajuste de cuentas fatal; la inminencia de su muerte le hizo admitir también que usaba a niños de escuela como correo para la venta. De pronto supo que el momento había llegado. En su país comenzaban apenas las denuncias contra los sacerdotes que violaban niños; su madre la había molido a golpes y traumatizado hasta que perdió la tenencia de los cuatro hijos; su propio amigo, que tampoco había crecido en un hogar perfecto, pasaba la antorcha arriesgando a la generación siguiente.

—¡Combate al enemigo verdadero! —gritó, después de cantar War, mientras rompía la foto de JP2, como lo llama en el libro, una alusión a todos los abusadores de seres vulnerables de este mundo.

“Silencio total, anonadado, del público. Y cuando camino a los camarines, literalmente no se ve un ser humano. Todas las puertas están cerradas. Todo el mundo se ha esfumado”, escribió. Cuando salió a la calle le tiraron huevos. Los noticieros comentaban el episodio.

“Mucha gente dice o piensa que romper la foto del papa descarriló mi carrera”, escribió Sinéad O’Connor en Rememberings. “No es así como lo siento yo”.
“Mucha gente dice o piensa que romper la foto del papa descarriló mi carrera”, escribió Sinéad O’Connor en Rememberings. “No es así como lo siento yo”.

“Luego de SNL pude ser simplemente yo. Hacer lo que amo. Ser imperfecta. Incluso enojarme. Cualquier cosa”, analizó. “No soy una estrella pop. Soy apenas un alma atormentada que necesita gritar a los micrófonos cada tanto. No necesito ser número uno. Y no necesito gustarle a otros”. No hubo descarrilamiento, definió: hubo reencarrilamiento.

Las cleptómanas

Sinéad O’Connor nació en 1966. En su infancia, cuando terminaban las clases, era la única niña que no estaba contenta por el comienzo de las vacaciones. La única que lloraba y trataba de esconder su palo de hockey para fingir luego que lo había perdido, porque de lo contrario le estaría facilitando a su madre el instrumento con el cual golpearla durante el verano.

“Usará en cambio el palo del barredor de alfombras”, escribió. “Hará que me quite toda la ropa y me tienda en el suelo y separe las piernas y los brazos y le permita pegarme con el barredor en mis partes íntimas. Me hace decir ‘No soy nada’ una y otra vez y, si no lo hago, no deja de patearme. Dice que quiere ‘desgarrarme la matriz’. Me hace suplicarle ‘piedad’”.

Fue en esas circunstancias que la educación católica de O’Connor derivó en lo que el libro revela como una fuerte tendencia a entender el mundo como una oposición entre el bien y el mal. Tuvo entonces lo que ella llama una visión —”Amo a Jesús porque apareció en mi cabeza una noche cuando mi madre me tenía en el piso de la cocina”—; hacia el final del texto hablará del “ángel de la guarda” de su hija Roisin. Su madre, evidentemente, encarna el mal.

Dos fotos incluidas en el libro: Sinéad pequeña, en el uniforme de la escuela primaria y con el traje de la primera comunión.
Dos fotos incluidas en el libro: Sinéad pequeña, en el uniforme de la escuela primaria y con el traje de la primera comunión.

Los episodios de violencia con los hijos eran particularmente desmesurados con Sinéad. Según analizó en una entrevista para The Guardian, su madre tenía un problema con el hecho de que fuera mujer. “No quería hijas”, dijo. También había otro elemento, que hasta hoy pesa sobre O’Connor: “Con frecuencia pienso que ella me hizo todo eso porque yo era la hija que más le recordaba a ella misma. Creo que por eso sigo rasurándome la cabeza, porque si tengo pelo me parezco más a ella, y no me gusta verla en el espejo”.

Una de las veces que la madre le dio una paliza y la dejó encerrada, sin ropa y sin bombillo eléctrico, en el armario bajo la escalera, durante el fin de semana, terminó en el hospital; otra, el padre echó la puerta abajo y la llevó a su casa. Un día Joe, uno de los hermanos de Sinéad, se fue de la casa; la madre le dijo que pondría a la niña en el asiento del acompañante y estrellaría el auto si no regresaba; el chico no accedió y la mujer cumplió con su amenaza, aunque las dos salieron ilesas.

En la adolescencia, O’Connor comenzó a robar compulsivamente; pronto se supo que era una conducta aprendida de su madre. Escribió:

En misa, cuando pasan la canasta de las donaciones, ella toma dinero en lugar de ponerlo. Cuando hicieron la nueva rotonda en Avondale Road, fue de noche en su auto con palas y bolsas negras de basura para robar las matas recién plantadas. Cuando plantaron nuevas matas, otra vez fue a robárselas. No sé qué hizo con ellas. Cuando estuvo hospitalizada se llevó el crucifijo de la pared.

Sinéad O'Connor sigue rasurándose la cabeza, desde la juventud, cada 10 días: si tiene pelo se parece a su madre y no le gusta verla en el espejo.
Sinéad O'Connor sigue rasurándose la cabeza, desde la juventud, cada 10 días: si tiene pelo se parece a su madre y no le gusta verla en el espejo.

O’Connor robaba flores de los jardines y armaba ramos para vender; se llevaba todo el dinero que dejaban en sus prendas los usuarios del club de navegación; se probaba ropa y zapatos en las tiendas y salía corriendo, aprovechando que era la mejor velocista de su escuela. Iba con su madre a la puerta del banco del pueblo, donde las organizaciones de caridad buscaban voluntarios para recaudar fondos, y dar un nombre y un domicilio falsos para salir con los cubos con la identificación del grupo de beneficencia, recolectar todo lo que pudieran y volver a la casa con el dinero.

Nada de eso logró nunca que su madre le diera aprobación y afecto.

Solo una vez, cuando tuvo un accidente en la estación de Blackrock —un tren pasaba sin detenerse, a toda velocidad, cuando un muchacho abrió una de las puertas, que golpeó a O’Connor en la cabeza— y el médico ordenó que su madre durmiera a su lado y observara si la conmoción causaba efectos, sintió que la quería. Un mes más tarde, cuando debió volver a la escuela, fingía desmayos para que la madre la fuera a buscar: para revivir esa sensación.

Sinead O'Connor, en una imagen casi irreconocible (Getty Images)
Sinead O'Connor, en una imagen casi irreconocible (Getty Images)

Chica problema

El día que el padre dejó a la madre, los hijos más pequeños —Sinéad era uno de ellos— se echaron a llorar: si tanto querían a ese hijo de puta, les dijo la mujer, bien podían vivir en la cabaña que él les había construido en el jardín. Dejó allí a los cuatro hijos, volvió a la casa y echó llave a las puertas.

Cuando anocheció Sinéad comenzó a sentir miedo. Gritó bajo la ventana de su madre; la mujer simplemente apagó su luz. “Todo fue oscuridad. Fue entonces que enloquecí oficialmente, y también comencé a temerle al tamaño del cielo”, escribió. Aun hoy sufre agorafobia.

La contratapa de "Rememberings" es una foto de la infancia de Sinéad O'Connor.
La contratapa de "Rememberings" es una foto de la infancia de Sinéad O'Connor.

El padre se llevó a los niños e inició una pelea judicial que lo convirtió en el segundo hombre en Irlanda que obtuvo la custodia plena de sus hijos. Pero los más chicos extrañaban a la madre, que además lloraba cada vez que los veía cada 15 días. Así O’Connor siguió padeciendo abusos, yendo y viniendo de una casa a otra.

“No soy una persona agradable. Traigo problemas. Lo vuelvo loco. El pobre tipo me deja en la escuela y yo salgo por la otra puerta”. Se la pasaba jugando al Pac-Man y abrazándose con uno de los chicos. Excepto cuando había clases de literatura inglesa, porque le encantaba la poesía de W. B. Yeats. Pero tampoco en esa clase hacía lo que se esperaba. En un examen le preguntaron qué quería decir el autor con “Easter, 1916″, sobre el trágico levantamiento de los republicanos irlandeses contra los británicos: “Nadie se ríe ahora, joder”, escribió.

Entre los problemas de estudios y de conducta —”Si algo no está clavado, me lo robo”, sintetizó— la echaron de tres escuelas en nueve meses. El padre y la madrastra la llevaron a una institución antes de que la ley la enviara a un reformatorio. Tenía 14 años y cuando vio que una de las chicas tenía 22, sintió miedo: “No quiero estar aquí cuando tenga 22″. De allí salió sólo cuando aceptó terminar la escuela en un colegio para pupilas.

Una crisis tras otra

“El abuso infantil es una crisis de identidad y la fama es una crisis de identidad, así que pasé directamente de una crisis de identidad a otra”, resumió O’Connor en una entrevista para The New York Times. Esas crisis se cuentan en capítulos en general breves, que parecen una viñeta y que copian la manera en que funciona la memoria de la artista: el estrés postraumático y el abuso de sustancias han borrado, editado o mutilado sus recuerdos. El título del libro alude a eso con sarcasmo.

"No soy una estrella pop. Soy apenas un alma atormentada que necesita gritar a los micrófonos cada tanto", escribió Sinéad O'Connor en sus memorias. (Reuters)
"No soy una estrella pop. Soy apenas un alma atormentada que necesita gritar a los micrófonos cada tanto", escribió Sinéad O'Connor en sus memorias. (Reuters)

En esas estampas desfilan celebridades, como el cantante de Red Hot Chili Peppers, Anthony Kiedis; Dee Dee Ramone, MC Hammer o Peter Gabriel (”fui su sexo del fin de semana”, categorizó su romance con él). Y también se denuncian los problemas que enfrenta una mujer el negocio de la música, como cuando el ejecutivo Nigel Grainge la llevó a comer para explicarle que debía dejar de llevar el pelo corto y vestirse más femeninamente, lo cual la llevó a raparse. Grainge también intentó persuadirla de que abortara cuando, mientras grababa su primer álbum, The Lion and the Cobra, quedó embarazada de su hijo Jake.

La maternidad ha sido algo decisivo en su vida: “Tengo cuatro hijos de cuatro padres distintos, de los cuales sólo me casé con uno, y me casé con otros tres hombres, ninguno de los cuales es padre de mis hijos”, escribió en Rememberings. “Sabe el señor que el Día del Padre es una jornada agitada en mi casa”.

Jake, Roisin, Shane y Yeshua”, los nombres de sus hijos, es el título de un capítulo donde los elogió con orgullo, reveló el miedo que siempre tuvo a ser como su madre y se rió de algunas anécdotas, como la del oficial de migraciones alemán que la interrogó por los diferentes apellidos de los niños: “Pensó que era una traficante de menores”.

En una ocasión su padre le dijo que sentía celos de la vida que ella llevaba adelante, porque no sentía que debía casarse para tener hijos y en realidad vivía como un hombre lo haría. “En la sociedad está bien que los hombres tengan hijos con diferentes mujeres, pero a veces las mujeres son mal miradas por tener cuatro hijos con cuatro hombres diferentes, o en realidad cualquier cantidad de hijos con hombres diferentes”, reconoció.

En el libro O'Connor elogió con orgullo a sus cuatro hijos, Jake, Roisin, Shane y Yeshua.
En el libro O'Connor elogió con orgullo a sus cuatro hijos, Jake, Roisin, Shane y Yeshua.

Esa actitud se vincula con lo que hizo en SLN en 1992 y con muchas otras de sus acciones, como haber boicoteado los Grammy en los que era candidata a disco del año porque “sólo reconocían los logros materiales, no los artísticos”, o por negarse a interpretar “The Star-Spangled Banner” antes de un concierto en los Estados Unidos porque “los himnos nacionales nada tienen que ver con la música en general”, por lo cual Frank Sinatra la llamó “tipa estúpida”.

Ella se rió de eso. En el libro cuenta que entonces un DJ de Nueva York organizó una campaña, “Tráiganos sus CDs de Sinéad O’Connor y los romperemos por usted”, a la que asistieron un puñado de veteranos de Vietnam y ella, con peluca y anteojos, junto a su amiga Ciara. Una periodista la entrevistó y fingió ser una joven indignada de Saratoga. A la noche se vio a sí misma en el noticiero, sobre el titular “¿Es ella?”.

Nothing Compares 2U

El sello esperaba vender unas 25.000 copias del primer álbum, pero la cifra llegó a 2,5 millones en el mundo. Pero nada se puede comparar con “Nothing Compares 2U”, cuyo clip es “uno de los cinco minutos más trascendentales en la historia del pop”, según definió The Guardian. En el libro se recorre cómo se grabó, mitad en el cementerio de Père Lachaise, en París, y otra mitad —las lágrimas, que surgieron espontáneamente cuando la letra le hizo pensar en su madre— en un estudio en Londres.

La canción llegó al número uno en todos los charts importantes y arrastró con ella al álbum que la contiene, I Do Not Want What I Haven’t Got, que superó los 7 millones de copias en el mundo.

Sinead O'Connor y el video del tema que la lanzó a la fama: "Nothing Compares 2U"

E hizo que ella conociera a Prince en Los Angeles. Una noche que Rememberings describió como sacada de una película de terror. Escribió:

—¿Quieres un trago? —me sonríe.

Se vuelve hacia el armario en busca de un vaso. Entonces, con la velocidad del rayo, lo golpea contra la mesa y dice “Sírvetelo tú misma”.

He visto esto antes. He crecido con esto. Mentalmente comienzo a buscar dónde están las puertas de salida.

La escena sucedió en una mansión en tinieblas, porque a Prince le molestaba la luz; la había llevado allí un chofer que se negó a hablar sobre el artista. Al llegar, la hizo pasar alguien a quien ella imaginó que era el mayordomo, y que dado el contexto bautizó como Igor. El trato humillante que el músico le daba a Igor la escandalizó; en un momento entendió que Igor es Duane, el hermano de Prince, y simplemente quiere salir corriendo.

De maneras mejores y peores Prince la retuvo en la casa. Continuó:

Empezó a acecharme de un lado a otro, mientras se tocaba la pera con una mano, mirándome de arriba abajo. Me grita:

—No me gusta cómo hablas en las entrevistas. No me gusta que digas palabrotas.

Su primer álbum, The Lion and the Cobra, vendió 2,5 millones de copias en el mundo; el segundo, que contiene “Nothing Compares 2U”, más de 7 millones.
Su primer álbum, The Lion and the Cobra, vendió 2,5 millones de copias en el mundo; el segundo, que contiene “Nothing Compares 2U”, más de 7 millones.

—No trabajo para ti —le digo—. Si no te gusta, te puedes joder.

Esto lo fastidia. Sale de la cocina. Luego regresa con dos almohadas y dice “¿Por qué no hacemos una guerra de almohadas?”. Pura sonrisa y simpatía. Pienso: “No todos los días te ofrecen una guerra de almohadas con Prince. Mejor tratamos de divertirnos esta noche luego de un comienzo de mierda”.

Solo que al primer golpe me doy cuenta de que ha escondido algo dentro de la almohada, con el fin de hacer daño. Él no está jugando.

Luego de escaparse de la casa y esconderse en el jardín, logró llegar hasta la carretera, pero él la venía buscando y la encontró allí. Se negó a subir al auto; otros autos pasaban, Prince finalmente desistió. Nunca se volvieron a cruzar. Luego O’Connor supo que, en realidad, ella no era el objetivo final de Prince: el ataque era un mensaje para Steve Fargnoli, el manager de ella y ex de él.

La salud mental de las mujeres

Rememberings fue escrito en dos partes y eso se nota: la primera, antes de que en agosto de 2015 O’Connor fuera sometida a una cirugía innecesaria y la segunda, luego de la catástrofe anímica que le siguió. Acaso en el futuro cercano la experiencia de O’Connor abra una conversación sobre la salud de las mujeres, del mismo modo que su acción en SNL se anticipó en casi dos décadas a las disculpas del papa Benedicto XVI por el abuso sexual de menores en la iglesia irlandesa.

Sinead O'Connor dejó de escribir "Rememberings" en agosto de 2015 O’Connor, cuando sufrió una histerectomía total y cayó en un pozo anímico; lo retomó en 2018. (Ellius Grace/The New York Times)
Sinead O'Connor dejó de escribir "Rememberings" en agosto de 2015 O’Connor, cuando sufrió una histerectomía total y cayó en un pozo anímico; lo retomó en 2018. (Ellius Grace/The New York Times)

Cuando le diagnosticaron una endometriosis crónica, la cantante aceptó una histerectomía; sin embargo, el médico le extirpó también los ovarios. Eso la precipitó a una “menopausia multiplicada por 10.000″, como describió, y dada la ausencia de tratamientos de apoyo, terminó afectando su salud mental. Una catarata de sentimientos negativos la llevaron a pensamientos suicidas reiterados. La segunda parte del libro fue escrita en el hospital psiquiátrico, cuando comenzó a recuperarse.

En su tormento, hacia 2017, publicó un video en Facebook: “Mi vida entera gira alrededor de no morir, eso no es vivir”, dijo. Además de la empresa de Mark Zuckerberg, benefició a Dr. Phil, famoso médico de talk show, quien hizo un programa con ella a cambio de ofrecerle el presuntamente mejor tratamiento de los Estados Unidos, que en nada le sirvió.

(Getty Images)
(Getty Images)

En 2018, cuando ya se sentía mejor, se convirtió al islamismo y adoptó el nombre de Shuhada Sadaqat: como era tan crítica del catolicismo, pasó a otra plataforma de fe, explicó. La base de su educación parece inconmovible y es visible también en las dos decenas de tatuajes que tiene, todos alusivos a las escrituras religiosas excepto uno, Vampire slayer.

Para cerrar el libro dedicó un postfacio epistolar a su padre, John O’Connor: es un punto alto en la forma en que la artista escribe sobre su propia vulnerabilidad. Allí le explica que ella tiene un diagnóstico de trastorno límite de la personalidad agravado por el estrés postraumático y por la contusión cerebral que le causó el accidente. “Por favor, comprende que tu hija estaría igual de loca como una cabra si hubiera tenido a San José y la Virgen María como padres y hubiera crecido en la casa de los Ingalls”.

Y retomó la idea de que ella representó principalmente problemas para él: le pidió que recuerde siempre que “los problemas son sólo Dios disfrazado”.

SEGUIR LEYENDO:

Guardar