Hervé Le Tellier: “Me gusta la idea de que no haya ningún encuentro entre el lector y el autor”

El ganador del prestigioso Premio Goncourt dialogó con Infobae Cultura sobre “La Anomalía”, una novela que mezcla géneros y un sinfín de personajes bajo un argumento que parece irreal: un avión que aterriza en dos momentos distintos con los mismos pasajeros

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 Hervé Le Tellier
Hervé Le Tellier

El pasado 10 de marzo, un avión de Air France que volaba de París a Nueva York se encontró a mitad de camino con un cúmulo de nubes de más de dieciséis kilómetros de altura. Era algo nunca antes visto, y el piloto no llegó a esquivarlo. “Mantengan los cinturones bien abrochados”, ordenó antes de adentrarse. El cambio de la temperatura exterior fue violento y las turbulencias sacudieron a la máquina durante largos minutos. Las personas que viajaban ahí pensaron que no iban a sobrevivir.

El vuelo, sin embargo, logró atravesar la masa de nubes y retomar el rumbo sin heridos. El episodio no mereció ninguna mención en las noticias, a pesar de que fue catalogado como la tormenta del año. Tres meses después, en junio, pasó a la primera plana de todos los diarios: el mismo vuelo, la misma tripulación, los mismos pasajeros había vuelto a aterrizar.

“Todos los vuelos tranquilos se parecen, pero cada vuelo turbulento lo es a su manera”, escribe Hervé Le Tellier a modo de presagio en su libro La Anomalía. Lo mismo podría decirse en relación con los años: algunos son iguales a otros, y otros son especiales. Hoy, a dieciséis meses del inicio de la pandemia, el mundo no vive un año normal. Aquel que el escritor francés imaginó en su novela, ganadora del prestigioso Premio Goncourt, tampoco.

Editada en español por Seix Barral (Planeta), La Anomalía tiene dos ejes y muchas historias. Por un lado, intenta explicar cómo un avión pudo desdoblarse y aterrizar en dos momentos distintos con los mismos viajeros. Explora, por el otro, la vida de esos pasajeros, que quedaron duplicados y se encuentran con una insólita segunda oportunidad para afrontar sus propias anomalías del pasado o proyectar un nuevo futuro.

En español, el libro fue editado por Seix Barral
En español, el libro fue editado por Seix Barral

El autor es un periodista que lleva escritos una treintena de libros cortos, novelas y ensayos, de los cuales solo uno -No hablemos más de amor (Grijalbo, 2009)- había sido hasta ahora traducido al español. Conseguir el Goncourt, el premio más importante de las letras francesas, lo catapultó a la misma altura de escritores como Simone de Beauvoir, Marcel Proust y Michel Houellebecq. O más: con un millón de ejemplares, su novela se convirtió en la segunda más popular de la historia de ese premio, solo detrás de El Amante, de Marguerite Duras, y los derechos de edición fueron vendidos a más de 40 países.

Le Tellier, además, preside el grupo Oulipo, un espacio literario que tuvo su esplendor en los años sesenta y que lleva como sello distintivo los juegos de palabras. Esa fue la principal razón por la que él mismo y la mayoría de los autores de este grupo quedaron confinados a Francia: traducirlos es casi imposible. Zazie dans le métro, de Raymond Queneau, es probablemente la novela más conocida y mejor lograda en otra lengua.

La Anomalía no forma parte del universo oulipiense, por lo que pudo traspasar las fronteras idiomáticas. Pero Le Tellier se las ingenia para introducir otro tipo de juego, el de los géneros. Su libro es a veces un policial; otras, una comedia, una novela rosa o un caso de abuso infantil. Por momentos, un delirio. En un capítulo, el protagonista es un sicario con una doble vida o un escritor que vende millones después de suicidarse; en otro, una abogada que debe renunciar al trabajo que siempre soñó. También aparecen Donald Trump, Emmanuel Macron y Xi Jinping. Y cada personaje imprime un género diferente.

En diálogo virtual con Infobae Cultura, Hervé Le Tellier compartió cómo ideó La Anomalía y en qué se basó para construirla como un universo que trascendiera la ficción y pudiera ser real: “Cuando escribí la novela, me planteé cómo darle credibilidad. Quería evitar el cuento de hadas”. También aseguró que la pandemia ayudó a la buena recepción de su novela, aunque no esperaba que la repercusión saliera de Francia: “Nunca se sabe cuál es el carácter universal o la capacidad de un libro de ir más allá”.

La novela se convirtió en la segunda más popular de la historia del Goucourt, solo detrás de "El Amante", de Marguerite Duras (REUTERS/Charles Platiau)
La novela se convirtió en la segunda más popular de la historia del Goucourt, solo detrás de "El Amante", de Marguerite Duras (REUTERS/Charles Platiau)

-¿Cuál fue el disparador que inspiró “La Anomalía” y por qué decidió construir la novela con tantos personajes, tan disímiles entre sí?

-Esta idea surgió hace más o menos tres años. En ese momento pensaba escribir un relato sobre el encuentro de un escritor con su doble en el que hablaban de escritura. Pero me pareció que la idea era un poco pobre, entonces decidí no pensar una confrontación no solo entre ellos, sino con distintos personajes, cada uno con su carácter, con sus situaciones sociales o económicas. Hice un análisis de distintos escenarios que iban desde el sacrificio hasta el homicidio y a cada uno le asocié un personaje.

-¿También fue el objetivo que cada personaje representara, a la par de una situación, un género literario?

-Escogí tener personajes muy diferentes y eso me exigió caracterizarlos y encarnarlos. Esta encarnación fue de la mano con la elección de los géneros. Por ejemplo, hay dos personajes -Adrian y Meredith- que son como de una novela romántica inglesa. Entonces, hay géneros literarios asociados con los personajes, pero con un estilo unificado, para que no quedara demasiado experimental.

-¿Cómo fue la búsqueda de la hipótesis que explica que un vuelo exactamente igual pueda aterrizar dos veces?

-Cuando escribí la novela, me pregunté cómo darle credibilidad. Quería evitar el cuento de hadas y el género fantástico. Y me acordé de una conferencia que el filósofo Nick Bostrom dio hace 20 años, en la que decía que la civilización podría superar su propia desaparición con una computadora muy potente que lograra simular los antepasados. Su conclusión es que hay una probabilidad entre mil de que seamos seres biológicos y 999 entre mil de que seamos seres simulados. Y esta idea me pareció solucionar la cuestión del cuento de hadas. Es una hipótesis vertiginosa para el lector, que plantea la pregunta elemental de si nos podemos fiar de nuestros sentidos o no. La propuesta de Bostrom es un poco diferente, se pregunta si el mundo que tenemos alrededor no es una realidad simulada por la tecnología, y entonces todo estaría simulado, incluso nuestros sentidos y nuestro cerebro que es el que crea nuestras impresiones.

-A pesar de que cada capítulo obedece a distintos géneros literarios y de que buscó una hipótesis que le diera credibilidad al argumento del libro, muchos críticos catalogaron su trabajo de ciencia ficción o fantasía, ¿es posible ubicarlo en un género específico?

-No tengo nada contra la ciencia ficción ni contra el género fantástico, ambos son géneros que me gustan mucho, solo que la ciencia ficción es una proyección en el futuro y el género fantástico trata de lo imposible. Mi universo es el universo de lo cotidiano, de lo actual. Entonces si bien hay ficción en mi novela, me parece más adecuado hablar de una experiencia de pensamiento, es decir, cómo reaccionaríamos si la propuesta del libro fuera real. Porque no es una distopía, es casi la misma cronología que ya conocemos. Yo realmente pensaba que a Trump lo iban a volver a elegir, y que estaríamos en un mundo con Trump, Macron, Xi Jinping, Elton John y otros.

Presentación de La Anomalía en España (Miquel Taverna)
Presentación de La Anomalía en España (Miquel Taverna)

-En un fragmento de la novela, dice: “Ningún autor escribe el libro del lector, ni ningún lector lee el libro del autor”, ¿entonces es válido si alguien interpreta su novela dentro de otro género?

-Cuando escribí esta frase, pensaba en las proyecciones mentales de los autores, que nunca se corresponden con las de los lectores. Si yo escribo que una mujer es delgada y rubia o que un niño es negro, el lector nunca lo va a proyectar de la misma forma porque las representaciones son distintas en los imaginarios de cada persona. Incluso los colores no se imaginan de la misma manera. La idea de que los libros son objetos vivos en los que lectores y escritores se pueden encontrar es algo que siempre me ha gustado. Me gusta incluso la idea de que no haya ningún encuentro entre el lector y el autor. Y esto lo digo como un juego, porque sin embargo yo escribo para que me entiendan.

-¿Cree que el contexto actual de pandemia, en el que estamos atravesando tiempos anormales, influyó en la buena repercusión de su novela?

-Es una novela que escribí antes, en 2019, pero la consecuencia de la pandemia es que le dio un eco por dos motivos. Uno, en cierta forma, negativo, porque el libro plantea una experiencia de viaje mundial o una situación en la que se interactúa con decenas de personas, que ya no eran posibles. El otro motivo es que la experiencia que todos vivimos es de pérdida de la realidad, de estar desubicados en el mundo, de tener una relación distinta o anormal con uno mismo y con el mundo alrededor. Pero la situación de pandemia convirtió esta anomalía en algo real, como la propuesta del libro, y creo que por eso tuvo repercusión.

-¿Es posible que, con los cierres de los teatros, cines, museos o cafés, se haya revalorizado también el rol de los libros?

-Sí, estoy de acuerdo, pero no hay que sobreestimar el poder del regreso del libro. Se cerraron los cafés, los teatros y los cines y esto hizo que dos objetos culturales se hicieran más visibles que los demás: los libros y las series de televisión, que se convirtieron en tema de conversación entre las personas que estaban a distancia. Pero en 2020, en Francia hubo dos confinamientos y no se vendieron más libros que lo que se vendió en 2019, si bien muchos sectores sufrieron una caída del 10 o 20 por ciento de la actividad y la industria editorial se quedó en el mismo nivel.

Le Tellier entrevistado en París en noviembre de 2020, tras conocerse el premio (REUTERS/Charles Platiau)
Le Tellier entrevistado en París en noviembre de 2020, tras conocerse el premio (REUTERS/Charles Platiau)

-Vendió más de un millón de ejemplares en Francia y los derechos de publicación fueron comprados por más de 40 países, entre ellos, Argentina, donde la novela llegó en mayo. ¿Qué sintió al ver a su libro viajar tanto en un momento en que la mayoría de las personas no puede hacerlo?

-Fue muy sorprendente para mí, por ejemplo, tener entrevistas por Zoom con países de América Latina como México o Argentina, y es una sorpresa tener éxito fuera de la esfera del Premio Goncourt, que es un premio nacional francés, porque nunca se sabe cuál es el carácter universal o la capacidad de un libro de ir más allá de las fronteras nacionales. He publicado bastante en Estados Unidos, Alemania e Italia, y me ha pasado tener más éxito en Alemania que en Francia. Las reacciones dependen de cada país y siempre estoy atento a cuál es la repercusión, que depende de muchos factores. Algunos que se pueden controlar, por ejemplo, la traducción, y otros que no, como la prensa. En Francia, mi libro fue un éxito tremendo, y no podría esperar lo mismo del resto del mundo. Estaré muy contento si alcanzo un éxito promedio de entre 15 mil y 30 mil ejemplares.

-A partir de este boom, ¿podría ser reeditado en español?

-Si esta novela tiene éxito en España y Latinoamérica, hay dos títulos que me gustaría que fueran traducidos. El primero es Toutes les familles heureuses, que trata de mi infancia y es muy íntimo, es la historia de un niño en una familia un poco disfuncional que logra sobrevivir gracias a los libros. Es mi equivalente a lo que escribió Jean-Paul Sartre con Les Mots, pero con mi estilo. También está la novela Assez parlé d’amour, que trata de la ambivalencia amorosa o la incapacidad de elegir entre dos seres amados. Este libro ya fue traducido y me gustaría que le fuera mejor. Después, tengo otras obras, pero serían muy difíciles de traducir porque juegan mucho con el idioma francés.

-Ya que menciona sus obras que se encuadran en la producción del grupo Oulipo, ¿cree que el reconocimiento del Goncourt sirvió para demostrar que este grupo sigue vigente en Francia?

-El grupo de Oulipo es muy activo en Francia, tiene incluso un miembro que es argentino, Eduardo Berti, del que acabo de leer su libro Un père étranger y es realmente magnífico. Es verdad que los miembros han tenido poca visibilidad, es un grupo bastante discreto. Me alegro de que el Goncourt sea una luz y espero que esto despierte el interés de personas más jóvenes, de otros géneros y continentes, para renovarlo un poco. Es también una gran oportunidad porque es un grupo que no es un movimiento, no es una escuela, no es una vanguardia, sino una forma de percibir la literatura. Iría más allá y diría que este premio es también un reconocimiento a muchos otros libros que se publicaron antes que el mío, un reconocimiento a Georges Perec, a Raymond Queneau y a muchos más autores de Oulipo que no han tenido visibilidad.

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