Desde la soledad de su despacho, Valeria González atiende el teléfono y suspira. Es una pausa, un paréntesis en la rutina de la gestión pública. Es historiadora de arte, curadora, investigadora y, desde hace un año y medio —casi lo mismo que la pandemia—, secretaria de Patrimonio Cultural, que depende del Ministerio de Cultura de la Nación, la cartera que conduce Tristán Bauer. Bajo su administración están las Becas Proyecto Ballena, una iniciativa que se despega del tono asistencial de la época y que responde a un ciclo de debate que se inició el año pasado del mismo nombre con la participación de intelectuales, artistas e investigadores bajo la consigna “Democracia”. En junio se hizo la segunda edición bajo el paraguas conceptual de “T/tierra”, pensando la dualidad de la mayúscula y la minúscula. De allí se desprende esta iniciativa: 10 becas por $200 mil destinadas a artistas de todas las disciplinas y de todo el país para que trabajen durante tres meses en proyectos de investigación artística.
“Pasamos de pensar iniciativas asistenciales a enfilarnos hacia un horizonte, a lo que es el rol más natural del Ministerio de Cultura, orientado hacia el trabajo y a la producción”, dice del otro lado del teléfono. A principios de este año, cuando los epidemiólogos que asesoran al gobierno tenían en claro que la segunda ola era inminente, el Ministerio de Cultura seguía pensando en la asistencia como método inevitable. Por eso Tristán Bauer, en una entrevista de enero con Infobae Cultura, decía: “Lo que estamos viendo nosotros es, por un lado, que vamos a tener que continuar una etapa más con asistencias, con distintas ayudas, tanto a individuos, a hombres y mujeres artistas, trabajadores y trabajadoras, pero también a sectores como el teatro, sobre todo lo que es en vivo. Nuestra voluntad es ir rápidamente hacia esas dos palabras que son claves para mí: producción y trabajo”.
En ese sentido, y en esa línea, Valeria González explicita que ya las miras están puestas en la pospandemia, pero también subraya que el objetivo de iniciativas como las Becas Proyecto Ballena es “dar un apoyo pero también ir apuntando hacia cómo se concibe el trabajo del artista, cómo se concibe la producción artística en un marco ampliado: no solo producción de objetos, una tradición que viene de siglos, sino también en las formas de 1970 en adelante que tiene que ver con las formas investigativas del arte, lo que llamamos arte contemporáneo, el arte como una práctica posdisciplinaria”. Esa es su especialidad, el arte contemporáneo, “una actividad de intervención, sensible, reflexiva, crítica. Como el arte interviene en cualquier campo de la realidad, se cruza con todo tipo de saberes: ciencias duras, por ejemplo. Así genera cruces y encuentros entre disciplinas que no se podrían producir en otro lugar”.
Son tiempos donde el cambio de paradigma se evidencia más rápido y quizás no haya que apoyarse en la distancia temporal para comprender que el mundo ya no es el del siglo XX, esa explosión de ideas que pasó, ¿cuándo?, ¿ayer?, y ahora, en este nuevo siglo, 21 años que aceleraron un transformación inexorable. “El arte anterior, donde individuos producen objetos, que es hasta 1970, es el modelo del capitalismo industrial. Después está la desterritorialización, el capitalismo financiero, es el arte como trabajo”, dice la Secretaria de Patrimonio Cultural, y agrega: “A los artistas les preocupan los mismos asuntos que a los científicos, a los sociólogos, a los periodistas, a los políticos, porque somos parte de la misma sociedad. El arte no va en contra de las ciencias, pero puede ir más allá. Cada ciencia parte de una delimitación previa. El arte puede incidir en ella y cuestionar sus límites, además de los hábitos sensibles”.
“El mercado globalizado, no sé si se restringe en un sentido cuantitativo, pero sí que se complejiza y asume características cualitativas. Como todas las variables del capitalismo: son favorables para una parte y desfavorables para otras. Eso no está tan alejado de otros sectores, no sólo el artístico. Acá aparece el rol del Estado en un sentido fuerte: no solo como fortalecedor, impulsor, defensor del vínculo lo más fluido posible entre los agentes productores del mercado artístico y el mercado artístico propiamente dicho, sino en el sentido de comprender que en el trabajo del artista en la era contemporánea solo una porción de esa vida tiene que ver con el mercado del arte. En todo el resto del abanico, el trabajo artístico tiene que ver con labores de esto que llamamos investigación artística: residencias, clínicas, vínculos con toda una miríada de disciplinas que no son artísticas, etcétera. Este es el mercado laboral, digamos”, profundiza.
Las Becas Proyecto Ballena están pensadas desde esta óptica porque “no es tanto un Estado comitente de obras de arte, como los Médici, aunque siempre va a haber comitencia artística y está muy bien, sino que es la idea de poner recursos para capacitar artistas que están trabajando con otros campos de saberes. Y distinguir a los diez mejores en relación a los ítems que señalan las bases, para que formen parte del Proyecto Ballena. Que aparezca el arte como un vector investigativo importante. Son diez portavoces, una pequeña porción, para que el Ministerio pueda recolectar información importante sobre cómo en Argentina se está investigando: el Ministerio como gestor de la cultura pública pasa a conocer mucho más de lo que es su publico depositario, que es el publico en general, en el sentido del bien público. Y estas herramientas de conocimiento son fundamentales para tomar decisiones. Y también con la esperanza de conocer más y seguir apoyando el arte como investigación”.
Pueden presentar sus proyectos a la convocatoria -que permanecerá abierta hasta el 30 de julio- artistas, músicos, actores, performers, poetas, escritores, dramaturgos y ensayistas de todo el país, ciudadanos argentinos o naturalizados, sin restricción de edad. Toda la información precisa está en la web de Proyecto Ballena. Antes de finalizar esta breve conversación con Infobae Cultura, ante la pregunta por el futuro del arte, de este escenario que persiste incierto, Valeria González vuelve a suspirar, como en inicio de la charla, y dice: “Soy optimista. Si bien la realidad es súper compleja y no tiene un único enfoque, es lógico que el optimismo se dosifique con dosis de realismo. Para no ser pesimista ni utópica total, diré que la palabra optimista está muy ligada al futuro y yo pienso al arte en su presente. Más que un optimismo en el sentido de pensar en el futuro, que no conozco, porque nadie lo puede conocer, confío en la potencialidad que observo en el presente del arte”.
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