Pompeyo Audivert: “El teatro no debe ser un espejo que refleje, debemos tirarle piedras para que se rompa”

El actor, perteneciente a una familia de artistas, conversó con Infobae Cultura sobre su unipersonal “Habitación Macbeth”, que se reestrena este sábado. Además, reflexionó sobre las artes dramáticas, el efecto en el público y sobre el momento político del país

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Pompeyo Audivert presenta "Habitación Macbeth" -sábados a las 20 y domingos a las 19-  en el Centro Cultural de la Cooperación (Santiago Martinelli)
Pompeyo Audivert presenta "Habitación Macbeth" -sábados a las 20 y domingos a las 19- en el Centro Cultural de la Cooperación (Santiago Martinelli)

En una encrucijada de caminos, tres brujas aguardaban el pasar de los viajeros. Hasta que su caballo llegó Macbeth y el drama comenzaría. Pero, tiempo de los tiempos, el Covid no les permitió parlamentar a los personajes shakesperianos ya que las funciones de Habitación Macbeth de Pompeyo Audivert apenas se estrenaban cuando llegó la segunda ola del virus, se cerraron los teatros y la calle Corrientes volvió al silencio normal de la anormalidad. Sin embargo, ni el virus -ni nada- es eterno y los teatros reabrieron y en el Centro Cultural de la Cooperación los fines de semana Audivert no sólo pone su versión del clásico de Shakespeare sino que se transforma, transfigura, transmuta él solo en 7 personajes en un unipersonal que es también una experiencia. Una experiencia teatral sobre la que conversa en su casa de Monserrat, entre grabados, pinturas y esculturas y en la que la entrevista se realiza en una pequeña sala en el tercer piso, Pompeyo sentado en el escenario, Infobae Cultura como espectador de sus conceptos y definiciones. Y humores, ya que alguien comenta que Hitchcok consideraba a los actores como ganado o Michelangelo Antonioni le había dicho a Jeanne Moreau: “Señora, tenga en cuenta que para mí usted no es más que parte del decorado”.

-¡Se lo dijo a Jeanne Moreau! ¿Se lo puede imaginar?

-Es gracioso. Pero es algo que suelen pensar los directores de cine. Bueno, también le pasó a Al Pacino que le contó a Lawrence Olivier cómo había compuesto un personaje de un linyera: se había ido a la calle, había dormido con los linyeras, que había tenido una experiencia de meses, y entonces Olivier le dijo: “¿Pero por qué no lo actuó?”

–Claro, más fácil, más metódico. Usted viene de una familia de artistas, ¿no?

–Sí. Mi mamá era poeta y se llamaba Marina Briones, y mi papá y mi abuelo eran grabadores, artistas plásticos y se llamaban como yo. Yo siento que de ellos heredo algo de una condición compositiva, por un lado, y poética, por el otro. El grabado es un arte muy parecido al teatro, en el sentido en que en el grabado no hay una pieza original, son todas copias de un mismo original, y en el teatro pasa lo mismo, no hay un original, una función es igual a la otra aunque tiene sus diferencias, pero todas pertenecen a una serie finita y numerada digamos, uno va a las que pueda, a las 500. Los grabados también son así, es un arte popular igual que el teatro.

Pompeyo Audivert, actor, autor y director
Pompeyo Audivert, actor, autor y director

– Pero, eso es interesante, porque justamente, el grabado es la combinación entre las serialización, y la finitud digamos, porque un grabado puede reproducirlo mil veces, pero cada pieza…

–Tiene un número y va perdiendo valor también mientras más grande sea la serie

–Y a la vez tiene un límite, ¿no?

– Hay un desgaste.

– Pero quedan. Yo pensaba que hay tantos Pompeyos Audivert simultáneos, tanto que en la muestra Psicoanálisis en el Malba hay obras de Pompeyo Audivert. Que además era surrealista ¿no?

–Sí, claro, era el grabador del surrealismo.

– Por eso yo decía, está en Corrientes, está en Figueroa Alcorta, en museos. Y a la vez usted es un actor en siete personajes. ¡Es la serialización Audivert! ¿Cómo decidió hacer este Macbeth unipersonal?

–Bueno, una vez que la pandemia me redujo a la casa, y a mi propio cuerpo también como habitáculo teatral, con la angustia de haber tenido que levantar Trastorno, que era la obra que yo estaba haciendo en el CCC, que estaba en pleno éxito, volviendo de una temporada en Mar del Plata muy exitosa también, me fui a Mar del Sur y ahí empecé a pensar en Macbeth, que es una obra que yo ya había empezado a adaptar para seis actores y actrices, y ahí decidí también dar lugar a una fantasía que yo venía abrigando y albergando, hablando de habitación en habitación desde hacía mucho tiempo, que era la idea de hacer un trabajo unipersonal en donde yo tuviera que hacer todos los personajes. Macbeth tiene unas características muy particulares y muy ideales para ese propósito de plantear un cuerpo habitáculo, un cuerpo habitación de una obra de teatro, un cuerpo como si fuera un cuerpo único donde van apareciendo todas las vicisitudes y todos los personajes de una obra. Estas tragedias de Shakespeare tienen un nivel sobrenatural muy presente, hay una cuestión vinculada a los espíritus y a la sobrenaturaleza humana que da la mano.

Macbeth es un personaje común, un general noble, servidor de su rey y de su patria, que al ser interceptado por unas brujas en un cruce de camino, muy a la griega también, con un vaticinio de poder, que le dice que va a ser rey, desencadena una imaginación que funciona como vanguardia fantasmagórica de un pensamiento de poder que empieza a trepar en él, ¿no? Empieza a excitarse con eso, a creer que eso debe suceder, ya no se banca la espera y se transforma de la noche a la mañana en un asesino compulsivo que quiere llegar al poder. Hay algo de esa situación tan abrupta, tan casi inverosímil que me llamó mucho la atención, la escalada que se produce de buenas a primeras, abrupta, lo abrupto del cambio, que también tiene que ver con lo abrupto de los cambios que uno ve también en muchos políticos, periodistas, personas, que pasan de ser una cosa a la otra y uno no sabe qué fuerzas operaron allí para producir semejantes cambios. O gente que es muy anónima y de repente se transforman en héroes, vos decís dónde estaba todo eso que de repente apareció. La obra de Shakespeare tiene características particulares que hacen que un propósito de naturaleza teatral como era el que yo venía trayendo ya medio en mi imaginación, desde hacía tiempo, como forma también de aventurarme en una experiencia de la actuación más salvaje, más deslindada, menos sumida en una única identidad, porque en general los actores y las actrices dejamos de ser nosotros como yo histórico y pasamos a ser un personaje que está escrito en una obra que tiene su coartada existencial que es esa y nada más. Está limitada la experiencia de la actuación ahí, a esa identidad ficcional a la que siempre nos abrazamos y bueno y ahí está todo, yo pensaba: ¿qué pasa si el actor tiene que hacer algo más que eso, tiene que hacer otros personajes, tiene que cambiar y hacer toda la obra, como si fuera un mundo que se ha derrumbado en la certeza de que hay una crisis de sentido histórica actualmente y que hay un derrumbe, una percepción de falta de sentido que hace que todos los procedimientos, las formas de producción pierdan con la pandemia y con toda la crisis universal que en algún modo la pandemia activa o permite notar y que me permite ese movimiento? ¿Por qué no suponer que el mundo se ha extinguido y lo único que quedan son los cuerpos, cuerpos de actores y público, y cuerpos en el único teatro, ya no hay más nada? Uno suponía que ese cuerpo está representando a todos esos personajes, al igual que Macbeth es el asesino de una teatralidad que antes de que él irrumpiera en la escena tenía sus actrices, sus actores, sus estrategias, sus lenguajes, sus escenografías, todo y ahora quedó él solo inclusive también algo en una situación desesperante en la que estamos.

(Santiago Martinelli)
(Santiago Martinelli)

–Muy interesante. También cuando usted menciona ese cruce de caminos que brinda el encuentro de las brujas con Macbeth, que es también ese camino en el que se cruza Edipo con su destino y es el momento fundacional de la tragedia.

– Es un cruce de caminos, este es tu camino, no, este no es tu camino, este es nuestro camino, no, no, este es nuestro escenario, como le dice la bruja, no, no, este es nuestro camino, fuera de nuestro camino, fuera del escenario, empieza a haber una disputa para saber dónde estamos, estamos en un escenario, o estamos en un camino que creemos que es el nuestro, de repente nos encontramos en el escenario de unas brujas y ahora estamos motivados por esas fuerzas que representan

– Es muy claro reconocer a Macbeth como una de las obras de Shakespeare sobre el poder y el poder como un motor para el desastre y uno siempre piensa que Shakespeare sigue siendo un clásico es siempre contemporáneo. ¿Reconoce cierta actualidad en su puesta sobre Macbeth?

– Mi impulso hacia Macbeth no tuvo tanto que ver con la validez y presencia de la actualidad, de su señal en relación al poder y a su raíz oscura y humana e inhumana, sino a esta cuestión más metafísico existencial de la que hablaba antes en el sentido de que somos seres que de algún modo estamos habitados por fuerzas dorsales que tañen en nosotros sus campanas, que quieren de algún modo aflorar a través nuestro, esas fuerzas dorsales son son oscuras y son luminosas, son contradictorias. A mí me parece que lo interesante de la obra de Shakespeare es que denuncia que todo el frente histórico, además de ser un frente dominado por las compulsiones del poder, es un frente de algún modo ficcional, en el sentido de que es aparente, que lo que yace por detrás es de una dimensión muy superior. A mí me gusta eso de Shakespeare que hace que una, en su obra aparecen los espíritus lo sobrenatural, lo dorsal, lo impensado, creo que sí que las fuerzas históricas de la época de Shakespeare y las de ahora son muy parecidas, nada más que tienen otros nombres, otros métodos, otras estrategias, pero que lo central de Shakespeare es que él revela, que son fuerzas de un orden aparente, ficcional y que están asediadas por dimensiones existenciales mucho más profundas, que es lo mismo que hace el teatro griego al señalar nuestra pertenencia a una latitud que el campo ficcional histórico viene a lapidar. Entonces creo que el teatro lo que puede hacer, y lo que debe hacer es arrojar un piedrazo en el espejo de esa realidad ficcional histórica, no para perder la idea del reflejo, sino para romperlo y señalar que por detrás hay fuerzas activas y que son, de algún modo, nuestra verdadera naturaleza de seres, que de ahí venimos, de esa zona metafísico existencial que el frente histórico de algún modo viene a invalidar con su existencia y con sus espejos ficcionales. Creo que el teatro se entrega mucho en general a los espejos que debe erigir inevitablemente, a los espejos ficcionales, y a sus asuntos de espejo, cuando en realidad lo que hay que hacer es romper ese espejo para señalar también su pertenencia a ese otro plano. Lo que me gusta de Shakespeare a mí es eso, que en su literatura de algún modo arroja piedrazos en el espejo, él ya señala eso, el teatro puede hacerlo también con ciertas operaciones formales, por ejemplo esto de los cambios de personajes en ese escenario. Esa manera cómo está siendo sucedida es de algún modo un piedrazo en el espejo, dice ser una obra pero vos ves que es un solo tipo, sin embargo ves la obra, pero también ves a un solo tipo, no dejás de interrogarte al respecto de cuánto sos también, del tema de la otredad que también tiene el teatro implicado en su operación de despertar fuerzas, de despertar más que fuerzas sino la percepción de que uno ya ha sido otros, de que uno es parte de una cadena de reencarnaciones, uno va al teatro a ensayar la muerte y la resurrección, se apaga la luz y el público suspende su presencia histórica y queda en un grado de estructura presencial muy abierto, muy infantil, se prende la luz y aparece esa ficción que dice ser esto o lo otro, y ahí uno de un modo vibra ahí su suposición de otredad con la escena, si la escena logra romper su propia ficcionalidad y transparentar también su pertenencia a un orden metafísico. Creo que la tendencia que nos lleva al teatro, se ve de algún modo satisfecha, uno siente que respira teatralidad, porque respira también ese otro nivel existencial del que tenemos todos sed, que es de naturaleza poética me parece y metafísica, la percepción de haber sido otros, de estar envueltos en una vertiginosa cadena de resurrecciones y de muertes, ese es el tema, la metáfora central del teatro es esa.

–Es que si se piensa en “En el principio fue el verbo”, quizás La Biblia plantea desde el principio aquello a lo que usted se refiere, ¿no?

–Exactamente, pero bueno vos fijate que el frente histórico está de espaldas a esa dimensión, o la clausura con las iglesias más burocráticamente.

–Sin embargo, más allá de la discusión metafísica, usted se caracteriza por plantear una discusión acerca de la historia, la política, ¿Hoy se siente ubicado en algún lado?

–Sí, sí, siento que, siempre tuve una posición política, crítica del sistema capitalista, siento que eso es una identidad que viene conmigo, y de algún modo debe tener su influencia en mi forma de producción teatral, pero mi forma de producción teatral se debe a un hecho más trascendente que esa identidad política mía, que no deja de ser histórica, mi forma de producción teatral toma aspectos mitológicos históricos, como cuando hice El farmer, como cuando hice Edipo en Ezeiza, por el 73, o Museo Ezeiza, o cuando hice Muñeca, todas las obras que hago de algún modo están inscriptas en un grito histórico sobre el cual tengo una posición, pero no hablan de él de una forma directa, no se limitan a eso.

Pompeyo Audivert y Rodrigo de la Serna en "El Farmer"
Pompeyo Audivert y Rodrigo de la Serna en "El Farmer"

– No, sería medio burdo.

– Sería burdo, claro, pero creo que sí, que significan una fuerza dramática ya que todo el frente histórico es dramático, estamos en una circunstancia sumamente dramática, en el presente sí tengo una posición también porque todo lo que fue el gobierno de Macri, todo el neoliberalismo es algo que a mí me hizo mucho daño, siento que fue totalmente nefasto para la Argentina, creo más, yo soy de izquierda ¿viste?, pero más allá de eso acompaño las tendencias nacionales y populares que de algún modo significan la posición posible de las grandes mayorías en este momento, en algún momento eso mejorará y será más filosa a la posición, pero por el momento es eso. Siempre las izquierdas tienden a pasar por unas condiciones muy atrasadas del mundo que producen esas derivas hacia personalismos, hacia burocratismos, hacia cosas muy facciosas, entonces se trata de desentrañar la época de Trotsky, esa era genial los manifiestos surrealistas, toda esa posición era muy buena, pero es como si se busca estabilizar algo para dar como un diagnóstico y un programa a partir de ahí, pero muy difícil, es muy difícil. Hay que esperar, ¿viste? La realidad de algún modo empieza, a veces se acerca por ahí esos focos de intensidad que están ahí como larvados, prenden en ciertos momentos de crisis social y eso prospera y se desata algo, andá a saber.

– Algo que también hereda de sus padres, ¿no?

– Sí, claro, sí, sí, mis viejos eran de izquierda, fui criado en ese ambiente de grabadores y anarquistas también, mi abuelo era medio anarquista, mi madre todo el tiempo estaba persiguiendo periódicos de distintas izquierdas. Me acuerdo de pibe del Cordobazo, mis viejos estaban re excitados con eso, todo lo que fue esa época, yo creo que últimamente empiezo a dar cuenta como si tuviera una identidad más, como decir en el baño soy anarquista, en la cocina soy trotskista, en el comedor soy socialista y en la vereda la apoyo a Cristina.

– ¿Y cómo piensa un camino de país en ese marco múltiple que señala?

– Yo lo que siento es que ahora hay una encrucijada muy grande en el sentido de que si el gobierno no toma medidas muy concretas de habilitar planes y ayudar a los sectores carenciados, al cuarenta y pico por ciento de gente que está bajo la línea de la pobreza, esto puede terminar en una crisis social espantosa, incluso hay riesgo del regreso de lo peor del neoliberalismo de la mano de Patricia Bullrich. El negocio de ellos es la radicalización, la bolsonarización, y se está arrastrando a algunos de estos sectores.

–Los analistas dice que quien usted acaba de nombrar, Patricia Bullrich, es muy diferente de Larreta.

–No, son el policía malo y el bueno, de hecho Larreta va a la saga de la Bullrich. El único discurso que tienen es este salvajismo de la Bullrich y los sectores más recalcitrantes, que es un discurso facho, disfrazado de sentido común y es una vergüenza.

–¿Pero para usted hay algún riesgo de fascismo?

–Para mí si el gobierno nacional y popular no toma medidas nacionales y populares, la crisis económica que se está viniendo y el estado de cosa va a hacer que mucha gente fluctúe de nuevo hacia la derecha y ahí ellos.

–Pero la derecha es una cosa, y el facismo es otra cosa ¿no?

–Claro. Todavía falta un poco, tenemos restos democráticos acá en la Argentina, no es Brasil, tenemos como un trasfondo histórico de militancias, de izquierda, de conciencia social, etcétera, hasta sindicalismo por más que esté copado por la burocracia sindical peronista.

–¿Estamos ante un cruce de caminos como en Macbeth o Edipo?

–Puede ser. Hay que ver qué camino elegimos.

*Habitación Macbeth se puede ver los sábados a las 20 y los domingos a las 19 en el Centro Cultural de la Cooperación, Corrientes 1543.

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