En las últimas horas la artista Fátima Pecci Carou se vio envuelta en una polémica en redes sociales, tras ser acusada de plagio por algunas de sus obras.
Pecci Carou (37), integrante del colectivo feminista “Nosotras proponemos”, es una artista en ascenso, que obtuvo notoriedad a partir de una obra donde toma la estética de la cultura otaku, del manga y animé, con una pincelada suelta y con colores bien contrastados. En 2018, fue elegida por los coleccionistas en ArteBA y ganadora del Premio en Obra en Barrio Joven y desde este año obtuvo su primera muestra en un espacio público: el porteño Museo Evita.
La exposición temporaria Banderas y Banderines se exhibe desde marzo en las salas temporarias del Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Eva Perón - Museo Evita, y fue curada por Eva Grinstein. “Quise salirme del típico ícono que se conoce de ella para recuperar otra imagen, donde está presente el uso del animé en las pinturas pero que de algún modo se ubican también entre lo documental y lo pictórico... El animé permite acercar a las nuevas generaciones a la política y al arte, porque es como un imán”, había comentado la artista en una entrevista con Télam.
La polémica comenzó desde una cuenta de youtube, Tipito Enojado, que ronda los 200 mil seguidores, que tiene un perfil anti feminista y libertario, desde donde un hombre enmascarado realiza entrevistas y videos. Luego, continuó en Twitter, donde la cuenta @Hoann Setrid, que se define como “Ateo, hispanista y provida” lanzó un hilo con las diferentes obras de la artista y por las que se las acusa de plagio.
El tema se viralizó y aún antes de que sea reproducido por los medios, la plataforma de venta con sede en Nueva York Artsy retiró las obras que tenía a la venta. Artsy cobró notoriedad en el mercado argentino durante la pandemia, ya que no solo fue el espacio donde se realizó la edición virtual de arteBA 2020, sino que tras esto Meridiano, la cámara argentina de galerías de arte contemporáneo, firmó un acuerdo para que 10 mil obras de más de 600 artistas de 34 galerías tengan presencia en el espacio virtual.
Luego, algunos de los supuestos artistas que habrían sido plagiados también se sumaron. Antes de salir con este artículo, Infobae Cultura prefirió primero comunicarse con los artistas japoneses para ratificar la denuncia virtual y, a su vez, conocer su opinión vía Twitter, pero no tuvo respuesta.
Por su parte, Pecci Carou, que no respondió la solicitud de diálogo con este medio, escribió en Facebook, antes de cerrar su cuenta: “Estoy siendo agredida por un montón de fanáticos del animé, que me dicen plagiadora por usar referencias de manga en mis pinturas. Chiques, toda la historia del arte es la representación de imágenes que ya existen, pónganse a leer porfi”.
En cambio, sí hablaron desde el museo, a través de Aída Ocaranza, coordinadora general del Museo Evita: “La exposición fue curada por Eva Grinstein quien ganó una de las 60 becas Activar Patrimonio de la Secretaría de Patrimonio Cultural del Ministerio de Cultura de la Nación, para la realización de la muestra temporaria”.
“La beca fue de convocatoria abierta en la que se presentaron 347 postulaciones evaluadas por un jurado de profesionales, esta beca de ninguna manera fue para cubrir gastos de la artista, ni de realización de las obras, sino que fue exclusivamente para cubrir los honorarios de la curaduría de la exposición. Cabe señalar que las obras NO fueron adquiridas por el Museo, tampoco por el Ministerio de Cultura. Son de propiedad de la artista, quien las retiraría al finalizar la exposición”.
“Actualmente el Museo Evita se encuentra cerrado al público por las medidas sanitarias en relación al covid19. Al momento de escribirte no conocemos que exista denuncia formal contra la artista. Estas denuncias son del ámbito privado y ajenas al Museo y al Ministerio”, finalizó.
¿Plagio u homenaje?
En una era hiperconectada cualquier imagen está a dos clicks de distancia en cualquier parte del planeta. Por ejemplo, el caso de la obra que se utilizó para el disco virtual disponible en Spotify MalaReputación de LatFem, un grupo compuesto por diferentes cantantes y músicas para la pieza, es una reinterpretación directa de Hatsune Miku, una de las más famosas virtual idols japonesas a nivel mundial, que es la imagen del software sintetizador de voz desarrollado por la empresa Yamaha.
En ese sentido, la referencia era evidente y uno de los argumentos al que más recurrieron los usuarios en redes para acusarla de plagio es no haber reconocido la obra de origen. En diciembre del año pasado hubo un caso de tintes similares en el arte argentino, cuando la artista Mariana Esquivel se había quedado con el primer premio el Museo Franklin Rawson de San Juan, pero tras la denuncia en redes sociales de la fotógrafa Nora Lezano, el galardón fue re adjudicado por infringir “derechos de autor y propiedad intelectual”.
El 26 de noviembre, el museo provincial había otorgado el de Artes Visuales a Esquivel por su obra Tiempos de confinamiento, covid-19, que significaba además una bolsa de 80 mil pesos. Poco después, la reconocida fotógrafa Lezano denunció plagio con el argumento de que la imagen utilizada por Esquivel como base para su pintura es de su autoría y solicitó al director del Museo Provincial de Bellas Artes Franklin Rawson de San Juan, Emanuel Díaz Ruiz -quien además fue parte del jurado- la anulación del premio por infringir derechos de autor y por tratarse de una copia, algo que esta prohibido en las bases del concurso.
“Exijo como autora y como parte de InterArtis (@interartisfotografia), la asociación de gestión colectiva que protege los derechos de todxs lxs fotógrafxs de la República Argentina, que el premio sea anulado, ya que vulnera un derecho (el mío) cuando debería protegerlo; la obra además tampoco cumple con las bases reglamentarias para poder participar del concurso”, sostuvo la fotógrafa en su cuenta de Instagram. Y así sucedió.
En la historia del arte hay múltiples casos de obras que se relacionan con otras. El arte pop, durante los ‘50 y ‘60, fue -en muchos sentidos- una reinvención de una estética ya existente. Artistas como Roy Lichtenstein o Andy Warhol empleban figuras procedentes de anuncios comerciales y les daba un nuevo significado. Incluso en el caso de Lichtenstein con sus obras con puntos Ben-Day, que remiten al puntillismo, pero sobre todo a la gama de colores disponibles en la industria del cómic en los ‘30.
Durante el impresionismo y el postimpresionismo, por ejemplo, hubo una fijación por las estampas japonesas, que fueron reinterpretadas o en obras occidentales que resultaban novedades. Vincent van Gogh fue un gran coleccionista del ukiyo-e y durante una época replicó muchísimas de estas piezas en lienzo. Incluso Picasso, ya sobre el final de su carrera, realizó obras inspiradas en otras, como el de Las meninas de Diego Velázquez.
Otro concepto es el de apropiación, práctica con mucha tradición. Para empezar el readymade, famoso por el urinal de Marcel Duchamp (que hoy hay evidencia que marcaría que fue en realidad “realizado” por la “baronesa Dadá”, polaca Elsa von Freytag-Loringhoven). En sí, es el uso de objetos o imágenes preexistentes a los que se les realiza poca o ninguna transformación o incluso recontextualiza.
Pero los pop no fueron los primeros, también hay artistas del cubismo, del dadaísmo y del surrealismo, entre otros, que utilizaron la apropiación como eje. Más acá en el tiempo hay muetras paradigmáticas como Elaine Sturtevant, que copió en serigrafía -las técnicas originales- obras de Robert Rauschenberg, Andy Warhol o Jasper Johns.
En los ‘80, Sherrie Levine cobró notoriedad tras presentar su obra Después de Walker Evans, donde fotografiaba imágenes del fotógrafo estadounidense publicadas en libros: fotos de fotos, básicamente. En 2001, Michael Mandiberg fue un poco más allá y fotografió los trabajos de Levine y las presentó bajo el título Después de Sherrie Levine.
Existen infiniadad de casos más de artistas que declararon en su trabajo la procedencia original, buscando en ese sentido una provocación y por ende una lectura política y social sobre el arte como mercadería. En la era de lo digital, estos hábitos son aún más comunes, lo que generó que los artistas digitales -por ejemplo- coloquen una firma clara en sus trabajos o una marca de agua para que no puedan ser reutilizadas con facilidad dentro del mismo ámbito.
El surgimiento del NFT (Token no fungible), un activo digital al que se le otorga una especie de “certificado de autenticidad”, abre, en ese sentido, un nuevo conflicto sobre los derechos de autor, ya que de una manera establece que lo digital puede ser monetizable a través de este formato dejando un vacío para aquello que no tiene este aval.
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