Las pasiones de los artistas han sido material de muchas películas: por su obra, entre ellos o por las parejas que dejaron todo por acompañarlos o incluso sus musas. Algunas historas son más conocidas que otras y, en general, tiene que ver con el tamaño publicitario del artista en cuestión. A nadie, por ejemplo, se le ocurriría escribir sobre Dalí sin nombrar el papel que tuvo Gala en la construcción del genio, aunque nadie rescata el rol Nina Kandinsky en hacer conocida y canónica la obra de Vasili tras su muerte.
Es inevitable nombrar el final trágico de Modigliani y Jeanne Hébuterne, incluso Picasso, quien tuvo relaciones violentas y misóginas con artistas como Dora Maar, tiene sus minutos en fílmico por aquí y por allá. Pero hay otras historias que siguen siendo desconocidas, que permanecen cerradas, por ser pequeñas anécdotas o porque los artistas no alcanzaron el status de gigante.
En esta sección, recorrimos algunas, como la de las obras La Sargantain, de Ramón Casas, donde se revela su amor Julia Peraire o El pastor distraído, una metáfora sobre la obsesión de William Holman Hunt por Emma Watkins. Ahora es el turno de uno de los pintores latinoamericanos más importantes, pero a la vez algo olvidado fuera de su país: el venezolano Arturo Michelena y lo que se sabe detrás de la mujer que posó para Carlota Corday camino al cadalso, una de sus obras más importantes.
Michelena (1863-1898), pintor de tercera generación, de quien se cumple hoy un nuevo aniversario de nacimiento, fue uno de los artistas más destacados de la segunda mitad del siglo XIX, junto a Cristóbal Rojas, Antonio Herrera Toro y Martín Tovar y Tovar. Lo que es fáctico, no apto a subjetividades, es que fue el primero en triunfar en el exterior, nada menos que en París, y que en la actualidad es uno de los pintores mejor cotizado de la región, tras que en 2004, Sotheby’s vendió El niño enfermo por USD 1.350 millón, un récord para una obra de arte latinoamericana hasta entonces.
En sus inicios trabajó junto a su padre, con quien tuvo una academia privada de pintura donde realizó encargos de retratos, murales, copias de cuadros antiguos y retratos infantiles, entre otros trabajos. Si bien había tenido una formación con algunos profesores, fue esta experiencia la que lo formó y a partir de la que realizó Entrega de la Bandera Victoriosa de Numancia, realizada para la muestra estatal del centenario del natalicio de Simón Bolívar, y por la que obtuvo la posterior pensión para realizar sus estudios en Europa en 1885.
Elige París, como la gran mayoría, y en la ciudad francesa tiene su primer gran éxito en Le Salón des Artistes Français en 1887, donde presentó El niño enfermo, por la que recibió la medalla de oro, el mayor honor que había dado el Salón a un artista extranjero. Dos años después, en el marco de las celebraciones del centenario de la Revolución Francesa, presenta Carlota Corday camino al cadalso, por la que obtiene la medalla de oro en la Exposición Universal de París (1889) que lo convirtió en un idolo popular en su país. Hoy la obra se encuentra en la Galería de Arte Nacional de Venezuela, Caracas, Venezuela.
Durante la Revolución, la joven Carlota Corday era una seguidora del partido de los girondinos, una facción política compuesta por la burguesía de los grandes puertos costeros, y pasó a la historia por haber asesinado por puñal a Jean-Paul Marat, médico, periodista y político cercano a los izquierdistas jacobinos y uno de los artífices del llamado “reinado del Terror”.
Aquel año, Michelena toma una decisión extraña, abandona París de un día para otro, cuando su carrera estaba en plena embulición, y regresa a su país, dond fue recibido como un ídolo popular. ¿Por qué lo hizo?
Las razones de tan dramática resolución fue el desamor, el abandono sin razones, la ausencia de ella, la musa que inspiró a Carlota. El nombre de la joven se desconoce, lo que sí se sabe es que el venezolano realizó esta obra una y otra vez, o más bien, le pidió a la modelo que nunca dejara de posar para él. Michelena se enamora profundamente y se lo dice en una sesión, quiere casarse lo antes posible; ella parece también entusiasmada y acepta.
Unos meses después, en otro día como cualquier otro, salen a hacer unas compras en carruaje. La boda comienza a tomar forma, pasa de la etapa del deseo a la del planeamiento, y él desciende del vehículo para buscar un encargo en un negocio. Cuando regresa, ella ya no está. Ni una palabra, ni una carta, nunca hay adiós, solo queda la voz del cochero resonando en su corazón: “La señorita se fue con otro hombre”.
Michelena queda destruido. Roto. Enseguida emprende el regreso, donde siquiera el clamor de su gente pueden hacerle olvidar la tristeza. Es un mimo al alma, es cierto, pero todo volvería a encarrilarse cuando conoció a Lastenia Tello, una socialité, hija de un militar y legislador, quien se convertiría en una importante promotora del arte y coleccionista.
El 3 de enero de 1890, el Teatro Municipal de Caracas alberga una cena social en honor al triunfal pintor, a la que ella asiste con su padre. Seis meses después se unen en una boda que reunió a lo más alto de la casta social, incluso asiste el entonces presidente, Raimundo Andueza Palacios.
A un amor, solo lo tapa otro amor, pero a París solo la tapa París. Así que regresa junto a Lastenia a la Ciudad de la Luz para su luna de miel, cuando pinta el retrato de ella vestida de rojo y también La Virgen de los Desposados como regalo de bodas. Michelena muere joven, a los 35, debido a los efectos de la tuberculosis.
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