I
“Bailar es soñar con los pies” decía Joaquín Sabina. Algo similar pensó John Singer Sargent cuando vio a una bailarina gitana hacer el famoso paso del jaleo de jerez mientras un grupo de músicos hacía temblar y conmover el lugar. Fue en un pequeño teatro de España, durante el año 1879, cuando el artista estuvo de visita.
Pasó cinco meses de aquel año en España, primero, y el norte de África, después. Tenía 23 años y una curiosidad inusitada. Al regresar, las imágenes nocturnas quedaron dando vueltas en su cabeza hasta que por fin se dignó a representarlas en el lienzo. Tres años después, en 1882, nació El jaleo.
El cuadro se encuentra en el Museo Isabella Stewart Gardner de Boston, Estados Unidos. Es un óleo sobre lienzo de grandes dimensiones: 237 centímetros de alto y 352 de ancho. En el centro de la escena, una bailarina con excéntricos movimientos; detrás los músicos. La iluminación, que viene de abajo, llena de dramatismo la escena.
II
Su padre, FitzWilliam Sargent, era un importante cirujano ocular. Atendía en el hospital Wills Eye de Filadelfia. Cuando su hijo de dos años falleció, Mary, su esposa, tuvo una crisis nerviosa que los hizo cambiar el destino prefijado. Decidieron irse a Europa a buscar algo de paz, un cambio de aire, un cambio de vida.
Con una pequeña herencia se establecieron en París y empezaron a tener una vida nómada según la estación del año. Iban de la costa a la montaña; de Francia y Alemania a Suiza e Italia. Debido a una epidemia de cólera se detuvieron en Florencia. Mary estaba embarazada. Allí nació John Singer Sargent en 1856.
Estando en el extranjero, nacieron cuatro hijos más, de los cuales solo dos sobrevivieron más allá de la infancia. Mary, que era una aficionada al arte, y FitzWilliam, que era un gran dibujante médico, le inculcaron cierta sensibilidad artística que, sumada a los paseos por museos e iglesias, lo convirtieron en un artista amateur.
“Dibuja muy bien y tiene un ojo extraordinariamente rápido y correcto. Si pudiéramos permitirnos darle lecciones realmente buenas, pronto sería un pequeño artista”, escribió su madre cuando él tenía trece años. Empezó con algunas maestros y poco a poco forjó su estilo implacable.
III
Todo cambió cuando empezó a viajar. Para su edad tenía conocimientos notables: era un joven culto y cosmopolita, experto en arte, música y literatura, y hablaba con facilidad francés, italiano y alemán. Cuando llegó a España encontró una nueva fascinación: el baile.
En España encontró el baile y el teatro dentro de la música. De eso se trata El jaleo. “La falta de una barrera entre el espectador y la bailarina ayuda a crear la ilusión de que estamos presentes en el evento”, escribió Elizabeth Prettejohn en Interpretando a Sargent.
Fue exhibida en el Salón de París de 1882 y la compró el mecenas estadounidense Thomas Jefferson Coolidge. Un crítico de Le Figaro calificó a la pintura como “una de las obras más originales y fuertes del Salón actual”. Todo el mundo hablaba de él. Hoy tal vez sea su obra más importante.
IV
John Singer Sargent se formó en París y luego se trasladó a Londres. Es considerado por la crítica el “retratista más exitoso de su generación”. Durante su carrera pintó cerca de 900 óleos, 2 mil acuarelas y una innumerable cantidad de bocetos y dibujos al carboncillo.
Nunca se casó y vivió rodeado de amigos. Solía reunirse con Henry James, Claude Monet, Isabella Stewart Gardner, Eduardo VII, Dennis Miller Bunker, James Carroll Beckwith, Edwin Austin Abbey, Francis David Millet y Paul César Helleu. Era un hombre culto disfrutando del arte de la conversación.
Pero también le gustaba salir, beber, bailar. Según el pintor inglés Jacques-Émile Blanche, que fue uno de sus primeros modelos, dijo que la vida sexual de Sargent “era notoriamente escandalosa en París y Venecia. Era un obseso sexual”. Murió en Londres, en 1925, a los 69 años.
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