Raúl Alfonsín, periodista: su lucha por la democracia y los derechos humanos en los medios

Antes y después de ser presidente de Argentina, tuvo una intensa carrera como redactor y director en revistas, periódicos y agencias, en los que volcaba sus ideas sobre lo que sucedía en el país. Un recorrido por sus pensamientos

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Raúl Alfonsín
Raúl Alfonsín

La historia argentina desde sus orígenes está signada por la necesidad de tener un medio de difusión de ese bagaje de ideas que comenzaba a construir un “nosotros”. Remontarnos a la Primera Junta de Gobierno de mayo de 1810, está indisolublemente ligado a La Gazeta de Buenos Ayres, y a su impronta morenista.

Ya en la Generación del 80, sus hombres también fueron tributarios de lo que hoy conocemos como periodismo gráfico, a medida que creció el núcleo de alfabetizados que convergían en un mismo idioma, el castellano. Aún hoy continúan su tarea La Capital (Rosario); La Prensa o La Nación, constructores de aquellos primeros años en que los diarios acompañaron el proceso de la organización nacional.

A todo ese orden democrático de las elites y a sus medios, se opuso un colectivo creciente de nuevos actores que protagonizaron cuatro fallidas revoluciones armadas (1890; dos en 1893; y 1905) tras el reclamo del sufragio universal, secreto y obligatorio. A esa violencia disconforme en los grandes cascos urbanos, se sumaron voces disidentes desde la gráfica.

La doctora en Historia, Marcela Ferrari, en su libro Los políticos en la república radical, editado por Siglo XXI, dio cuenta del andamiaje de los medios de comunicación en aquellos años, que vino a enfrentar el mensaje que irradiaban los preexistentes, mixturando clericalismo y conservadurismo.

Raúl Alfonsin junto a sus
Raúl Alfonsin junto a sus compañeros del diario "El Imparcial" de Chascomus en 1972. Imagen publicada por Fernando Pieske en el libro 'Hombre de Prensa'

“La prensa periódica cumplía un rol especial en la construcción de las trayectorias políticas y todos los dirigentes y los partidos –o las tendencias internas de éstos- la utilizaban en alguna instancia para incidir en el electorado y, más ampliamente, en la población”, subrayó en su trabajo, Ferrari.

El yrigoyenismo tuvo en el diario La Época (quemado y saqueado en el golpe de Uriburu) a su nave insignia; mientras que en Córdoba, el aún vigente La Voz del Interior, y el desaparecido diario La República, también acompañaron el tiempo radical. El vespertino El Censor y el diario El Sud de Bahía Blanca; La Justicia de Mercedes; el diario Alem en Rauch (continúa hoy en formato digital); Tribuna de Tandil; El Deber de Tapalqué; La Verdad de Quilmes; fueron sólo algunas de las publicaciones que sintonizaron con el radicalismo bonaerense en la primera mitad del siglo pasado.

Este clima también llegó a Chascomús, que prohijó en los años 40 el diario El Imparcial; y que tuvo como habitual redactor desde la segunda mitad de los 50, a Raúl Alfonsín. El joven concejal ya había colaborado en la revista partidaria Adelante; y en una publicación local que se llamaba Entrelíneas. A mediados de los 60, pugnó por una frecuencia radial local, pero un nuevo golpe militar abortó el proceso.

Según escribió Fernando Pieske en Hombre de prensa, duplicó las páginas para incorporar una sección que bautizó “Comentarios de amigo a amigo”. Ya en 1971, su convicción periodística lo llevó a involucrarse como director y propietario de El Imparcial.

tapa del diario El Imparcial
tapa del diario El Imparcial dónde se lee Director Raúl Alfonsin

Su paso como director permitió la llegada de la primera teletipo en la región, con la contratación sel servicio de la agencia de noticias United Press International (UPI). La pasión de transmitir ideas no cesó y lo llevó a motorizar dos revistas, Inédito (1966-1972) y Propuesta y Control (1976-1978). Ambas llegaron en tiempos de censura y dictadura.

La experiencia de la primera se prolongó por siete años y alumbró cien números, bajo la batuta de su amigo, el periodista, Mario Monteverde. Alfonsín utilizó el anagrama Alfonso Carrido Lura para firmar sus textos. Su circulación se basó en la venta por suscripción y en una distribución casi clandestina. En enero del 70, el número 71 fue secuestrado por orden del régimen militar.

En la siguiente edición, el dirigente radical respondió: “A Inédito lo ocurre lo que a cada habitante de la República. En el episodio del secuestro de su número setenta y uno no le irrita la arbitrariedad, supuesto indispensable de todo régimen autoritario. Le ofende y humilla, en cambio, la grotesca teoría que sobre el desenvolvimiento de la prensa sostiene y hace pública el gobierno a través de sendas manifestaciones del ministro del Interior y del titular del Poder Ejecutivo. El primero, requerido por los periodistas, sostuvo que el secuestro de Inédito se había llevado a cabo porque la revista no estaba en una línea de cordura y falseaba la realidad”. Mientras que Onganía a la hora de caracterizarló, lo englobó en un grupo de publicaciones de las que dijo: “Son subversivas. Y nada más que subversivas. No publican lo que es cierto. Estas revistas perturban a mi gobierno. De hecho, toda cosa que perturbe la estabilidad gubernamental es subversiva. Si no beneficia a mi gobierno, entonces quiere decir que beneficia a los comunistas”.

Allí, con gran poder de anticipación, ACL señaló que “cuándo de aquí a un siglo se estudie la historia de nuestros días, es probable que alguien describa nuestras vicisitudes como la consecuencia de una crisis de crecimiento en su proceso culminante, donde el avance inexorable debe producirse venciendo férreas resistencias de sectores agónicos que le oponen la fuerza de su desesperación”. “Pero es casi seguro –continúa Carrido Lura- que los alumnos de historia estudiarán el lapso transcurrido desde 1930 hasta la fecha y un poco más, en un denso capítulo que posiblemente lleve el título de ‘Período de los Gobiernos Militares’”.

Imagen de "Raúl", la película
Imagen de "Raúl", la película sobre Alfonsín

Hubo espacio en Inédito para reportajes, desde China Zorrilla hasta Agustín Tosco; la labor periodística recayó en figuras de la talla de Rogelio García Lupo, Gregorio Selser, y Santiago Senén González. El análisis económico quedó en dos de los futuros integrantes de su gobierno: Alfredo Concepción y Jorge Roulet. El gremialismo antiburocrático tuvo su espacio: los dirigentes peronistas Amado Olmos o Raimundo Ongaro; el comunista, Antonio Alac; y el radical, Antonio Scipioni, dejaron su testimonio.

En sus artículos, Carrido Lura recordó a John F. Kennedy a tres años de su muerte; celebró la entusiasta reacción del público ante la proyección de la película Z de Costa-Gavras, en el 70; o criticó sin medias tintas la intentona lanussita del Gran Acuerdo Nacional, en sus últimos números.

La hija de Germán López, Cristina, recuerda que su redacción funcionó durante un tiempo en el edificio del Hogar Obrero, en el barrio porteño de Caballito, a una cuadra del cruce de las avenidas Rivadavia y Acoyte.

El último párrafo del último texto de Alfonsín en Inédito dejó una declaración de principios: “No puede haber solución política si ella pretende estructurarse sin el pueblo”. Por esos años escribió un guión de TV para el programa Cosa Juzgada que dirigía David Stivel. “Le contestaron que era más para teatro”, contó alguna vez su hijo Ricardo.

1983. Asunción Presidencial de Raúl
1983. Asunción Presidencial de Raúl Alfonsín

Con la llegada del peronismo, su amigo y diputado nacional, Raúl Borrás, se encargó de dirigir Replanteo. Allí, Alfonsín también brindó sus impresiones sobre la marcha del corto proceso democrático.

En agosto de 1976, entendió que el derecho a la información iba a estar cercenado una vez más y fundó Propuesta y Control. Una publicación que tuvo sede en la planta alta de San José 189, en la Ciudad de Buenos Aires. Su Consejo de Redacción fue un adelanto de su gabinete: Carlos Alconada Aramburú, Roque Carranza, Germán López, Aldo Neri, Jorge Roulet, Jorge Sábato, y Conrado Storani, lo acompañaron.

En el número 3, publicó tres textos en reclamo de la libertad del diputado Mario Abel Amaya y el senador Hipólito Solari Yrigoyen. Una declaración del radicalismo encabezada por el expresidente Arturo Illia; una carta de la esposa del senador, dirigida a Jorge Rafael Videla; y un editorial del Buenos Aires Herald.

En sus columnas de opinión, hubo espacio para firmas provenientes de otras procedencias partidarias: el líder intransigente, Oscar Alende; el socialista, Guillermo Estévez Boero; el demoprogresista, Ricardo Molinas; el jurista, Juan Carlos Rubinstein; el dirigente agrario, Humberto Volando; o los economistas Aldo Ferrer y Raúl Prebisch, entre otras.

Ediciones de "Propuesta y Control"
Ediciones de "Propuesta y Control" (colección Rodrigo Estevez Andrade)

El primer texto de Alfonsín preanuncia la tragedia: “Nuestro enemigo no está a la izquierda o la derecha. Es cualquiera que sostenga que el fin justifica los medios. Quiénes así han pensado constituyen la hez de la historia y son los grandes responsables de las más serias catástrofes de la civilización”. “Condenamos a quienes sostienen la conveniencia de olvidar el debido respeto a fundamentales valores humanos, con el propósito de ser más eficaces en la lucha. Grave error conceptual. Seria falla moral (...) Nunca como ahora ha asistido la humanidad a una demanda tan clamorosa y comprometida de los derechos humanos (...) Creemos firmemente en un destino democrático y republicano. Lo buscaremos. Hasta que hayamos agotado nuestros esfuerzos, seremos tan perseverantes como pacientes y nadie encontrará en nosotros ni una sola claudicación, ni una sola debilidad. Con estas ideas -y para servirlas- nace Propuesta y Control”, completó.

En su tercer año, y ante la inminencia del mundial de fútbol, fue implacable con la complicidad de los medios masivos. “Es necesario que termine la campaña contra los derechos humanos que han lanzado ciertos medios de difusión”, sentenció. “No olvidemos que en la Alemania pre-nazi, muchos hombre de negocios estuvieron dispuestos a aceptar prácticamente ‘lo que viniera’, llevados por su miedo al avance de los sectores populares apoyados por la República de Weimar”, añadió. “Por eso pudo la ideología nazi (…), clasificar ‘a los judíos, el capitalismo, el bolcheviquismo, el secularismo antirreligioso, el internacionalismo, la laxitud moral y la emancipación de las mujeres, como si todo perteneciera a una misma serie de cosas que debe ser enérgicamente combatida’”, completó en un fresco de época que, sin equívoco, caracterizó la marcha de la primera etapa de la última dictadura militar.

En 1982 volvió a la carga, y publicó en el diario El Cronista de Chascomús. Llegó la campaña, la interna y la nacional. Fue presidente. Eligió como vocero al hombre que había formulado la pregunta más incómoda de los años crueles; la que generó la vergonzante respuesta de Videla sobre los desaparecidos. En José Ignacio López, depositó la confianza durante toda su gestión.

Raúl Alfonsín junto a su
Raúl Alfonsín junto a su vocero José Ignacio López y el periodista Pepe Eliaschev (Efemérides Radicales)

Alfonsín dejó la Rosada agobiado por la hiperinflación y la creciente conflictividad social. Sin embargo, no dudó en reencontrarse con su pasión. Hubo segunda etapa de PyC, para pelearle al discurso hegemónico del neoliberalismo. Se reprodujeron sus habituales colaboraciones en medios nacionales e internacionales. “Y por algunos años, fue columnista de la agencia EFE para Latinoamérica, con contrato y un haber que ayudaba bastante con los gastos de la Fundación Argentina para la Libertad de Información (FUALI)”, según narraba días pasados, Margarita Ronco.

Infatigable, apasionado, discursivamente rico, radical en su defensa de la libre expresión, dejó textos que aún perviven por su vigencia. Dos parecen ser los más acordes al día que celebramos.

El 15 de mayo de 1969, en los años del Onganiato, escribió: “Para que exista libertad de prensa se requiere al mismo tiempo, que los grandes medios de difusión no caigan en manos de un solo sector económico o ideológico”. Y cuatro años más tarde, en homenaje a Mariano Moreno, sintetizó: “Todo este accionar continuo y sin desmayos, toda esta influencia imperceptible pero profunda en la gestación del ser argentino, ha sido y es factible porque la libertad de opinión así lo permite y viabiliza. De ahí que hagamos votos por su perdurabilidad en el proceso que vivimos”.

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