Con toda la muerte al aire de María Eugenia Cerutti (publicado por SED editorial) es un viaje al pasado, a la historia, a una noticia de mitad del siglo XX argentino, pero bajos formas novedosas. Es un libro doble, donde hay imágenes y hay texto. Es un abordaje original que, pese a la poderosa estética de su narrativa visual, la mirada crítica no desaprece, por el contrario: se potencia. Pero empecemos con el caso policial de hace casi sesenta años.
Año 1955. Alcira Methynger, una salteña de 28 años que había llegado a Buenos Aires para trabajar como empleada doméstica, es asesinada. Primero en encuentran su cuerpo, parte de él. Jorge Burgos, el femicida —según su relato, fue por una infidelidad—, no sólo la asesinó, también la descuartizó. Al torso lo metió en un paquete y lo dejó en la Estación de Hurlingham. Las piernas, en Martín Coronado, envueltas en papel madera. A los pocos días, tras una pista que lleva a preguntar en hospitales por la cicatriz de una operación, dan con su nombre, la dirección del lugar donde residía en Buenos Aires y también con el asesino, que termina confesando.
El caso se volvió “viral”: todos hablaban, opinaban, se posicionaban. Cerutti llegó a lugares inesperados como las cartas de lectores de la época. ¿Qué decían los “ciudadanos de a pie” sobre “El descuartizador de Barracas”? “Pido y ruego la reivindicación de Burgos ante el mundo adjudicándole la pena mínima y si es posible la absolución, para poder llevar un poco de consuelo a ese lugar donde lo espera una mujer digna como todos debiéramos ser: ¡una madre!”, escribió una tal Beatriz Elena de Costa de Capital Federal. Por otra parte, un tal Isidro Garín de Paraná, que “seres como Alcira deben desaparecer. A ella sólo le interesaba ‘pasarla bien’”.
Burgos, desde la cárcel, a fines de los años cincuenta, escribió un libro, su historia, su descargo: Yo no maté a Alcira. Cuando salió a la venta, rápidamente se volvió un bestseller. Durante un prolongado tiempo, este femicidio —que por entonces no se definía como tal— fue un tema recurrente en todas las mesas. Jorge Burgos salió de la cárcel en 1964 por buena conducta. Se convirtió en pastor evangelista y se dedicó a arreglar antigüedades. Murió de anciano, en la casa donde ocurre la muerte de Alcira Methynger. En una de las pocas entrevistas que dio estando libre dijo: “Yo amaba a Alcira, la amaba como tal vez nadie pueda hacerlo”.
En el año 2014, la fotógrafa María Eugenia Cerutti se encuentra con el caso cuando estaba tomándole fotos a la historiadora e investigadora criminalística Lila Caimari. Era por una entrevista para el diario Clarín. Caimari le contó que estaba a cargo del rediseño de la sala de criminalística de la Policía, un lugar donde se exponen distintos casos policiales que lograron resolverse. Debía mover todo el archivo. Entonces, Cerutti le preguntó qué posibilidades había de que ella fuera a hacer fotos ahí, como un relevamiento. A los pocos días estaba con su cámara, retratando ese material. Y ahí se encontró con el femicidio de Methynger.
En 2019, en la era prepandémica, toda esa investigación se convirtió en una performance. Los ideólogos fueron, además María Eugenia Cerutti, el periodista y escritor Alejandro Marinelli. Trabajaron muchas personas en el proyecto, por ejemplo la realizadora Marcela Turjanski. Se expuso en Pra21. Pero dos años después, todo ese material se reconfiguró y volvió un libro doble. El primero es una mezcla de archivos y fotografías forenses intervenidas. El segundo es la reedición del libro Yo no maté a Alcira junto a imágenes actuales de los escenarios del crimen.
Nacida en 1974 en Mendoza, María Eugenia Cerutti es fotógrafa, investigadora y docente. Ganó el FOLA Pampa Energía 2019 y el Gabriel García Márquez/FNPI en 2008, entre otros premios y becas nacionales e internacionales. Es autora de los libros Kirchner: fotografías 2003-2010 y 132.000 volts: el caso Ezpeleta. El último de Cerutti, publicado este año, lleva por título un extracto de “Esa mujer”, relato del periodista y escritor Rodolfo Walsh, sobre el secuestro del cadáver de Evita también en 1955. Con toda la muerte al aire se consigue en la tienda web de SED editorial.
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