Durante el primer año del COVID-19 la artista Ilu Ros vivió el confinamiento en su casa de Madrid, acompañada principalmente por Federico García Lorca: la poesía, las obras de teatro y los dibujos del andaluz, las entrevistas que dio antes de su fusilamiento a manos de los fascistas en 1936, las cartas que escribió; la biografía de Ian Gibson, Vida, pasión y muerte de Federico García Lorca; los testimonios de sus hermanos, Francisco (Federico y su mundo) e Isabel (Recuerdos míos); los retratos que de él hicieron sus amigos Luis Buñuel y Salvador Dalí; los documentos sobre su detención y el paradero desconocido de su cadáver; libros como El asesinato de García Lorca, de María Teresa León, y Lorca, el poeta maldito, de Francisco Umbral.
La editorial Lumen le había encargado una biografía gráfica de 160 páginas, una relato por medio de dibujos de los 38 años de García Lorca, y se había sentido intimidada, pero al mismo tiempo, muy atraída. Se sumergió en el universo del autor de Romancero gitano y Bodas de sangre de una manera que solo la pandemia le pudo permitir.
“Este año he pasado más tiempo con él que con cualquier otra persona”, bromeó en La Opinión de Murcia. Salió del confinamiento con las 352 páginas que componen Federico, que en una semana agotó dos ediciones en España y necesitó una tercera reimpresión.
En la línea de Maus, de Art Spiegelman, o Persépolis, de Marjane Satrapi, creó una narración visual novedosa sobre un artista del que es difícil observar algo que no haya sido dicho. “Propone una cita con García Lorca que es un diálogo generacional, una mirada del presente al pasado y del pasado al presente”, celebró a Ros el poeta Luis García Montero. “Su Federico está lleno de pasión, arte, vida y poesía”, agregó la escritora Elvira Lindo. “Un fino y riguroso trabajo documental que ilustra con su trazo libre, evocador, personalísimo”.
Para escapar del orden cronológico y enfrentar la herencia histórica española, Ros comienza por la muerte de García Lorca, probablemente en la madrugada del 18 de agosto de 1936, luego de que la Guardia Civil sublevada lo detuviera en Granada, en la casa de su amigo Luis Rosales. Había llegado allí en busca de protección, confiando en que los hermanos falangistas de Rosales se la podrían brindar.
“Todo el mundo sabe cómo murió, y esto es una de las mayores vergüenzas de este país. Yo no quería que el lector estuviera esperando el momento de su asesinato, así que lo puse al principio”, explicó a EFE.
Hecha a un lado la tragedia del fusilamiento, las voces de su familia, su nodriza y sus amigos, como la del propio García Lorca, van creando el perfil del escritor que veía su identidad imbricada en su obra: “Yo he nacido poeta y artista como el que nace cojo, como el que nace ciego, como el que nace guapo”, lo citó el libro.
Dalí, Buñuel, Margarita Xirgu y Pepín Bello retratan a su amigo por medio de la tinta, la acuarela y el acrílico de la artista nacida en Mula, Murcia, en 1985, quien comenzó a trabajar en la narración gráfica en 2011, cuando vivía en Londres. En 2018 publicó Hey Sky, I’m on my Way: A Book About Influential Women, su primer libro, y poco antes de la pandemia Cosas nuestras, que representó a España en la Bienal de Ilustración de Bratislava 2021.
Con una estructura en actos y cuadros, que evoca la dramaturgia de García Lorca, el libro recorre sus años en Granada, en la Residencia de Estudiantes, en el grupo teatral La Barraca; su vida familiar y su vida literaria; sus amores, como el que sintió, sin ser correspondido, por el escultor Emilio Aladrén, y sus amigos, como Jorge Guillén, quien lo recordó como un torbellino: “Cuando se estaba con Federico, no hacía ni frío ni calor, hacía Federico”.
El perfil del poeta se va formando a partir de las citas de las cartas que intercambió con Dalí como de la constelación de lunares que Ros arma en su cara; en el rastro de los viajes por Buenos Aires, Nueva York y Cuba como en el dibujo de la villa rural de Fuente Vaqueros, donde nació; en los comentarios de Buñuel que no comprende la homosexualidad de su amigo como en la representación visual de La casa de Bernarda Alba o El público que Ros concentra en una imagen.
“Su obra y su vida contienen mucho dolor y mucha alegría dentro”, sintetizó la artista a La Opinión. “Amaba la vida, y esa forma de ser actúa como un imán para los demás, incluso para los que hemos venido posteriormente a su muerte”.
Por eso su objetivo principal fue sumergirse en todo lo que pudiera de y sobre García Lorca para interiorizarlo y luego transmutarlo en sus líneas y colores para que reconstruyeran “el espíritu, la pena y el dolor” —dijo a EFE— como también la atmósfera abundante de vida. Sin olvidar su ideología: “Fue una persona comprometida política y socialmente”, agregó Ros. “No perteneció a ningún partido político pero defendió con rotundidad la libertad y la igualdad. Se posicionaba al lado del más vulnerable, del marginado, firmó manifiestos en contra del fascismo”.
Su muerte regresa al final de las páginas, en un vacío que refleja a la vez la depredación cultural que significó el fusilamiento del poeta más popular, en su momento, de España, y la deuda histórica que implica que a casi 85 años de su muerte no se sepa dónde están sus huesos, como los de tantas otras personas masacradas durante la Guerra Civil española y enterradas en fosas comunes sin nombres.
“Es un autor tan grande, tan querido y del que se ha hablado tanto, que está envuelto en un aura muy emotiva”, explicó la dibujante a El Cultural. “Me parecía un reto enorme y a la vez un caramelo para cualquier persona que se dedique a la ilustración, porque el universo lorquiano es muy visual”.
Además de esa potencia de la obra de García Lorca —que él mismo reflejó en sus propios dibujos— Ros pudo acceder a una cantidad de imágenes rara para alguien muerto en la década de 1936: numerosas fotografías e incluso fragmentos de material fílmico de su trabajo en la compañía La Barraca, con la que recorrió los pueblos de su país. Así surgieron los retratos y las escenas de Federico, que pasea por sus temas, sus lugares y su gente, como también las conversaciones de sus hermanos, sus amantes, sus colegas.
“Él era una persona muy importante para los que le rodeaban, y los que le rodeaban eran un pilar fundamental para él”, explicó Ros a La Opinión esa decisión sumar voces al retrato. “Lorca era brillante por sí mismo, sí, pero también muy sociable, y no tenía sentido contar su vida sin hablar de aquellos con los que la compartió”.
Desde detalles pequeños como su andar de pie plano hasta la impensada ductilidad de su manos, torpes para cualquier otra cosa, sobre las teclas de un piano, Federico crece hacia la obra de García Lorca, “ambientada en un lugar recóndito de la Andalucía rural, con unos personajes muy característicos de ese sitio”, que al mismo tiempo “hacía vibrar el corazón de alguien al otro lado del planeta”.
Para Ros, esa universalidad residía en la empatía del poeta: “Él habla del interior de las personas, nos hace sentir en las entrañas sentimientos muy humanos como el amor, el odio, la ira o el deseo”, agregó a El Cultural. “Por eso es difícil no identificarse con alguno de sus personajes o con su poesía”.
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