“¡Fue el genio más grande de la historia de la humanidad!”: la desmesura del adiós a Stalin, en un documental con materiales inéditos

En “Funeral de Estado”, el cineasta ucraniano Sergei Loznitsa reconstruye la impactante despedida al líder soviético, muerto en 1953. Aunque no editorializa ni da contexto, la sucesión de imágenes de flores, gente, tristeza, boato y temor descargan sobre el espectador todo el peso del fin de una era en la ex URSS

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El documental de Sergei Loznitsa
El documental de Sergei Loznitsa empleó material nunca antes visto filmado en blanco y negro y en color por 200 cámaras en 1953. (State Funeral/Mubi)

La noche del 5 de marzo de 1953 la voz lúgubre de un hombre anunció en las radios: “Ha muerto el generalísimo de la Unión Soviética, camarada Iosif Vissarionovich Stalin”. El Padrecito de los Pueblos, el que había guiado a la nación al triunfo en la Gran Guerra Patriótica (como llamaban los soviéticos a la Segunda Guerra Mundial), el que había cambiado la política económica de los años de Lenin para convertir al país en la segunda potencia industrial del mundo, había topado con el destino último de los seres humanos.

Decenas de miles de personas desfilaron durante tres días y tres noches en los funerales del comandante supremo, organizado por los camaradas del círculo íntimo: Lavrenti Beria, jefe del servicio secreto y hombre clave en las purgas políticas y el ocultamiento de las hambrunas de 1932 y 1933; Gueorgui Malenkov, mano derecha de Stalin y competidor de Beria en la eficacia de la represión y la propaganda que costaron millones de vidas; Viacheslav Mólotov, quien en 1939 firmó el pacto de no agresión con la Alemania nazi, imaginando dos imperios en Europa hasta que Adolf Hitler atacó a la Unión Soviética; Nikita Jrushchov, quien denunciaría a su antecesor e iniciaría el proceso de desestalinización.

Pero aquella noche del 5 de marzo de 1953 toda esa barbarie se ignoraba y para la mayoría de sus compatriotas Stalin era poco menos que un dios. La gente se volcó a las calles para “la gran despedida”, según tituló el periódico Pravda. Sus caras, sus flores, sus marchas son la materia de Funeral de Estado, el documental de Sergei Loznitsa que se estrenó el 21 de mayo en Mubi, dentro del ciclo De regreso a la URSS, y en salas del Reino Unido y los Estados Unidos.

Trailer de "Funeral de Estado", de Sergei Loznitsa. (Textos en inglés)

Son 132 minutos de duelo popular, que no para, que se acumula, que crece hasta que el espectador siente, con pavor, las emociones de esas personas.

Muchas están creíblemente compungidas, tristes. “Sospecho que no existe otro asesino en la historia mundial cuya muerte haya sido llorada por tantos, tan sinceramente”, escribió el disidente y premio Nobel Joseph Brodsky, que entonces iba a la escuela.

Muchas personas muestran apenas un brillo de miedo en los ojos, que se destacan en el semblante inescrutable: el vecino, el jefe, el maestro de los niños podría denunciar que no fueron al funeral de Stalin, así que ahí estaban, descubriéndose respetuosamente las cabezas.

Muchas otras reflejan el estupor de percibir que ha terminado una era y que por delante sólo se encuentra la incertidumbre.

Todas esas personas con todas sus expresiones fueron filmadas en blanco y negro y en color por 200 cámaras para hacer una obra magna de glorificación de Stalin, que llevaría por título el mismo de la cobertura de Pravda. Pero en cuestión de semanas las peleas por la sucesión de Stalin llevaron a un fugaz ascenso de Malenkov, el proceso a Beria (que fue detenido en junio y ejecutado en diciembre) y el triunfo de Jrushchov, y el guión de La gran despedida fue cambiando al ritmo de las entronizaciones y los destronamientos.

La idea original con que
La idea original con que el Kremlin filmó el material fue hacer una obra magna de glorificación de Stalin, pero las internas políticas lo impidieron. (State Funeral/Mubi)

Finalmente no hubo lugar para la película en el proceso de desestalinización que Jrushchov inició con su “discurso secreto” en el XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), el 25 de febrero de 1956:

Nos preocupa la forma en que el culto a la personalidad de Stalin ha ido creciendo, el culto que en una etapa concreta empezó a convertirse en la fuente de toda una serie de tergiversaciones graves y cada vez más serias de los principios del partido, de la democracia del partido y de la legalidad revolucionaria.

Stalin demostró en una gran serie de casos su intolerancia, su brutalidad y su abuso de poder.

A menudo eligió el camino de la represión y la aniquilación física, no sólo contra los enemigos reales, sino también contra las personas que no habían cometido ningún crimen contra el partido o el Gobierno soviético.

El material quedó en el Archivo Nacional de Cine y Fotografía Documental de Rusia en Krasnogorsk, en las afueras de Moscú. Hasta que Loznitsa llegó y lo pidió. “Es asombroso que esta idea no se le haya ocurrido a nadie antes”, dijo a The Guardian.

Con el material que exhumó
Con el material que exhumó del Archivo Nacional de Cine y Fotografía Documental de Rusia, Loznitsa hizo 132 minutos abrumadores, que sin editorialización aplastan al espectador bajo tanta pompa. (State Funeral/Mubi)

A las 40 horas de material que encontró le agregó otras 24 de materiales de la radio. El montaje final, que incluyó restauración de las imágenes y agregado de sonido, da la impresión de reproducir sin más el fílmico original, algo que se acentúa por la decisión del director ucraniano de no agregar explicaciones verbales: Funeral de Estado no tiene comentarios, sólo subtítulos de lo que dicen los protagonistas originales.

Audios de la radio soviética, por ejemplo, que decían:

¡Era el mejor de nuestro planeta!

¡Aquí no hay muerte, hay vida eterna! ¡Inmortalidad! La inmortalidad de Stalin está en sus obras.

¡Es imposible quitar la vista de este rostro infinitamente querido!

¡Debemos alcanzar el comunismo, Stalin nos enseñó cómo hacerlo!

Curiosamente, esos desbordes acercan el documental a la comedia negra La muerte de Stalin, de Armando Iannucci, en la que el personaje de Beria dice:

¡Stalin no se está muriendo! ¿Me oyen? ¡Stalin nunca morirá! ¡Stalin es la Unión! ¡Es el partido! ¡Ustedes son Stalin! ¡Yo soy Stalin! ¿Entienden? ¡Yo soy Stalin! ¡El pueblo es Stalin!

Con una gran restauración de
Con una gran restauración de imágenes y el agregado de sonido, Funeral de Estado da la impresión de reproducir el fílmico original. (State Funeral/Mubi)

En esa ficción, como en la historia, Beria, Malenkov, Mólotov y Jrushchov deliberaron sobre qué hacer cuando encontraron a Stalin, horas después de una comilona compartida, el 1 de marzo, inconsciente e hipertenso en su dormitorio, con el lado derecho paralizado. Los intentos de que se recuperase del accidente cerebro-vascular que había sufrido fueron inútiles; en la vida real, porque Stalin tenía un cuadro subyacente grave de problemas cardíacos y circulatorios, y ya había sufrido dos episodios. En la película de Iannucci, por su propia política represiva:

—Ahora que tenemos quórum propongo que llamemos a un médico —pidió Jruschov, interpretado por Steve Buscemi.

—Los mejores médicos están en el gulag. O muertos. Así que cualquier médico que todavía quede en Moscú no es un buen médico —le advirtió su socio político, Lázar Kaganóvich.

Desde luego, el registro de las 200 cámaras oficiales del Kremlin no incluye la alegría de los detenidos en el gulag, el acrónimo de la Dirección General de Campos de Trabajo. Y tampoco —algo que varias notas, entre ellas la de Masha Gessen en The New Yorker, le criticaron— la muerte por aplastamiento de 109 personas (según Jrushchov, miles según otras fuentes) que quedaron atrapadas entre un desfile militar y la avalancha humana que avanzaba compacta y sin pausa hacia la Casa de los Sindicatos de Moscú, en cuya Sala de las Columnas fue velado el cuerpo embalsamado de Stalin.

El boato del funeral fue
El boato del funeral fue tal que a veces el documental parece dialogar con la comedia negra "La muerte de Stalin", de Armando Iannucci. (State Funeral/Mubi)

Lo describió el poeta Yevgueni Yevtushenko en su Autobiografía precoz:

La multitud se convirtió en un remolino monstruoso. Advertí que yo era arrastrado derecho hacia un semáforo. El poste se acercaba implacablemente. De pronto vi que una niña pequeña era empujada contra el poste. Su cara se distorsionó en un grito desconsolado, que resultó inaudible entre todos los demás gritos y quejidos. Un movimiento de la multitud me llevó contra la niña; no escuché sino que sentí con mi cuerpo el resquebrajamiento de sus huesos frágiles a medida que se quebraban contra el semáforo.

Cuando volví a mirar la niña ya no era visible. La multitud debe de haberla succionado hacia el piso. Calzado contra el semáforo había alguien más, su cuerpo retorcido y sus brazos extendidos como en una cruz. En ese momento sentí que pisaba sobre algo blando. Era un cuerpo humano. Levanté los pies y fui arrastrado por la multitud. Durante mucho tiempo tuve miedo de volver a bajar los pies.

Ni el gulag ni los muertos en la plaza Trubnaia, ni otro elemento de contexto aparece en la sucesión de imágenes de Funeral de Estado: el documental recupera la mirada inocente del soviético promedio de 1953, a quien se le ahorraban esos detalles sórdidos, y con esos ojos ve el espectador las imágenes edificantes, conmovedoras, espectaculares de las exequias. Stalin mismo aparece brevemente: un detalle del rostro de su momia, otro de las manos y una perfecta toma cenital que hace 70 años debe de haber requerido un tremendo despliegue técnico.

El documental recupera la mirada
El documental recupera la mirada inocente del soviético promedio de 1953, a quien se le ahorraban detalles sórdidos del estalinismo como el gulag. (State Funeral/Mubi)

El protagonista de la película de Loznitsa es el rostro del pueblo. Desde los ríos de personas en el centro de Moscú —abrigadas y cabizbajas unas, con grandes retratos de Stalin otras— hasta el detalle de la cara de una mujer, sus ojos hinchados de llorar, su expresión angustiada, o el momento en que un hombre esconde la suya contra el cuerpo de la niña que carga, tal vez avergonzado de su pesar, tal vez avergonzado de no sentirlo.

En este material nunca visto se suceden las caras serias, atentas, neutrales, aterradas, tristes, aburridas, ansiosas, que al pasar frente al capullo de seda roja que envuelve el cadáver de Stalin, en el centro de un Amazonas de coronas de flores, de personas que comprobaban con sus propios ojos que una vez más la historia las pondrá a prueba. No habían pasado 10 años desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, ni 30 desde la muerte de Lenin, ni 40 desde la Revolución de Octubre. Gente que escuchó en la Plaza Roja, donde se dieron los discursos de los líderes, una competencia de loas:

—¡Fue el genio más grande de la historia de la humanidad! —dijo Mólotov, cuya esposa Polina Zhemchúzhina había pasado cuatro años en el gulag de Stalin, y acababa de ser liberada por su negociación con Beria.

Durante tres días y tres
Durante tres días y tres noches Stalin fue velado en la Sala de las Columnas de la Casa de los Sindicatos de Moscú. (State Funeral/Mubi)

Un carro de caballos que lleva el ataúd hacia el Mausoleo de Lenin. Los obreros en las fábricas que dejan de trabajar y se descubren la cabeza en el momento solemne. Las familias reunidas alrededor de los altoparlantes en los barrios, incluso gente en las estepas. Los representantes de otras naciones que bajan de aviones. “El efecto es hipnótico, gracias en parte al movimiento incesante en la pantalla: la gente se desplaza en la marcha infinita de caras, o la cámara hace una panorámica del cuadro inagotable de rostros”, escribió Gessen.

Es el punto máximo del culto a la personalidad de Stalin. “Me sorprende mucho que la Unión Soviética siempre haya sido considerada como una sociedad atea”, comentó Loznitsa a The Guardian.

Esta obra del cineasta ucraniano, nacido soviético en 1964, se presenta junto a otros tres documentales de realización similar: Bloqueo, sobre los 900 días de sitio a Leningrado durante la Segunda Guerra Mundial; El último imperio, sobre el intento de golpe que en 1991 empezó la cuenta regresiva de la URSS y reforzó a Boris Yeltsin, y El juicio, sobre uno de los procesos de Moscú, contra economistas e ingenieros acusados de complotar contra Stalin.

Loznitsa, que estudió en el Instituto Nacional de Cinematografía de Rusia y trabajó en San Petersburgo, vive actualmente en Alemania. Para el lanzamiento de Funeral de Estado, poco antes de la pandemia, en 2019, volvió a su país. Le sorprendió ver que, si bien la historia es conocida y su documental cierra con notas sobre los millones perseguidos y muertos durante el estalinismo, la reacción del público se dividiera en dos:

“Me sorprende mucho que la
“Me sorprende mucho que la Unión Soviética siempre haya sido considerada como una sociedad atea”, ironizó Loznitsa sobre el culto a la personalidad de Stalin. (State Funeral/Mubi)

—Hubo gente que dijo “Qué terrible, qué espantoso, todo el espectáculo es horrible”. Otra reacción fue: “¡Qué gran persona fue Stalin!” —describió a The Guardian—. Alguna gente la vio como una gran película sobre un gran líder.

Las notas finales del documental —uno de los 22 de Loznitsa— también aludieron a lo que pasó después.

Porque si tras la muerte de Lenin en 1924 se trabajó la imagen de Stalin como la de su discípulo, al comenzar la década de 1930 la inflación del perfil de Stalin lo mostraba como un par de Lenin, y hacia el final de los treinta Stalin era el sol del sistema y Lenin apenas un planeta. Pero tras la muerte del generalísimo y la ejecución de Beria, la desestalinización de Jruschov llevó a que en 1961 se considerase que Stalin le había hecho tanto daño al PCUS y a la URSS misma que no podía permanecer junto a Lenin.

Entonces, sin ceremonias ni desfiles ni flores, la momia fue retirada del mausoleo y enterrada a unos 100 metros, junto a otros líderes soviéticos, entre unos árboles y una pared del Kremlin, bajo una lápida simple con su nombre y sus fechas. En 1970 se agregó un busto.

*Funeral de Estado, de Sergei Loznitsa, puede verse en MUBI

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