I
En general, los pintores suelen preocuparse en demasía por la técnica, la sofisticación y el impacto de su obra. Pero no muchos se centran en el estilo, ese toque retórico que hace que todo espectador relacione a una obra con su autor y que esa relación sea ineludible. Algo de eso hay en Eric Kennington, pintor inglés —además de dibujante y escultor— nacido en Londres, Inglaterra, en el barrio de Chelsea, en 1888.
Tenía una mochila familiar artística: su padre era el retratista Thomas Benjamin Kennington, miembro fundador del New English Art Club. Por eso, fue educado en St Paul’s School y Lambeth School of Art con la certeza de que la pintura era lo suyo. Sin dudas lo era: no se trataba sólo de un mandato, también de una pasión. La primera vez que expuso en la Royal Academy fue en 1908, a sus veinte años. Por entonces ya asomaba eso que lo haría único: su estilo.
En abril de 1914 dio a conocer en la exposición de la Sociedad Internacional de Londres una serie de pinturas y dibujos que dejó a gran parte de la crítica y del público con la boca abierta. Vendedores ambulantes en las calles londinenses que parecían salirse del recuadro y amalgamarse con la ciudad. Vendió varias de esas pinturas. Una de ellas, que hoy está en el Museo La Piscine de Roubaix, es La cocina ambulante.
II
De las manos del pintor pasó a las de Edmund Davis, luego al Musée du Luxembourg, más tarde al Depósito del Museo Nacional de Arte Moderno, después al Centro Pompidou, hasta hoy, que La cocina ambulante brilla en La Piscine de Roubaix, Francia, junto a varias obras de destacados artistas —Léonard Foujita, Auguste Rodin, Édouard Vuillard, Pablo Picasso, entre otros— alrededor de una antigua piscina cubierta, en un notable art deco interior.
Este óleo y collage sobre lienzo de 132 centímetros de alto y 122,3 de ancho es la única obra de Eric Kennington en un museo francés, y se destaca, además, por “su extraña asociación de una técnica pictórica muy pulida con collages de materiales y una enigmática inscripción, El tercer sexo, que aporta la impresión de modernidad”, según dice el texto curatorial que la acompaña. Su título original en la exposición era Los comerciantes de las cuatro estaciones.
Vemos un interés fundacional en este pintor inglés: la escena urbana. “Kennington evoca este universo mundano con más objetividad que poesía y de hecho ofrece aquí una lectura expresionista del encuadre muy estrecho y un preciso anecdotismo de la pintura inglesa del siglo XIX”, se lee en el texto. Efectivamente: lo que muestra es un tipo de postal que ya venía sorprendiendo desde el siglo XIX, sin embargo aporta una composición destacada, novedosa, disruptiva, original.
III
Con el éxito en aquella exposición de 1914 montó un estudio. Sin embargo todo cambiaría de repente, con el estallido, en julio de ese año, de la Primera Guerra Mundial, entonces llamada Gran Guerra. Kennington dejó su sueño artístico y se alistó en el Regimiento de Londres del 13º Batallón el 6 de agosto de 1914. Se fue a luchar en el Frente Occidental, pero resultó herido en enero de 1915 —perdió el dedo de un pie; casi le amputan el pie por la infección— y regresó a Inglaterra.
Estuvo cuatro meses internado en el hospital. Allí, en su convalecencia y en su recuperación posterior, pintó sin cesar. Era un trauma, sin dudas, pero también una obsesión que podía plasmar en su quehacer artístico. Desde entonces la guerra es el gran tema de su obra y pinturas como La cocina ambulante, realizadas apenas un año antes, parecen ser hechas por otro hombre. Sin embargo, las une algo claramente visible: su original estilo.
De esa época precisa es Los Kensington en Laventie, un retrato de grupo de su propio pelotón de infantería, el Número 7 Compañía C: un óleo sobre vidrio que se encuentra en el Museo Imperial de la Guerra. La tercera figura desde la izquierda, que lleva un pasamontañas, es el propio Kennington. Se exhibió en la primavera de 1916; la crítica alabó su “presentación majestuosa de la resistencia humana, del heroísmo silencioso de la base”.
IV
Eric Kennington se involucró en la cuestión bélica, incluso durante la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, su arte se ramifica y se agranda con el pasar de los años. Su trabajo como pintor de guerra se puede encontrar en el Museo Imperial de la Guerra y el de retratista en la National Portrait Gallery. También tiene una notable trayectoria como dibujante y otra sobre el final de su vida, la que siguió sorprendiendo al público, la de escultor.
El crítico de arte Herbert Granville-Fell escribió que “la técnica de Kennington tiene una fuerza admirablemente adecuada para transmitir una resolución inquebrantable e intrépida en los rostros de sus marineros y soldados. No conozco ningún otro artista que pueda representar de manera tan convincente la sal de la tierra y evocar palpablemente, en un retrato, la esencia y el sabor del coraje”. Murió en 1960 en Reading, un pueblo de Berkshire, Inglaterra. Tenía 72 años.
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