El 25 de mayo de 2020 George Floyd, un ciudadano afroamericano, fue asesinado durante una detención por la policía de Minneapolis, Minnesota: el oficial Derek Chauvin lo asfixió durante nueve minutos. El caso causó una ola de manifestaciones contra la violencia racista en los Estados Unidos, que se sucedieron en todo el país y en distintas capitales del mundo. Y también generó un interés en los libros sobre el racismo, tan intenso que dos semanas más tarde era difícil encontrar otro tema en las listas de best sellers.
El 5 de junio de 2020, según verificó The New York Times, siete de los 10 primeros libros más vendidos en Amazon y nueve de 10 los más vendidos en Barnes and Noble eran títulos como How to Be an Antiracist (Cómo ser antirracista), de Ibram X. Kendi; White Fragility (Fragilidad blanca), de Robin DiAngelo y So You Want to Talk About Race (Así que quieres hablar de raza), de Ijeoma Oluo. También en la lista del periódico cinco de los 15 primeros se ocupaban del racismo, e incluso había vuelto a subir The New Jim Crow (El nuevo Jim Crow), la enorme investigación sobre encarcelación masiva en los Estados Unidos de Michelle Alexander, que cumplía ya 10 años de publicada.
De esos títulos, el de Kendi se mantuvo durante más tiempo, dio lugar a una edición para niños, Antiracist Baby (El bebé antirracista), con ilustraciones de Ashley Lukashevsky; generó una sección de periodismo antirracista en The Boston Globe, The Emancipator; atrajo a Netflix para hacer tres producciones y alumbrará el 9 de junio un podcast. Todo eso con el impulso de Kendi, un historiador joven y premiado que, aun mientras pelea contra el cáncer de colon, es el motor de estas acciones culturales y sociales.
Kendi es director del Centro de Investigación Antirracista de la Universidad de Boston (BU), donde es profesor, y autor de varios libros sobre la cuestión, uno de los cuales, Stamped from the Beginning: The Definitive History of Racist Ideas in America (Marcados desde el origen: La historia definitiva de las ideas racistas en los Estados Unidos), le mereció el National Book Award de no ficción en 2016. A los 34 años, fue la persona más joven que lo recibió. No se lo esperaba: llegó a la ceremonia dispuesto a aplaudir a otro, sin discurso de agradecimiento. Debió improvisar uno.
La revista Time lo nombró entre las 100 personas más influyentes de 2020 y BU le otorgó la cátedra Andrew W. Mellon de Humanidades, el honor académico más alto de la institución, que antes de Kendi tuvo Elie Wiesel, el sobreviviente de la Shoah y premio Nobel de la Paz. En 2019 recibió la beca Guggenheim, y ha sido beneficiado con premios y fondos para investigación de universidades como Princeton, Duke, Chicago y California en Los Angeles (UCLA). Sus columnas se ven en CNN, ABC, CBS, se escuchan en NPR y BBC, se leen en el Times y en The Washington Post.
También salió en Essence, la revista de moda, belleza y cultura afroamericana: cuando se casó, en 2013, con la médica de emergencias pediátricas Sadiqa Kendi, a quien había conocido en una app de citas. Él se llamaba Ibram Rogers, y en esa ceremonia no sólo adoptó un apellido distinto para compartir con ella, que significa “persona amada” en el lenguaje de los ameru, sino que cambió su segundo nombre, Henry, por Xolani, que quiere decir “paz” en zulú.
Mientras escribía How to Be an Antiracist supo que tenía cáncer de colon en estadio avanzado. “Antes del diagnóstico era bastante disciplinado y determinado, pero ahora he llevado todo a un nivel de seriedad superior”, dijo a The New York Times, un año después de haber completado con éxito el tratamiento médico. “Si bien soy joven, no puedo imaginar que vaya a tener mucho tiempo. Eso me forzó, me impulsó, a tomar riesgos”.
Profundizó, así, el principal que había asumido hasta el momento: ser la figura máxima del campo de la historia intelectual del racismo, aun cuando su definición es tan amplia —Kendi cuestionó incluso sus propios prejuicios— que incomoda a otros académicos.
No ser racista vs. ser antirracista
“¿Cuál es el problema con no ser racista?”, planteó en el libro. “Es una afirmación que significa neutralidad: ‘No soy racista pero tampoco estoy activamente contra el racismo’. Sin embargo, en la lucha contra el racismo no existe la neutralidad. Lo opuesto de ser racista no es no ser racista. Es ser antirracista”.
Desarrolló la diferencia: “O bien uno apoya la idea de una jerarquía étnica, como un racista, o la de igualdad étnica, como un antirracista. O bien uno cree que los problemas se originan en grupos de personas, como un racista, o confronta las desigualdades étnicas, como un antirracista. No existe un espacio seguro intermedio donde ‘no ser racista’. La afirmación de la neutralidad de quien no es racista es una máscara que encubre el racismo”.
Si su discurso parece duro, hay que considerar también que lo expuso durante el gobierno de Donald Trump en los Estados Unidos, durante el ascenso en las redes y los medios de los defensores de la supremacía blanca y la llamada Alt Right, con figuras como Richard Spencer, quien clamaba que el término racista era peyorativo. Kendi lo refutó:
No es la peor palabra de la lengua inglesa; no equivale a un insulto. Es descriptiva, y la única manera de deshacer el racismo es identificarlo y describirlo sistemáticamente, y luego desmantelarlo. El intento de convertir este término provechosamente descriptivo en un insulto que prácticamente no se puede emplear apunta, desde luego, a lo opuesto: congelarnos en la inacción.
El antirracismo requiere un esfuerzo, es un trabajo contra la corriente habitual de una sociedad organizada de tal manera que se beneficia de él. Porque, como subrayó Kendi en su libro, “la fuente de las ideas racistas no fue la ignorancia y el odio, sino el egoísmo”. Es cierto que, en tanto ciclo históricamente repetido, importa más la dinámica del racismo que ubicar primero el huevo o la gallina; no obstante argumentó:
La historia de las ideas racistas es la historia de unos líderes poderosos que imponen políticas racistas por egoísmo, y luego crean ideas racistas para defender y racionalizar los efectos injustos de sus políticas, mientras que la gente común consume esas ideas racistas, que a su vez encienden la ignorancia y el odio.
No se trata de gente mala que discrimina, sino de políticas malas que causan una desigualdad de la que se beneficia el poder racista.
Discriminación no equivale a racismo
Su libro, en en fondo, aborda una lucha básica: “la lucha por ser plenamente humanos y por ver que los demás son plenamente humanos”. Para librarla, subrayó, importa apuntar a la causa del mal y no a los síntomas. Que se confunden con frecuencia, ya que “el racismo es la unión de las políticas racistas y las ideas racistas que producen y vuelven normales las desigualdades étnicas”.
La necesidad del antirracismo, y no de la neutralidad, se deriva de eso: hace falta una fuerte colección de políticas antirracistas, sostenidas por ideas antirracistas, para generar igualdad en una sociedad donde el racismo es institucional, estructural y sistémico, sintetizó.
Desde el prejuicio contra los afroamericanos que él mismo asimiló al crecer hasta la problematización de los grupos étnicos que en su juventud temprana lo hicieron pensar cada una de sus acciones como si fuera a ser juzgada por una autoridad negra, Kendi desmanteló las ideas que se entretienen en el cotillón cuando, en el fondo, todo se reduce a que existe desigualdad racista cuando “dos o más grupos étnicos no se hallan en pie de igualdad” en la sociedad.
Por eso “la discriminación racial no es racista de manera inherente”: la clave para saber si lo es o no se encuentra en considerar si produce equidad o desigualdad. “Si la discriminación crea equidad, entonces es antirracista”. Del voto a la salud, del trabajo a la educación, de la vivienda a la criminalización hoy se ve un perjuicio para afroamericanos, hispanos y otras minorías étnicas en los Estados Unidos. La neutralidad, observó Kendi, no emparejaría el tablero.
El libro ha sido traducido a otros idiomas porque el racismo no es exclusivo de los estadounidenses. “Nuestro mundo sufre cáncer metastático de estadio cuatro”, escribió Kendi, en una comparación con su diagnóstico. “El racismo se ha extendido a casi cada rincón del cuerpo político, se ha cruzado con fanatismos de toda índole, ha justificado toda clase de desigualdades al culpar a la víctima, ha aumentado la explotación y el odio desviado; ha estimulado los tiroteos masivos, las carreras armamentísticas y los demagogos que polarizan a los países; ha cerrado órganos esenciales de la democracia y ha amenazado la vida de la sociedad humana con la guerra nuclear y el cambio climático”.
De la academia a Netflix
En un momento de la efervescencia lectora sobre el racismo luego del asesinato de Floyd, cuatro títulos de Kendi coincidieron en la lista de best sellers de The New York Times. A Netflix le atrajeron aquellos que podían apuntar a distintos públicos, como Stamped from the Beginning, que para entonces había tenido una edición diferente, adaptada en coautoría con Jason Reynolds, para adolescentes y jóvenes, y Antiracist Baby.
Según The Hollywood Reporter, la plataforma producirá tres películas: Stamped from the Beginning, una mezcla de documental y narrativa dirigida al público adulto, que dirigirá Roger Ross Williams; Stamped: Racism, Antiracism and You (Marcados: el racismo, el antirracismo y tú), para adolescentes, también dirigida por Williams; y una serie de dibujos animados musicalizados, producida por Chris Nee, creadora de Doc McStuffins, será la adaptación de Antirracist Baby. Todos los proyectos tienen a Kendi como productor ejecutivo.
Al mismo tiempo, el historiador trabajó en un podcast de 10 episodios presentará el diálogo de Kendi con distintos invitados (artistas, políticos, académicos, periodistas). Las entrevistas de Be Antirracist, según anticipó Deadline, tomarán como disparadores los conceptos del libro para buscar y plantear los modos en que se podría aspirar a una sociedad antirracista y los papeles que podrían desempeñar las personas y las comunidades en su logro. Se trata del primero de los proyectos que Kendi desarrollará durante dos años con Pushkin Industries y iHeartMedia.
El más reciente de sus emprendimientos nació de una conversación con Bina Venkataraman, editora de The Boston Globe. Ella le preguntó cómo se le ocurrió crear un Centro de Investigación Antirracista en Boston, una ciudad que se opuso al transporte escolar de integración racial en la década del setenta y “donde los fanáticos del deporte abuchean a los atletas afroamericanos”, según le preguntó ella. Kendi, historiador al fin, le recordó sobre otro Boston, la ciudad que también fue un centro del abolicionismo en el siglo XIX, donde William Lloyd Garrison publicó The Liberator y fue cofundador de la Sociedad Antiesclavista Estadounidense.
Así nació The Emancipator, una publicación en línea que integrará la oferta de The Boston Globe con artículos periodísticos, columnas de opinión e investigación académica en una combinación que evoca la prensa política anterior al siglo XX.
Tantos proyectos —Kendi también publicó Four Hundred Souls: A Community History of African America, 1619-2019 (Cuatrocientas almas: una historia comunitaria de los Estados Unidos afroamericanos 1619-2019), en coautoría con Keisha Blain— dan una sensación de urgencia muy difícil de separar de la experiencia del cáncer. Y, en cierto sentido, algo de eso hay. Pero no de una manera literal, sino bastante metafórica: para Kendi el racismo se mueve como un cáncer. Cerró su libro, dedicado a la supervivencia, así:
El racismo es uno de los cánceres más rápidos y mortales que ha conocido la humanidad. Es difícil encontrar un lugar donde sus células no se estén dividiendo y multiplicando. Nada de lo que veo en nuestro mundo actual, en nuestra historia, me da esperanza de que un día los antirracistas ganen la lucha, que un día la bandera del antirracismo ondee sobre un mundo de equidad. Lo que me da esperanza es una simple perogrullada. Si perdemos la esperanza, está garantizado que perdemos. Pero si ignoramos las probabilidades y luchamos por crear un mundo antirracista, entonces daremos a la humanidad una oportunidad de sobrevivir algún día, una oportunidad de vivir en comunión, una oportunidad de ser libres para siempre.
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