Desde Montreal.- Cae la tarde de primavera boreal, prendo la compu, y entro al enlace de Zoom enviado por mi equipo técnico en Blue Metropolis, el festival literario internacional de Montreal, multicultural y multilingüe como nuestra ciudad, que tiene a esta canadiense de origen brasileño y argentino a cargo de la curaduría de eventos en castellano y portugués.
Aquí son las 18 horas, pero son las 19 en Rio de Janeiro y las 23 en Colares, cerca de Lisboa, desde donde se conecta la periodista y escritora portuguesa Alexandra Lucas Coelho. Estamos por grabar una charla inspirada en su libro premiado, Cinco voltas na Bahia e um beijo para Caetano Veloso (Bazar do Tempo, 2019), el último de su trilogía sobre el Brasil, junto al mismísimo legendario artista brasileño, el numen al que está dedicado y el astro de esta conversación literaria.
Cinco voltas surgió de una importante observación que Caetano le hizo a Alexandra sobre sus dos libros anteriores, la colección de sus crónicas periodísticas Vai, Brasil (Tinta da China, 2013) y su novela Deus-dará (Tinta da China, 2016). Al primer tomo el cantante brasileño lo leyó y comentó con mucha atención y cariño, y al segundo lo llama “un libro bellísimo”. Quedó impresionado por el “altísimo nivel del texto” —cuando se trata de la obra de Alexandra, a Caetano le sobran los superlativos— desde el título, que remite a Chico Buarque, y por la presencia de la canción brasileña a lo largo de la novela, que lo emociona desde la cita inicial con las preguntas que le hace a Paula Toller su hijo en “Oito Anos”, el tema que su mamá-rockstar le escribió: Por que a Lua é branca? / Por que a terra roda? / Por que deitar agora? / Well, well, well Gabriel...
“Yo estoy loco por ese libro”, dirá Caetano más tarde, en nuestra charla, elogiando “la inventividad del texto” y sin esconder la conmoción que siente por la escritura de esta autora portuguesa sobre nuestra tierra, el inmenso amor que nos tiene, la profundidad de sus observaciones desde el hondo de su ser, devolviéndonos a los brasileños mucho de lo que significamos. “Nunca se ha dicho con tanta vehemencia”, explica Caetano sobre las primeras páginas de Deus-dará, “con tanta fuerza como se merecía, que esta canción es hermosa”.
Y aquí la observación de Caetano sobre los dos primeros libros que generaría el tercero: les faltaba un tema muy importante, Bahia, donde todo empezó, el primer encuentro entre Portugal y Brasil. La novela Deus-dará transcurre en Rio, atraviesa 500 años de historia colonial y trata el lazo entre los dos países, pero efectivamente: falta Bahia. Alexandra decidió en ese entonces que haría un libro sobre Bahia, y que ese libro sería para Caetano, porque solo podría ser un libro para él.
El título le “bajó” o descendió por medio de una fuerza superior, en el lenguaje del candomblé que Alexandra utiliza para explicar cómo le vinieron las palabras. Las cinco vueltas son las cuatro que ya había realizado cuando fue corresponsal en Brasil en la última década, 2010-2020, y la quinta, aquella en que deja abierta la posibilidad del regreso. El beso a Caetano Veloso es porque es con él que comienza su relación con Brasil, y la acompaña siempre, a lo largo de la historia.
Y así cierra esta trilogía, su tributo al país que también es su hogar, que tanto le ha dado y la cambió para siempre. También para “devolverle a Caetano todas las historias que en verdad comienzan con él, desde muy atrás, inclusive antes de mi adolescencia, y que son parte de mi biografía”.
Alexandra me había contado sobre su nuevo libro después que compartimos mesa de literatura portuguesa en la última FIL Guadalajara presencial, en noviembre de 2019, con una copita de vino en mano. De ahí surgió la idea de una charla sobre Cinco voltas, recién salido de la imprenta, con la participación de Caetano, que en aquel momento era más bien una ilusión en voz alta, un sueño inverosímil.
Pero vino la pandemia, y con ella muchas limitaciones y finales abruptos de todos nuestros planes, como vernos forzados a cancelar la edición del 2020 de nuestro festival a menos de una semana del lanzamiento del programa. Pero también, para esta brasileña resiliente y siempre optimista, había que mirar posibilidades, imaginar, inventar. Muchas idas y vueltas, muchas charlas, mucho lobby y muchas velas y rezos más tarde, en este último 2 de febrero, día de Iemanjá, a un Caetano encerrado en el estudio de su casa grabando su nuevo disco le enviamos el pedido por un par de horas de su tiempo para hablar del libro de Alexandra, en tres meses, en un festival literario de Montreal, y él accedió.
Llega por fin el día de la grabación. Pero la alegría no está del todo presente. En esta hora tan oscura para mi país, que recién cruza una cifra mortífera horripilante — 400.000 brasileños víctimas del COVID— necesitamos más que nunca del calor y de la luz de Caetano, nuestra estrella que más brilla.
“Oi Caetano”, le digo, saludando al hombre que es parte de mi vida desde que me conozco por gente, cuyo Desde que o samba é samba me consuela cuando me siento sola; cuya Sorte, interpretada junto a Gal Costa, les cantaba todos los días a mis bebés.
“Olá”, me contesta, curioso, comentando que recién me oyó hablar francés.
“Nunca hablo francés, y es que casi nunca hago cosas en francés”, explico, lo que es verdad, “y menos aún en portugués”, lamento.
“¿Y qué hablas?”
“Inglés y español”, le digo.
Más tarde en la charla se referirá a nuestro diálogo inicial, diciendo que es la realidad de todos los lusófonos, que corremos con desventaja, y que todos —no sólo yo— hacemos más cosas en inglés y español, porque son lenguas dominantes, el Five Eyes…
“Pero me gusta mucho que así haya sido: que hayamos sido colonizados por los portugueses”, dice Caetano.
La relación con distintos idiomas es marca registrada de nuestro festival, y en esta charla no podría ser diferente. Fue un tema recurrente en toda la conversación, como también las lecturas de Caetano durante la pandemia y la experiencia de crear y componer en cuarentena, pero de esto aquí no voy a hablar. Invito al lector a que vea la grabación y nos acompañe.
Conversamos también sobre la canción brasileña y su aporte a la lengua portuguesa, el “auge” en las palabras de Alexandra.
“La inspiración que trae Caetano y su arte”, explica la escritora, “es inspiración de una amplitud. Nosotros existimos en este universo de la lengua portuguesa, pero él, aunque trabajó sobre todo la lengua portuguesa, está mucho más allá de eso, porque también escribió y compuso en inglés, en español. La palabra en que pienso es amplitud, de la lengua como nuestro instrumento. Muy pocas personas que para mí representan una experiencia tan radical de amplitud como la obra de Caetano: estoy pensando en las canciones, los poemas, el pensamiento, la palabra aquí, la palabra cantada, hablada, escrita”.
“Me encantan las canciones que escribiste en inglés”, le dice Alexandra a Caetano.
Pienso de inmediato en London, London, tema inmortalizado por segunda vez en la voz de Paulo Ricardo, de quien todas alguna vez nos enamoramos, acompañado del inolvidable teclado eléctrico de Luís Schiavon.
“Me gusta Nine out of Ten, esa está buena”, dice Caetano, “pero no me importan mucho mis canciones en inglés”, comenta, agregando que compuso una en italiano, Michelangelo Antonioni y de ahí volvemos a hablar de cine, de su amor por el italiano, el idioma perfecto para el cine, algo que lo encantaba desde niño cuando veía películas en Santo Amaro (llegó a tener una discusión con Bertolucci sobre eso), de hacer películas, de escribir sobre cine (aprendimos que Caetano fue crítico de cine entre los 19 y 22 años, y que sus reseñas y entrevistas serán compiladas pronto en un libro), y con eso vamos cerrando la charla.
Pensando en mi público argentino, no pude dejar de preguntarle sobre su relación con Julio Cortázar, convencido de la duplicidad con su hermana con canto de sirena, Maria Bethânia.
“Conocí a Cortázar en París, donde estuve con él una vez, y después ya cuando yo había regresado del exilio, en Salvador, en un concierto que hice”, cuenta Caetano. “Haroldo de Campos vino a verlo junto con Cortázar, y estuvimos juntos otra vez ese día. Evidentemente Cortázar, pobre, sufrió mucho porque el verano estaba muy caliente, y el teatro Castro Alves era un horno: vio el concierto hasta una parte, y después salió. Pero conversamos algunas veces y él llegó a escribir eso: esa idea de que yo y Bethânia éramos la misma persona, que la pasábamos engañando al público, fingiendo que éramos dos, cuando éramos la misma persona, que de vez en cuando aparecía como Bethânia, de vez en cuando aparecía como Caetano”. Cortázar no ha sido el único en pensarlo.
“Eso tuvo eco de una manera así, mágica”, sigue Caetano, “con Mãe Menininha do Gantois, la mãe-de-santo, donde Maria Bethânia y yo fuimos iniciados. Yo la frecuentaba mucho por interés cultural por Salvador. Un amigo me llevaba, y yo iba al terreiro a conversar con Mãe Menininha, para sentir el ambiente, saber cosas, pero no tenía ninguna intención de crear un vínculo propiamente religioso. Pero después Bethânia sí, tenía mucha necesidad religiosa, de tener una vida religiosa, y vivía en Rio y tenía relaciones con figuras de religiones afro-brasileñas de Rio, pero aquello no me parecía muy satisfactorio, y yo hacía una campaña para que Bethânia se aproximara a Mãe Menininha, que era de Bahia, de nuestra tierra, y que era una mujer de gran sabiduría, de gran dulzura. Bethânia medio resistió, pero luego por otro camino tomó la decisión de ir a hablar con Mãe Menininha. Yo ya era cercano a ella, siempre la visitaba. Entonces Mãe Menininha me dijo que Bethânia quería ser iniciada, lo que llamamos ‘hacer la cabeza’. Pero para eso necesitaba que yo lo hiciera junto con Bethânia, me dijo Mãe Menininha, porque yo y Bethânia éramos en verdad la misma persona. Es increíble que Mãe Menininha y Cortázar hayan dicho lo mismo. Es el realismo mágico… en la práctica”.
Alexandra agrega que cuando estuvo en el Gantois, asistió a una procesión en un barco, lleno de flores, salida del terreiro rumbo a una iglesia, y se dio cuenta en aquel momento que la misma Bahia era un arte: el de trenzar los muertos y los vivos, divinos y humanos.
No pude dejar de volver al realismo mágico al recordar a García Márquez describiendo el Caribe, una región cultural más que geográfica, que comienza en Salvador y termina en New Orleans. Tuve esta conversación con varios escritores caribeños desde que Gabo compartió conmigo esa idea que me encanta, porque nos conecta a los brasileños con la región a través de Bahia, entre ellos el poeta de St. Lucia Derek Walcott y los canadienses de origen haitiano Dany Laferrière y la escritora y poeta de Trinidad-and-Tobago Dionne Brand, que junto a la actriz y escritora colombiana Maribel Abello Banfi vendría a ser la última charla literaria presencial que conduje, en febrero del año pasado, en el Hay Festival de Cartagena de Indias.
“Conocí a García Márquez personalmente a través de otro bahiano, Glauber Rocha”, cuenta Caetano. “Él estaba filmando en Barcelona y en otras ciudades de Cataluña la película Cabezas Cortadas (1970), y había una polémica entre los nuevos cineastas llamados de underground, que en Brasil tenían el sobrenombre de ‘ude-grude’. Y Glauber se ponía muy dolido con esto, agonizado, y me escribió una carta porque pensó que yo había entrado en una guerra contra el Cinema Novo para que conversamos en Barcelona. Y fui. Me volví loco por la ciudad. Y conocí a García Márquez, fue Glauber quién me presentó. Salimos a cenar unas tres veces”.
“Y no es que conocí a García Márquez, es que conocí el Boom de la literatura hispanoamericana que se estaba dando justamente en ese momento, 1970-71… 1971. Y el productor de la película de Glauber, que era un catalán maravilloso, llamado Peres Fages, me había hablado de la literatura hispanoamericana, de lo fuerte y viva que estaba, y me llevó a librerías para comprar los libros. Regresé a Londres, pero con sus libros, libros de Borges, libros de Cabrera Infante, que además terminé conociendo en Londres, y nos hicimos amigos”.
“Me quedé leyéndolos durante un periodo, en español, en Londres. Y fue algo muy importante para mí. Me pareció exuberante la cosa de García Márquez, pero hice más contacto con la escritura de Borges, qué me enamoró: una cosa más concentrada, enfocada. También quedé muy fascinado por los Tres Tristes Tigres de Cabrera Infante, a quien conocí a través de Haroldo de Campos, que fue a Londres durante el periodo en el que estaba exilado, se quedó hospedado en mi casa y me puso en contacto con Cabrera Infante, que vino en mi casa. Nos vimos con Cabrera Infante hasta el final de su vida, porque cada vez que venía a Brasil, o que yo estaba en Barcelona, o en alguna ciudad en donde él estuviera, él me buscaba, y conversábamos. Era una persona que decía cosas muy graciosas. No sonreía, pero hacía reír. Con una cierta amargura porque él nunca más regresó a Cuba. Es una cosa muy pesada. Pero que él trataba con mucha elegancia, así, en el trato personal. Con un pesar, una tristeza”.
“Entonces pienso que sí”, concluye Caetano Veloso, “soy de ese Caribe de García Márquez, porque yo nací en Salvador, y Glauber, que nació en Vitória da Conquista, en el interior de Bahia, creció en Salvador. Ese Caribe de Gabriel García Márquez que yo reconozco”.
A continuación, la conversación completa en el Blue Metropolis 2021, festival literario internacional de Montreal:
SEGUIR LEYENDO