I
En los años veinte, cuando un crítico se paraba frente a una obra de Ramón Gómez Cornet, quedaba plenamente sorprendido. Los retratos que hacía este pintor nacido en Santiago del Estero en 1898 eran muy diferentes a los que se acostumbraban a ver. “Trabajos como estos Santiagueños de 1927 exhiben la nueva manera producida en el encuentro con los personajes de provincia y los recursos de la pintura contemporánea”, sostiene la historiadora del arte Diana B. Wechsler.
Es que, sin dudas, se trata de algo nuevo. Por eso, en aquellos años, los críticos bajaban la vista a su cuaderno y anotaban: “nueva sensibilidad”. Luego volvían a mirar la obra y confirmaban lo escrito. Para muchos, es el “precursor de la Pintura Moderna en Argentina”. Debido a su origen y a sus temas, tan comprometidos con las raíces esenciales del carácter argentino y latinoamericano, lo llamaron en diversas oportunidades “el pintor de la tierra”.
Su familia era prestigiosa e importante. Su padre, Ramón Gómez, fue ministro del Interior de Hipólito Yrigoyen y senador nacional por Santiago del Estero. Estudió en la Escuela Normal de su provincia, continuó en el Colegio Marista de Luján y más tarde en el Colegio Charles Magne. Pero el arte siempre lo acompañó, fue la forma que encontró para abordar el mundo y la vida, para hacerse preguntas y elucubrar algunas respuestas.
II
A los 20 dibujó los retratos sus abuelos maternos, Manuel Cornet Díaz, que fue diputado nacional, y su esposa Doña Rosario Palacio Achával, generando un gran entusiasmo. Ese tenía que ser su destino: el arte. Estudió en la Academia Provincial de Bellas Artes de Córdoba, y luego viajó por los principales centros artísticos de Europa. También estuvo en África. Le interesaba afilar la técnica, pero también vivir, experimentar, crecer, comprender.
Así, sus artistas de cabecera fueron Cezanne y Renoir, sus grandes influencias. Se perfeccionó en el taller Libre Arts de Barcelona —ahí, en 1917 realizó su primera muestra— y en la Academia Ranson de París. Luego de estudiar en la Ciudad Luz y de relacionarse con la vanguardia de la época, en 1921 volvió a la Argentina. Expuso en la desaparecida Galería Chandler de Buenos Aires sus cuadros con influencias cubistas y fauvistas, algo completamente desconocido para el público local.
Pero no regresó a la Argentina para vivir en Buenos Aires, no; Ramón Gómez Cornet se fue a Santiago del Estero, donde estaban sus raíces. Se volvió a enamorar de su tierra y construyó una obra sólida y original. “Las circunstancias me llevaron más tarde al interior del país, a mi provincial natal, Santiago del Estero, y a las demás del norte, por supuesto. Allí se operó en mí una crisis de superación. Me hallé con un problema nuevo: el hombre y el paisaje nuestro”, contó el propio artista.
El gran crítico Cayetano Córdova Iturburu dijo que “Gómez Cornet fue humano hasta límites extremos. En ello fincan la nobleza y el lirismo de su pintura. Sintió como pocos la pureza de los niños, que su propia pureza captaba hasta en sus zonas más misteriosas. Se adentró en la melancolía de los desheredados de su tierra que compartió con una generosidad conmovedora. Y penetró en la magia extraña del paisaje argentino con una claridad de una ternura auténtica”.
III
La obra que acá presentamos como belleza del día, titulada Santiagueños y pintada en el año 1927, en pleno proceso de reencuentro con su tierra, con su Santiago del Estero, en el interior del país, lejos de Buenos Aires, es una muestra perfecta de toda su potencia estética, sensible y original. Es un óleo sobre tela de 60,5 centímetros de alto y 50,5 de ancho. Está en el Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires.
“El encuadre de la composición, el emplazamiento de los personajes en el espacio, el rebatimiento de la banqueta dado por el punto de vista alto desde el que está planteada la escena, sumados al uso del color con escasos matices, casi como tintas planas generando una imagen de gran simplicidad, dan como resultado una obra de un carácter nuevo”, dice Wechsler.
Y agrega que con Santiagueños, Goméz Cornet se “posiciona dentro del debate por el arte nacional desde la perspectiva militante de un arte moderno, enriqueciendo la trama de finales de la década del veinte signada por la irrupción de la disputa por un lugar dentro de la construcción de un imaginario nacional”. Fue también diplomático, docente y escritor. Realizó alrededor de 1500 obras. Se casó con Argentina Rotondo y tuvo dos hijas. Murió el 9 de abril de 1964. Tenía 66 años.
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