Como una especie de Funes borgeano, Carlos Sampayo, guarda cientos de discos de jazz en su memoria. En otro tiempo y en otro país quedaron los vinilos que lo acompañaron durante años y que cimentaron su fama de crítico punzante. Registros que hoy son recuerdos. Como aquellos que en 1999 se volvieron letra impresa con las Memorias de un ladrón de discos, donde reseñó con precisión y humor la formación de su discoteca a la par de la vida misma. Discos entrañables que 20 años después regresan junto a otros más recientes en su Discografía personal del Jazz, editada por Gourmet Musical.
“Los primeros discos de jazz que se mostraron obedientes a mis caprichos eran consecuencia de una curiosidad voraz, nunca saciada. Aquellos objetos, tan frágiles como pesados, encerraban todas las maravillas del mundo”, dice hoy Sampayo, evocando quien sabe que grabaciones, quizás atesoradas aún en los sobres descoloridos de algún sello emblemático.
Entre aquellas Memorias y esta Discografía de hoy pasaron años, ciudades, discos y mucha música. Pero en ambos coincide como testimonio histórico aquel núcleo central de discos entrañables, reseñados por el crítico que no admite serlo. Junto a ellos, Sampayo agrega un puñado de títulos más recientes, para definir un recorrido personal que define sus gustos y preferencias y genera un eco en los nuestros.
En esta Discografía y con la colaboración del periodista Jorge Freytag, el autor revisita 900 discos de los miles que pasaron por sus manos en 30 años de actividad periodística. Dividido en una decena de capítulos que reflejan las distintas décadas en las que se desarrolló el jazz desde los años 20 hasta la actualidad, integra más de 400 nombres; con especial acento en los años que fueron del 50 al 60 (para muchos la mejor época del jazz) y del 90 al 2000.
“No quería hablar de discos, música o músicos que no me gustaran. La idea fue compartir el gusto y la preferencia. En este sentido no es crítica, más bien reseña”, dice Sampayo en diálogo con Infobae Cultura.
-El libro abarca un amplio período, 1920-2011. El comienzo está claro. Son los años de figuras emblemáticas como Jelly Roll Morton, Bessie Smith o Louis Armstrong. ¿Pero por qué decidiste trazar un límite final en 2011?
-Fue el año en que regresé a Argentina después de 40 años de vivir en el extranjero. Con el regreso dejé atrás toda mi discoteca. No fue un divorcio sino un proceso natural. La relación física con los discos había llegado a su fin. Es lo que mandan los tiempos. Cuando la sensualidad es reemplazada por la virtualidad.
-¿En esta nueva discoteca, más virtual que física, tienen lugar los músicos argentinos de jazz? ¿Estás al tanto de lo que se hace en el país?
-No sigo su evolución, pero si reconozco que hay muy buenos músicos. Como por otra parte sucede en todo el mundo. El jazz ha crecido desde sí mismo. Se expande. Pero no hacia el futuro.
-¿Coincidís con el crítico español Chema García Martínez cuando dice que ya no existe el jazz, aunque si músicos que lo practican?
-Chema tiene razón. El jazz tiene futuro en la medida en que tiene presente. Pero ese futuro está en la vitalidad y honestidad de los músicos. Y otro poco en la memoria que construimos los que escribimos sobre el tema. Es una suerte de obstinación. Ahora bien, tiene mucho más futuro la música de Duke Ellington o Louis Armstrong que la que pueda hacer hoy Joe Lovano con todo su talento.
-¿Pero los músicos importantes de hoy, por caso Lovano que vos citás, no pueden generar una escuela, una descendencia como lo hicieron aquellas figuras históricas?
-Basta con mirar y recordar el impacto de Charlie Parker, Miles Davis, John Coltrane o Duke Ellington. ¿Qué músico actual da la idea del nacimiento de una estirpe? Ellos dieron forma a un corpus necesitado de corroboración. El jazz actual es esa corroboración.
Lo cierto es que unos y otros, los emblemáticos e indiscutibles, como Armstrong o Ellington, conviven con Lovano y otros contemporáneos en esta Discografía, que lejos de ser vista como una simple enumeración de gustos, placeres y adhesiones personales, es en esencia un recorrido certero al corazón mismo del jazz. Desde aquellas grabaciones centenarias del ragtime de James P. Johnson, los blues descarnados de Bessie Smith o la melancólica trompeta de Bix Beiderbecke, hasta las expresiones actuales de Craig Taborn, Mary Halvorson o el pianista de origen indio Vijay Iyer; hallables todas en el infinito océano del streaming.
Esta nueva edición del Gourmet Musical tiene su antecedente en otros trabajos de valía del propio Sampayo. Como el libro ilustrado Los cien mejores discos de jazz (1993) que escribió junto a Jorge García, Federico Herraiz y Fernando González, la enciclopedia Maestros del jazz que dirigió a finales de los 80 en España y los cientos de reseñas o artículos que publicó a lo largo de sus años de exilio en revistas memorables, como Cuadernos de Jazz y Co&Co o los diarios españoles El País y La Vanguardia. Claro que también como música de fondo en las historias del detective Alack Sinner que produjo junto al dibujante José Muñoz y que con el tiempo se convirtió en un icono del cómic mundial.
La primera aventura de Sinner fue publicada en AlterLinus y en Charlie Mensuel en 1975. Tres años después la colaboración entre Muñoz-Sampayo, a partir de allí marca registrada, continuó con otras historias emblemáticas: Sophie Goin’ South y El bar de Joe. En 1982 retomaron Alack Sinner y al tiempo crearon Sudor Sudaca y una historia gráfica sobre Billie Holiday y en 1988 hicieron Jeu de Lumières para el editor Albin Michel.
La producción literaria de Sampayo no solo se limitó a las historias gráficas, sino que también tuvo su desarrollo en la investigación periodística con el libro Paraguay: Crónica de un exterminio (1978) editado en España y Francia y continuó con el libro de poesía Tango y Milonga (1989) y las novelas El lado salvaje de la vida (1992) y El año que se escapó el león (2000), ambas publicadas en Europa y traducidas a varios idiomas.
No obstante su pública pasión musical, que ahora vuelve a tomar vigencia con Discografía personal del Jazz, es poco lo que puede rastrearse del género en sus trabajos literarios, a diferencia de autores como Julio Cortázar o Boris Vian. “Hay indudablemente un trasfondo de jazz en el trabajo con Muñoz. Sobre todo en los argumentos que transcurren en Nueva York y también algo en lo que hice con Igort y con Oscar Zárate. Pero no en mis novelas y relatos” dice.
-Carlos hoy la música se escucha fragmentada y reina el streaming con su pobre calidad de audio. Pero es innegable la inmediatez del acceso, incluso para complementar un libro como el tuyo. ¿Cómo se lleva el veterano reseñista con esas nuevas tecnologías?
-No me llevo de ninguna manera. Allí están. Y que las disfruten quienes no tienen memoria del placer del disco. Ese objeto representativo y a veces simbólico.
*Discografía personal del jazz (1920-2011), Carlos Sampayo. Gourmet Musical Ediciones 2021, 374 pgs. 1400 $
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