La belleza del día: “El despertar de la criada”, de Eduardo Sívori

En tiempos de incertidumbre y angustia, nada mejor que poder disfrutar de imágenes hermosas

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“El despertar de la criada”
“El despertar de la criada” (1891) de Eduardo Sívori

I

En 1887, cuando Eduardo Sívori pintó El despertar de la criada tenía cuarenta años. Ya había viajado a Francia para desarrollar su temprana vocación artística. Vivió en París, la gran capital cultural de la época, entre 1873 y 1876 y al regresar a Buenos Aires, ciudad en la que nació el 13 de octubre de 1847, continuó estudiando con José Aguyari, Francesco Romero y Ernesto Charton de Treville. Se lo considera, junto a Ernesto de la Cárcova,, el introductor del realismo pictórico.

Pero es en ese preciso año, 1887, cuando pinta esta obra emblemática, que la Historia del Arte considera que Sívori inicia la etapa naturalista en Argentina. En realidad es en 1888, porque El despertar de la criada fue presentada en el Salón de París de 1887 primero y, al año siguiente, en la Sociedad Estímulo de Bellas Artes, institución que él mismo fundó, antecedente directo de la Academia Nacional de Bellas Artes.

“No hay narratividad en la escena, se limita a presentar el cuerpo de una muchacha joven en el que se lee su pertenencia a la clase trabajadora. La sencillez del mobiliario, las ropas amontonadas sobre un banco de paja, al pie de la cama sin tender y, sobre todo, el título del cuadro, indican que se trata de una criada”, escribe la investigadora Laura Malosetti Costa, y agrega: “Fue el primer gesto vanguardista en la historia del arte argentino”.

II

En este óleo sobre tela de 198 centímetros de alto y 131 de ancho, que es patrimonio del Museo Nacional de Bellas Artes, se ve, justamente, a una criada que está con una media en las manos a punto de ponérsela. Observa Malosetti Costa que “la piel de la muchacha es oscura, sobre todo en las zonas que el cuerpo de una mujer de trabajo se veía expuesto al sol: las manos, el rostro y las piernas”.

Y agrega: “Cruzadas una sobre la otra, las piernas, gruesas y musculosas se destacan con un tratamiento naturalista que se detiene en la representación minuciosa de unos pies toscos y maltratados. El pubis, invisible tras la pierna cruzada, se ubica en el centro exacto de la composición. Ninguno de estos detalles pasó inadvertido a los críticos que, tanto en París como en Buenos Aires, comentaron el cuadro en 1887″.

III

La crítica francesa (Roger- Milès, Emery, E. Benjamin y Paul Gilbert, entre ellos) interpretó la obra como un poco “excesiva” en la representación de un cuerpo que fue visto como feo, sucio y desagradable. En Buenos Aires, donde no había habido hasta entonces más que pocas y discutidas exhibiciones de desnudos artísticos, fue calificada por un sector de la prensa como “indecente” y “pornográfico”.

El despertar de la criada también contó con el apoyo de un importante grupo de intelectuales y artistas. La Sociedad Estímulo de Bellas Artes decidió exhibir el cuadro y abrir un álbum que recogiera las firmas de todos aquellos “que quieran manifestar al autor sus felicitaciones por los progresos realizados”. Se juntaron más de 250 firmas de artistas, escritores, periodistas y personalidades de la cultura.

IV

Hay fotos de este cuadro que el mismo artista guardó: versiones anteriores a la definitiva. En una fotografía de El despertar de la criada se ve un notable cambio y no se sabe si Sívori hizo las modificaciones antes o después de ser exhibido en el Salón de París: una palangana y una jarra (elementos de higiene) en lugar del candelabro con una vela apagada de la versión final, además de la pared del fondo con un estante lleno de frascos y potes de tocador.

¿Qué significan estos elementos “borrados”? El sentido se completa al ver también los cambios en la fisonomía de la criada: su rostro y su peinado aparecen en la fotografía menos oscuros. Esa apariencia anterior, la de la foto, junto a los elementos mencionados, es más cercana a la de una prostituta, tema predilecto de la vanguardia de la época. Quizás por eso, el énfasis de la crítica de París.

“Su transformación es significativa —concluye la investigadora Laura Malosetti Costa—. Tal vez el artista decidió alejarse del ‘tema’ social de moda al presentarse al Salón. Tal vez decidió transformarla inequívocamente en una criada pobre para su exhibición en Buenos Aires”.

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