Llevo mas de un año sin cruzar la General Paz, no he subido a un colectivo, ni a un subte, ni a un taxi, no uso bici y no tengo registro de conducir, retirado del fotoperiodismo hago todo caminando, he seguido a rajatabla todas las recomendaciones para no contraer covid, mayor de 65, con un infarto y presión un poco alta. No la pasaría bien.
Durante los 232 dias de confinamiento duro hice fotos en color que compartí a diario con amigos y conocidos, nunca pertenecí a ninguna red social así que el envío fue casi artesanal.
Todo mi trabajo era hasta ese momento analógico y blanco y negro, al no poseer una cámara digital mi hija me prestó un viejo iphone4.
Días casi felices fueron cuando pude volver a mi estudio, reabrieron las canchas de tenis, tomar un café al aire libre con un amigo o comer en nuestro resto preferido, un privilegio.
El jueves pasado jugamos un partido con Pablo, bajo la mirada del profe Oscar, las canchas se alquilan por hora así que hubo un raro empate 5 a 5, terminamos agotados y conformes de nuestro mejor encuentro.
El viernes Pablo dio positivo y tuve que aislarme.
Así que aquí estoy, aislado en mi estudio, rodeado de fotos, libros, escuchando música, viendo tenis, fútbol, y películas, nada de noticieros, cocinándome un poco, de paso hago algunas fotos de este encierro privilegiado, volví al viejo iphone4 y las paso a blanco y negro, algo que hace un año consideraba un sacrilegio, pero esta pandemia arrasó con muchas ideas y como dijo el gran Groucho: estos son mis principios, si no les gustan, tengo otros.
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