La belleza del día: “Muchacha con frutillas”, de Cuno Amiet

En tiempos de incertidumbre y angustia, nada mejor que poder disfrutar de imágenes hermosas

“Chicas con frutillas" (1889) de Cuno Amiet

I

El 6 de julio se van a cumplir sesenta años de la muerte de Cuno Amiet, uno de los artistas más importantes de Suiza, ya que modernizó el arte de su país y fue uno de los primeros en darle prioridad al color en la composición de las obras. Falleció a los 93 años en la ciudad de Oschwand y dejó más de 4 mil cuadros, dentro de los cuales muchos son paisajes, pero lo que prevalece es el autorretrato (hizo más de mil).

Pintó durante toda su larga vida y eso le da una particularidad: los primeros cuadros no se le parecen a los últimos. Sin embargo, vistos con atención, comparten un elemento: el color. Más que un detalle, es una obsesión que se repite y persiste, a veces con más intensidad que otras, en toda su carrera.

“Cuando Amiet habló sobre sus métodos artísticos, usó la imagen de un árbol a modo de metáfora”, se lee en el libro de 1975 de John Elderfield titulado Maestros de la pintura europea. Y cita al artista: “De todas estas observaciones, debe nacer un todo tranquilo y claro, tal como se nos ocurrió a primera vista”.

"Autorretrato con manzana", de Cuno Amiet (1903)

II

Al sur de Suiza, sobre el Río Aar, en la ciudad Soleura, nació Cuno Amiet. Fue el 28 de marzo de 1868. Su padre, Josef Ignaz Amiet, fue canciller en el cantón de Soleura. Estudió en el Kantonsschule Solothurn y se graduó en el Matura en 1883. Luego estudió con el pintor Frank Buchser que murió poco después, en 1890, hasta que entró en la Academia de Bellas Artes de Múnich.

En la Academia conoció al pintor Giovanni Giacometti de quien se hizo muy amigo. Juntos, entre 1888 y 1892, vivieron en París para continuar su formación, como era habitual en la época. Corría la Belle Époque, era un momento de mucha ebullición artística. Lo aprovecharon. Allí estudió con profesores como Adolphe-William Bouguereau, Tony Robert-Fleury y Gabriel Ferrier.

III

Tenía 22 años cuando pintó Muchacha con frutillas. Hacía un año que venía registrando la génesis de esta imagen en cartas a Giacometti, antes de irse a París: “Esta puede ser una imagen muy bonita. Es especialmente hermoso cómo el sol atraviesa a la niña. Realmente adorable. Pero es un gran trabajo, ¿te imaginas?, todas estas hojas que tengo que realizar, hasta el último detalle”.

Y se refiere a Frank Buchser, quien fue su profesor y lo está ayudando: “Buscher siempre me dice: ‘Tienes que intentar hacer algo muy bueno, no que solo te lo compren por misericordia para darte una limosna’. Y tiene razón. Ahora, por supuesto, estoy trabajando duro en eso, solo durante unos días el clima me ha defraudado horriblemente“.

En otra carta le escribe, angustiado, desesperado, obsesionado: “Es el día 20 y ha comenzado a llover. ¡Qué será de mi cuadro! Todavía necesito al menos 8 días, o deberíamos decir 14 días, para terminar la imagen. Pero esos deberían ser días agradables, de lo contrario tendré que esperar hasta el próximo año”.

Pero finalmente lo logra, pese a las complicaciones, concluye este cuadro. Muchacha con frutillas es un óleo sobre lienzo de 1889 que se exhibe en la Fundación para el Arte, la Cultura y la Historia, Winterthur, Suiza.

IV

Luego de este cuadro y de ese año, y pese a la fascinación con París, crece una incomodidad: no quería tener nada que ver con el arte académico o el academicismo, como solía llamarse. Por eso dejó la Académie Julian e ingresó en la Escuela de Pont-Aven en 1892 donde tuvo como maestros a Émile Bernard, Paul Sérusier, Roderic O’Conor y Armand Seguin. Inspirado por Paul Gauguin, Paul Sérusier, Roderic O’Conor, Paul Cézanne y Vincent van Gogh, abandonó la pintura académica tono sobre tono para el divisionismo, utilizando el color como su principal medio de expresión.

Sin dinero, en 1893 regresa a Suiza. En Hellsau monta un estudio y realiza su primera exposición en la Kunsthalle de Basilea en 1894. Todo cambió en 1898, cuando le encargaron pintar un retrato de Ferdinand Hodler, uno de los más destacados pintores suizos del siglo XIX. A partir de ahí llegó la suerte y el siglo XX se abrió para él de par en par: muestras y competencias europeas como la Exposición Universal de París, donde ganó una medalla de plata.

"Niña con flores", de Cuno Amiet (1913)

En 1898 se casa con Anna von Hellsau Luder y se mudan a Oschwand. Su casa se convierte en un lugar de encuentro para artistas y escritores como Wilhelm Worringer, Arthur Weese, Samuel Singer, Adolf Frey y Hermann Hesse. En 1906 Amiet se unió al grupo de pintores expresionistas conocido como Die Brücke.

Cuenta la biografía del artista que puede leerse en la página de la fundación que lleva su nombre que después de la muerte de Ferdinand Hodler, en 1918, Amiet se convirtió en el principal pintor de Suiza y en una figura cultural relevante, más allá del arte. Oschwand, donde vivió y trabajó Amiet, se convirtió en un punto de encuentro para el panorama artístico nacional e internacional. El incendio del Glastpalast en Munich en 1931 fue un duro golpe para él y para el mundo: 51 de sus obras más importantes fueron destruidas en la catástrofe. Sin embargo, Amiet no se desanimó y trató de compensar las pérdidas con nuevas obras.

Siguió pintando, haciendo murales, formando parte de instituciones (fue nombrado miembro de la Comisión Federal de Bellas Artes de Suiza, de la Fundación Gottfried Keller, del Museo de Arte de Berna y la Universidad de Berna lo nombró Doctor Honoris Causa).

Murió en 1961, a los 93 años.

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